Junio 8 Tercer Domingo después de Pentecostés

 Junio 8

Tercer Domingo después de Pentecostés


Propio 5


La Colecta:


Oh Dios, de quien procede todo lo bueno: Concede, por tu inspiración, que pensemos lo justo y, guiados por ti, podamos hacerlo; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amen.


Samuel, respondió: —No importa. Queremos tener rey, 20 para ser como las otras naciones, y para que reine sobre nosotros y nos gobierne y dirija en la guerra.


14 [Y Samuel dijo a todos: —Vayamos a Guilgal para iniciar allí el reinado. 


15 Por lo tanto todo el pueblo se dirigió a Guilgal, y allí, en presencia del Señor, proclamaron rey a Saúl. Luego ofrecieron al Señor sacrificios de reconciliación, y Saúl y todos los israelitas se llenaron de alegría.]


Psalm: 138


1     Te daré gracias, oh Señor, de todo corazón; *

           delante de los dioses cantaré tus alabanzas.

2     Me postraré hacia tu santo templo, y alabaré tu Nombre, *

           por tu amor y tu fidelidad;

3     Porque has glorificado tu Nombre, *

           y tu palabra por encima de todo.

4     Cuando te invoqué, me respondiste, *

           fortaleciste mi alma con vigor.

5     Te alabarán, oh Señor, todos los reyes de la tierra, *

           al escuchar las palabras de tu boca.

6     Cantarán de los caminos del Señor: *

           “¡Cuán grande la gloria del Señor!”

7     Aunque excelso es el Señor, cuida del humilde, *

           y al altivo percibe de lejos.

8     Aunque camine entre peligros, tú me guardas seguro; *

           contra la ira de mis enemigos extiendes tu mano, y tu diestra me salvará.

9     El Señor cumplirá en mí su propósito; *

           tu misericordia, oh Señor, es para siempre;

           no desampares la obra de tus manos.


El Nuevo Testamento: 2 Corintios 4:13-5:1


13 La Escritura dice: 


«Tuve fe, y por eso hablé.» 


De igual manera, nosotros, con esa misma actitud de fe, creemos y también hablamos. 14 Porque sabemos que Dios, que resucitó de la muerte al Señor Jesús, también nos resucitará a nosotros con él, y junto con ustedes nos llevará a su presencia. 15 Todo esto ha sucedido para bien de ustedes, para que, recibiendo muchos la gracia de Dios, muchos sean también los que le den gracias, para la gloria de Dios. 


16 Por eso no nos desanimamos. Pues aunque por fuera nos vamos deteriorando, por dentro nos renovamos día a día. 17 Lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eterna mucho más grande y abundante. 18 Porque no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve, ya que las cosas que se ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas.


1 Nosotros somos como una casa terrenal, como una tienda de campaña no permanente; pero sabemos que si esta tienda se destruye, Dios nos tiene preparada en el cielo una casa eterna, que no ha sido hecha por manos humanas.     


El Evangelio: Marcos 3:20-35


20 Entró Jesús en una casa, y otra vez se juntó tanta gente, que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. 21 Cuando lo supieron los parientes de Jesús, fueron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco. 


22 También los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: «Beelzebú, el propio jefe de los demonios, es quien le ha dado a este hombre el poder de expulsarlos.» 


23 Jesús los llamó, y les puso un ejemplo, diciendo: «¿Cómo puede Satanás expulsar al propio Satanás? 24 Un país dividido en bandos enemigos, no puede mantenerse; 25 y una familia dividida, no puede mantenerse. 26 Así también, si Satanás se divide y se levanta contra sí mismo, no podrá mantenerse; habrá llegado su fin.


27 »Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y robarle sus cosas, si no lo ata primero; solamente así podrá robárselas. 


28 »Les aseguro que Dios dará su perdón a los hombres por todos los pecados y todo lo malo que digan: 29 pero el que ofenda con sus palabras al Espíritu Santo, nunca tendrá perdón, sino que será culpable para siempre.» 


30 Esto lo dijo Jesús porque ellos afirmaban que tenía un espíritu impuro. 

31 Entre tanto llegaron la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron afuera y mandaron llamarlo. 32 La gente que estaba sentada alrededor de Jesús le dijo: —Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están afuera, y te buscan. 

33 Él les contestó: —¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

34 Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, añadió: —Éstos son mi madre y mis hermanos. 35 Pues cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

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