¿Cuál es el Sentido de la Misión de los 72 en el evangelio de Lucas 10,1-16
Misión de los setenta [y dos] discípulos
Lc 10,16
(cf. Mt 9,35-10,16; 11,21-23; Mc 6,66-13 = Lc 9,1-6)
1 Después de esto, eligió el Señor a otros
setenta [y dos] y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y
lugares a donde él tenía que ir. 2 Y les decía: «Mucha es la mies, pero pocos
los obreros; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 3¡Marchad! Mirad que os envío como corderos
en medio de lobos. 4No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; ni os detengáis
a saludar a nadie por el camino. 5 Y en cualquier casa en que entréis, decid primeramente:
Paz a esta casa. 6 Y si hay allí algún hijo de la paz, se posará sobre él
vuestra paz; pero, de lo contrario, retornará a vosotros. 7 Permaneced, pues,
en aquella casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan; porque el obrero merece
su salario. Y no andéis de casa en casa. 8 En cualquier ciudad donde entréis y
os reciban, comed de lo que os presenten, 9 curad los enfermos que haya en
ella, y decidles: "El reino de Dios está ya cerca de vosotros." 10
Pero, en cualquier ciudad donde entréis y no quieran recibiros, salid a las
plazas y decid: 11"Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos pegó a los
pies, lo sacudimos y os lo dejamos; sin embargo, sabed bien: el reino de Dios
está cerca." 12 Os aseguro que, en
aquel día, será más tolerable la suerte de Sodoma que la de esa ciudad.
13»¡Ay de ti, Corazaín! ¡Ay de ti, Betsaida!
Porque, si en Tiro y Sidón se hubieran realizado los milagros realizados en
vosotras, ya hace tiempo que, cubiertos de cilicio y sentados sobre ceniza, se
habrían convertido. 14 Por eso, pues:
en el juicio, será más tolerable la suerte para Tiro y Sidón que para vosotras.15
Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso serás
levantada hasta el cielo? ¡Hasta el infierno has de bajar! (Is 14,
13.15)."
16 »Quien
a vosotros escucha, a irá me escucha; y quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia; pero quien me
desprecia a mí, desprecia a aquel que me ha enviado.»
Lucas
ofrece aquí, después del discurso de la misión de los doce apóstoles (Lc 9,1-6) tomado de Mc 6,66-13, un discurso de
contenido análogo, dirigido a los «otros setenta [y dos]» discípulos, conocido
también por Mateo, quien lo ofrece fundido en una sola unidad con el discurso a
los doce apóstoles (y otros pasajes diferentes). Es posible que tengamos en
Lucas —aparte de algunos detalles en la forma de expresión— la forma más
originaria del discurso. En este caso podría ser que Lucas lo hubiese
encontrado ya, en su fuente, como discurso dirigido a los 70 [ó 72] discípulos y
no a los doce.
Que Mateo
lo haya fundido en una unidad con el discurso de Mc 6,6¿-13, no es dada la manera sistematizante en que Mateo une
por regla general pasajes de contenido análogo para formar nuevas unidades—
prueba concluyente de que el primer evangelista no hubiera conocido el discurso
como dirigido a los 70 [ó 72], tal como aparece en Lucas. Tampoco Lc 22,35,
pasaje en el que Jesús recuerda a los doce,
los únicos que están presentes en la última cena, el momento de su envío
«sin bolsa, sin alforja y sin sandalias», parece que tenga que ser una prueba
segura de que 10.1 ss sólo sea una tradición paralela de 9,l ss, ya que, de
hecho, ambos versículos dan expresión a lo mismo.
Cierto es,
por otra parte, que en el NT nunca se hace mención de los 70 [ó 72] discípulos,
sino sólo más tarde en la literatura paleocristiana dependiente de Lucas. Que
Lucas haya sido el primero en dirigir este discurso a los 70 [ó 72] discípulos,
por haber supuesto — siguiendo la idea antigua de los 70 ó 72 pueblos de la
tierra — 72 mensajeros enviados a los gentiles en correspondencia de los doce apóstoles
para Israel, es una hipótesis insostenible, ya que según Lc 24,47 la misión
entre los paganos es confiada a los doce, y los 72 discípulos aquí sólo
son enviados a localidades judías, no a los samaritanos o a los gentiles.
La coincidencia de contenido y en parte también de forma con el discurso a los
doce puede explicarse muy bien por la semejanza de su finalidad objetiva y por
la asimilación producida por la tradición entre ambos discursos.
Probablemente
la solución verdadera de la cuestión está en suponer una sola misión, de modo que L 9,1-6 y 10,1-16 no sean realmente
sino simples relatos paralelos, pero que Jesús no envió sólo a los doce, sino
un círculo más amplio de discípulos. La predicación misional no fue entonces,
lo mismo que tampoco más tarde después de la resurrección, un privilegio de los
doce. El número de 70 [ó 72] no tiene entonces que ser tomado al pie de la
letra, sino como lo que realmente es, como número redondo. A donde envió Jesús
los 70 discípulos, dónde se encontraba en el momento de enviarlos, cuál fue su
actividad durante su ausencia, todo ello son preguntas a las que no nos da el
evangelista respuesta alguna. La tradición no mostró interés por estas
cuestiones, conservando sólo las palabras pronunciadas con ocasión del hecho
mismo de la misión o envío. Pero no parece que haya que suponer que Jesús, entre
tanto, no tuviera discípulos junto a sí y que estuviera inactivo, ya que la
misión de los discípulos para la predicación del mensaje de la venida del reino
de Dios no era otra cosa que la continuación y la ampliación de la misión
propia del mismo Jesús.
«Después
de esto» no es un dato temporal exacto (cf. 5,27), sino que sólo sirve para
enlazar con lo anterior. Los 72 discípulos no deben marchar ante Jesús sólo
para irle buscando alojamiento, como los enviados que se mencionan en 9,52,
sino más bien, al igual que los doce, cuya misión queda implícitamente referida
por el término «otros», para predicar el evangelio y preparar el camino para el
mensaje de Jesús. Dada la inseguridad de la tradición del texto no puede ser
decidido con certeza si es 70 ó 72 el número originario. El 72 lleva ventaja,
por ser tan explicable un redondeamiento del número, como sería extraña la
variación en 72 del número solemne de 70 (Zahn)
El v. 2
forma también en Mt 9,37s la introducción del discurso. Los discípulos deben, a
pesar de su propia condición de segadores, rogar «al dueño de la mies» por el
envío de los mismos, ya que de él depende el éxito de su trabajo.
El v. 3,
que en Mateo (10,16) forma la transición del discurso de la misión de los
discípulos al pasaje siguiente, va sólo en una relación muy débil con el v. 2 y
sobrepasa la situación misma de la primera misión de los discípulos. En él se
dice lo que espera a los discípulos en su viaje misional. Al menos en general,
no serán recibidos con brazos y corazón abiertos, sino que se ofrecerá el odio
como respuesta a su mensaje de salvación. Como resultado se les promete, no una
cosecha abundante, sino escasa y laboriosa.
El v. 4a
corresponde, por su contenido, a 9,3 = Mc 6,8s. Los discípulos son enviados
en pobreza y deben quedar encomendados a la hospitalidad de aquellos a los que
se dirigen. En lugar del cinturón (para guardar el dinero del viaje) se
menciona la bolsa del dinero, que se llevaba en el cinturón o en un repliegue
del vestido; el calzado se prohíbe de manera expresa; cf. en Mc 6,8s.
La
prohibición hasta del saludo en el camino, prescrito por la costumbre (siguiendo
a 2Re 4,29), significa que los discípulos no deben dejarse detener por nada en
su cometido ni pararse a conversaciones con simples caminantes. A continuación
sigue, en los vv. 5-12, una instrucción sobre la forma en que deben proceder en
su trabajo de misión misma: los v. 5-7, sobre su comportamiento en las casas; los
v. 8s, en su presentación en los lugares públicos de la ciudad. Los v. 10-12
describen el destino de una ciudad infiel.
Lo que
durante el camino les estaba prohibido, debe ser lo primero a lo que procedan
al entrar en una casa. El deseo de la paz, forma semítica del saludo; va
concebido en un valor real y efectivo, que difundirá de hecho la «paz», cuya
virtud reposará sobre el que sea un «hijo de la paz», esto es, que esté
destinado a salvarse. En el caso de que dirijan su saludo a quienes no son dignos
de él, no será, a pesar de todo, pronunciado en vano; la bendición divina que
en él y con él emiten, se tornará en favor de ellos mismos.
El v. 7 =
9,4 = Mc 6,10. La hospitalidad que se les ofrezca, deben aceptarla sin
reservas, ya que el sustento y el alojamiento son sólo una compensación
material de los dones espirituales que ofrecen, son una especie de salario, no
una limosna. Todo cambio de alojamiento, por ejemplo, de uno más humilde a otro
mejor acomodado, debe ser omitido para no provocar escándalo. Su misión no debe
limitarse a una actividad reservada y oculta en el interior de cada una de las
casas, sino que deben presentarse también en público. Junto con la predicación
de la venida del reino de Dios forma también parte de su tarea la curación de
enfermos (cf. 9,2).
Los v. 10 ss.
(= 9,5 = Mc 6,11) forman la contraposición negativa a los v. 8 ss. Donde
tropiecen con una actitud de recusación, no deben perder mucho tiempo en
intentos inútiles, sino anunciar públicamente a los habitantes que abandonan su
ciudad al juicio divino, y que el reino de Dios, a pesar de todo, ha llegado
ya, aunque no a ellos.
El mensaje
de la salud se convertirá en la perdición de aquellos que los rechacen. El
juicio sobre una ciudad que rechace el evangelio será «en aquel día», esto es,
en el día del juicio final, más severo que el que caiga sobre la impía Sodoma
(cf. Ez 16,48-50), que rechazó la visita de los ángeles. No se hace aquí
referencia al castigo real histórico del judaísmo en el año 70, como tampoco a
la destrucción histórica de Sodoma.
La amenaza
a las tres ciudades galileas (v. 13-15), que interrumpe la conexión entre el v.
12 y el 16, va unida con el v. 12, de temática semejante, sólo por contacto de
palabras nexo. La profecía conminatoria de Jesús no se dirige aquí a una de las
ciudades que va a ser visitada por los discípulos, sino a aquellas en que él mismo
ha actuado durante más largo tiempo. Mateo encontró también estos versos en el
contexto en que los conserva Lucas, como se prueba por Mt 11,24, pasaje en que
se repite 10,5 (= Lc 10,12) tras 11,23 (= Lc 10,15). Corazaín, ciudad que hay
probablemente que identificar con las actuales ruinas de Kirbet Kerase, media hora
al norte de Tell Hum (= Cafarnaúm), es nombrada en la Biblia sólo en este
pasaje. Estas ciudades recibieron las tres, en forma especial, el favor y la
gracia de Jesús. Si a pesar de ello fueron infieles e impenitentes, es tanto
mayor la medida de su culpa y tanto más severo- el juicio que, por ello, les
espera. Hasta a las mismas ciudades paganas de Tiro y Sidón (cf. Mc 7,24.31),
amenazadas con frecuencia con el castigo por los profetas del AT, les espera un
juicio más benigno; si hubieran recibido el mismo favor, hubieran hecho penitencia
cubiertos de cilicio y ceniza (que se esparcía por la cabeza o sobre la que se
tomaba asiento). De manera especial queda mencionada Cafarnaúm, elegida por Jesús
como «su ciudad» (Mt 9,1), ya al principio de su actividad pública. Por ello
recibirá no una distinción especial, sino una ignominia tanto mayor en el día
del juicio.
Las
solemnes y tajantes palabras del v. 16 forman, también en Mateo, el final del
discurso de la misión y aparecen en otro contexto en Mc 9,37 par. Por ser Jesús,
enviado por su parte por el Padre, quien envía los discípulos, la recusación de
éstos significa, al mismo tiempo, una recusación de Jesús y del mismo Dios. El
v., por tanto, también encierra al mismo tiempo una amenaza de castigo.
Fuente: Schmidt, Josef
- El Evangelio Según San Lucas (pp. 263-268)
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