LA IGLESIA ORTODOXA. EL CULTO ORTODOXO, III: FIESTAS, AYUNOS Y ORACION PRIVADA. KALLISTOS WARE CAPITULO 15

 



CAPÍTULO 15

 El Culto Ortodoxo, III: Fiestas, Ayunos y Oración Privada

 La verdadera meta de la oración es trabar conversación con Dios. No se limita a determinadas horas del día. El cristiano debe sentirse presente en persona ante Dios. La meta de la oración es precisamente estar siempre con Dios.

Padre Georges Florovsky

 EL CALENDARIO CRISTIANO

Para quien quiera recitar o seguir los oficios públicos de la Iglesia Anglicana, le bastará (al menos en teoría) con tener dos volúmenes - la Biblia y el ‘Book of Common Prayer’ (o el ‘Alternative Service Book’)[1]; lo mismo que en la Iglesia Católica Romana solamente hacen falta dos libros - el Misal y el Breviario; los oficios de la Iglesia Ortodoxa en cambio, son tan complejos que haría falta toda una pequeña biblioteca de diecinueve o veinte tomos sustanciosos. ‘Haciendo un cálculo, moderado,’ comenta J.M. Neale acerca de los Misales Ortodoxos, ‘estos volúmenes en conjunto comprenden 5.000 páginas en cuarto, de tipo menudo, con doble columna de texto.[2] Pero esos tomos, que pueden parecer tan pesados a primera vista, constituyen uno de los grandes tesoros de la Iglesia Ortodoxa.

 Esa veintena de volúmenes contiene los oficios del calendario cristiano - la serie anual de las fiestas y los ayunos conmemorativos de la Encarnación y su cumplimiento en la Iglesia. El año litúrgico comienza el 1 de septiembre. La fiesta de mayor preeminencia, Fiesta de las Fiestas, es la Pascua, que se clasifica en primera categoría. De importancia secundaria a ésta son las Doce Fiestas, que son normalmente las siguientes:

 Nacimiento de la Madre de Dios (8 de septiembre)

Exaltación de la Honorable y Vivificante Cruz (14 de septiembre)  Entrada al Templo de la Madre de Dios (21 de noviembre)

Nacimiento de Cristo (Navidad) (25 de diciembre)

Bautismo de Nuestro Señor en el Río Jordán (Teofanía o Epifanía) (6 de enero)

Encuentro de Nuestro Señor (Presentación de Cristo en el Templo) (2 de febrero)

Anunciación a la Madre de Dios (25 de marzo)

Entrada de Nuestro Señor en Jerusalén (Domingo de Ramos) (una semana antes del Domingo de la Pascua)

Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo (40 días después del Domingo de la Pascua)

Pentecostés (llamado en oriente Domingo de la Trinidad) (50 días después del Domingo de la Pascua)

Transfiguración de Cristo (6 de agosto)

Dormición (en occidente, Asunción) de la Madre de Dios (15 de agosto)

 

De hecho que tres de las Doce Grandes Fiestas dependen de la fecha del Domingo de la Pascua, por lo que se llaman fiestas ‘móviles’; las otras son ‘fijas’. Siete son fiestas del Señor, y las otras cinco son fiestas de la Madre de Dios.[3]

 Luego, además de éstas doce, existe gran cantidad de otras fiestas, de mayor o menor importancia. Las más destacadas son las siguientes:

 

Circuncisión de Cristo (1 de enero)

Tres Grandes Jerarcas (30 de enero)

Nacimiento de San Juan Bautista (24 de junio)

San Pedro y San Pablo (29 de junio)

Degüello de San Juan Bautista (29 de agosto)

Velo Protector de la Madre de Dios (1 de octubre)

San Nicolás Milagrero (6 de diciembre)

Todos los Santos (Primer Domingo después de Pentecostés)

 Además de fiestas, hay también ayunos. Enfocando al ser humano como unidad de cuerpo y alma, la Iglesia Ortodoxa viene insistiendo desde siempre que es menester someter tanto el cuerpo como el alma a la disciplina. ‘El ayuno y el autodominio priman sobre las demás virtudes; son madre, raíz, fuente y fundamento de todo el bien.’[4] Los períodos de ayuno principales de cada año son los siguientes:

  

I

Gran Ayuno (Cuaresma) - comienza siete semanas antes del Domingo de la Pascua

II

Ayuno de los Apóstoles - comienza el lunes, ocho días después de Pentecostés, y acaba e128 de junio, en vísperas de la Fiesta de San Pedro y San Pablo; es de duración variable, de entre dos y seis semanas.

III

Ayuno de la Dormición - dura dos semanas, del 1 al 14 de agosto.

IV

Ayuno de Navidades - dura cuarenta días, del 15 de noviembre al 24 de diciembre.

    Además de estos cuatro períodos principales, todos los miércoles y los viernes - y los lunes también en ciertos monasterios - son días de ayuno (todos menos los que caigan entre el día de Navidad y el día de Epifanía, o día de Reyes; y los miércoles y viernes de Semana Clara, que sigue al Domingo de la Pascua, y de la semana después de Pentecostés). Las fiestas de la Exaltación de la Cruz, el Degüello de San Juan Bautista, y las vísperas de Epifanía son también días de ayuno.

 Las reglas de ayuno en la Iglesia Ortodoxa son de tal rigor que muchos cristianos occidentales quedarán asombrados e incluso disgustados. En casi todos los días de la Gran Cuaresma y de Semana Santa, por ejemplo, está prohibido consumir no solamente carne sino también pescado y todo producto animal (manteca, huevos, mantequilla, leche, queso), vino y aceite. Sin embargo, en la práctica muchos ortodoxos - sobre todo los que residen en occidente - ven que bajo las condiciones de la vida moderna ya no resulta factible observar la rúbrica tradicional, elaborada para realidades exteriores y contextos muy distintos al nuestro; por eso, se conceden ciertas exenciones. Aun así, el período de la Gran Cuaresma - sobre todo la primera semana y la Semana Santa- sigue siendo, para los ortodoxos devotos, tiempo de auténtica austeridad y de pruebas físicas considerables. Aun tomando en cuenta las exenciones y remisiones concedidas, sigue siendo cierto que los cristianos ortodoxos del siglo XX - tanto legos como monásticos - ayunan con una severidad que no tiene equivalente en la cristiandad occidental, salvo quizás en algunas de las órdenes Religiosas más estrictas.

 Diferentes momentos del año litúrgico se marcan con ceremonias especiales: la gran bendición de las aguas el día de Teofanía (se celebra fuera muchas veces, a orillas de un río o en la costa del mar); bendición de frutos el día de la Transfiguración; exaltación y adoración de la Cruz el 14 de septiembre; el oficio de perdón el domingo justo antes del comienzo de la Cuaresma, oficio en el que clérigos y legos se arrodillan todos ante cada uno, individualmente, y se piden perdón. Pero, como es de esperar, los momentos más conmovedores e impresionantes del culto ortodoxo ocurren en Semana Santa, según la Iglesia se va adentrando, día a día y hora a hora, en la Pasión del Señor. La Semana Santa llega a su cumbre, primero en la procesión del Epitaphion (efigie del cadáver de Cristo amortajado) el viernes santo por la noche, y luego en las exultantes Matutinas de la Resurrección a la medianoche de la Pascua. Es imposible asistir a este oficio nocturno sin sentirse atrapado por la sensación de alegría universal. Cristo liberó al mundo de su antiguo cautiverio y terror, por lo que la Iglesia entera se regocija, triunfante, de Su victoria sobre la muerte y las tinieblas.

 Antes de abandonar el tema del año eclesial, deberíamos tratar la cuestión batallada del calendario. Hasta finales de la Primera Guerra Mundial, todos los ortodoxos utilizaban todavía el Calendario Antiguo o Juliano, que en la actualidad se atrasa por un plazo de trece días al Calendario Nuevo o Gregoriano, de uso corriente en occidente. En 1923, se reunió en Constantinopla un Congreso Inter-Ortodoxo al que asistieron representantes de algunas Iglesias Ortodoxas, pero no de todas; los reunidos decidieron introducir una versión revisada del Calendario Juliano, que correspondía para los efectos al Calendario Nuevo, o Gregoriano. El cambio se efectuó en Constantinopla y en Grecia en marzo de 1924, pero provocó mucha controversia y no fue adoptado en todos los sitios. En la actualidad, el Calendario Juliano Revisado se observa en Constantinopla, Alejandría, Antioquía, Rumania, Bulgaria, Chipre y Grecia; pero en Jerusalén, Rusia, Serbia, Georgia y Polonia, así como en el Monte Santo Athos, se sigue observando el Calendario Antiguo Juliano, sin revisiones.[5] Lo cual supone una situación difícil y confusa, que se espera pronto acabará. Actualmente, los griegos (fuera de Athos y Jerusalén) celebran las Navidades en las mismas fechas que los occidentales, e125 de diciembre (Calendario Nuevo); en cambio los rusos lo celebran trece días más tarde, el 7 de enero (Calendario Nuevo); los griegos festejan la Epifanía el 6 de enero, los rusos el 19; etcétera... Sin embargo, la Iglesia Ortodoxa en su casi totalidad festeja el Domingo de la Pascua el mismo día, con el cálculo de la fecha del equinoccio según el Calendario Antiguo, prescindiendo del Juliano Revisado. Lo cual significa que el Domingo de la Pascua del calendario ortodoxo a veces coincide con el de occidente, y a veces cae una o cinco - o de vez en cuando cuatro - semanas más tarde. La Iglesia finlandesa y algunas pocas parroquias situadas en occidente siempre festejan las Pascuas para coincidir con la fecha occidental.

 La reforma del calendario despertó viva resistencia, sobre todo en Grecia, donde se formaron grupos de ‘Antiguos Calendaristas’ (Palaioimerologitai), los cuales rompieron con la Iglesia oficial nuevo­calendarista y establecieron organización propia y separada. Pese a la persecución que padecieron a manos de las autoridades civiles griegas, estos grupos contaban con sustancioso número de secuaces en las décadas de los 1930 y 40, junto con obispos y monasterios propios, y unas 800 parroquias que sumaban quizás un millón entero de feligreses. Pero en tiempos más recientes, se han ido dividiendo en varios grupos rivales, con pérdida de influencia. Hay Antiguos Calendaristas también en Chipre y en Rumania. Los monjes del Monte Athos, a pesar de su adherencia al Calendario Antiguo, en su mayor parte mantienen comunión con el Patriarcado de Constantinopla y la Iglesia griega oficial. Los Antiguos Calendaristas ven las alteraciones al Calendario como un primer paso en el camino de innovaciones del siglo presente que, según ellos, viene corrompiendo a las principales Iglesias Ortodoxas. A su ver, aquí se trata no solamente de un mero asunto técnico de trece días, sino de la pureza de la fe ortodoxa. Se oponen ante todo a las iniciativas tomadas por el Patriarca Ecuménico, entre otras, con miras a la reunificación con los cristianos de occidente.

 ORACIÓN PERSONAL

 Además de la oración pública y litúrgica, existe también la oración personal, doméstica - los rezos diarios que se recitan por la mañana y por la noche ante los iconos, ya por la familia entera ya por cada miembro de ella a nivel individual. Existen manuales especiales de oraciones diarias. La mayoría del contenido, sin embargo, deriva de los Misales utilizados para el culto público, así que incluso estando solos rezamos con la iglesia, empleando rezos y locuciones que se están recitando a la misma vez en un sinnúmero de iglesias parroquiales y monasterios. ‘La oración personal solamente se puede realizar en un contexto comunitario. Nadie es cristiano por separado, sino como miembro del cuerpo. Incluso en la soledad, ‘en la cámara’, el cristiano reza como miembro de la comunidad redimida, la Iglesia. Y es precisamente en la Iglesia donde aprende sus prácticas de la devoción.’[6] Claro que los Manuales sirven solamente como pauta general, y todos tenemos libertad de rezar espontáneamente, con locuciones propias.

Tomemos como ejemplo dos oraciones extraídas del Manual; la primera es una oración para el comienzo del día, escrito por Philaret, Metropolita de Moscú, quien imitaba quizás el modelo occidental:

 Señor, déjame afrontar el día que viene con apacibilidad. Ayúdame a confiar en Tu santa voluntad siempre y en todo. En cada hora del día revélame Tu voluntad. Bendice mis relaciones con todos los que me rodean. Enséñame a tratar todo lo que se me venga con serenidad del alma, y con la firme convicción de que Tu voluntad rige todo. En lo que hago y lo que digo dirige siempre mis pensamientos y sentimientos. Cuando surjan sucesos imprevistos, no se me olvide que todos son enviados por Ti. Enséñame a actuar con firmeza y sagacidad, para no amargar o desconcertar a los demás. Dame fuerza para soportar la fatiga del día que viene con todo lo que conlleve. Dirige mi voluntad, enséñame a orar, Tu Mismo ora en mí. Amén.

    He aquí algunas locuciones de la intercesión general con la que se clausura la oración nocturna:

 

Señor, quien amas a todos, perdona a aquellos que nos odian y nos dañan. Recompensa a nuestros benefactores. Concede a nuestros hermanos y hermanas y amigos todo lo que pidan para su salvación y vida eterna. Visita y sana a los enfermos. Libera a los presos. Dirige a los navegantes. Acompaña a los viajantes... De los que nos han pedido orar por ellos, indignos que somos, ten piedad según Tu inmensa misericordia. Recuerda, Señor, a nuestros padres y hermanos y hermanas difuntos, y dales descanso donde Tu faz resplandezca sobre ellos...

 

Conviene destacar un tipo de oración de uso muy común en occidente desde tiempos de la Contra-Reforma, que nunca fue característica de la espiritualidad ortodoxa - es la ‘Meditación’ formal, practicada según determinado ‘Método’- ignaciano, sulpiciano, salesiano, u otro. Se les insta a los ortodoxos a leer la Biblia o los escritos de los Padres detenida y pensativamente; pero esta práctica, con todo lo excelente que es, no se considera oración, ni tampoco se ha sistematizado y reducido en algún tipo de ‘Método’. Se le insta a cada uno a leer según y conforme con la práctica que más le convenga.

 Pese a que los ortodoxos no practican la Meditación discursiva, existe otro tipo de oración personal que sí, figura desde hace muchos siglos en la vida ortodoxa, con extraordinaria preeminencia - a saber, la Oración de Jesús: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí. En vista de que se suele acusar a los ortodoxos de no prestar atención suficiente a la persona de Cristo Encarnado, merece puntualizar que este rezo - más característico de la oración ortodoxa - es por esencia oración centrada en Cristo, oración que va dirigida al Señor Jesús y se concentra en Él. Quien se críe en la tradición de la Oración de Jesús jamás olvidará la importancia central de la Encarnación.

 Los ortodoxos suelen recitar esta oración con la ayuda de una especie de cuerda con nudos en sarta, algo parecida al rosario occidental pero no del todo: la cuerda ortodoxa suele hacerse de lana o de bramante, por lo tanto no hace ruido, a diferencia de las cuentas del rosario.

 El rezo de la Oración de Jesús es de uso maravillosamente flexible. Es una oración a disponibilidad de los principiantes, pero capaz a la vez de abrir acceso a los más profundos misterios de la vida contemplativa. Se puede emplear por quien sea, a la hora que sea, en el lugar que sea: haciendo cola, caminando, viajando en autobús o en tren; en el trabajo; en horas de insomnio por la noche; en tiempos de ansiedad particular que impide concentrarse en oraciones de otro tipo. Pero claro, aunque de este modo cualquier cristiano se pueda servir de la Oración en momentos particulares, es otra cosa recitarla de modo más o menos continuo y practicar los ejercicios físicos asociados con ello. Los entendidos de la espiritualidad ortodoxa suelen enfatizar en sus escritos que quien espere servirse de la Oración de modo más sistemático, de ser posible, debería someterse a la dirección de un guía espiritual instruido, y no tomando iniciativas propias.

 Los hay para quienes llega el momento en que la Oración de Jesús ‘se adentra en el corazón’, y ya no les hace falta esforzarse por recitarla, deliberadamente, sino que ella se recita a sí misma espontáneamente, sin interrupciones, incluso cuando esa persona esté hablando o escribiendo; presente en sus sueños, le despierta por la mañana. Según lo dice San Isaac el Sirio:

 Cuando el Espíritu elige su morada dentro del hombre, ya no deja de rezar, porque el Espíritu orará sin cesar en sus adentros. Entonces, ni cuando esté durmiendo, ni cuando esté despierto, se cortará la corriente de oración de su alma: sino que cuando esté comiendo y bebiendo, acostado o trabajando, e incluso durmiendo, los perfumes de la oración alentarán espontáneamente su corazón.[7]


Los ortodoxos creen que el poder de Dios está presente en el Nombre de Jesús, así que la invocación de este Nombre Divino sirve de señal efectiva de la acción de Dios, dotada de gracia sacramental. ‘El Nombre de Jesús, que reside en el corazón humano, comunica al corazón el poder de la deificación... Mediante la luminosidad del corazón, la luz del Nombre de Jesús ilumina el universo entero.’[8]

Tanto para los que lo reciten ininterrumpidamente como para los que lo empleen de vez en cuando, la Oración de Jesús resulta ser fuente de alegría tranquilizadora. Citemos al Peregrino:

 Y desde entonces, así es como voy caminando, repitiendo incesante la Oración de Jesús, que me es más dulce y preciosa que cualquier otra cosa del mundo. Hay días que camino más de cuarenta y tres o cuarenta y cuatro millas, sin darme cuenta apenas de que estoy caminando, consciente nada más de que estoy recitando mi Oración. Cuando me aflige el frío, cortante, me echo a recitar mi Oración con mayor vehemencia, y en seguida me entra calor en todo el cuerpo. Cuando me aflige el hambre, invoco el Nombre de Jesús con mayor frecuencia, y se me olvidan las ganas de comer. Cuando caigo enfermo y me da el reumatismo en la espalda y las piernas, me concentro en la Oración, y el dolor pasa desapercibido. Si alguien me hace daño, solamente con pensar “¡Cuán dulce es la Oración de Jesús!”, en seguida se desvanecen la ofensa y el enfado, y se me olvidan por completo... Le doy gracias a Dios porque ahora comprendo el significado de aquellas palabras que escuché en la Epístola - Orad sin cesar (1 Tesalonicenses 5: 17).[9]

 


[1] ‘Libro de Oración Común’ o ‘Libro Alternativo de los Oficios’.

[2] Hymns of the Eastern Church, tercera edición (Londres 1866), p.52

[3] El Encuentro (2 de febrero) a veces se cuenta como fiesta del Señor, entonces las fiestas del Señor sumarían ocho, y las de la Madre de Dios, cuatro.

[4] Kallistos e Ignacio Xanthopoulos en Philokalia, vol. 4 (Atenas 1961), p.232.

[5] Hay parroquias de la Iglesia Ortodoxa de Polonia donde se usa el Calendario Nuevo; así también muchas parroquias del Patriarcado de Moscú en el extranjero. Los de OCA emplean, igualmente, el Calendario Nuevo.

[6] G. Florovsky, Prayer Private and Corporate (Editorial ‘Ologos’, Saint Louis), p.3.

[7] Mystic Treatises, edición de Wensinck, p.174.

[8] S. Bulgakov, The Orthodox Church, pp.170-1.

[9] Traducción de The Way of a Pilgrim, R.M. French, p.17-18. Cuarenta y tres millas son aproximadamente setenta kilometros.

 

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