DOMINGO DÉCIMO DE LUCAS. JESUS CURA A LA MUJER ENCORVADA (Lc 13: 10-17)
Megalomártir Bárbara. Nuestro Venerable Padre Juan
Damasceno (†749).
Tono VIII
EN LAUDES
Tercer Evangelio Matutino
(Marcos 16: 9-20)
EN
Primera Antífona - Tono II
(Stíjo) Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser,
bendiga su santo nombre Coro: Por las Intercesiones de la Theotokos,
Salvador, Sálvanos. (Stíjo) Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides todas sus recompensas. Coro: Por
las Intercesiones… (Stíjo) El Señor preparó Su trono en el cielo, y su reino
gobierna sobre todo.
Coro: Por las Intercesiones… Gloria... Ahora...
Segunda Antífona – Tono II (Salmo 46)
(Stíjo) ¡Alaba alma mía al Señor, cantare a mi Dios mientras exista! Coro: Sálvanos, Oh Hijo de Dios, Tú que eres Maravilloso en Tus Santos, Te cantamos: Aleluya. (Stíjo) Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob; su esperanza está en el Señor su Dios. Coro: Sálvanos, Oh Hijo de Dios… (Stíjo) El Señor reinará para siempre; tu Dios, oh Sion, por todas las generaciones. Coro: Sálvanos, Oh Hijo de Dios…Gloria… Ahora… “¡Hijo Unigénito y Verbo de Dios! Tú que eres Inmortal…”
Tercera Antífona - Tono IV (Salmo 45)
(Stíjo) Este es el día que hizo el
Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. Apolitiquio de la resurrección.
(Stíjos) Que el cielo y la
tierra alaben su nombre.
Apolitiquios
1º) De
la Resurrección. Tono VIII
Εξ ύψους
κατήλθες, ο εύσπλαχνος, ταφήν κατεδέξω τριήμερον, ίνα ημάς ελευθερώσης τών
παθών, η ζωή καί η ανάστασις ημών, Κύριε, δόξα σοι.
De las alturas descendiste, Compasivo, admitiste
sufrir la sepultura, de tres días, para librarnos de las pasiones. Vida y
Resurrección nuestra, Señor, gloria a Ti.
2°) Apolitiquio de Santa Bárbara (Tono VIII)
Vengan, honremos a la venerabilísima santa Bárbara.
Porque, con la ayuda del arma de la Cruz; ella, destruyó las trampas del enemigo
y, como pájaro, se escapó de ellas hacia Dios.
3°) Apolitiquio de San Juan Damasceno (Tono VIII)
4°) Del Templo: Tu nacimiento Madre de Dios Virgen, anunció la alegría a todo el universo. Porque de Ti resplandeció el sol de justicia Cristo nuestro Dios, anulando la maldición y concediendo la bendición y destruyendo la muerte, otorgándonos la vida eterna.
Contaquio de la ante-Fiesta de la Natividad
Hoy,
Proquímeno. Tono VIII Sal 29:
Dios es admirable en sus santos.
Verso: ¡Bendigan al
Señor en sus asambleas, bendigan al Señor, hijos de Israel!
Epístola
Carta del Apóstol Pablo a los Gálatas (3: 23 - 4: 5)
Hermanos 23Antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse. 24De manera que la ley fue nuestro pedagogo hasta la llegada de Cristo; a partir de aquí somos justificados por la fe. 25Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos a merced el pedagogo, 26pues todos son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 27Los que se han bautizado en Cristo se han revestido de Cristo, 28de modo que ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús. 29Y si son de Cristo, ya son descendencia de Abrahán, herederos según la promesa. 4:1Pienso yo que el heredero, mientras es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, a pesar de ser dueño de todo. 2Suele estar a cargo de tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el padre. 3De igual manera, también nosotros, mientras éramos menores de edad, vivíamos esclavizados a los elementos del mundo. 4Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, 5para rescatar a los que se hallaban sometidos a ella y para que recibiéramos la condición de hijos.
Aleluya
evangelio
Santo Evangelio según San
Lucas (13: 10-17)
En aquel tiempo, 10Estaba Jesús
un sábado enseñando en una sinagoga, 11y
había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba
encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. 12Al
verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» 13Y le impuso las manos. Y al instante se
enderezó, y glorificaba a Dios. 14Pero
el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en
sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues,
esos días a curaros, y no en día de sábado.» 15Le
replico el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en
sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? 16Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató
Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en
día de sábado?» 17Y cuando decía estas
cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se
alegraba con las maravillas que hacía.
Reflexión sobre el Evangelio
La
lectura evangélica de hoy subraya al amor infinito de Dios para con el ser
humano. Al mismo tiempo es una condena a las formalidades religiosas y a la
hipocresía. De tal manera, es un mensaje sonoro para nuestra época también, ya
que los peligros mencionados están siempre a la vista entre los miembros de la
Iglesia. Dios le dio a la humanidad normas para organizar y regir su vida. Pero
muchas veces las normas, las disposiciones legales y las formalidades
religiosas se convierten en obstáculos, atrapan al ser humano y ahogan su
libertad. Eso pasó en el judaísmo de la época de Cristo, lo mismo puede suceder
también en el cristianismo de todas las épocas, cuando las personas no asuman
la forma como medio sino como fin. Entonces el escalón para la hipocresía
religiosa no está lejos. Todo aquel que no quiere caminar por el camino difícil
del amor y del sacrificio, se encierra en la formalidad externa religiosa. De
esa forma cree haber cumplido con sus obligaciones frente a Dios y a los
hombres, o al menos así se presenta a la sociedad. Pero, en realidad se
encuentra lejos del Dios del amor, pertenece a aquellos que dicen: “Señor,
Señor, pero no cumplen Su voluntad” (Mt 7:21-22). Esa hipocresía y formalismo
religioso es denunciado por Cristo en nuestro relato. El jefe de la sinagoga se
indigna porque el Señor sanó a una mujer encorvada en un día sábado que es
feriado. Se trata de hipocresía, pues el judaísmo encontraba siempre las formas
para transgredir el feriado del sábado para abrevar a los animales domésticos y
para otras tareas necesarias. Cristo no condenó aquí el apartamiento de la ley
sino que lo invocó como natural y necesario. La mayoría de las curaciones de
Cristo, realizadas en día sábado, revelan el espíritu de amor y de libertad que
debe haber siempre en el cumplimiento de los mandamientos divinos. El amor y la
libertad se tornan contra la disposición hipócrita de los fariseos que veían a
la ley como un código frío y objetivo. De lo dicho se despende que es someterse
a la esclavitud de la formalidad, cuando cerramos los ojos frente al amor de
Dios para defender la letra de la ley. Es hipocresía encontrar excusas para
justificar el propio comportamiento mientras condenamos el comportamiento
parecido de otro. Dios por amor al ser humano y para asegurar su salvación creo
ciertas normas a lo largo de la historia. Cuando el Hijo de Dios se sacrificó
en la cruz no lo hizo para salvar las formalidades sino para redimir al ser
humano. “El sábado se hizo para el hombre, no así el hombre para el sábado” (Mc
2,27). Estas palabras de Cristo resumen el mensaje del relato de hoy. Dios
mostró su interés por el ser humano de diferentes maneras en la historia. Cuando
el pueblo de Israel rechazó al amor divino, Dios se dirigió a las naciones. El
pertenecer a un esquema externo no es garantía de salvación. Los hebreos se
jactaban de ser hijos de Abraham y por lo tanto creían que les pertenecían por
derecho las promesas de Dios. Condenando su relación formal con Dios, Cristo
les dice que “Dios puede levantar de las piedras hijos para Abraham” (Mt 3,9).
La misma advertencia se dirige con más severidad a quienes pertenecen en las
formas a la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, el nuevo Israel. La formalidad
religiosa por sí sola no salva al ser humano. Cuando no es movilizado por el
amor no ofrece ninguna garantía de autenticidad religiosa. La verdadera
religión se encuentra en el amor, la libertad y el sacrificio. Aquí sigue del
todo vigente cuanto escribe un teólogo contemporáneo: “En el juicio final no
será preguntado a cuántas conferencias religiosas estuve, cuantas reverencias
hice en el transcurso de mis oraciones, con cuánta rigidez hice ayuno, pero
seré interrogado si alimenté a los hambrientos, si vestí a los desnudos, si
atendí a los enfermos, si visité a los encarcelados. De estas cosas seré
interrogado. El camino de Dios se encuentra en el amor por los demás y no hay
otro camino”.
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