¿Era Jesús un pobre carpintero?

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Que Jesús era un campesino palestino es un lugar común susceptible de inducir a error. La palabra "campesino" admite distintos significados, y los antropólogos debaten las sutilezas de la definición. Eric R. Wolf sostiene que, en esencia, son campesinos los que «desarrollan actividades agrarias; [...] cultivan plantas y crían ganado en el campo». El campesino no es el mismo tipo de persona que el moderno farmer americano, el cual puede ser simplemente un empresario dedicado a determinada actividad agraria para obtener una ganancia en el mercado. El campesino no se ocupa de una empresa en el moderno sentido económico, sino de una familia.

Al mismo tiempo, los campesinos difieren de los llamados pueblos primitivos, que también viven en el campo y cultivan plantas y crían ganado. En las sociedades "primitivas" los productores controlan los medios de producción, incluido su propio trabajo. Cambian directamente su trabajo y sus productos por los equivalentes bienes y servicios de otros. Sin embargo, a medida que se desarrolla la cultura, los medios de producción pasan de las manos de los productores primarios a las de un grupo social que no participa en el proceso productivo. Ese grupo, el de los dirigentes del Estado de la ciudad, asume especiales funciones administrativas de carácter ejecutivo, apoyándose en la fuerza. El flujo de bienes y servicios está centralizado en un Estado o ciudad cuyos miembros dominantes absorben los excedentes producidos por los campesinos, para proveer a su propio sostenimiento y distribuir el resto entre los sectores sociales no relacionados con las actividades agrarias. En otras palabras, es la aparición del Estado o de la ciudad lo que da origen al grupo social concreto que llamamos campesinos.

Como resultado, éstos viven en un curioso estado de tensión con respecto al Estado o la Ciudad; es una situación de dependencia y beneficio mutuo, a la vez que de recelo y desconfianza, cuando no de franco odio. El poder rector y centralizador constituye una fuente de estabilidad económica, pero también una carga. En tiempos normales la "simbiosis" es básicamente positiva, y la carga se soporta mal que bien Pero, si se desbarata el sistema o si las exigencias del poder central se vuelven demasiado agobiantes, los campesinos pueden recurrir al bandidaje, a los movimientos de protesta o incluso a la abierta rebelión.

Este mínimo bosquejo de la sociedad campesina vale muy bien para Galilea; pero no se suele plantear la cuestión de si vale también para Jesús. El problema, en suma, es que "campesino" designa a quien se dedica a cultivar la tierra y criar ganado, y en los Evangelios nunca se dice que Jesús se dedique a esas ocupaciones. Por supuesto, Jesús y los demás miembros de su fam1lIa pudieron cultivar algún trozo de terreno como actividad complementaria. La dimensión de la familia (José, María, Jesús, los cuatro hermanos de Jesús y un número indeterminado de hermanas) permitían suponer que la unidad familiar necesitaba y podía procurarse al menos parte de su consumo mediante la agricultura, algo que, por lo demás, sería de esperar de unos lugareños próximos a los fértiles campos de la Baja Galilea (Esto puede ayudar a explicar -aunque sólo parcialmente- por qué gran parte de las Imágenes contenidas en las parábolas y en el lenguaje metafórico de Jesús proceden de la incultura y no del ámbito artesanal.

¿En qué sentido, entonces, era Jesús un campesino? Como mínimo, vivía en una sociedad agraria, con la que estaba conectado económicamente y que en cierto modo le sostenía. Es posible que dedicase algo de su tiempo a la agricultura, y en este sentido se le podría considerar como un campesino, aunque atípico. En todo caso, era indudablemente miembro de una sociedad campesina.

Sin embargo, Jesús no vivía como trabajador en una gran finca, ni como propietario en alguna alquería aislada. Residía en un pueblo de 1.600 a 2.000 habitantes y, probablemente, obtenía la mayor parte de sus ingresos de los trabajos artesanales que realizaba para ellos.  Digo "probablemente" porque, aunque, hoy, hasta los ignaros en materia de religión identificarían enseguida a Jesús como "carpintero", este "hecho" aceptado universalmente descansa sobre la endeble base de medio versículo del NT, Mc 6,3a, donde los asombrados judíos de Nazaret reaccionan con una pregunta- afirmación sobre Jesús, un antiguo mozo del pueblo que ahora tiene el atrevimiento de enseñarles a ellos en su propia sinagoga: « No es este el carpintero» (tevktwn). En ninguna otra parte de todo el NT se menciona el oficio concreto que Jesús ejerció en Nazaret. Quizá por su veneración hacia el Hijo de Dios, al que se hace objeto de burla con esa pregunta, Mateo, aunque depende claramente de Marcos en este punto, convierte la pregunta en «¿No es éste el hijo del carpintero?» (Mt 13,55), transfiriendo el oficio al innominado José. Lucas, encontrando, al parecer, también odioso tal sarcasmo, cambia igualmente el texto de Marcos, si bien la solución lucana es simplemente omitir por completo el oficio de Jesús: « ¿No es éste el hijo de José?» (Lc 4,22).

En suma, a lo largo de todo el NT, la palabra "carpintero" sólo aparece en Mc 6,3 y Mt 13,55: en el primer texto, aplicada a Jesús; en el segundo, a José. Por consiguiente, el "hecho" universalmente conocido de que Jesús era carpintero pende del hilo de medio versículo. Sin embargo, esto no debe llevar a suponer que Mc 6,3 sea inexacto, sobre todo porque no había razón para que Marcos, o los predicadores cristianos antes que él, se atrevieran a atribuir a Jesús una ocupación que no gozaba de especial prominencia en su sociedad, que no fue mencionada nunca en la enseñanza de Jesús y de la que no hay el menor eco en ninguna parte de la doctrina del NT. Al no existir ninguna tradición que niegue la del oficio de carpintero, este "hecho" universalmente conocido puede seguir pendiendo de su hilo.

Dada la creciente especialización que se viene produciendo en la época moderna, la antigua palabra griega tevktwn sería hoy aplicable a diversos oficios. Tenemos el «carpintero de muebles o trabajos finos», conocido como ebanista; el carpintero propiamente dicho, o de taller, que hace «cosas tales como puertas y ventanas o muebles poco delicados»; el carpintero de armar, «que trabaja en la misma obra de construcción, en la armadura o estructura», y el carpintero de ribera, que hace «embarcaciones y otras obras de carpintería para la marina". Sin embargo, el término tevktwn era aplicable a todo trabajador que practicaba su oficio «con un material duro que conserva su dureza a lo largo de la operación, p. ej., madera y piedra, e incluso cuerno o marfil». Más específicamente, el término hacía referencia al carpintero de taller. Éste es, probablemente, el significado con que figura en Marcos y Mateo, dado que:

1) tal es el sentido ordinario en el griego clásico;

2) las versiones antiguas de los Evangelios (siríaca, capta, etc.) traducen tevktwn con palabras que aluden a ese tipo de carpintero, y

3) tal era el significado que le daban los Padres griegos.

En algunos de sus trabajos, Jesús podría haberse aproximado al carpintero de armar, construyendo partes de madera en las casas. Pero, en Nazaret, las casas corrientes tendrían muros de piedra o de adobe. La madera se utilizaría para las vigas de la techumbre, y el espacio entre ellas se rellenaría con ramas, aparte de arcilla, barro y tierra compactada. Los habitantes de Nazaret no se podrían permitir el uso de la madera para construir no ya casas enteras, sino ni tan siquiera los suelos de ellas. Sin embargo, las puertas, los marcos de las mismas y los sistemas de cierre eran a menudo de madera como, a veces, también los enrejados de las (pocas y pequeñas) ventanas. Aparte de esa clase de carpintería, Jesús fabricaría distintos tipos de muebles, como camas, mesas, asientos y pies de lámparas (cf. 2 Re 4,10), amén de cajas, armarios y arcones para guardar cosas. Justino mártir dice que Jesús hacía también «arados y yugos». Aunque esto es probablemente una deducción de Justino más que el vestigio de alguna tradición oral, nos revela la clase de trabajo que un palestino -y Justino lo era- atribuía a un tevktwn.

Se trataba de un oficio que implicaba una amplia variedad de habilidades y de herramientas. De hecho, datos arqueológicos, así como fuentes escritas, nos indican que los carpinteros antiguos utilizaban gran número de herramientas -y de técnicas- no muy diferentes de las empleadas, mucho más tarde, en la América colonial. Así, aunque Jesús era en cierto sentido un trabajador palestino corriente, ejercía un oficio que exigía, para el mundo antiguo, un nivel considerable de conocimientos técnicos. También requería no poco esfuerzo y fuerza muscular. El personaje grácil y blandengue que nos presentan las pinturas y las producciones de Hollywood difícilmente habría sobrevivido a los rigores de su trabajo como tevktwn en Nazaret desde la pubertad hasta el comienzo de la treintena.

En cierto modo, pues, Jesús era uno de los pobres que tenían que trabajar duramente para vivir. Sin embargo, la imaginación, la retórica y el deseo de una fugaz importancia social pueden desbordarnos al describir la espantosa pobreza que supuestamente sufrió Jesús: « ¡Jesús, el más pobre de los pobres!». El problema que tenemos los americanos modernos al hablar del "pobre Jesús" o de cualquier pobre del mundo mediterráneo antiguo es que el concepto de la pobreza es siempre relativo. Como señala Ramsay MacMullen, en el Imperio romano de los tiempos de Tácito, la clase senatorial constituiría algo así como el 0,002% de la población total, mientras que la clase siguiente de mayor categoría, la de los "caballeros" (equites), se acercaba, sin llegar, al 1% 158. En un principado insignificante y sometido como Galilea, los verdaderos "ricos" eran un grupo muy pequeño que incluiría a Herodes Antipas, sus poderosos oficiales de corte (cf.Mc 6,21), los grandes terratenientes (a veces absentistas), los mercaderes muy importantes y unos cuantos jefes de recaudadores de impuestos y tasas (cf. Zaqueo en Lc 19,2, aunque, en este caso, se trata de Jericó, en Judea).

Mucha gente pertenecía a un vago grupo intermedio (sin nada que ver con la "clase media" americana), en el que estaban comprendidos los comerciantes y artesanos de ciudades y de pueblos grandes y pequeños, así como agricultores propietarios de explotaciones de tamaño regular.  No debemos pensar que la pertenecía a este grupo intermedio implicaba la seguridad económica de que disfruta hoy la clase media americana. Los pequeños agricultores, en particular, llevaban una existencia precaria, a veces en un nivel de subsistencia, sujetos como estaban a los caprichos de los elementos, a los precios de los mercados, la inflación, los gobernantes voraces, las guerras y los fuertes Impuestos (civiles y religiosos).  Bajando en la escala social, se encontraban los Jornaleros, los sirvientes asalariados, los artesanos ambulantes y los agricultores desposeídos de sus propiedades y forzados a practicar el bandidaje todo este grupo,  es lo que Sean Freyne denomina el "proletariado rural". En lo más bajo de la escala se hallaban los esclavos, entre los cuales corrían la peor suerte los destinados a labores agrícolas en los grandes latifundios, si bien esto no era lo característico de la agricultura galilea.

En esta estratificación social, expuesta a grandes rasgos, Jesús, el carpintero de Nazaret, se encontraría en la parte baja del grupo intermedio, con una categoría quizá equivalente - si se puede usar una analogía imprecisa- a la del obrero especializado de la clase media baja americana. Efectivamente era pobre, en cierto sentido, y la clase media urbana estadounidense, con sus confortables condiciones de vida, habría encontrado espantosas las del Nazaret antiguo. Pero Jesús no era, probablemente, más pobre m menos respetable que casi cualquier otra persona de aquel pueblo o, incluso, de la mayor parte de Galilea. La suya no era la pobreza desoladora, humillante, del Jornalero o del esclavo rural.

En realidad, pese a todas las injusticas de la vida, el reinado de Herodes Antipas en Galilea (4 a C -39 d. C.) fue relativamente próspero y pacífico. Se vio libre de los graves, enfrentamientos sociales que lo habían precedido y que se reanudaron después. Aunque a los modernos americanos, acostumbrados a la democracia, Antipas les parecería Intolerable, no era peor, sino probablemente mejor, que la mayoría de los déspotas del Próximo Oriente en la antigüedad. Más benigno que su padre Herodes el Grande, fue un hábil gobernante que consiguió vivir en paz con su pueblo. No fue casual que se mantuviera en el poder más tiempo que ningún otro rey o príncipe herodiano, a excepción de Agripa II.

La descripción que hacen algunos autores de una Galilea efervescente de rebeliones se debe a la proyección acrítica hacia una época posterior y relativamente tranquila, como fue el reinado de Antipas, del sentimiento revolucionario surgido a la muerte de Herodes el Grande, o a una retroproyección no menos acrítica de la agitación habida entre los años 52 y 70 d. C. Pese a tener que soportar a Antipas "el zorro" (Lc 13,32), la gente corriente consideraba que las ventajas de una la paz y de un modesto nivel de vida superaban a los problemáticos beneficios de una revuelta. Acontecimientos posteriores probaron que tenían razón. Entre otras cosas, fue esta situación social, relativamente pacífica, lo que permitió a Jesús realizar durante varios años una misión itinerante por Galilea y fuera de ella.

En justicia, se debe señalar que algunos especialistas sugieren una descripción Diferente de las condiciones socioeconómicas de Jesús. Según ellos, José y Jesús eran maestros de obras que viajaban mucho, que trabajaban a veces en ciudades como Séforis y Jerusalén y que disfrutaban de una posición relativamente acomodada. Si tal fuera el caso, la renuncia a la riqueza por parte de Jesús al comenzar su ministerio público habría sido de lo más radical. Sin embargo, las conjeturas como ésta suelen basarse en combinaciones acríticas de varios textos, en dudosas exégesis y en dosis más que considerables de imaginació. No hay nada en los Evangelios que avale semejante hipótesis.

A veces, para apoyar esta sugerencia, se recurre a la palabra aramea que supuestamente subyace al tevktwn de nuestros Evangelios: naggara'. Pero naggara', como tevktwn, tiene una amplia gama de significados: carpintero, tornero, artesano y, en sentido metafórico, maestro o artista. Además, aunque estuviéramos seguros de que ésta es precisamente la palabra aramea subyacente al tevktwn de nuestro texto griego, ello no probaría nada. Riesner, con todo, lleva todavía más lejos la importancia de esa hipotética fuente aramea, remitiéndose a algunos pasajes talmúdicos posteriores, donde naggara' parece significar "erudito", mientras que bar naggara' ("hijo del carpintero") tiene el sentido de "estudiante, discípulo". Partiendo de esto, Riesner llega a la conclusión de que quienes tenían el oficio de "carpintero" se distinguían por su conocimiento de la Escritura. Como todos los pasajes talmúdicos de este tipo son de carácter proverbial y, por lo mismo, de una gran antigüedad, Riesner arguye que la conexión entre el oficio de carpintero y un conocimiento especial de la Escritura podría remontarse a la época de Jesús. Hay que decir que semejante razonamiento descansa sobre indicios muy ligeros y tardíos. Los proverbios talmúdicos podrían conservar material de doscientos o trescientos años de antigüedad y no remontarse hasta la vida de Jesús. Aquí, lo más significativo es que Riesner no puede presentar ejemplos de tal uso procedentes de la compilación rabínica más antigua, la Misná.


Una sugerencia sobre la actividad laboral de Jesús no tan desconectada de su época es que posiblemente encontró empleo durante un tiempo en Séforis, una importante ciudad de Galilea que se hallaba al noroeste de Nazaret, a sólo seis kilómetros de distancia y una hora de camino. Séforis había sido destruida durante una sublevación contra Roma el año 4 a. C.  Tras ser confirmado por Roma como tetrarca, Herodes Anripas eligió Séforis como su capital y empezó a reconstruirla con grandiosidad en estilo helenístico. Aunque disminuyeron los esfuerzos iniciales e intensivos, todavía hubo alguna actividad constructora hasta que Antipas trasladó su capital a la nueva ciudad de Tiberíades en ca. 26 d. C. Si Jesús hubiese trabajado en Séforis durante el período de su espléndida reconstrucción, habría entrado en contacto con la cultura urbana en una ciudad intensamente helenística. Tal experiencia le podría haber ayudado a desprenderse del provincianismo propio de los conservadores habitantes judíos de las zonas rurales.

Aunque interesante, esta idea no pasa de set una mera posibilidad, sin base real en ningún texto de los Evangelios. Lo cierto es que éstos nunca presentan a Jesús predicando en las ciudades galileas de fuerte carácter helenístico ni siquiera hablando de ellas. Por lo que sabemos, dentro de Galilea se limitó su ministerio (así como sus referencias verbales) a los pueblos y aldeas tradicionalmente judíos: Nazaret, Cafarnaún, Caná, Naín y Corazaín. En cambio, Séforis y Tiberíades, las ciudades helenísticas galileas, están llamativamente excluidas del itinerario de Jesús 176. Este cuadro general de la actividad de Jesús en Galilea, en el que coinciden los cuatro Evangelios, no confirma la idea de un contacto temprano de Jesús con centros helenísticos como Séforis que hubieran influido en él. Naturalmente, no se puede rechazar tal teoría de un modo categórico; pero faltan pruebas sólidas que la apoyen, y los Evangelios aportan indirectamente algunos indicios contra ella. Al final debemos concluir que los escasos datos de que disponemos sobre los años del "ínterin" apuntan en una dirección: Jesús pasó esos años casi enteramente como vecino de Nazaret, en Galilea, desempeñando el oficio de carpintero. Y las experiencias relativas a la educación o al trabajo asalariado que le habrían llevado fuera de Nazaret por un largo período no pasan de ser puras hipótesis, carentes de apoyo en el NT.

A lo largo de este capítulo hemos podido servirnos de generalizaciones sobre la cultura, la política, la sociedad y la economía de la Palestina del siglo I para tratar de descifrar las referencias, escasas e indirectas, existentes en varios textos de los Evangelios. De la interacción entre texto y contexto surge un cuadro general y aproximado de las condiciones que rodearon la vida de Jesús en Nazaret. Pero es mucho más difícil descender de lo general a lo particular, tarea que abordaremos en el próximo capítulo. Allí trataremos de decir algo sobre las relaciones familiares concretas que moldearon las experiencias individuales de Jesús. En ese punto, las observaciones generales sobre el conjunto de la cultura y de la sociedad ofrecen poca ayuda; volvemos a depender en gran medida de unos cuantos textos ambiguos. Claro que las relaciones familiares son frecuentemente ambiguas.

Fuente: 
John P. Meier. Un judío marginal.
Nueva visión del Jesús histórico
Tomo I: Las raíces del problema y la persona

Páginas.268-272

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