Con la Libertad del Evangelio. Leonardo Boff

(Antología de textos Jhoani Rave Rivera)

Apreciados hermanos y hermanas que visitan este blog, comparto hoy con ustedes una antología de textos del libro: "Con la libertad del Evangelio", de Leonardo Boff, espero sea de su agrado.
Bendiciones.

Dentro del capitalismo no hay salvación para los pobres, incluso en los Estados Unidos, donde el número de pobres está creciendo. Para nosotros no es una utopía, sino un castigo. Sería una ilusión pensar que él existe para todos.
                                                                                                 Dentro del capitalismo, no hay salvación  

¿Cómo anunciar que Dios es vida y paz en un mundo de miserables? Solamente transformando esta anti-realidad en realidad digna, rescatamos la verdad de la fe: Dios es padre y madre de todos y padrino de los pobres. A partir de esto, se entiende la necesidad de inserción y de militancia de los cristianos y también de los teólogos en los procesos de transformación. Las comunidades cristianas de base aprendieron que la mejor manera de interpretar la Biblia es confrontarla con la vida. En esta confrontación aparece una verdad que atraviesa las Escrituras de punta a cabo: la íntima conexión entre Dios, los pobres y la liberación. Dios es testimoniado como el Dios vivo y dador de toda la vida. No es como los ídolos que están muertos y exigen sacrificios. Este Dios, por su propia naturaleza vital, se siente atraído por los que gritan, porque se les están quitando la vida por la opresión. Hace suya la lucha de resistencia y de liberación de los oprimidos. El Dios bíblico es alguien que escucha el grito, bien sea de los judíos en el cautiverio egipcio, liberándolos; bien el de Jesús que grita en la cruz, resucitándolo; bien el de hoy, dando legitimidad a la lucha de liberación de millones que ya no aceptan la opresión y buscan vida y libertad. Dios opta por ellos, no porque sean buenos, sino porque son oprimidos. Ellos pueden contar con Dios. El proyecto de Dios pasa por el proyecto de los pobres.
Los pobres en el centro de la Teología de la Liberación  

Temen que un cristiano diga: por causa del Dios de la ternura de los pobres, por causa de Jesucristo, por causa del Evangelio y de la fe de los padres tengo todas las razones para pedir una transformación de la sociedad, en la cual los propios pobres sean protagonistas. Por el hecho de aplicar esta misma exigencia a las relaciones internas en la Iglesia romano-católica, que padecen de falta de libertad, es por lo que sufrí un proceso doctrinal en Roma y fui también castigado.
 Sociedad e Iglesia conservadoras tienen miedo del Dios liberador  

El debate teológico en torno a la Teología de la Liberación es irrelevante. En verdad, el real debate subyacente es político: ¿de qué lado se sitúa hoy el cristianismo en el equilibrio de las fuerzas históricas, del lado de los que quieren mantener el orden porque los beneficia o del lado de los que quieren cambiarlo porque castiga demasiado a los pobres? Las iglesias nuevas del tercer mundo, en su gran mayoría, lo entendieron así: si no permanecemos del lado de los condenados de la tierra, somos enemigos de nuestra propia humanidad; perdiendo a los pobres, perdemos también a Dios y a Jesucristo que hicieron una opción por los pobres. Y con eso perdemos también cualquier relevancia histórica. En tanto en cuanto haya oprimidos en este mundo, habrá siempre espíritus atentos que se empeñarán en la lucha por la libertad. Y harán del cristianismo no un tótem legitimador de los poderes elitistas de este mundo, sino una mística de liberación para los muchos oprimidos. Y los que pensaren esta práctica harán Teología de la Liberación.
                                                                            
                                                                               La cuestión única: ¿de parte de quién nos ponemos? 

 El mito europeo consiste en hablar de la modernidad y posmodernidad. No sólo se da la transnacionalización sino que está en curso la mundialización como planetización del proceso productivo y del sistema de comunicación y de cambios. Nadie habla ya del imperialismo. Está fuera de moda.

Por una modernidad alternativa e integral  

 La misma lógica que destruyó las culturas-testimonio de América Latina en el siglo XVI continúa su obra devastadora hasta hoy. El proyecto colonial ibérico, en 80 años, de 1519 a 1595 redujo la población de México de 25.200.000 habitantes a 1.375.000. Fue el mayor genocidio de la historia, en la proporción de 25 por uno.
 La crisis actual destapa el nuevo imperialismo

Estos son los sueños de los oprimidos. No son los sueños de ser grandes potencias y de dominar a otros. No son sueños de un consumo sin frenos y por lo mismo sin solidaridad. Sus sueños van unidos a las estructuras básicas de la vida y de reproducción de la vida en cuanto vida humana, ligados por tanto al trabajo, a la salud, a la vivienda, al ocio mínimo, a la cultura necesaria para la comunicación humana. Y está claro que tales bienes mínimos podrían técnicamente ser accesibles a todos; no lo son por falta de voluntad política mundial.
                                                                                                                      Los sueños de los oprimidos

Si no se establecen puentes de solidaridad y políticas de equilibrio mundial, los países opulentos se sentirán obligados a construir innúmeros muros de Berlín para defender su sociedad de abundancia contra la invasión de los hambrientos que llaman a la puerta y quieren sólo participar, junto con los perros, de las migajas de los ricos epulones. Los antiguos romanos alimentaban un ideal ecuménico: el de poder conferir a todos los habitantes del imperio, griegos o bárbaros, la dignidad de ser ciudadano romano con las ventajas sociales que eso traía para todos. Hoy, debemos pedir el reconocimiento de la humanidad para todos los habitantes de la tierra porque la gran mayoría son tratados como no-personas por el hecho de haber llegado tarde al tipo de desarrollo que occidente inventó y de ser considerados ceros económicos en el mercado. ¿Qué calidad de vida produce el capitalismo? ¿Qué tipo de democracia proyecta: la que se encierra en las instituciones políticas, en el voto, en el campo de los derechos pero que no entra en la esfera de la economía, protegida por el equívoco de la libre iniciativa y por el mercado? La democracia liberal termina en la puerta de la fábrica. La propiedad privada queda desvinculada del sentido del bien común.
 Los pobres baricentro de la política mundial

 La comunión, antes que una categoría religiosa, es una categoría antropológica, que da cuenta de la transcendencia viva del ser humano, la cual no se agota en el teatro social, sino que se abre siempre de nuevo por encima y por los lados en la construcción de sentidos nuevos de vida. La construcción de la democracia se da en la familia, en la escuela, en la fábrica, en las asociaciones de clase, en las iglesias, en el estado, y en la sociedad. Es un proyecto siempre abierto e inacabado. Queremos una humanidad más digna de vida y más sana. Y, por eso, queremos más democracia. Con más democracia, construida sobre estas fuerzas poderosas, podemos crecer en un futuro más esperanzado para los oprimidos del mundo y para todos. Los pobres gritan. Es su fuerza y su derecho. ¿Quién escucha hoy el clamor de los oprimidos que sube del corazón de la tierra? Necesitamos una revolución mundial en nuestras mentes y en nuestras sociedades para que el clamor sea oído y atendido afectivamente.

             
El futuro pasa por una sociedad de verdad fraterna, democrática  

La curia es representante del Papa y, a efectos prácticos, actúan como si fuera el mismo Papa. Ella impone autoridad y exige obediencia. Una autoridad tan sacralizada que se hace invulnerable a toda crítica e intento de resistencia. En este modelo es, pues, obvia la división: un clero que sabe, domina y decide; y un laicado pasivo que sólo obedece. Otra línea es la de la inculturación, la cual asegura que la fe cristiana debe ser asimilada por las culturas, a partir de sus matrices propias. No existe, en principio, sólo el catolicismo romano (fruto del encuentro de la cultura bíblico-judaica, griega, romana y germánica), sino también el catolicismo popular (latinoamericano, africano, asiático, europeo y otros). La inculturación desplaza la centralidad del poder sagrado en favor de la vida y del testimonio del Evangelio.

Así, por ejemplo, se reconoce que la Iglesia es fundamentalmente pueblo de Dios, dinámico, igualitario y fraterno, pero al mismo tiempo se reafirma que la estructura jerárquica se distingue, esencialmente, y no sólo en grado, de los laicos y tiene la misión de conducir a todos en la Iglesia. Se reconoce que la Iglesia es discípula del mundo, pero como mater et magistra, se continúa enseñando que sólo ella tiene el poder de interpretar la ley natural.
 Sobre la política actual del Vaticano. De la misericordia a los bastonazos

Por eso, una Iglesia que se considera por un lado de laicos y por otro de clérigos, que se entiende aparte del mundo, que por una  parte dice que el reino está en la historia toda y por otra parte sólo en la Iglesia, esa Iglesia reproduce dualismos, divisiones y no hace sino generar conflictos.

Hay dos interpretaciones que son perjudiciales para los pobres: la tradicional o paternalista-asistencialista de las Iglesias, al decir: «el pobre es el que no tiene, vamos a ayudarle»; y la interpretación moderna, propia de la conciencia universitaria, de los políticos, de los gobiernos, que dice: «los pobres tienen capacidad, pueden ser incorporados al proceso de desarrollo en donde el Estado crea condiciones de trabajo, de escuela, de salud». Y los pobres son así como un ejército externo transformado en ejército de producción, componiendo la gran sociedad de desarrollo, de consumo, etc.

Por lo que es necesario cambiar esa sociedad que continuamente genera pobres y que deplora solamente las consecuencias y no ataca las causas. Las causas de las violaciones no son el arbitrio de la  política, ni la mala voluntad del latifundista; es el tipo de estructura de la sociedad que, de forma permanente, mecánica, excluye, viola y no incorpora la visión del derecho. Por eso, la lucha nuestra es por los derechos humanos desde la salvaguarda de los derechos de los pobres. Desde el momento en que metemos a los pobres ahí, descubrimos una jerarquía de derechos: una cosa es el derecho de ir y venir, de hablar, de tener religión o no tener religión, ahí uno puede elegir; pero hay un derecho fundamental que uno no puede elegir, que es el derecho de vivir o morir de hambre, de poder defender su pequeña tierra, sin la cual uno no tiene condiciones materiales de sobrevivir.

Desde esta perspectiva de los pobres, lo primero que se hace es descubrir una jerarquía en los derechos: primero, los derechos fundamentales de llegar a la vida y a la reproducción de la vida; segundo, los medios de vida que significan: poder trabajar, y con el trabajo conseguir alimento, casa, vestimenta...; y, después, vienen los demás derechos integrales, que pertenecen y están en una agenda abierta, que puede ser enriquecida más y más.                                                              
                                                                                ¿La  iglesia alimentador de conflictos o de utopías? 

Los europeos cristianos invadieron el Continente. Provocaron el mayor genocidio de la historia, reduciendo la población en la proporción de 25 por 1. Usurparon las tierras, desintegraron las organizaciones socio-políticas, reprimieron las religiones indígenas e interrumpieron la lógica interna del crecimiento de las culturas autóctonas.

Con la espada conquistaron los cuerpos y con la cruz conquistaron las almas. Nadie podía hacerse cristiano sin que, al mismo tiempo, se hiciera súbdito de los reyes de Portugal, de España, de Francia y, en el caso protestante, de Inglaterra, de Dinamarca, y de Holanda. Está sujeción implicaba una serie de violencias, de tributos, de pérdida de las tierras, de trabajo forzado y hasta la esclavitud.

Hay todo un pecado original en el origen de la evangelización latinoamericana: la Iglesia, como patronazgo asumió el proyecto político de dominación y de explotación bajo el cual sucumbían los pueblos indígenas y millones de esclavos africanos.

Hace falta «desoccidentalizar» el cristianismo, porque en el caso contrario, él será siempre etnocéntrico y racista y mantendrá sin querer el mensaje cristiano y el Dios de Jesucristo como referente de las fuentes culturales de Occidente, de la tradición hebraica, de la filosofía griega, del derecho romano y de las lenguas latinas y sajonas. Es importante reforzar la única evangelización que merece este nombre, aquella que se realiza en el diálogo y en el encuentro respetuoso de las culturas con el mensaje de Jesús.

500 años: una celebración penitencial y de resistencia 

Yo creo que la Iglesia tiene un miedo tremendo, estructural, visceral a los pobres, porque siempre ha entendido a los pobres como a sus niños: ha creado hospitales y escuelas para los pobres, pero jamás con los pobres y desde los pobres. Para la Iglesia como para los estados populistas el pobre es la  persona que no tiene, no tiene conciencia, ni casa, ni salario, ni salud.

¿Pueden  las iglesias escuchar los gritos de los pobres? 

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