¿CÓMO ACTÚA LA MISERICORDIA DE DIOS? EL ENCUENTRO DE JESÚS Y ZAQUEO

 


Gracia y Paz de parte de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor. (2 Cor 1, 3).

 Solo en la medida que hemos experimentado la Misericordia de Dios en nuestras vidas, podremos comprender la necesidad que tenemos de ser misericordiosos con los demás, sin juzgarlos por sus pecados o errores, sin creernos mejores cristianos que otros. Eso no nos corresponde a nosotros hacerlo. Dios es un amante de la humanidad y no quiere la muerte del pecador, al contrario, quiere que tenga vida. No olvidemos que creemos y oramos a un Dios Padre Misericordioso.

 La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes. (2 Cor 13,13).

 

Jhoani Rave Rivera (C.O.P.S.)

¿CÓMO ACTÚA LA MISERICORDIA DE DIOS?  EL ENCUENTRO DE JESÚS Y ZAQUEO

El evangelio de San Lucas tiene por objetivo comunicarnos la liberación que Jesús ha venido a otorgarnos a todos. Jesús es el Señor que libera, pero esa salvación que el Señor nos concede la realiza desde la misericordia. Recordemos que la misericordia no es un simple sentimiento; consiste en una virtud muy importante: dar algo de mí mismo a la pobreza del corazón de mi hermano. En la narración que vamos a leer observaremos el corazón pobre de Zaqueo. Un corazón falto de perdón y comprensión. Jesús ejerce con el duro cobrador de impuestos el difícil arte de la ternura. La misericordia de Jesús se transforma en perdón y devuelve a la vida de Zaqueo la humanidad perdida.

1. Situación de la narración en el conjunto del Evangelio.

  El fragmento que nos cuenta la historia de Zaqueo (19,1-10) se halla ubicado en la sección central del evangelio: el viaje de Jesús con sus discípulos desde Galilea hasta Jerusalén (9,51-19,27). Durante toda esta larga sección, Jesús dedica la mayor parte de su tiempo a instruir a los discípulos. De alguna manera Jesús se hace Palabra dispuesta a preparar a sus amigos para vivir el tiempo de la Iglesia. Jesús enseñará a los discípulos que la verdadera misericordia pasa siempre por el perdón.

 Notemos un segundo detalle, especialmente importante, en cuanto a la posición del texto. La narración de Zaqueo se halla, prácticamente, al final de la sección del viaje a Jerusalén y justo antes del inicio de los relatos concernientes a la pasión del Señor. Al final de su largo viaje Jesús enseñará a sus discípulos a convertir la misericordia en perdón.

 Al final de su vida, en el dolor de la Cruz, Jesús también convertirá la misericordia en perdón: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (23,34). Al final de su viaje y al término de su vida, Jesús nos enseña la virtud de saber perdonar. ¿No será que la capacidad de perdonar es la mejor manifestación de la auténtica misericordia?

 El Nuevo Testamento lleva siempre a su plenitud algún aspecto del Antiguo Testamento. Este episodio presenta similitudes y diferencias con otro muy importante de la Antigua Alianza: la entrada de Josué en la Tierra Prometida conquistando la ciudad de Jericó (Jos 6). El pueblo de Israel, guiado por Moisés, había emprendido un largo periplo desde Egipto hacia la Tierra de Promisión. Josué llega a la ciudad de Jericó, y por la fuerza de las armas toma aquella villa. La conquista le permite entrar en Tierra Santa y tomar posesión del país que Dios había otorgado a sus antepasados. Antes de tomar la ciudad, Josué se encuentra con una mujer marginada: Rahab. Ésta le ofrece una hábil estrategia para tomar fácilmente la ciudad sin necesidad de perder ningún guerrero en el combate. Una vez que ha conquistado Jericó, y como acto de gratitud, Josué ejerce la misericordia con aquella mujer y con su familia permitiéndoles seguir con vida (Jos 6,22-23).

Jesús, guiando a sus discípulos, emprende también un viaje desde Cafarnaúm a Jerusalén. Jesús llega a Jericó y conquista aquella ciudad representada por Zaqueo. No lo hace con el poder militar, sino con la fuerza de la misericordia convertida en perdón. Desde Jericó, el Señor se dirige a tomar la Ciudad Santa, pero no lo hará con el poder de las armas sino desde la debilidad de la Cruz. También, en Jericó, ejerce el Señor la misericordia con alguien marginado: el cobrador de impuestos.

 Apreciemos la importancia que tiene la situación del fragmento en el conjunto del evangelio. La simple posición de este texto nos enseña tres cosas: Jesús se hace Palabra enseñándonos el perdón; prepara la actitud del creyente ante las adversidades de la vida representadas por la pasión; y, finalmente, nos indica la culminación y superación del Antiguo Testamento en el Nuevo.

 

2. Lectura del texto (19,1-10)

 

Entró Jesús en Jericó y comenzó a atravesar la ciudad. En esto un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores y muy rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Para verlo se adelantó corriendo y se subió a una higuera, porque tenía que pasar por allí. Al llegar a aquel sitio, levantó Jesús la vista y le dijo:

-Zaqueo, baja enseguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa.

 Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver aquello murmuraban todos: - ¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador!

Zaqueo se puso en pie y le dijo al Señor:

-Mira, la mitad de mis bienes. Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien le he sacado dinero, se lo restituiré cuatro veces.

Jesús le contestó: -Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo.

 

3. Elementos del texto.

 a) Jericó.

 La ciudad de Jericó era un núcleo urbano importante, situado de manera estratégica entre las regiones de Judea y Perea. Al ser zona fronteriza disponía de un servicio de aduanas y de una guarnición militar relativamente grande. También era zona de intercambios comerciales al confluir en ella un nudo de comunicaciones significativo. El rey Herodes construyó al lado de la ciudad antigua una ciudad nueva y la dotó de palacios y termas.

La situación comercial, fronteriza, aduanera y militar, otorgaba a la ciudad un ambiente cosmopolita un tanto alejado del cumplimiento estricto de las leyes judías referentes a la moral. La presencia de soldados, comerciantes y numerosos viajeros hacían que la ciudad fuera en cierta medida una urbe con muchos lugares de diversión. Desde una perspectiva histórica, la ciudad había gozado de un gran prestigio. Recordemos que es una de las ciudades más antiguas que se conocen, y el AT le concede un gran papel (Jos 6- 7).

 b) Zaqueo.

La palabra "Zaqueo" es un diminutivo de "Zacarías", nombre que significa probablemente: "El Señor se acuerda de nosotros". El nombre es un diminutivo popular que posiblemente era utilizado como apodo; indica por tanto que la persona era muy conocida.

Su profesión consiste en cobrar los impuestos. En la época de Jesús las contribuciones gravaban muy duramente al pueblo judío. El sistema impositivo era muy severo y, capilarmente, llegaba a todos los estratos de la población. Cobraban impuestos los romanos, pero también los cobraba el rey Herodes, y había que pagar además un pequeño diezmo al Templo.

El impuesto realmente duro y gravoso era el impuesto cobrado por los romanos. El cobro se realizaba, a veces, de forma violenta y mediante la extorsión y el abuso. Generalmente se exigía mucho más de lo que una persona podía pagar, lo que implicaba el empobrecimiento progresivo de la población y en algunas ocasiones la reducción a la esclavitud de los deudores insolventes.

Zaqueo era muy rico debido a su oficio de jefe de publícanos. Cobrar impuestos permitía realizar cualquier arbitrariedad, lo que repercutía en el rápido enriquecimiento del cobrador. El hecho de ser recaudador implicaba que Zaqueo fuera mal visto y, a la vez, muy temido por las gentes. Como él mismo confesará, el ejercicio de su profesión había dado lugar a que cometiera algunas injusticias, como hacían habitualmente los recaudadores de entonces.

 Era pequeño de estatura, la gente no le permite ver pasar a Jesús. Tal vez fuera una persona dada a protagonizar gestos curiosos, observemos lo que nos dice el texto: corre entre la gente y se sube a un sicómoro. Nos da la impresión de un personaje pintoresco: pequeño, lo conocen mediante un mote, la gente lo teme, se ha enriquecido a costa de los demás, es un colaboracionista del dominio romano. El hecho de ejercer la profesión de recaudador de impuestos implicaba la exclusión de la vida religiosa del resto de los judíos. Los cobradores eran un tipo de gente despreciada, pero también muy temida a causa de su dinero y su poder coercitivo.

 Jesús llevaba bastante tiempo predicando, era ya un personaje famoso que estaba a punto de cruzar Jericó de paso hacia Jerusalén. Entonces Zaqueo intenta ver a Jesús. Entre la multitud abigarrada quiere ver quién es aquel personaje, tan famoso, que cruza la ciudad.

 Zaqueo intentaba ver a Jesús, pero no podía. Su pequeña estatura y la muchedumbre de gente que se agolpaba en torno se lo impedía. La gente no solamente le impedía ver a Jesús físicamente, se lo imposibilitaba también moralmente: Zaqueo era un cobrador de impuestos, pequeño, excluido de las prácticas religiosas judías, motejado; quizás, no amado por nadie, pero sí temido por todos.

 Estas ideas de la gente respecto de su persona, ciertamente habrían influido en su manera de pensar y de percibir su existencia. La vida de Zaqueo ya estaba modelada; él se enriquecía cobrando impuestos y sus conciudadanos lo temían y odiaban: no era posible cambiar nada. La salvación, la misericordia, la persona de Jesús, pasa a su lado, pero nada ni nadie -según su forma de pensar- puede hacer nada por su vida. Su suerte está echada para siempre, su modo de vida lo ha empequeñecido y el desprecio de los demás le impide detectar un futuro distinto.

 

 c) La gente La gente le impedía ver a Jesús.

 La gente no significa sólo un grupo de personas; también significa lo que piensa la gente. La opinión de las personas respecto de Zaqueo hace imposible que aquel hombre vea a su salvador. Cuando Jesús se ha alojado en casa de Zaqueo, la gente murmura. Critican duramente la decisión de Jesús: "¡Ha ido a hospedarse a casa de un pecador!". Zaqueo es un pecador. ¡Qué palabra más dura! Un hombre perverso que ha roto sus relaciones con Dios. Un hombre impuro, uno que no tiene derecho a cambiar de vida, ni a liberarse. Una persona a la que no se permite sentirse bien junto a Dios, ni contemplar el rostro de Jesús.

 La opinión de la gente hace de Zaqueo un hombre pequeño para siempre. La muchedumbre traba al cobrador de impuestos su contacto con Jesús. Todos somos hijos de Dios, pero a veces, lo que de nosotros se piensa y se opina nos disminuye, sobre todo si nadie nunca nos ha valorado en aquello que realmente somos.

 d) Jesús.

 Jesús cruzaba la ciudad en dirección a la Ciudad Santa, en la que iban a tener lugar los acontecimientos que recordamos el Domingo de Ramos. Jesús llega a Jericó con fama de salvador, por eso lo rodea una multitud de curiosos. Pero la única persona en la que el Señor fija su atención es en Zaqueo. La forma de vida de Zaqueo con relación a su pueblo era injustificable. En cambio, Jesús es a la única persona que mira.

 Jesús tiene con Zaqueo una actitud caracterizada por dos verbos:

  se fija en él "levantando los ojos" y le "habla"; verbos muy sencillos y a la vez muy profundos:

 - Levantar la vista: ...levantó Jesús la vista...

 Recordemos el caso de Jesús cuando levanta los ojos al cielo y el evangelio nos dice: "Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, alzando los ojos al cielo, los bendijo, los partió y los dio a los discípulos para que sirvieran a la gente" (Lc 9,16). El fragmento se encuentra en la multiplicación de los panes.

 El verbo significa "mirar en profundidad", "mirar con la intención de hacer el bien", "con la intención de ejercer la misericordia". El mismo verbo ha sido utilizado en el fragmento anterior del evangelio (18,35-43) con la intención de devolver la vista a un ciego. Mirar en profundidad no es ver detalladamente la realidad; es mirarla con el deseo de transformarla desde la misericordia y la ternura.

  - Decir: ... y le dijo...

 Este verbo no significa, simplemente, el hecho de pronunciar sonidos con los labios. Su acepción más genuina es la de "comunicar" algo que tiene una fuerte repercusión en la vida de quien lo escucha. Para aclarar el sentido del término hagamos una breve referencia al AT.

 El pueblo de Israel padece en Babilonia la dureza del exilio. El pueblo clama al Señor y le pide ayuda. Entonces Dios, mediante un profeta, le dirige su palabra de sosiego: "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle: que se ha cumplido su servicio..." (Is 40,1).

 El "decir" de Dios a su pueblo no se limita a pronunciar palabras. Comunica el consuelo a Israel y le anuncia la pronta liberación. El "decir" de Dios cambiará radicalmente la vida de los exiliados. Cuando Dios habla se revela. La llamada de Jesús a Zaqueo es la revelación de Dios, y su mirada transmite su misericordia.

 Jesús le dice: "...baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Observemos que Jesús no le recrimina nada a Zaqueo de su vida pasada; y objetivamente -al ser cobrador de impuestos- habría muchas cosas que reprocharle. Convengamos que es bastante lógica la reacción de la gente ante la actitud de Jesús: Zaqueo era un pecador y, en general, mal visto por los judíos.

 Hay un detalle en el texto que no debe pasarnos por alto. Jesús dice a Zaqueo: "...hoy tengo que alojarme en tu casa...". Esta expresión tan sencilla "tengo que" la utiliza Jesús en algunos momentos cruciales de su vida:

 Cuando Jesús se ha perdido en el Templo y sus padres le encuentran entre los doctores, él les dice: "¿No sabíais que yo tenía que estar en la casa de mi Padre?" (2,49). Más adelante dirá: "También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios; para eso me han enviado" (4,43). Comenta a los discípulos: "El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser rechazado por los senadores..." (9,22); "...tengo que seguir mi viaje, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén" (13,33); "...porque os digo que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito..." (22,37); etc.

 La vida de Jesús no es fruto de la improvisación ni resultado de la casualidad. La vida de Jesús responde a un proyecto: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la buena nueva a los pobres " (4,18). La vida de Jesús da plenitud al proyecto de Dios en favor de los hombres: "...todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí tenía que cumplirse" (24,44). Por eso el Señor "...tiene que..." hospedarse en casa de Zaqueo, porque Él es la liberación de Dios entre los hombres. Nunca nadie se ha preocupado de que Zaqueo fuera humanizado, por eso es necesario que Jesús mismo emprenda esta tarea.

 Zaqueo obedece a Jesús y hace exactamente lo que Él le ha dicho. Por el contrario, la multitud se siente sorprendida y molesta con el gesto de Jesús: no pueden entender la razón que lleva a Jesús a hospedarse en casa de un pecador. Zaqueo adquiere ante Jesús una doble actitud:

  - Está de pie: ...Zaqueo se puso en pie...

 Estar en pie ante alguien es el verbo que expresa la dignidad humana. La mirada de Jesús y sus palabras han devuelto la dignidad personal a Zaqueo. Antes el texto nos lo había presentado como un personaje de baja estatura a quien la gente impedía ver el paso de Jesús. La mirada y la palabra de Jesús, le ha devuelto la dignidad de saberse alguien ante los demás y ante sí mismo.

 Recuperar la dignidad, ponerse de pie, es una metáfora del perdón. Cuando recibimos el perdón recuperamos y aceptamos nuestra auténtica humanidad. Solamente el perdón libera. Únicamente el perdón, a pesar de nuestras bajezas, nos permite estar de pie ante el Señor y ante los hermanos.

- Jesús es el Señor: ... y dirigiéndose al Señor le dijo... Cuando Zaqueo subió al sicómoro, quizá, sólo pretendía ver a un personaje famoso, buen orador y con fama de milagrero. Pero ese personaje le ha hablado y lo ha mirado, y con estas acciones le ha devuelto su dignidad de persona. Zaqueo ha sido perdonado.

 Después de este encuentro personal y trascendental en su vida, Jesús ya no puede ser simplemente un personaje famoso e interesante. A partir de ahora Jesús es el Señor. El que ha cambiado para siempre su corazón. Zaqueo ya no servirá más a los pequeños señores a quienes daba culto: el dios del miedo que infundía a sus vecinos, y el dios de la soledad y el aislamiento con el que le pagaban las gentes. Zaqueo ha llegado a la fe, ha descubierto a Jesús como el único Señor de su vida.

 e) La conversión.

 Únicamente quien ha recibido el perdón es capaz de convertirse. Habitualmente nuestra mentalidad es distinta. Cuando nuestra vida se desenvuelve en el mal, pensamos que lo primero que hay que hacer es un esfuerzo personal por convertirnos. Creemos que cuando nos hayamos vuelto buenos a causa de nuestro esfuerzo, entonces Dios nos perdonará. Los ojos humanos contemplan este proceso: pecado, conversión, perdón. Pero los ojos de Dios siguen un proceso distinto: pecado, perdón, conversión. Observemos este camino en la narración de Zaqueo.

 Zaqueo es ciertamente un pecador. Pero es Jesús quien primero lo mira y le habla. Son los ojos y la voz de Jesús los que devuelven la dignidad a Zaqueo. Al haber oído la palabra de Jesús y haber percibido su mirada, Zaqueo se pone de pie y lo reconoce como Señor. La misericordia de Jesús, transmutada en perdón, ha puesto de pie a Zaqueo. El recaudador de impuestos ha aceptado la mirada del Señor, ha sido perdonado; ahora ya puede convertirse.

 ¿Qué significa convertirse? Convertirse es transformar en obras de misericordia el perdón que gratuitamente hemos recibido de Dios. Zaqueo se convierte: comienza a traducir en misericordia el perdón significado en la mirada y en la palabra de Jesús: -

 “La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres...”

 En tiempos de Jesús un grupo religioso importante era el de los fariseos. Se caracterizaban por cumplir la Ley de una manera muy estricta. Esta conversión, dar la mitad a los pobres, sería un cambio muy pequeño, simplemente pasaría de ser un publicano a ser un fariseo. Cuando uno había robado alguna cosa, la Ley mandaba devolver el doble de la cantidad robada. Un fariseo se limitaría a observar esta prescripción, y devolvería el doble de lo robado. Si Zaqueo actuara así se limitaría a cumplir simplemente las normas de honradez, pero él va mucho más lejos...

“- ...y si a alguien le he sacado dinero, se lo restituiré cuatro veces más”

 Zaqueo muestra una gran generosidad. Su restitución se adecúa a las prescripciones más exigentes de la Ley: "Cuando un hombre roba un buey o una oveja y los mata o los vende, debe restituir cinco bueyes por cada buey y cuatro ovejas por cada oveja" (Ex 21,37); "lo que se ha robado debe devolverse con un recargo de una quinta parte de más" (Lv 5,21-24). Zaqueo devuelve mucho más de lo que la Ley prescribe. Quien ha recibido generosamente el perdón de Dios no pone límites al ejercicio de la misericordia. Entrega a la pobreza del corazón de su hermano mucho más de lo prescrito por las normas.

 f) El final de nuestra historia.

 ¿Por qué ha perdonado Jesús a Zaqueo? Escuchemos en la cálida voz del texto las palabras del Señor: "...pues también él es hijo de Abrahán". Por el mero hecho de ser persona humana (hijo de Abrahán) Zaqueo tiene capacidad de percibir la misericordia de Dios. Los hombres, simplemente en razón de nuestra propia humanidad, tenemos la dignidad plena para estar de pie ante Dios y recibir de él su perdón y su misericordia.

 "Hoy ha llegado la salvación a esta casa...":

 nuestra liberación consiste en aceptar la mirada y la voz que Dios nos dirige. La aceptación de la mirada de Dios nos otorga el perdón, y una vez perdonados podemos convertirnos y vivir en el amor. ¿Cuántas veces nuestra pequeñez y la opinión de la gente que nos rodea, nos impiden dejarnos mirar por Jesús?

 La última línea de la narración es especialmente significativa: "Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo". La finalidad de la acción de Jesús no es otra que la de liberar al oprimido por cualquier causa. Estas palabras nos traen el eco de otros fragmentos del evangelio, pero vamos a fijarnos solo en un elemento: el Hijo del Hombre.

 En tiempos de Jesús la gente esperaba ansiosamente la llegada de un salvador. Todo el mundo deseaba la llegada de alguien que desde el poder y con una apariencia deslumbrante trajera al mundo un tiempo de felicidad y de paz. Jesús es el Señor que aporta a todos la liberación esperada. Pero no nos la trae desde la apariencia deslumbrante, ni mediante una gran capacidad económica, ni tampoco a través de un poder apabullante.

 Jesús nos trae la liberación esperada, pero actúa de un modo completamente diverso al deseado por los hombres. Jesús libera mediante la actitud de servicio, la vida compartida y la existencia humilde. El AT, cuando se refiere a un personaje caracterizado por estas actitudes (compartir, servir y ser humilde), lo denomina Hijo del Hombre; por eso Jesús es el Hijo del Hombre esperado.

 Zaqueo se ha encontrado con Jesús, el Señor. Ese encuentro personal le ha permitido descubrir el auténtico señorío de Jesús, el Hijo del Hombre. El cobrador de impuestos sabe que, a partir de ahora, su vida ha de ser semejante a la de su verdadero Señor. La vida compartida, la existencia humilde y la actitud de servicio permitirán a Zaqueo verter en el corazón pobre de sus hermanos la misericordia que él mismo ha recibido gratuitamente de Jesús.

 4. Síntesis final.

  El evangelio de Lucas es el texto de la misericordia de Dios. Jesús es el Señor que nos trae la liberación mediante el ejercicio fiel de la misericordia. La misericordia no es un concepto sino una realidad que se manifiesta con muchas caras. El primer rostro de la misericordia de Dios con los hombres es el perdón. El episodio de Zaqueo nos muestra la misericordia de Dios convertida en perdón.

 Zaqueo es el prototipo de persona al que las circunstancias de la vida y sus propias acciones, le han llenado el corazón de amarga culpabilidad. La opinión de las gentes y su propio sentimiento de culpa hacen de Zaqueo una persona empequeñecida. Él piensa que en su vida no es posible ningún cambio. Únicamente es posible sobrevivir provocando miedo en los demás, y soportando la dura respuesta del odio y el desprecio.

 En el seno de este círculo vicioso hace acto de presencia inesperadamente Jesús de Nazaret. Él, con su mirada y su palabra, otorga el perdón a Zaqueo. Una vez perdonado, Zaqueo recobra su dignidad humana y, poniéndose de pie, reconoce a Jesús como el único Señor de su vida. El perdón permite a Zaqueo convertirse, y una vez convertido puede iniciar la senda del bien, que no es otra cosa que repartir entre sus hermanos la misericordia vertida por Jesús en su propia existencia.

 Jesús no libera a Zaqueo por casualidad. La vida Jesús es la encarnación del proyecto liberador de Dios entre los hombres. Jesús "tiene que" liberar al cobrador de impuestos porque para esta misión ha sido enviado. Pero Jesús libera de un modo muy especial. Él es el Hijo del Hombre que nos trae la liberación de Dios convertida en servicio, humildad y vida compartida.

 

Fuente: Frances Ramis Darder. 

Lucas, el Evangelista de la ternura de Dios

P. 57-67

Comentarios

Entradas populares