La Compasión de Jesús y los 10 Leprosos

1. Localización del episodio en el conjunto del Evangelio

La curación de los diez leprosos (17,11-19), aparece en la segunda sección del evangelio (9,51-19,28). Recordemos que este gran bloque nos cuenta los avatares del viaje de Jesús y sus discípulos desde Cafarnaún a Jerusalén. Durante el viaje, Jesús se preocupa muy especialmente de instruir a sus discípulos acerca de las verdades del reino de Dios. Si comparamos esta sección con la primera (4,14-9,50), apreciaremos una notable diferencia. Durante su ministerio en Galilea Jesús realiza muchos milagros y desarrolla diversas acciones; en cambio, la predicación ocupa mucho menos espacio. A lo largo de su recorrido hacia Jerusalén se invierten los términos; la predicación y la enseñanza pasan a un primer plano mientras que la descripción de los milagros ocupa una posición más secundaria, y que tiende -generalmente- a ilustrar algún aspecto de la predicación.

En el camino hacia Jerusalén, Jesús se hace Palabra. Una Palabra que prepara a los discípulos para vivir con fidelidad el tiempo de la Iglesia. La curación de los diez leprosos es, sin duda, una acción de Jesús, pero se halla enmarcada en el ámbito de la enseñanza del Señor. Dicho de otra manera: en esta narración, Jesús no muestra a sus discípulos la "técnica" de realizar un milagro, Jesús les comunica una enseñanza.
Les transmite el conocimiento de que la misericordia, para ser realmente vivida, debe hacerse curación y solidaridad para con los que sufren.

Las narraciones de los milagros de Jesús suelen tener cinco apartados: alguna persona se encuentra enferma, acude a Jesús y le pide que lo cure, el Señor le pregunta si tiene fe, el enfermo afirma su confianza en él y finalmente Jesús realiza algún gesto con el que le devuelve la salud. La curación de los leprosos no sigue con precisión este esquema. Más bien se centra en el diálogo entre Jesús y los enfermos y concretamente con el leproso curado. Este detalle estilístico nos confirma el sentido de la narración: el Señor nos enseña que la misericordia ha de convertirse en curación, y no insiste en la pericia de realizar milagros espectaculares.

El contexto próximo de cada fragmento del evangelio ayuda mucho a comprender el sentido de lo que estamos leyendo. La curación de los diez leprosos ocupa, prácticamente, el centro del capítulo 17. Justo antes de nuestro episodio podemos leer una enseñanza de Jesús centrada en tres puntos: la corrección fraterna y el perdón a los hermanos (3-4); el poder de la fe (5-6); y la importancia del servicio humilde (7-10). Inmediatamente después de nuestra narración aparece un fragmento describiendo dos elementos importantes: el primero es la llegada silenciosa del reino de Dios (20-21) y, el segundo nos presenta a Jesús como el Hijo delHombre (22-25).

2. Lectura del texto (Lc 17,11-19)

Yendo camino de Jerusalén, atravesó Jesús por entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron hacia él diez leprosos que se pararon a lo lejos y le dijeron a gritos:
-¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!
Al verlos les dijo:
-Id a presentaros a los sacerdotes.
Mientras iban de camino quedaron limpios. Uno de ellos, notando que estaba curado, se volvió alabando a Dios a voces, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole las gracias; era un samaritano. Jesús le preguntó:
-¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien vuelva para agradecérselo a Dios excepto este extranjero?
Y le dijo:
-Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

3. Elementos del texto

a) El camino entre Samaría y Galilea: ...atravesó Jesús por entre Samaría y Galilea...

El mapa de Palestina del tiempo de Jesús se componía de tres provincias. Al norte estaba Galilea, la región central aparecía ocupada por Samaría y en el sur se situaba Judea con la capital del país, Jerusalén. Jesús, juntamente con sus discípulos, ha emprendido un viaje hacia la Ciudad Santa. La ruta más lógica y más rápida para desplazarse, implicaba atravesar la provincia central de Samaría. Pero en aquellos tiempos aquella región no podía cruzarse con seguridad. Entre los judíos (habitantes de Judea) y los samaritanos (pobladores de Samaría) existía una enorme rivalidad que provocaba continuos conflictos. ¿De dónde provenía esa rivalidad?

Ambos grupos profesaban religiones distintas: en Galilea y Judea se practicaba el judaísmo, mientras que en Samaría se seguían distintos cultos provenientes de antiguas religiones orientales. En la capital de Samaría existía un pequeño grupo fiel al judaísmo, los samaritanos, pero de tradiciones y concepciones religiosas muy cerradas y distintas a las de los judíos que habitaban Judea. La diferencia en la forma religiosa procedía de una distinción racial. En el año (722 a.C.) los asirios conquistaron Samaría y se llevaron a la población deportada a remotas regiones de su imperio. Con la finalidad de no dejar aquella región despoblada, desplazaron a Samaría otras poblaciones que habitaban antes el territorio asirio.

Además de diferencias religiosas y raciales se daban también contrastes económicos. Samaría era una zona más rica y con más proyección comercial que Judea: carecía de desiertos y gozaba del rico caudal del río Jordán, además de estar estratégicamente situada en la red de comunicaciones. Las diferencias económicas, raciales y religiosas entre estas dos regiones habían dado lugar, en tiempos antiguos, a constantes guerras y conflictos bélicos.
La animadversión que sentían recíprocamente judíos y samaritanos daba lugar a que Samaría no pudiera ser transitada con seguridad. Por eso al desear ir hacia Jerusalén, Jesús se vio en la necesidad de seguir una ruta bastante más larga: bordear la frontera entre Galilea y Samaría, recorrer todo el valle del Jordán y, cruzando Jericó, penetrar en Jerusalén. Un itinerario mucho más largo y accidentado que la simple línea recta entre Galilea y Judea.

b) Diez leprosos: ...vinieron hacia él diez leprosos...

La lepra es para nosotros una enfermedad provocada por un microbio, el bacilo de Hansen que lentamente va destruyendo el cuerpo. Hoy por hoy, y mediante un buen tratamiento médico, la lepra puede curarse, pero no sucedía lo mismo en el mundo antiguo. Para los hombres del siglo I y, especialmente, para los hebreos, la lepra era algo más que una simple enfermedad física: representaba una maldición de Dios sobre el individuo que la padecía. La lepra y sus consecuencias aparecen comentadas en el libro del Levíüco y en otros escritos del Antiguo Testamento. Enumeremos, brevemente, lo que significaba la lepra para la mentalidad de los hombres de la época de Cristo:

- La lepra es, en primer lugar, una enfermedad.

Habitualmente se daba el nombre de "lepra" a todas aquellas enfermedades que representaban un cambio en el aspecto de la piel del individuo. El libro del Levítico (Lv 13) nos describe con detalle sus diversas manifestaciones. Un síntoma común a cualquier tipo de lepra era la aparición de manchas en la piel. También podían padecer lepra las casas (Lv 14,33-53) o los vestidos (Lv 13,47-59). Los textos se refieren al moho que aparece en las viviendas o a la podredumbre que se produce en la ropa vieja.

Como vemos, el concepto de "lepra" utilizado en la época de Cristo englobaba enfermedades de distinta índole. Por una parte, podía ser la misma enfermedad de la lepra en sí misma, tal como hoy la conocemos. Por otra parte, consideraban también como lepra cualquier enfermedad que suscitara cambios en la piel o cualquier lesión en forma de moho que apareciera en casas y vestidos.

- La lepra era una enfermedad con horribles consecuencias para quien la padecía

La lepra es una enfermedad muy contagiosa. La medicina judía de aquellos tiempos no era preferentemente curativa sino preventiva. Tal vez, los judíos hacían suyo este aforismo: "La mejor manera de curarse de una enfermedad es no contraerla". Por tanto, cuando alguien se contagiaba de la lepra era expulsado enseguida de la ciudad (Lv 13,45ss; Job 2,7s). Vivía con otros leprosos, lo que propiciaba el contagio real de la lepra para todos aquellos que padecían una enfermedad distinta. Se los expulsaba de la práctica del culto, la familia prescindía de él completamente, y quedaba excluido de cualquier ámbito de relación con los demás.

Notemos que los leprosos de nuestra narración permanecen distanciados de Jesús: "...se pararon a lo lejos y le dijeron a gritos...". Estos hombres observan las prescripciones legales y se mantienen alejados del contacto con la gente sana.

- La lepra era una enfermedad con fuertes connotaciones religiosas.

La dureza y la crueldad con que la lepra se cebaba en las personas, llevó a que fuera considerada como un castigo divino. María -la hermana de Moisés- critica el comportamiento de su hermano, y, como castigo a sus palabras, contrae la lepra. Más tarde, Moisés implora a Dios el perdón para su hermana y la enfermedad desaparece de su cuerpo (Nm 12,9-16). Considerar la lepra como un castigo de Dios suponía para los leprosos una doble y dramática consecuencia:

* Pensaban que era Dios quien los había castigado con aquella enfermedad, debido a algún pecado que ellos -o sus antepasados- habían cometido.

* Al padecer la lepra estaban excluidos de toda relación con los demás judíos. No podían acercarse al Templo para pedir perdón al Señor, ni entrar en una sinagoga para rezar con sus hermanos.

La vida de un leproso estaba encerrada en un círculo vicioso muy cruel: por una parte se sentía castigado por Dios por alguna falta cometida y, a causa de estar excluido de la relación con Dios, no podía acudir al Templo para implorar el perdón del Señor. Su vida era un sufrimiento sin salida y sin cambio posible.

A causa de la connotación religiosa de la lepra, el sacerdote era el encargado de determinar cuándo un leproso estaba curado. En el momento en que un enfermo se daba cuenta que las manchas de su piel habían desaparecido, se presentaba ante el sacerdote para que éste confirmara la desaparición de la enfermedad. Observemos, en nuestro texto, que Jesús manda a los leprosos al sacerdote.

- La única esperanza de curación que podía abrigar un leproso era la pronta llegada del Mesías

La lepra era mucho más que una enfermedad física. Su causa profunda radicaba en el castigo divino, un sufrimiento del que sólo el mismo Dios podía liberar. Los leprosos esperaban la llegada del Mesías y confiaban en que él acabaría con la cruel dolencia. La gente pensaba que el tiempo de la llegada del Mesías se caracterizaría por la desaparición de la lepra. Recordemos, en este sentido, las palabras de Jesús a los discípulos de Juan el Bautista: "...los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios..." (7,22).

c) Relación de los leprosos con Jesús

Los leprosos se sitúan lejos de Jesús y le suplican a gritos su ayuda. Jesús aparece ante ellos como un "maestro" al que le piden "compasión": "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!" (8,24). Describamos, sucintamente, el significado de cada una de las dos palabras con que los leprosos se dirigen a Jesús:

- Maestro

La palabra "maestro" presenta una significación especial en el tercer evangelio. Es un término propio del evangelio de Lucas. La utiliza Pedro, en el relato de la pesca milagrosa, cuando ha de dirigirse a Jesús: "Maestro, lo hemos intentado durante toda la noche y no hemos cogido nada; pero, ya que tú lo dices, lanzaré de nuevo las redes" (5,5).

La palabra significa literalmente "líder" o "maestro", en el sentido de aquel que sabe muchas cosas y se halla por encima de los demás, aquel que ha demostrado una gran capacidad en la vida y puede estar por delante de los otros conduciéndolos. Jesús para mucha gente de Palestina tendría este semblante: un modelo de comportamiento moral, alguien que había reunido un buen grupo de discípulos, presentaba un mensaje interesante y tenía cierta fama de milagrero. En definitiva, un buen líder que presenta un mensaje novedoso. Durante los años del siglo I, Palestina estaba llena de personajes que se presentaban como líderes, capaces de hacer prodigios y realizar curaciones. Los leprosos ven en Jesús la imagen de alguno de estos líderes, tal vez capaz de arrancarles la lepra y devolverlos a la vida normal de cualquier judío de su tiempo.

- Compasión

Las voces "misericordia" y "compasión" tienen un significado muy semejante, pero no son del todo idénticas. Recordemos el significado del término misericordia: "la capacidad de entregar algo de mí mismo a la pobreza del corazón de mi hermano". La palabra "compasión", se compone de la suma de dos palabras "con" y "pasión" y significa: "sufrir con otro", "tener como mía la pasión, el sufrimiento, de mi hermano". La diferencia entre estas dos palabras tan semejantes es difícil de precisar; pero una y otra, denotan matices distintos. La palabra "compasión" designa, más bien, el hecho de conmoverse o de enternecerse ante el sufrimiento ajeno.  El término compasión se mueve, de manera preferente, en el ámbito de los sentimientos. La palabra misericordia además de contener el sentimiento de "conmoverse" ante la desgracia ajena, implica una acción que permita la humanización de la persona que sufre. El vocablo misericordia añade un matiz al de compasión, no se limita a conmoverse profundamente, sino que proyecta una acción decidida en favor del hermano que sufre.

Los leprosos piden a Jesús compasión. Piden a Jesús que se conmueva, que tenga un sentimiento de pena ante su padecimiento. Tal vez, aquel maestro que pasaba -si se conmovía ante los leprosos- les echara unas monedas, o les lanzara algo de comida con la que poder subsistir algún tiempo más. No esperan de él una acción, la misericordia, que pudiera cambiar sus vidas para siempre. Los leprosos tienen una visión muy lejana de Jesús. Lo contemplan como a un líder más entre tantos como había en Palestina. No esperan que transforme sus vidas, tan solo alguna limosna con que sobrevivir.

Muchas veces, en nuestra vida cristiana, tenemos una percepción lejana de Jesús. Lo admiramos como a un gran maestro o un líder extraordinario. En ocasiones comprendemos el Evangelio tan solo como una excelente doctrina moral. Pero, casi siempre, nos quedamos lejos de ver a Jesús de cerca, de contemplarlo como el único Señor capaz de trasformar de raíz el corazón de nuestra existencia.

d) Reacción de Jesús para con los leprosos

Jesús los envía a los sacerdotes: "Id a presentaros a los sacerdotes". Como decíamos antes, la lepra no era únicamente una enfermedad física, implicaba también una concepción religiosa. Un leproso pensaba para sí mismo que su enfermedad era el castigo por algún pecado cometido, tal vez una falta realizada inadvertidamente.

El sacerdote era el que decidía si la enfermedad había desaparecido, o si aún permanecía. Examinaba la piel del enfermo y observaba si se producía en ella alguna de las manifestaciones descritas en el libro del Levítico, como eran las manchas oscuras. Alguna vez la lepra era solo aparente, y en realidad se debía a ciertas enfermedades cutáneas, distintas de la lepra conocida por nosotros hoy. El sacerdote al testificar la curación del enfermo, lo readmitía al culto del Templo. El enfermo, ya restablecido, se incorporaba plenamente a la vida cotidiana del resto de los judíos.

Los leprosos obedecen la orden de Jesús y se dirigen a los sacerdotes. Pero "mientras iban de camino quedaron limpios". Obedeciendo el consejo de Jesús y dirigiéndose a los sacerdotes la lepra ha desaparecido de sus carnes.

Observemos que el texto no nos describe con precisión las características del milagro. Recordemos que estamos en la sección central del Evangelio. Durante esta etapa Jesús va dando enseñanzas a sus discípulos. El texto no nos cuenta principalmente hechos de Jesús, sino que tiende a comentarnos enseñanzas de Jesús. Nuestro fragmento no nos explica cómo se hace un milagro, pretende enseñarnos qué es un milagro y, sobre todo, quién es este Jesús, capaz de realizar acciones que curan.

e) Reacción de los leprosos

Los diez leprosos, por el camino, se dan cuenta de que han sido "purificados" de su dolencia. Obedecer la indicación de Jesús los ha purificado. En aquellos diez hombres tiene lugar una doble reacción. Notemos que de los diez leprosos, nueve siguen su camino hacia el encuentro con los sacerdotes. Solamente uno de ellos regresa donde Jesús para darle las gracias. Analicemos cada una de estas dos actitudes y su reacción ante el prodigio obrado por Jesús.

- El grupo de los nueve leprosos

Nueve de los diez leprosos se dirigen hacia Jerusalén para presentarse ante el sacerdote, a fin de que sea constatada su purificación y se reincorporen a la vida judía con normalidad. Se han dado cuenta de que han sido "purificados". Es decir, han descubierto la posibilidad de volver a la situación en que se encontraban antes de contraer la lepra.

Observemos la utilización en el texto de la palabra "purificar" o "quedar limpio" para referirse a la curación de estos hombres. La purificación, el quedar limpio, supone un cambio externo en la persona; en este caso concreto, la desaparición de las manchas oscuras en la piel. No implica un cambio sustancial y profundo en la vida de nadie.

Estos hombres han percibido que las manchas de su piel han desaparecido. Ya pueden incorporarse de nuevo a su vida cotidiana de antes. Esta curación no implica ninguna novedad radical en su vida anterior, simplemente les permite incorporarse a la vida normal del judaísmo. No debemos pensar que este cambio en los enfermos sea algo de poca monta, es algo muy importante en sus vidas, pero para la "Buena Nueva" del Evangelio no es un cambio suficiente.

Los nueve leprosos "purificados" han visto en Jesús a un gran líder y a un buen maestro, con dotes de mando y conocimientos médicos. Pero no han descubierto en él al Señor, al único capaz de transformar radicalmente su existencia.

- El leproso que vuelve a dar las gracias a Jesús
"Uno de ellos, notando que estaba curado, se volvió alabando a Dios...". Apreciemos las diferencias de vocabulario propuestas por la narración. Cuando se refiere al grupo de nueve leprosos afirma que han sido "purificados"; sin embargo cuando describe al leproso que regresa sostiene que ha sido "curado".

Ambos verbos son de significación semejante, pero presentan matices muy diversos. La acción de purificar indica un cambio externo, como puede ser el producido por la limpieza exterior. La voz curar denota una acción más profunda. La purificación afecta sólo a lo periférico; la curación trasformando en profundidad el interior, provoca un cambio en el aspecto externo de quien ha sido curado.

El AT nos comenta que la capacidad de purificar era atributo de los hombres, concretamente era la misión de los sacerdotes (Lv 14). En cambio la acción de curar era una actividad propia de Dios. Para el AT, Yahvé es el único capaz de curar verdaderamente: "Si escuchas la voz de Yahvé, tu Dios... no traeré sobre ti ninguna de las plagas que envié a los egipcios, porque yo soy Yahvé, el que te cura" (Éx 15,26). Los hebreos admitían una relación muy próxima entre la enfermedad y el pecado. La curación se convierte así en un símbolo del perdón de Dios, de su misericordia y de su cercanía a la realidad humana (Is 6,10; Sal 30,3; 41,5; 103,3).

Este hombre no se ha limitado a contemplar a Jesús como a un líder o un maestro capaz de purificar de la lepra externa. Ha descubierto en Jesús al Señor que cura, aquel capaz de transformar la vida radicalmente desde dentro.

f) Reacción del leproso curado

El leproso que percibe su curación vuelve de nuevo hacia Jesús. El texto nos describe concisamente la reacción de este hombre. Analicémosla:

- ...se volvió alabando a Dios a voces...

Este hombre no aprecia en la acción de Jesús el prodigio fantástico de un líder carismático. Contempla en la acción de Jesús la obra de Dios sobre su propia vida. En el AT, Dios era el que curaba; Jesús es la presencia de Dios entre los hombres, por eso Él hace lo mismo que hacía Yahvé en el AT: curar. A los leprosos no les quedaba otra esperanza sino creer que la llegada del Mesías, al final de los tiempos, acabaría con esta enfermedad. Jesús hace desaparecer la lepra, con él ha llegado a Israel el Mesías anhelado.

- ...se echó por tierra a los pies de Jesús...

Echarse por tierra, prosternarse, es la actitud de los creyentes del AT ante la divinidad. Los profetas y los reyes se inclinan ante la magnificencia divina, adorando la presencia de Dios. El leproso descubre en Jesús la manifestación de Dios, por eso se postra en sentido de adoración.

- ...dándolegracias...

Dar las gracias a alguien es reconocerle todo el bien que nos ha hecho. Recordemos lo que dice el salmo: "¿Cómo podré dar gracias al Señor por todo el bien que me ha hecho?" (Sal 116,12). El leproso agradece la "curación" que Dios ha obrado en su vida por medio de Jesús. El cambio profundo del leproso no es la desaparición dela lepra. El cambio profundo radica en haber encontrado en Jesús
al único Señor.

g) Características del leproso curado

El evangelista nos dice: "era un samaritano". Tal vez, este hombre, por su procedencia no conociera bien el judaísmo. Por el hecho de ser samaritano era el que menos posibilidades tenía de poder captar en profundidad la esencia personal de Jesús. En cambio, sólo él lo descubre como el salvador que ha trasformado su existencia.

Respecto de los otros nueve, el texto no nos dice que fueran samaritanos; pero afirma que sólo el curado era extranjero. Podemos concluir que los otros nueve serían galileos y por tanto de religión judía. Conocerían mejor el judaísmo y habrían oído decir que la desaparición de la lepra significaría la llegada del Mesías. Pero no son capaces de descubrir en Jesús de Nazaret a nadie más que a un hábil curandero de Galilea.

h) Respuesta de Jesús

Jesús presenta una doble respuesta: una dirigida hacia los nueve leprosos que no ha vuelto y otra referida al enfermo que ha regresado.

* Jesús se admira de que haya sido un extranjero samaritano el que ha regresado. El que menos posibilidades tenía de reconocer a Jesús como su Señor es el único que lo ha descubierto.

* Jesús le dice al leproso que le ha dado las gracias: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado". Esta frase aparece muchas veces al final de los milagros de Jesús. Recordemos, por ejemplo, el milagro de la mujer hemorroísa, después de curarla, Jesús le dice: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz" (8,48).

Démonos cuenta de que Jesús no dice al leproso: tu fe te ha purificado; ni siquiera, tu fe te ha curado. Jesús dice mucho más: tu fe te ha salvado. La fe indica -en una primera aproximación- la confianza que se pone en Dios. La fe implica plantearse la vida desde la certeza de que estamos en las manos buenas de Dios. Eso es la fe, la confianza y la certeza de que Jesús sostiene nuestra vida y, a partir de esa convicción, nuestra vida genera misericordia para con el prójimo. La salvación no es una simple curación material. Es la liberación de algún peligro que amenaza la radicalidad de nuestra vida. El pecado es lo que amenaza a la totalidad del hombre. La salvación de Jesús nos libera del pecado, de aquello que nos impide descubrir y creer en la certeza del reino de Dios.

Síntesis final

El milagro de los diez leprosos nos ha presentado la misericordia de Jesús convertida en curación. Esta narración es muy adecuada para explicarnos tres cosas: la naturaleza de los milagros, el verdadero discipulado cristiano y la naturaleza de la fe.

El verdadero milagro no consiste en la desaparición de la lepra. Para nueve leprosos ha habido una simple purificación de la lepra, pero solamente para uno de ellos se ha producido un milagro. Este leproso mediante el hecho de la desaparición de la lepra, ha descubierto el signo de la presencia del Dios liberador. Éste es el verdadero milagro.

El núcleo de la vida cristiana estriba en el encuentro personal con Jesús. Durante la pasión, Pilato preguntó a Jesús: "¿Qué es la verdad?" (Jn 18,38). Jesús no responde a esta pregunta porque la verdad cristiana no es un qué, es un quién. Jesús es ese alguien, es el "camino, la verdad y la vida" (cf. J n 14,6).

A veces los cristianos consideramos a Jesús como a un buen maestro o un excelente líder y lo admiramos por su doctrina. El cristiano no es el seguidor de ninguna doctrina, ni de ningún libro ni de ningún qué. Los cristianos seguimos a alguien vivo entre nosotros. Si nos falta el encuentro personal con Jesús, habremos conocido una excelente moral, pero nos faltará lo más esencial: la amistad íntima con el Dios que nos ama.

La fe es la capacidad de contemplar nuestra vida y el devenir del mundo con los ojos de Dios. Para un creyente cualquier cosa que le sucede en la vida es un milagro, un signo de la presencia cercana de Dios. Acostumbrémonos a ver nuestra vida desde la mirada tierna de Dios y desde la certeza de estar en sus manos. Entre los cristianos, ésta ha de ser la única visión de la vida: la lectura creyente de la realidad.

Fuente: Francesc Ramis Darder. Lucas, el evangelista de la Ternura de Dios. 

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