¿Cuáles eran los Ministerios en la Iglesia Primitiva? Reflexión histórica. Parte 1



Las comunidades cristianas nacen del impacto de Jesús de Nazaret en algunos de sus contemporáneos. La fe consistió en una especie de fascinación- convicción por la persona de aquel que anunciaba el reino de Dios y vivía para él. Creer en Jesús significaba seguirle con fidelidad: no literalmente, calcando sus pasos y repitiendo sus detalles, sino asumiendo sus grandes actitudes y dejándose motivar por su espíritu. Por eso, el seguimiento presuponía la conversión del corazón. Jesús no exigía a los suyos ni extravagancias ni inhumanidades (abandonar su domicilio, renunciar a su cultura, aceptar un statu quo de injusticia, etc.); lo que exigía era un cambio radical en su manera de ser y de existir, siempre en línea con el mejor proyecto de existencia humana.

Como efecto de esa conversión, la existencia cristiana es esencialmente servicio. Jesús había enseñado, en no pocas ocasiones, que el estilo propiamente cristiano de la existencia consiste en compartir su talante de servidor (el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir: Mc 10,5). Parece ser que no le resultó fácil convencer a sus inmediatos seguidores y colaboradores de la verdadera naturaleza de su mesianismo: un mesianismo de diakonía: no de poderes...

Con todo, los primeros cristianos se hicieron conscientes de que Jesús había dado origen a una comunidad de hermanos, en la que sus miembros compartían la misma dignidad (Mt 23, 1-12) y estaban llamados a servirse mutuamente (Jn 13,1-17; Flp 2,l - ll ; Gál 5,13 ; 1ª Cor 13,4; 1ª Cor 16,1...). Y en el marco de esas comunidades, todas ellas diacónicas, ministeriales o serviciales, había surgido un templo nuevo, un culto nuevo y un sacerdocio nuevo...

El templo nuevo era la comunidad viviente reunida (ecclesía); el sacrificio era la existencia orientada según el evangelio (la vida como servicio: Rom 12,l s); la hospitalidad, la misericordia: Mc 8,34; Mt 12, 35; sacerdotes eran todos los miembros de la comunidad (1ª Pe 2, 4-10). Los ministerios en el Nuevo Testamento y en las comunidades del siglo II serán servicios prestados a la comunidad sacerdotal, serán ejercicio de la responsabilidad que incumbe a toda la comunidad, llamada a edificarse y a crecer.

A los que desempeñan los ministerios, no se les llama (en los dos primeros siglos) sacerdotes (en hebreo,
«cohén»; en griego, «ieréus») o pontífices (en griego «archiereus» = jefe de sacerdotes), ya que estos sustantivos tienen connotaciones veterotestamentarias y prejudías: significan personajes segregados y superiores al resto del pueblo.

A los ministros se les designa con nombres de las tareas que aquéllos ejercen al servicio de la comunidad.
Las tareas, al ser permanentes, se convierten en funciones que cualifican a los que las asumen. No son términos religiosos, sino profanos, que se transforman en religiosos al ser realizados por causa de Cristo. Helos aquí:

• Apóstoles (enviados, doctores, profetas): 1 Cor 12,28.
• Evangelistas, didascalos (enseñantes): Ef 4,11.
• Pastores: Ef 4,11; 1ªPe 5, 2; Jn 21, 15-17.
• Epíscopos (vigilantes): Hch 20, 28; Flp 1,1; 1ªTim 3,2; Tit 1,7; Didajé, 1.
• Presbíteros, ancianos: Hch 11, 30; 14,24; 15,2; 20,17:21,28:1 Tim4,14; 5,17-19; Sant 5,14; 1 Pe 5,1.
• Diáconos, servidores: Flp 1, 1; 1 Tim 3, 8; Rom 16, 1.
• Higoumene (jefe, prepósito): Rom 12,8; 1 Tes 5, 12; 1 Tim 5, 17; Ad Cor. (Clemente Romano).
• Ecónomos, intendentes, gerentes: Lc 12,42; 1Cor 4, 1; Tit 1,7.

En todas las comunidades cristianas apostólicas, pos-apostólicas (neo-testamentarias) y posteriores (siglo II) siempre hubo dirigentes, siempre hubo dirigentes servidores; no siempre, en tiempo y espacio, estuvieron en vigor los mismos modelos ministeriales... Hoy se señalan ya los siguientes tipos de Iglesias neotestamentarias:

1. Los ministerios en la primera generación cristiana

Jesús de Nazaret predica el reino de Dios, lo predica con elocuencia, lo expresa en signos, lo testimonia en vida y en muerte... Comienzan las adhesiones y se prepara embrionariamente un movimiento de seguidores. No cabe duda de que el movimiento de Jesús se iría estructurando según las leyes psico-sociológicas de grupo... Toda experiencia de liderazgo y, correlativamente, de seguimiento... genera comunidad... que al principio es espontánea y vital, pero que luego empieza a organizarse.

Los evangelios son muy parcos en ofrecernos información de esta índole. Pero dicen que Jesús quiso tener continuadores de su obra evangelizadora. Escogió a doce, después de madura reflexión, después de orar (Le 6, 12), los formó haciendo vida común con ellos, al estilo de los rabinos de la época (Mc 3,13-19) y los envió a evangelizar (Me 6, 7-13). Estos serían los colaboradores inmediatos y cualificados de Jesús. Los setenta y dos discípulos (Lc 10,1-10), que Jesús también elige y envía a todos los pueblos, vendrían a ser los representantes de todos los colaboradores en el ancho mundo, no sólo en el hebreo.

«Lucas quiere poner de relieve que la Iglesia futura será apostólica en la medida en que se ajuste a la enseñanza íntegra de los doce apóstoles sobre los dichos y hechos de Jesús predicado por ellos a la iglesia de Jerusalén y, por medio de ella, a las demás iglesias» (L. Sartori, G. Leonardi, Marieta di ministeri nelle comunitá cristiane del primo secólo)

Dentro de los doce, parece que Jesús señala funciones concretas: Pedro, Santiago y Juan le acompañan en determinados momentos; Juan recibe un tratamiento de predilección. Pedro será el coordinador, dotado de especiales funciones doctrinales y pastorales (Mt 16, 17-19; Le 22, 31-32; Jn 21, 15-17).

El proceso, pues, seguido por Jesús no fue: Pedro -los doce- el resto (la muchedumbre), sino el inverso: la muchedumbre -los doce- Pedro.

No parece que Jesús organizase más detalladamente su movimiento, sino que dejó que sus seguidores se organizasen bajo la acción del espíritu y, ateniéndose a la sabiduría, que lo llevasen a analizar las situaciones y a dotar a las comunidades de las funciones más apropiadas en cada caso.

Los apóstoles prosiguen la acción de Jesús. Ellos van a anunciar, más que el reino de Dios, a Jesús de Nazaret. Jesús pasa de predicador ha predicado. Tienen ellos la convicción de haber sido enviados por el Señor, muerto y resucitado, a comunicar la inenarrable experiencia del acontecimiento Jesús que ellos habían vivido personalmente desde el inicio de la vida pública hasta las apariciones pos-pascuales... La predicación, al ser acogida, hace germinar la fe, y la fe, al ser compartida, genera comunidad.

Las primeras comunidades cristianas son fundadas por los apóstoles: son apostólicas. Pero el concepto «apóstol» era fluido. No sólo abarcaba a «los doce», sino también a otros creyentes de los primeros tiempos que se dedicaron asimismo a fundar y a organizar comunidades cristianas. Tales eran muchos «entusiastas», llamados profetas por la carta a los de Efeso, 2, 20, que se esforzaron por crear o, por lo menos, por organizar nuevas comunidades; tales eran probablemente los «siete diáconos», elegidos por la comunidad de Jerusalén para atender a los helenistas (judeocristianos de lengua griega) no debidamente atendidos (Hch 6, 1-7). Aunque son llamados diáconos, por contraposición a «los doce», sin embargo cumplen las funciones de los apóstoles; Felipe, uno de los siete, evangeliza en Samaría (Hch 8, 5) y en la costa oeste de Palestina (Hch 8, 39); y tal era Saulo, el fariseo, el perseguidor de los cristianos (Hch 6, 58; 8,1; 9,1-3), que se autodefine apóstol (1ª Cor 9, 1-14; 2 Cor 5, l0s; 11,ls) con lasmismas prerrogativas que «los doce» (1ª Tes 2,7).

¿Tenían dirigentes estas comunidades apostólicas? Sin duda los tenían, aunque se constata una variedad de modelos ministeriales, vinculados a zonas geográficas y, más todavía, a zonas de influjo personal...

Los fundadores mantenían una dirección a distancia, una especie de supervisión. Las cartas escritas por Pablo entre los años 50 y 64 de nuestra era, acreditan esa vinculación. El apóstol se dirige a las comunidades de Tesalónica, de Corinto, de Filipos..., comunidades que normalmente se reúnen en casa de un creyente (1ª Cor 16,39; Rom 16,5-23; Col 4,15) y que son, más bien, de pequeñas dimensiones y en las que se dan los presupuestos para el mutuo conocimiento, la solidaridad, la hospitalidad, la participación.
Pablo les habla con autoridad moral: les exige corresponsabilidad a la hora de actuar y de tomar decisiones en favor de la comunidad, así como les amonesta por la complicidad en lo negativo. En Corinto, todos son responsables del desorden eucarístico (1ª Cor 11, 17-30), todos deben poner remedio al escándalo del incestuoso (1ª Cor 5, 2-5; 2ª Cor 2,5-11), todos deben contribuir económicamente a subvenir a las necesidades de los santos o cristianos de Jerusalén y todos han de decidir a ver quién va a llevar la colecta (1ª Cor 16, ls). En Tesalónica, todos se han de preocupar de superar la ociosidad y de no ser gravosos a los de fuera (1ª Tes 4, 9-12; 2 Tes 3, 6s).

Pero los apóstoles vivían en constante movilidad. Por eso, había en las comunidades locales algunos creyentes que asumían las funciones directivas y coordinadoras. Lo dice Pablo en el documento más antiguo del Nuevo Testamento:

«Os pedimos, hermanos, que tengáis en consideración a los que trabajan entre vosotros, os presiden en el Señor y os amonestan» (1ª Tes 5, 12)

Parece que las tres tareas formaban parte de la responsabilidad de los dirigentes, ya que las tres están unidas por un único artículo. Probablemente, ocupaban estos cargos directivos los líderes naturales convertidos entre los primeros.

Las comunidades paulinas son muy carismáticas y participativas. Sus miembros ponen en juego sus cualidades o carismas en favor de la comunidad. Son muchas las actividades que hay que realizar para que la comunidad crezca en la fe... Estos carismas se convierten en servicios, al aplicarse en la práctica, y de ellos unos son más ocasionales y otros más estables. Los ministerios pertenecían a los servicios importantes y permanentes. Analicemos el siguiente texto:

«En virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual... Teniendo dones diferentes: si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; la exhortación, exhortando; el que da, con sencillez;el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad». (Rom 12, 3-8).

A Pablo le han dado pie, para hacer la teología de los carismas, los conflictos que han estallado en el seno de sus comunidades. Puede que hubiese interferencias, absorciones, un cierto anarquismo voluntarista. El apóstol soluciona el problema apelando al pluralismo de dones... existentes en la comunidad... Nadie puede serlo todo en ella. Lo que procede es que cada uno actúe en aquello para lo que ha sido enriquecido por el Espíritu. Y uno de estos dones es el de dirección.

Si bien la enumeración de carismas no es literalmente exacta ni exhaustiva en Rom 12, 3-8 y en 1ª Cor 12,27-30:

«Y así, Dios los puso en la Iglesia primeramente a unos como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como maestros; luego, el poder de los milagros; después, el don de las curaciones, de asistencia, de gobierno, de diversidad de lenguas...» (1ª Cor 12, 27-30),

Se podrían tipificar en tres categorías: servicio de la palabra durante la asamblea (anuncio de la palabra, sabiduría interpretativa, hablar con fe, discernimiento de espíritus, don de lenguas...); servicios de asistencia social y servicios de dirección...

Además, Pablo jerarquiza los servicios (1ª Cor 12, 27-30) poniendo en los tres primeros lugares el de apostolado, el de profecía y el de magisterio (apóstoles, profetas, maestros):

a) Los apóstoles son anteriores a la comunidad, anuncian el evangelio, fundan y dirigen el grupo, aunque en el marco de la fraternidad... y, luego, se van. «Las funciones de los apóstoles fundadores, a su partida, pasan a la entera comunidad dotada ya de grupos de dirigentes: los fundadores mantienen, a distancia, una alta dirección y asistencia hasta que ella llegue a la madurez completa; alta dirección que ejercitan con visitas, con enviados o con escritos» (L. Sartori).

b) Los profetas tienen un papel importante y claro en el interior de la asamblea...: «hablar a los hombres para su edificación, exhortación y consolación » (1ª Cor 14, ls). Pero los profetas pueden ser servidores estables en la comunidad (1 Cor 14, 29- 33). ¿Qué función cumplen entonces? Parece ser que les incumbe moderar las aportaciones proféticas de los reunidos en asamblea y, a juzgar por la carta a los de Efeso, 2,4, desempeñaban también funciones directivas; aparecen muy en conexión con los apóstoles.

c) Los maestros se encargaban de la formación teológica. Venían a ser una especie de catequistas, dedicados a la ampliación y profundización en el saber sobre los dichos y hechos de Jesús de Nazaret.       « No está claro hasta qué punto se distinguían de los apóstoles y de los profetas y, más tarde, de los pastores (Ef 4, 11) y de los presbíteros (1ª Tim 5, 17). Probablemente, algunos de ellos ejercitaban ambas tareas y es posible que los presbíteros y profetas fuesen escogidos preferentemente de entre los maestros» (L. Sartori).

Concluyendo podríamos decir

• Que en las comunidades paulinas, documentadas en las cartas escritas entre los años 50 y 64, hay dirigentes sociales;

• Que éstos son designados con términos variados: presidentes (1ª Tes 5,12-13; Rom 12, 8), diáconos o
Ministros ( Cor 16,15; Col 4,17), obispos o vigilantes (Flp 1,1), pastores (Ef 4,11), profetas y maestros (1ª Cor 12,28);

• Que las funciones que realizan no están delimitadas con mucha precisión. Estos ministros han de colaborar con Pablo edificando sobre el fundamento puesto por él, y lo han de hacer según su ingenio, su talento, su sabiduría. Quizá sean una excepción algunos de los mayores colaboradores, como Timoteo y Tito, que reciben órdenes concretas para actuar en las comunidades;

• Que la organización de las comunidades de Pablo se parece a la organización de las ciudades griegas, que ponían a su frente a un «colegio episcopal», integrado por inspectores estatales, vigilantes municipales, administradores de bienes comunes y funcionarios de mercado;

• Que no consta el modo de constitución de estos dirigentes locales. Tal vez fuese el resultado de un acuerdo entre el interesado, la comunidad y el fundador de la comunidad, como parece haber ocurrido con Timoteo (Flp 2,22), con Epafras (Col 4,12-13), con Epafrodito (Flp 2,25);

• Que no aparece ningún rito como el de la imposición de manos.

En el área jerosolimitana, palestinense y juaneamateana existe otro modelo de organización comunitaria. Lucas presenta a la comunidad de Jerusalén dirigida por «los doce» apóstoles, con Pedro como líder y portavoz (Hch 1-6). Lucas idealiza, sin duda, a la comunidad primera y la presenta como modélica. Es el grupo de los verdaderos testigos de Cristo, que, como nuevo Israel, lo irradiarán a los cuatro puntos cardinales, de tal manera que toda comunidad venidera, para ser auténtica, ha de sintonizar en doctrina, en verdad, con la de Jerusalén.

A partir del capítulo sexto, se narra la crisis y subsiguiente división de esa comunidad primera. Los judeocristianos de habla griega no están conformes con la situación y se autonomizan. Eligen a siete de sus miembros creyentes, «llenos de espíritu Santo y de sabiduría», que, previa imposición de manos, por parte de «los doce», se hacen cargo de la nueva comunidad (Hch 6-8).

La sección de lengua aramea continúa su existencia, crece y aparece gobernada por un consejo de presbíteros liderado por Santiago, el hermano del Señor (Gal 1, 19; Hch 11, 30; 15, 2; 4, 6; 20, 22). Este colegio de presbíteros, juntamente con los apóstoles (15, 2; 4, 6. 22), afrontaron el grave problema de la inculturación del mensaje cristiano en la asamblea de Jerusalén, hacia el año 50.

En el primer viaje apostólico, Pablo y Bernabé «designaron presbíteros en cada Iglesia y, después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído» (Hch 14, 23). Hay quienes impugnan la historicidad de este texto alegando que Pablo desconocía el sistema presbiteral, ya que no lo cita en ninguna de sus cartas auténticas. Sin embargo, son más los que la defienden apoyándose en que las comunidades del Asia Menor fueron promovidas por Pablo y Bernabé, que procedía de Jerusalén y conocía el modelo presbiteral.

El encuentro de Mileto (Hch 20, 17-38) con los presbíteros de Efeso nos presenta a Pablo despidiéndose de ellos y dejándoles, en téstame ito, la gran recomendación de ser fieles a su misión, que consiste en gobernar, en cuidar del pueblo de Dios, en pastorearlo con amor... Para Lucas, estos presbíteros son los continuadores de Pablo en la dirección de la comunidad.

 El modelo presbiteral se inspira en la praxis judía de gobierno, según la cual las ciudades hebreas eran dirigidas por siete presbíteros o ancianos, de los que seis eran laicos y, uno, sacerdote. El nuevo consejo de ancianos era introducido mediante la imposición de manos del consejo precedente... El consejo presbiteral cristiano ejercía colegialmente su responsabilidad, coordinado, evidentemente, por alguien.

Fuente: Para  Vivir el Ministerio Jesús Equiza Germán Puhl

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