¿Cómo era la predicación primitiva acerca de la Resurrección?
Los
exegetas están de acuerdo en que la predicación primitiva de la Iglesia sobre
la Resurrección no hay que buscarla en los Evangelios, ni en San Pablo, sino en
las fórmulas pre-paulinas y pre-sinópticas, que descubrimos, mediante los métodos
morfocríticos, integradas en San Pablo, en los Evangelios y especialmente en
los Hechos. En los discursos de Pedro de Hch 2-5 y en Pablo 1ª Cor 3-5 nos
encontramos esas antiguas fórmulas. Pablo dice expresamente que «transmite» lo que
él mismo recibió» 1ª Cor 15,3). El mismo estilo literario de 1ª Cor 15,3-5
refleja la antigüedad de la fórmula que Pablo ya encontró acuñada en la
comunidad de Jerusalén, alrededor del año 35 con motivo de su primer viaje a
aquella ciudad. La estructura formal, rígida, es la misma en Hechos y en 1 Cor
15,3-5:
a)
Cristo murió...fue sepultado;
b)
fue resucitado (o Dios lo resucitó: Hch 2,4);
c)
según las Escrituras;
d)
apareció a Kefas y después a los doce (o «y de ello nosotros somos testigos»:
Hch 2,32).
En
los discursos de Pedro en Hechos (2-5) el mensaje pascual se anuncia en el
marco de dos categorías de pensamiento: una apocalíptica y otra escatológica.
En
la apocalíptica, que florecía en el judaísmo post-exílico, estaba la idea del
justo sufriente, humillado y exaltado por Dios (cfr. Sab. 5,15 s.) .Esto se
convirtió en un leitmotiv de la Cristología antigua, como en Lc 24,26 y Flp
2,6-11: «Se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó». En los discursos de
Pedro encontramos una explicación semejante del acontecimiento pascual:
«Vosotros lo matasteis... sin embargo, fue elevado a la derecha de Dios» (Hch
2,24.33). Y más adelante: «Dios lo exaltó a su derecha como Autor (de la vida)
y Salvador» (5,30.31; cfr. 3,13-15). Muy probablemente este esquema vaya ligado
al otro del ocultamiento de Jesús (cfr. Hch 3,21) y al del profeta Enoc y Elías.
Así como Elías fue «arrebatado» al cielo (2 Re 2, 9-11; 1 Mac 2,58) de la misma
forma sucedió con Jesús (Hch 1,9-11.22; Mc 16,19; Lc 9,51; 1 Tim 3,16; 1 Tes
4,16.17; Apoc 13,5). El empleo de esta terminología puede ciertamente haber
sido sugerido por el hecho de la desaparición del cuerpo de Cristo (Mc 16,6; Mt
28,5; Lc 24,3.12; Jn 20,2) a lo que los textos dan cierta importancia. El Jesús de San Juan habla el lenguaje
primitivo del anuncio pascual. La Resurrección es comprendida como elevación,
glorificación e ir junto al Padre. Tal concepción se religa al tema del Mesías,
del Hijo del Hombre y del Siervo sufriente que es exaltado. De igual modo se interpretan
en Hechos, los Salmos 110 (Hch 2,34 s.) y 2 (Hch 4,26). Los hechos pascuales
son contemplados como entronización del Mesías-Rey en cuanto «Señor y Cristo»
(Sal 2; Hch 2,36) y su elevación como «Señor y Salvador» (5,31).
El
mensaje pascual se interpreta también con otra categoría de pensamiento, la
escatológica. Según ella, se esperaba al final de los tiempos la resurrección
de los muertos. Los apóstoles habían percibido en la Resurrección de Jesús la
realización de un hecho escatológico. Si hablan y anuncian la Resurrección esto
significa, en los moldes de las categorías bíblicas, Resurrección real y corporal.
Una vida sin cuerpo, por más que glorificado (Mc 13,43), es algo impensable
para un judío. Como las manifestaciones de Jesús presentaban aun Jesús
glorificado, al usar la terminología de la Resurrección se hacía necesario
dejar bien clara la identidad entre el crucificado y el glorificado. Los textos
de Hch 2,23; 3,15; 5,30, acentúan esa identidad, igual que más tarde lo harían
Lucas y Juan frente a los griegos. Esta terminología recalcó en gran parte la
otra de origen apocalíptico por motivos obvios, pues frente a la negación del
hecho de la Resurrección había que acentuar la realidad de la transfiguración
de la existencia terrena de Jesús. De ahí descubrimos que los fenómenos de las
apariciones, de los diálogos con Jesús vivo después de la crucifixión y del
sepulcro vacío, no habían sido inmediatamente interpretados como Resurrección
de la carne sino como elevación y glorificación del justo sufriente. Esta
parece haber sido la interpretación más antigua. Evidentemente que también
presupone al Cristo transfigurado y el sepulcro vacío. Pero todavía no se llamó
a eso Resurrección. Más tarde, debido a las polémicas y por motivos
kerigmáticos, los fenómenos arriba mencionados fueron interpretados más adecuadamente
como Resurrección, en el sentido de total transfiguración de la realidad
terrena de Jesús. Por eso la Resurrección es referida siempre a la historia de Jesús: a
su muerte y sepultura.
La
interpretación de los fenómenos pascuales en cuanto Resurrección ya es
testimoniada por Pablo en 1ª Cor 15,3-5 como indicamos antes. La expresión «fue
resucitado al tercer día» puede ser una reminiscencia histórica, pero es
también una expresión oriental para decir: Cristo permaneció sólo temporalmente
en la sepultura. Según la creencia generalizada, tras ese espacio de tiempo, la
vida se separaba definitivamente del cadáver. Cuatro días significaría una
permanencia definitiva (cfr. Didajé 11,5). La expresión «según las Escrituras»
no necesita referirse a ningún pasaje explícito. Únicamente intenta
expresar la unidad de la acción salvífica: El Dios que actuó en otro tiempo en
el AT tuvo ahora su máxima actuación resucitando a Cristo. La referencia a los
testigos no tiene por qué ser cronológica. La aparición a Pedro aparece ya en
una de las fórmulas más antiguas de todo el NT: «Jesucristo resucitó verdaderamente
y se apareció a Simón» (Lc 24,34).La aparición a los 500 hermanos de una vez,
no ha de ser tomada al pie de la letra. Quizás esa aparición sea la misma
indicada por Mt 28, 16 ss. en el monte de Galilea. La referencia a una aparición
a Santiago habla a favor de la credibilidad de este testimonio paulino, pues el
grupo de Santiago (Gal 2,12) se había distanciado, desconfiado, del
evangelio de Pablo sobre la libertad cristiana frente al culto de la ley del judaísmo
bíblico. Las fórmulas de fe en 1ª Cor 15 y en Hch 2-5 permiten entrever, por su
formulación rígida, que la Resurrección no es ningún producto de la fe dela
comunidad primitiva, sino testimonio de un impacto que se les impuso. No es una
creación teológica de algunos entusiastas de la persona del Nazareno, sino
testimonio de fenómenos acontecidos después de la crucifixión y que los
obligaban a exclamar: Jesús resucitó verdaderamente. Ese pequeño credo proclama
los «Magnalia Dei» realizados en Jesús y corresponde al credo judío de Dt 26,5-11. El sepulcro vacío no es tema de predicación, sino más bien su supuesto.
Las apariciones son siempre atestiguadas como fundamento delas dos posibles
interpretaciones, sea como elevación-glorificación del justo de Dios, sea como Resurrección
en el sentido de una acción de Dios que transfigura al crucificado en vida
nueva de gloria.
Fuente: Leonardo Boff.
La resurrección de Cristo, nuestra resurrección en la muerte
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