La Compasión de Jesús y los 10 Leprosos
La curación de los
diez leprosos (17,11-19), aparece
en la segunda sección del
evangelio (9,51-19,28). Recordemos que
este gran bloque nos cuenta los avatares del viaje de Jesús y sus
discípulos desde Cafarnaún a Jerusalén. Durante el viaje, Jesús se preocupa muy
especialmente de instruir a sus discípulos acerca de las verdades del reino de
Dios. Si comparamos esta sección con la primera (4,14-9,50), apreciaremos una
notable diferencia. Durante su ministerio en Galilea Jesús realiza muchos
milagros y desarrolla diversas acciones; en cambio, la predicación ocupa mucho
menos espacio. A lo largo de su recorrido hacia Jerusalén se invierten los
términos; la predicación y la enseñanza pasan a un primer plano mientras que la
descripción de los milagros ocupa una posición más secundaria, y que tiende -generalmente-
a ilustrar algún aspecto de la predicación.
En el camino hacia
Jerusalén, Jesús se hace Palabra. Una Palabra que prepara a los
discípulos para vivir con fidelidad el tiempo de la Iglesia. La curación de los
diez leprosos es, sin duda, una acción de Jesús, pero se halla enmarcada en el
ámbito de la enseñanza del Señor. Dicho de otra manera: en esta narración,
Jesús no muestra a sus discípulos la "técnica" de realizar un
milagro, Jesús les comunica una enseñanza.
Les transmite el
conocimiento de que la misericordia, para ser realmente vivida, debe hacerse
curación y solidaridad para con los que sufren.
Las narraciones de
los milagros de Jesús suelen tener cinco apartados: alguna persona se encuentra
enferma, acude a Jesús y le pide que lo cure, el Señor le pregunta si tiene fe,
el enfermo afirma su confianza en él y finalmente Jesús realiza algún gesto con
el que le devuelve la salud. La curación de los leprosos no sigue con precisión
este esquema. Más bien se centra en el diálogo entre Jesús y los enfermos y
concretamente con el leproso curado. Este detalle estilístico nos confirma el
sentido de la narración: el Señor nos enseña que la misericordia ha de
convertirse en curación, y no insiste en la pericia de realizar milagros
espectaculares.
El contexto próximo
de cada fragmento del evangelio ayuda mucho a comprender el sentido de lo que
estamos leyendo. La curación de los diez leprosos ocupa, prácticamente, el
centro del capítulo 17. Justo antes de nuestro episodio podemos leer una enseñanza
de Jesús centrada en tres puntos: la corrección fraterna y el perdón a los
hermanos (3-4); el poder de la fe (5-6); y la importancia del servicio humilde
(7-10). Inmediatamente después de nuestra narración aparece un fragmento
describiendo dos elementos importantes: el primero es la llegada silenciosa del
reino de Dios (20-21) y, el segundo nos presenta a Jesús como el Hijo
delHombre (22-25).
2. Lectura del texto
(Lc 17,11-19)
Yendo camino de
Jerusalén, atravesó Jesús por entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo,
vinieron hacia él diez leprosos que se pararon a lo lejos y le dijeron a gritos:
-¡Jesús, Maestro, ten
compasión de nosotros!
Al verlos les dijo:
-Id a presentaros a
los sacerdotes.
Mientras iban de
camino quedaron limpios. Uno de ellos, notando que estaba curado, se volvió
alabando a Dios a voces, y se echó por tierra a los pies de Jesús,
dándole las gracias; era un samaritano. Jesús le preguntó:
-¿No han quedado
limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien vuelva
para agradecérselo a Dios excepto este extranjero?
Y le dijo:
-Levántate, vete; tu fe
te ha salvado.
3. Elementos del
texto
a) El camino entre
Samaría y Galilea: ...atravesó Jesús por entre Samaría y Galilea...
El mapa de Palestina
del tiempo de Jesús se componía de tres provincias. Al norte estaba Galilea, la
región central aparecía ocupada por Samaría y en el sur se situaba Judea con la
capital del país, Jerusalén. Jesús, juntamente con sus discípulos, ha
emprendido un viaje hacia la Ciudad Santa. La ruta más lógica y más rápida para
desplazarse, implicaba atravesar la provincia central de Samaría. Pero en
aquellos tiempos aquella región no podía cruzarse con seguridad. Entre los
judíos (habitantes de Judea) y los samaritanos (pobladores de Samaría) existía
una enorme rivalidad que provocaba continuos conflictos. ¿De dónde provenía esa
rivalidad?
Ambos grupos
profesaban religiones distintas: en Galilea y Judea se practicaba el judaísmo,
mientras que en Samaría se seguían distintos cultos provenientes de antiguas
religiones orientales. En la capital de Samaría existía un pequeño grupo fiel
al judaísmo, los samaritanos, pero de tradiciones y concepciones religiosas muy
cerradas y distintas a las de los judíos que habitaban Judea. La diferencia en
la forma religiosa procedía de una distinción racial. En el año (722 a.C.) los
asirios conquistaron Samaría y se llevaron a la población deportada a remotas
regiones de su imperio. Con la finalidad de no dejar aquella región despoblada,
desplazaron a Samaría otras poblaciones que habitaban antes el territorio
asirio.
Además de diferencias
religiosas y raciales se daban también contrastes económicos. Samaría era una
zona más rica y con más proyección comercial que Judea: carecía de desiertos y
gozaba del rico caudal del río Jordán, además de estar estratégicamente situada
en la red de comunicaciones. Las diferencias económicas, raciales y religiosas
entre estas dos regiones habían dado lugar, en tiempos antiguos, a constantes
guerras y conflictos bélicos.
La animadversión que
sentían recíprocamente judíos y samaritanos daba lugar a que Samaría no pudiera
ser transitada con seguridad. Por eso al desear ir hacia Jerusalén, Jesús se
vio en la necesidad de seguir una ruta bastante más larga: bordear la frontera entre
Galilea y Samaría, recorrer todo el valle del Jordán y, cruzando Jericó,
penetrar en Jerusalén. Un itinerario mucho más largo y accidentado que la
simple línea recta entre Galilea y Judea.
b) Diez leprosos: ...vinieron
hacia él diez leprosos...
La lepra es para
nosotros una enfermedad provocada por un microbio, el bacilo de Hansen que
lentamente va destruyendo el cuerpo. Hoy por hoy, y mediante un buen
tratamiento médico, la lepra puede curarse, pero no sucedía lo mismo en el
mundo antiguo. Para los hombres del siglo I y, especialmente, para los hebreos,
la lepra era algo más que una simple enfermedad física: representaba una
maldición de Dios sobre el individuo que la padecía. La lepra y sus
consecuencias aparecen comentadas en el libro del Levíüco y en otros
escritos del Antiguo Testamento. Enumeremos, brevemente, lo que significaba la
lepra para la mentalidad de los hombres de la época de Cristo:
- La lepra es, en primer lugar, una
enfermedad.
Habitualmente se daba
el nombre de "lepra" a todas aquellas enfermedades que representaban
un cambio en el aspecto de la piel del individuo. El libro del Levítico (Lv
13) nos describe con detalle sus diversas manifestaciones. Un síntoma común a
cualquier tipo de lepra era la aparición de manchas en la piel. También podían
padecer lepra las casas (Lv 14,33-53) o los vestidos (Lv 13,47-59). Los textos
se refieren al moho que aparece en las viviendas o a la podredumbre que se
produce en la ropa vieja.
Como vemos, el
concepto de "lepra" utilizado en la época de Cristo englobaba
enfermedades de distinta índole. Por una parte, podía ser la misma enfermedad
de la lepra en sí misma, tal como hoy la conocemos. Por otra parte,
consideraban también como lepra cualquier enfermedad que suscitara cambios en
la piel o cualquier lesión en forma de moho que apareciera en casas y vestidos.
- La lepra era una
enfermedad con horribles consecuencias para quien la padecía
La lepra es una
enfermedad muy contagiosa. La medicina judía de aquellos tiempos no era
preferentemente curativa sino preventiva. Tal vez, los judíos hacían suyo este
aforismo: "La mejor manera de curarse de una enfermedad es no
contraerla". Por tanto, cuando alguien se contagiaba de la lepra era
expulsado enseguida de la ciudad (Lv 13,45ss; Job 2,7s). Vivía con otros
leprosos, lo que propiciaba el contagio real de la lepra para todos aquellos
que padecían una enfermedad distinta. Se los expulsaba de la práctica del culto,
la familia prescindía de él completamente, y quedaba excluido de cualquier
ámbito de relación con los demás.
Notemos que los
leprosos de nuestra narración permanecen distanciados de Jesús: "...se
pararon a lo lejos y le dijeron a gritos...". Estos hombres observan las
prescripciones legales y se mantienen alejados del contacto con la gente sana.
- La lepra era una
enfermedad con fuertes connotaciones religiosas.
La dureza y la
crueldad con que la lepra se cebaba en las personas, llevó a que fuera
considerada como un castigo divino. María -la hermana de Moisés- critica el
comportamiento de su hermano, y, como castigo a sus palabras, contrae la lepra.
Más tarde, Moisés implora a Dios el perdón para su hermana y la enfermedad
desaparece de su cuerpo (Nm 12,9-16). Considerar la lepra como un castigo de
Dios suponía para los leprosos una doble y dramática consecuencia:
* Pensaban que era
Dios quien los había castigado con aquella enfermedad, debido a algún pecado
que ellos -o sus antepasados- habían cometido.
* Al padecer la lepra
estaban excluidos de toda relación con los demás judíos. No podían acercarse al
Templo para pedir perdón al Señor, ni entrar en una sinagoga para rezar con sus
hermanos.
La vida de un leproso
estaba encerrada en un círculo vicioso muy cruel: por una parte se sentía
castigado por Dios por alguna falta cometida y, a causa de estar excluido de la
relación con Dios, no podía acudir al Templo para implorar el perdón del Señor.
Su vida era un sufrimiento sin salida y sin cambio posible.
A causa de la
connotación religiosa de la lepra, el sacerdote era el encargado de determinar
cuándo un leproso estaba curado. En el momento en que un enfermo se daba cuenta
que las manchas de su piel habían desaparecido, se presentaba ante el sacerdote
para que éste confirmara la desaparición de la enfermedad. Observemos, en
nuestro texto, que Jesús manda a los leprosos al sacerdote.
- La única esperanza
de curación que podía abrigar un leproso era la pronta llegada del Mesías
La lepra era mucho
más que una enfermedad física. Su causa profunda radicaba en el castigo divino,
un sufrimiento del que sólo el mismo Dios podía liberar. Los leprosos esperaban
la llegada del Mesías y confiaban en que él acabaría con la cruel dolencia. La gente
pensaba que el tiempo de la llegada del Mesías se caracterizaría por la
desaparición de la lepra. Recordemos, en este sentido, las palabras de Jesús a
los discípulos de Juan el Bautista: "...los ciegos ven, los cojos andan,
los leprosos quedan limpios..." (7,22).
c) Relación de los
leprosos con Jesús
Los leprosos se
sitúan lejos de Jesús y le suplican a gritos su ayuda. Jesús aparece ante ellos
como un "maestro" al que le piden "compasión":
"¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!" (8,24). Describamos,
sucintamente, el significado de cada una de las dos palabras con que los
leprosos se dirigen a Jesús:
- Maestro
La palabra
"maestro" presenta una significación especial en el tercer evangelio.
Es un término propio del evangelio de Lucas. La utiliza Pedro, en el relato de
la pesca milagrosa, cuando ha de dirigirse a Jesús: "Maestro, lo hemos
intentado durante toda la noche y no hemos cogido nada; pero, ya que tú lo
dices, lanzaré de nuevo las redes" (5,5).
La palabra significa
literalmente "líder" o "maestro", en el sentido de aquel
que sabe muchas cosas y se halla por encima de los demás, aquel que ha
demostrado una gran capacidad en la vida y puede estar por delante de los otros
conduciéndolos. Jesús para mucha gente de Palestina tendría este semblante: un
modelo de comportamiento moral, alguien que había reunido un buen grupo de
discípulos, presentaba un mensaje interesante y tenía cierta fama de milagrero.
En definitiva, un buen líder que presenta un mensaje novedoso. Durante los años
del siglo I, Palestina estaba llena de personajes que se presentaban como
líderes, capaces de hacer prodigios y realizar curaciones. Los leprosos ven en
Jesús la imagen de alguno de estos líderes, tal vez capaz de arrancarles la lepra
y devolverlos a la vida normal de cualquier judío de su tiempo.
- Compasión
Las voces
"misericordia" y "compasión" tienen un significado muy
semejante, pero no son del todo idénticas. Recordemos el significado del término
misericordia: "la capacidad de entregar algo de mí mismo a la pobreza del
corazón de mi hermano". La palabra "compasión", se compone de la
suma de dos palabras "con" y "pasión" y significa:
"sufrir con otro", "tener como mía la pasión, el sufrimiento, de
mi hermano". La diferencia entre estas dos palabras tan semejantes es
difícil de precisar; pero una y otra, denotan matices distintos. La palabra "compasión"
designa, más bien, el hecho de conmoverse o de enternecerse ante el sufrimiento
ajeno. El término compasión se mueve, de
manera preferente, en el ámbito de los sentimientos. La palabra misericordia
además de contener el sentimiento de "conmoverse" ante la desgracia
ajena, implica una acción que permita la humanización de la persona que sufre.
El vocablo misericordia añade un matiz al de compasión, no se limita a
conmoverse profundamente, sino que proyecta una acción decidida en favor del hermano
que sufre.
Los leprosos piden a
Jesús compasión. Piden a Jesús que se conmueva, que tenga un sentimiento de
pena ante su padecimiento. Tal vez, aquel maestro que pasaba -si se conmovía
ante los leprosos- les echara unas monedas, o les lanzara algo de comida con la
que poder subsistir algún tiempo más. No esperan de él una acción, la
misericordia, que pudiera cambiar sus vidas para siempre. Los leprosos tienen
una visión muy lejana de Jesús. Lo contemplan como a un líder más entre tantos
como había en Palestina. No esperan que transforme sus vidas, tan solo alguna
limosna con que sobrevivir.
Muchas veces, en nuestra
vida cristiana, tenemos una percepción lejana de Jesús. Lo admiramos como a un
gran maestro o un líder extraordinario. En ocasiones comprendemos el Evangelio
tan solo como una excelente doctrina moral. Pero, casi siempre, nos quedamos
lejos de ver a Jesús de cerca, de contemplarlo como el único Señor capaz de
trasformar de raíz el corazón de nuestra existencia.
d) Reacción de Jesús
para con los leprosos
Jesús los envía a los
sacerdotes: "Id a presentaros a los sacerdotes". Como decíamos antes,
la lepra no era únicamente una enfermedad física, implicaba también una
concepción religiosa. Un leproso pensaba para sí mismo que su enfermedad era el
castigo por algún pecado cometido, tal vez una falta realizada
inadvertidamente.
El sacerdote era el
que decidía si la enfermedad había desaparecido, o si aún permanecía. Examinaba
la piel del enfermo y observaba si se producía en ella alguna de las
manifestaciones descritas en el libro del Levítico, como eran las
manchas oscuras. Alguna vez la lepra era solo aparente, y en realidad se debía
a ciertas enfermedades cutáneas, distintas de la lepra conocida por nosotros
hoy. El sacerdote al testificar la curación del enfermo, lo readmitía al culto
del Templo. El enfermo, ya restablecido, se incorporaba plenamente a la vida
cotidiana del resto de los judíos.
Los leprosos obedecen
la orden de Jesús y se dirigen a los sacerdotes. Pero "mientras iban de
camino quedaron limpios". Obedeciendo el consejo de Jesús y dirigiéndose a
los sacerdotes la lepra ha desaparecido de sus carnes.
Observemos que el
texto no nos describe con precisión las características del milagro. Recordemos
que estamos en la sección central del Evangelio. Durante esta etapa Jesús va
dando enseñanzas a sus discípulos. El texto no nos cuenta principalmente hechos
de Jesús, sino que tiende a comentarnos enseñanzas de Jesús. Nuestro fragmento
no nos explica cómo se hace un milagro, pretende enseñarnos qué es un milagro
y, sobre todo, quién es este Jesús, capaz de realizar acciones que curan.
e) Reacción de los
leprosos
Los diez leprosos,
por el camino, se dan cuenta de que han sido "purificados" de su
dolencia. Obedecer la indicación de Jesús los ha purificado. En aquellos diez
hombres tiene lugar una doble reacción. Notemos que de los diez leprosos, nueve
siguen su camino hacia el encuentro con los sacerdotes. Solamente uno de ellos regresa
donde Jesús para darle las gracias. Analicemos cada una de estas dos actitudes
y su reacción ante el prodigio obrado por Jesús.
- El grupo de los
nueve leprosos
Nueve de los diez
leprosos se dirigen hacia Jerusalén para presentarse ante el sacerdote, a fin
de que sea constatada su purificación y se reincorporen a la vida judía con
normalidad. Se han dado cuenta de que han sido "purificados". Es
decir, han descubierto la posibilidad de volver a la situación en que se
encontraban antes de contraer la lepra.
Observemos la
utilización en el texto de la palabra "purificar" o "quedar
limpio" para referirse a la curación de estos hombres. La purificación, el
quedar limpio, supone un cambio externo en la persona; en este caso concreto,
la desaparición de las manchas oscuras en la piel. No implica un cambio
sustancial y profundo en la vida de nadie.
Estos hombres han
percibido que las manchas de su piel han desaparecido. Ya pueden incorporarse
de nuevo a su vida cotidiana de antes. Esta curación no implica ninguna novedad
radical en su vida anterior, simplemente les permite incorporarse a la vida normal
del judaísmo. No debemos pensar que este cambio en los enfermos sea algo de
poca monta, es algo muy importante en sus vidas, pero para la "Buena
Nueva" del Evangelio no es un cambio suficiente.
Los nueve leprosos
"purificados" han visto en Jesús a un gran líder y a un buen maestro,
con dotes de mando y conocimientos médicos. Pero no han descubierto en él al
Señor, al único capaz de transformar radicalmente su existencia.
- El leproso que
vuelve a dar las gracias a Jesús
"Uno de ellos,
notando que estaba curado, se volvió alabando a Dios...". Apreciemos las
diferencias de vocabulario propuestas por la narración. Cuando se refiere al
grupo de nueve leprosos afirma que han sido "purificados"; sin
embargo cuando describe al leproso que regresa sostiene que ha sido
"curado".
Ambos verbos son de
significación semejante, pero presentan matices muy diversos. La acción de
purificar indica un cambio externo, como puede ser el producido por la limpieza
exterior. La voz curar denota una acción más profunda. La purificación afecta sólo
a lo periférico; la curación trasformando en profundidad el interior, provoca
un cambio en el aspecto externo de quien ha sido curado.
El AT nos comenta que
la capacidad de purificar era atributo de los hombres, concretamente era
la misión de los sacerdotes (Lv 14). En cambio la acción de curar era
una actividad propia de Dios. Para el AT, Yahvé es el único capaz de curar
verdaderamente: "Si escuchas la voz de Yahvé, tu Dios... no traeré sobre
ti ninguna de las plagas que envié a los egipcios, porque yo soy Yahvé, el que
te cura" (Éx 15,26). Los hebreos admitían una relación muy próxima entre
la enfermedad y el pecado. La curación se convierte así en un símbolo del
perdón de Dios, de su misericordia y de su cercanía a la realidad humana (Is
6,10; Sal 30,3; 41,5; 103,3).
Este hombre no se ha
limitado a contemplar a Jesús como a un líder o un maestro capaz de purificar
de la lepra externa. Ha descubierto en Jesús al Señor que cura, aquel
capaz de transformar la vida radicalmente desde dentro.
f) Reacción del
leproso curado
El leproso que
percibe su curación vuelve de nuevo hacia Jesús. El texto nos describe
concisamente la reacción de este hombre. Analicémosla:
- ...se volvió
alabando a Dios a voces...
Este hombre no
aprecia en la acción de Jesús el prodigio fantástico de un líder carismático.
Contempla en la acción de Jesús la obra de Dios sobre su propia vida. En el AT,
Dios era el que curaba; Jesús es la presencia de Dios entre los hombres, por
eso Él hace lo mismo que hacía Yahvé en el AT: curar. A los leprosos no les
quedaba otra esperanza sino creer que la llegada del Mesías, al final de los
tiempos, acabaría con esta enfermedad. Jesús hace desaparecer la lepra, con él
ha llegado a Israel el Mesías anhelado.
- ...se echó por
tierra a los pies de Jesús...
Echarse por tierra,
prosternarse, es la actitud de los creyentes del AT ante la divinidad. Los
profetas y los reyes se inclinan ante la magnificencia divina, adorando la
presencia de Dios. El leproso descubre en Jesús la manifestación de Dios, por
eso se postra en sentido de adoración.
- ...dándolegracias...
Dar las gracias a
alguien es reconocerle todo el bien que nos ha hecho. Recordemos lo que dice el
salmo: "¿Cómo podré dar gracias al Señor por todo el bien que me ha
hecho?" (Sal 116,12). El leproso agradece la "curación" que Dios
ha obrado en su vida por medio de Jesús. El cambio profundo del leproso no es
la desaparición dela lepra. El cambio profundo radica en haber encontrado en
Jesús
al único Señor.
g) Características
del leproso curado
El evangelista nos
dice: "era un samaritano". Tal vez, este hombre, por su procedencia
no conociera bien el judaísmo. Por el hecho de ser samaritano era el que menos
posibilidades tenía de poder captar en profundidad la esencia personal de
Jesús. En cambio, sólo él lo descubre como el salvador que ha trasformado su
existencia.
Respecto de los otros
nueve, el texto no nos dice que fueran samaritanos; pero afirma que sólo el
curado era extranjero. Podemos concluir que los otros nueve serían galileos y
por tanto de religión judía. Conocerían mejor el judaísmo y habrían oído decir que
la desaparición de la lepra significaría la llegada del Mesías. Pero no son
capaces de descubrir en Jesús de Nazaret a nadie más que a un hábil curandero
de Galilea.
h) Respuesta de Jesús
Jesús presenta una
doble respuesta: una dirigida hacia los nueve leprosos que no ha vuelto y otra
referida al enfermo que ha regresado.
* Jesús se admira de
que haya sido un extranjero samaritano el que ha regresado. El que menos
posibilidades tenía de reconocer a Jesús como su Señor es el único que lo ha
descubierto.
* Jesús le dice al
leproso que le ha dado las gracias: "Levántate, vete; tu fe te ha
salvado". Esta frase aparece muchas veces al final de los milagros de
Jesús. Recordemos, por ejemplo, el milagro de la mujer hemorroísa, después de
curarla, Jesús le dice: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz" (8,48).
Démonos cuenta de que
Jesús no dice al leproso: tu fe te ha purificado; ni siquiera, tu fe te
ha curado. Jesús dice mucho más: tu fe te ha salvado. La fe
indica -en una primera aproximación- la confianza que se pone en Dios. La fe
implica plantearse la vida desde la certeza de que estamos en las manos buenas
de Dios. Eso es la fe, la confianza y la certeza de que Jesús sostiene nuestra vida
y, a partir de esa convicción, nuestra vida genera misericordia para con el
prójimo. La salvación no es una simple curación material. Es la liberación de
algún peligro que amenaza la radicalidad de nuestra vida. El pecado es lo que
amenaza a la totalidad del hombre. La salvación de Jesús nos libera del pecado,
de aquello que nos impide descubrir y creer en la certeza del reino de Dios.
Síntesis final
El milagro de los
diez leprosos nos ha presentado la misericordia de Jesús convertida en
curación. Esta narración es muy adecuada para explicarnos tres cosas: la
naturaleza de los milagros, el verdadero discipulado cristiano y la naturaleza
de la fe.
El verdadero milagro
no consiste en la desaparición de la lepra. Para nueve leprosos ha habido una
simple purificación de la lepra, pero solamente para uno de ellos se ha
producido un milagro. Este leproso mediante el hecho de la desaparición de la
lepra, ha descubierto el signo de la presencia del Dios liberador. Éste
es el verdadero milagro.
El núcleo de la vida
cristiana estriba en el encuentro personal con Jesús. Durante la pasión, Pilato
preguntó a Jesús: "¿Qué es la verdad?" (Jn 18,38). Jesús no responde
a esta pregunta porque la verdad cristiana no es un qué, es un quién.
Jesús es ese alguien, es el "camino, la verdad y la vida" (cf. J
n 14,6).
A veces los
cristianos consideramos a Jesús como a un buen maestro o un excelente líder y
lo admiramos por su doctrina. El cristiano no es el seguidor de ninguna
doctrina, ni de ningún libro ni de ningún qué. Los cristianos seguimos a alguien
vivo entre nosotros. Si nos falta el encuentro personal con Jesús, habremos
conocido una excelente moral, pero nos faltará lo más esencial: la amistad
íntima con el Dios que nos ama.
La fe es la capacidad
de contemplar nuestra vida y el devenir del mundo con los ojos de Dios. Para un
creyente cualquier cosa que le sucede en la vida es un milagro, un signo de la
presencia cercana de Dios. Acostumbrémonos a ver nuestra vida desde la mirada
tierna de Dios y desde la certeza de estar en sus manos. Entre los cristianos,
ésta ha de ser la única visión de la vida: la lectura creyente de la realidad.
Fuente: Francesc Ramis Darder. Lucas, el evangelista de
la Ternura de Dios.
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