Oración de Clamor por la Oscuridad del Mundo
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imagen tomada de orarconelcorazonabierto.wordpress.com |
Señor,
nuestros ojos se alegran ante tu luz.
Desde ella,
delante de tu mirada amorosa,
llena de
misericordia,
queremos hoy
reconocer, con sencillez, con humildad,
también con
dolor,
que muchas
veces hemos apagado tu luz.
Traemos ante
ti la ceguera de nuestros corazones.
Mira la
oscuridad que reina en nuestro mundo,
cuando tú
nos has llamado a vivir en tu reinado de amor.
Señor, hay
en el mundo guerra y violencia,
hambre y
miseria.
Tú nos
quieres libres, y hay opresión.
Tú nos
quieres hermanos, y hay odio, rivalidad, rencor.
Tú nos
quieres felices,
y hay
demasiado llanto, mucho dolor.
Crece la
tiniebla en torno nuestro, Señor,
y también
dentro:
en el mundo
de la droga, en el de la emigración
y en el de
la marginación
en las
tierras asoladas por las catástrofes;
en los
suburbios, en las invasiones,
en los
derechos pisoteados de los indígenas;
en la
naturaleza explotada
y en los
mares y ríos envenenados;
en los que
aún hoy viven como esclavos;
en los niños
maltratados
o utilizados
como mano de obra barata;
en los
ancianos abandonados;
en enfermos
sin cariño y sin cuidados;
en familias
destrozadas y rotas;
en jóvenes
que viven sin sentido;
en parados
de larga duración.
Es la
tiniebla espesa de la pobreza,
del desamor,
de la injusticia.
Pero crece
también la tiniebla en medio de la riqueza.
En los
grandes imperios sin alma y en el culto al tener;
en el
trabajo esclavizante y en la frivolidad insolidaria;
en el vacío
del corazón y del pensamiento;
en la dureza
de vivir;
en la
rivalidad de las personas
y en la
competitividad del mercado;
en las
grandes producciones de armas
y en los
mecanismos de la guerra.
Es la
tiniebla espesa de la idolatría y la deshumanización.
Señor, de
esta oscuridad también nosotros somos parte.
¿Hemos
escondido tu luz? ¿La hemos apagado?
Señor,
hemos apagado tu luz
Señor,
hemos apagado tu luz al vivir
en
el individualismo y la insolidaridad,
al
pensar sólo en nosotros mismos
y
en nuestros proyectos,
sin
preguntarnos por el proyecto de Dios
sobre
nuestro mundo,
sin
preocuparnos por los hermanos
con
quienes compartimos la misma tierra.
Hemos
apagado tu luz
al
entrar en las corrientes del consumismo,
al
hacernos esclavos del tener,
al
considerar el dinero, el bienestar o la seguridad
como
lo más importante de la vida.
Hemos
apagado tu luz al no reunimos en torno a ella,
en
la familia y en la comunidad;
al
no tener tiempo para escucharte,
al
no cuidar nuestra convivencia;
cuando
no transmitimos la fe a nuestros hijos e hijas
porque
pensamos que otras cosas son más importantes;
cuando
en el fondo creemos que la felicidad
está
en otros sitios fuera de ti;
apagamos
tu luz por no hablar con verdad,
por
no vivir con autenticidad.
Hemos
apagado tu luz al olvidarnos de palabras
como
"justicia" y "libertad";
al
creer que nada podemos hacer frente
a
las estructuras de nuestro mundo;
al
renunciar a poner un granito de arena;
al
no querer arriesgar nada nuestro.
Apagamos
tu luz
cuando
nos evadimos del compromiso
y
cuando creemos que el Evangelio
no
tiene nada que decirnos.
Hemos
apagado la luz al separar la vida y la fe;
al
dejar que nuestra vida se rompa en trozos;
al
ser de una manera en cada lugar:
en
la familia, en el trabajo, en el ocio, en la comunidad.
No sabemos
siquiera quiénes somos,
Fuente:
Año de Gracia, año de Liberación.
La Casa de la Biblia. Pág. 117-119
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