EL ARTE DE LA ORACIÓN II: SAN TEOFANES EL RECLUSO. LAS ETAPAS EN LA ORACIÓN
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Gracia y Paz de parte de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor. (2 Cor 1, 3).
Compartimos
en esta entrada la segunda reflexion sobre el Arte de La Oración de San Teofanes el
recluso. En este apartado San Teofanes nos ayuda a identificar 3 Tres etapas en la oración a saber.
1. El hábito de la oración vocal común, en la iglesia o en la casa.
2. La unión de los pensamientos y de los
sentimientos de piedad con el intelecto y el corazón.
3. La oración continua.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes. (2 Cor 13,13).
Jhoani Rave Rivera (C.O.P.S.)
Tres etapas en la oración
Podemos
distinguir tres etapas:
1.
el hábito de
la oración vocal común, en la iglesia o en la casa.
2.
la unión de
los pensamientos y de los sentimientos de piedad con el intelecto y el corazón.
3.
la oración
continua.
La
Oración de Jesús puede ir a la par con la primera o la segunda de esas etapas,
pero su verdadero lugar se encuentra con la oración continua La condición
principal para tener éxito en la oración es purificar al corazón de todas las
pasiones y de toda ligazón con las realidades sensibles; a falta de ello, la
oración permanecerá siempre en el primer grado, es decir, vocal. Cuanto más
purificado esté el corazón, en mayor medida la oración vocal llegará a ser
oración del intelecto en el corazón, y cuando el corazón haya llegado a ser
totalmente puro, entonces la plegaria continua se establecerá en él ¿Cómo puede
llegarse a esto? En la iglesia, seguid los oficios y retened los pensamientos y
los sentimientos que allí experimentáis. En vuestra casa, despertad en vosotros
el pensamiento y el sentimiento de la oración, y conservadlo en vuestra alma
con la ayuda de la Oración de Jesús.
Otras distinciones
La oración
comporta diferentes grados. Al comienzo es sólo una oración en palabras
pronunciadas, pero debe acompañarse de la oración del intelecto y del corazón
que le da calor y estabilidad. Más tarde, la oración del intelecto en el
corazón conquista su independencia; es a veces activa; estimulada por el
esfuerzo personal, y a veces actúa por sí misma y es otorgada como un don. La
oración en tanto que don es la misma cosa que la atracción interior hacia Dios
y se desarrolla a partir de dicha atracción. Más tarde, cuando el estado del
alma se ha estabilizado bajo la influencia de esa atracción, la oración del
intelecto en el corazón llega a ser constantemente activa. Todas las
atracciones pasajeras, experimentadas anteriormente, son transformadas en
estado de contemplación; y es allí que comienza la oración contemplativa. El
estado de contemplación es una captación del espíritu, y de la visión toda
entera, por un objeto espiritual tan cautivante que todas las cosas exteriores
son olvidadas y permanecen enteramente ausentes de la conciencia. El espíritu y
la conciencia se sumergen tan totalmente en el objeto contemplado que es como
si nosotros no lo poseyéramos más (6).
Oración del hombre, don de la oración, oración de éxtasis
Existe
la oración que el hombre realiza, y existe la oración que Dios mismo otorga a
aquél que ora (I. Sam. 2,9) (7). ¿Quién no conoce la primera? Debéis conocer
también la segunda, al menos en su comienzo. Quien desea acercarse al Señor
comienza a hacerlo por medio de la oración. Comienza a ir a la iglesia, a orar
en su casa, con la ayuda de un libro de oraciones o no. Sin embargo, sus
pensamientos continúan vagabundeando. No llega a dominarlos. A pesar de todo,
cuanto más se sostiene en la oración, en mayor medida sus pensamientos se
calman y su oración llega a ser pura. Pero la atmósfera del alma no está
verdaderamente purificada hasta que una pequeña llama espiritual no se haya
encendido allí. Esa llama es la obra de la gracia, no de una gracia especial,
sino de la gracia común a todos. Esta llama aparece cuando el hombre alcanza un
cierto grado de pureza en el orden de su vida moral. Cuando se enciende esa
pequeña llama, o cuando un calor permanente se forma en el corazón, el
torbellino de los pensamientos se aplaca. Sucede al alma la misma cosa que a la
mujer que padecía flujo de sangre: "El
flujo cesó" (Lúe 8, 44). Cuando se llega a ese estado, la oración
llega a ser más o menos continua; y es aquí que la Oración de Jesús sirve de
intermediario. Este es el límite que puede alcanzar la oración realizada por el
hombre. Creo que esto está bien claro para vosotros.
Más
allá de ese estado, nos puede ser acordado otro tipo de oración, que es dada al
hombre en lugar de ser realizada por él. El espíritu de oración se expande en
el hombre y lo conduce hacia las profundidades del corazón, como si fuera
tomado de la mano y conducido por la fuerza de un lugar a otro. El alma es
mantenida cautiva por una fuerza que la invade, y ella prefiere permanecer así en el interior, tanto tiempo como
esa fuerza irresistible de la oración mantenga sobre ella su dominio. Este
"desvanecimiento” se hace en dos etapas. En el curso de la primera, el
alma ve todo y permanece consciente de sí misma y de todo lo que la rodea;
permanece capaz de razonar y de gobernarse, puede poner fin a ese estado si lo
quiere. Esto también debe quedar bien claro para vosotros.
Sin
embargo, los Santos Padres, y especialmente San Isaac el Sirio, mencionan un
segundo grado de oración que es dado al hombre y desciende sobre él. Isaac
considera que esta oración, que él llama éxtasis o arrobamiento, es más elevada
que la descrita más arriba. En ésta también el espíritu de oración desciende
sobre el hombre; pero el alma llevada por él, entra en tal estado de contemplación
que olvida todo lo que la rodea, cesa de razonar y se contenta con contemplar.
No tiene ya el poder de controlarse ni de poner fin a ese estado. Recordad
aquello que los santos Padres relatan sobre un hermano que entró en oración
antes de la comida de la tarde y no volvió en sí hasta el día siguiente por la
mañana. Esa es la oración de contemplación, o de arrobamiento. Esta oración es
acompañada, entre algunos, por una iluminación del rostro, o una luz que los
envuelve (8) o incluso, por la levitación. El apóstol San Pablo estaba en ese
estado cuando fue arrebatado hasta el paraíso, y los santos profetas estaban
también en ese estado cuando fueron arrebatados por el Espíritu.
Admirad
la inmensa misericordia de Dios hacia nosotros, pecadores. Hacemos un pequeño
esfuerzo y he aquí en qué maravillas culmina. Se puede, entonces, decir con
derecho a aquéllos que luchan: continuad, pues vale la pena.
Oración de los labios, del intelecto, del corazón
Vosotros
habéis sin duda escuchado expresiones tales como "oración vocal",
"oración mental", "oración del corazón". Es posible que
hayáis, igualmente, oído hablar de alguna de ellas separadamente. ¿Por qué esas
categorías? Lo que sucede, a causa de nuestra negligencia, es que nuestra
lengua recita las palabras santas de la oración, mientras nuestro espíritu
vagabundea por otros lugares o bien que el espíritu comprende las palabras de
la oración, pero el corazón no responde por tales sentimientos. En el primer
caso, la oración es solamente vocal y no constituye totalmente una oración; en
el segundo caso, la oración mental se une a la oración vocal, pero esta,
oración es todavía imperfecta e incompleta. La oración perfecta y real existe
solamente cuando, a las palabras y a los pensamientos, viene a unirse el sentimiento.
La
oración interior, o espiritual, comienza cuando aquél que ora, habiendo
recogido su intelecto en su corazón, dirige desde allí su oración hacia Dios,
usando palabras que no son en adelante pronunciadas por la boca, sino
silenciosas, dándole gracias y glorificándolo, confesando sus pecados con
contrición e implorando los bienes materiales y
espirituales de los
que tiene necesidad. Debéis
orar, no solamente con palabras, sino con el intelecto, y no solamente con el
intelecto, sino también con el corazón, de tal modo que el intelecto comprenda
y vea claramente lo que significan las palabras, y que el corazón sienta lo que
el espíritu piensa. Todos esos elementos reunidos constituyen la oración real,
y si uno de entre ellos está ausente, vuestra oración no es perfecta, e incluso
no es realmente una oración
El fuego de la oración y el paraíso en el alma
Cuando
la oración interior se desarrolla, viene a dejar su señal sobre la oración
vocal; ella rige la oración exterior, e incluso la absorbe. De allí resulta que
el gusto por la oración se inflama, pues entonces el paraíso se establece en el
alma. Si os contentáis sólo con la oración exterior os arriesgáis a enfriar
vuestro esfuerzo, incluso si la practicáis con atención y comprensión. La cosa
principal en la oración es el sentimiento del corazón.
Encerrad vuestro espíritu en las palabras de la oración
Ya me he referido varias veces a la forma cómo esto se logra. No debéis permitir a vuestros pensamientos vagabundear aquí y allí, sino tan pronto como escapen, es necesario volverlos a recoger inmediatamente, haceros reproches, lamentar y deplorar ese vagabundaje del intelecto. San Juan Clímaco dijo: "Debéis hacer un gran esfuerzo para encerrar el intelecto en las palabras de la oración".
Oración de la imaginación, del intelecto y del corazón
Cuando
se pasa de lo exterior a lo interior, se comienza por reencontrar la
imaginación y sus fantasmagorías (9). Muchos se detienen allí, no hacen lo
necesario para sobrepasar esta primera etapa. En efecto, si oramos solamente
por medio de nuestra imaginación, no oramos como es debido. Tal es, por
consiguiente, la primera manera de orar, y es mala. La segunda etapa sobre el
camino que lleva al interior de sí mismo está representada por la razón, el
intelecto y el espíritu; de una manera general, por la facultad racional y
pensante del alma. Es necesario no demorarse aquí, sino ir más adelante y,
reuniendo esta potencia racional, hacerla descender en el corazón; pues si
permanecemos allí, nos habremos introducido en una segunda manera de orar
igualmente mala, y cuyo rasgo característico es que el intelecto permanece en
la cabeza y quiere gobernar y regir por sí mismo todo lo que existe en el alma.
Ningún beneficio resulta de ello; el intelecto se interesa en todo, pero no
puede dominar nada y así va de fracaso en fracaso. Esta debilidad que sufre
nuestro intelecto está largamente descrita por San Simeón el Nuevo Teólogo
(10). Esta segunda manera de orar podría llamarse oración del intelecto en la
cabeza, por oposición a la tercera manera, que es la oración del intelecto en
el corazón. Durante esta segunda etapa, mientras esta fermentación intelectual
se instala en la cabeza, el corazón, por su parte, hace su camino; nadie se
preocupa por él, se encuentra invadido de preocupaciones y pasiones, sólo
vuelve a sí mismo con la mayor dificultad.
Quisiera
agregar a esta descripción de la segunda manera de orar algunas palabras
sacadas de la introducción a las obras de Gregorio el Sinaíta (11), escrita por
el starets Basilio (12) monje de gran hábito (13) amigo y compañero de Paisij
Velichkovsky (14).
Después
de haber citado a Simeón el Nuevo Teólogo, el starets Basilio agrega: "Cómo esperar que se pueda conservar el
intelecto intacto velando solamente sobre los sentidos exteriores, mientras que
los pensamientos vagabundean de un lado a otro y se dejan atraer hacia las
cosas materiales? Es esencial, para el intelecto, a la hora de la oración,
refugiarse lo más pronto posible en el corazón y permanecer allí, sordo y mudo
a todos los pensamientos. Aquél que sólo busca exteriormente no ver más, no
escuchar más, no hablar más, no obtiene casi resultados. Encerrad vuestro
intelecto en la celda de vuestro corazón y allí gozaréis de reposo, os
abandonarán los pensamientos malos y experimentaréis la alegría espiritual que
procuran la oración interior y la atención del corazón".
San
Hesiquio de Batos (15) dice: "Nuestro
intelecto no puede evitar, por sí mismo, los ensueños malos, y es necesario no
esperar que lo logre jamás. Cuidad, entonces, de no tener una elevada idea de
vosotros mismos, como hizo el antiguo Israel por temor de ser vosotros también
librados a vuestro enemigo invisible. Cuando el Dios de toda criatura liberó a
Israel del yugo de los egipcios, los Israelitas fabricaron una imagen esculpida
para que los ayudara. Ved en esta imagen esculpida vuestro débil intelecto:
cuando él invoca a Jesucristo contra los espíritus malos, los arroja
fácilmente, pero cuando en su locura, confía en sí mismo, sólo puede caer en
una falta repetida y grave”.
Deseo y sed de Dios
¿Qué
sucede a aquél que desea ardientemente orar, o que es atraído por la oración y
qué debe hacer?
Cada
uno tiene experiencia de ese deseo, en mayor o menor grado mientras avanza en
el camino de la vida cristiana, - si es que ha comenzado a buscar a Dios
mediante un esfuerzo personal -, y hasta que alcanza finalmente el fin deseado,
la comunión viviente con Él. Esta experiencia se continúa, por otra parte,
cuando el fin ha sido alcanzado. Es un estado que recuerda el de un hombre
sumergido en profundos pensamientos, encerrado en sí mismo, concentrado en su
alma, no prestando atención a lo que lo rodea, a las gentes, a las cosas, a los
acontecimientos. Sin embargo, cuando un hombre está sumergido en sus
pensamientos, es el intelecto el que actúa, mientras que aquí es el corazón.
Cuando sobreviene la sed de Dios, el alma está recogida en sí misma y permanece
ante la faz de Dios; a veces, ella despliega, ante él, las esperanzas y los
sufrimientos de su corazón, como Ana, la madre de Samuel; a veces, ella le
rinde gloria, como la muy santa Virgen María; o incluso, permanece ante él en
la admiración, como lo hizo a menudo San Pablo. En ese estado, toda actividad
personal, todo pensamiento y todo proyecto se detiene; la atención deja de
aplicarse a las cosas exteriores. El alma en sí misma no quiere ya interesarse
en nada. Esto puede suceder cuando se está en la iglesia o durante la oración,
durante una lectura o una meditación, incluso durante alguna ocupación exterior
o mientras uno se encuentra acompañado. Pero en ningún caso depende de nuestra
voluntad. Aquél que ha experimentado alguna vez esta sed no puede olvidarla y
busca volverla a sentir; la busca, pero no logrará jamás hacerla volver mediante
sus propios esfuerzos; ella viene por
sí misma. Una sola cosa depende de nuestra libre
voluntad: cuando ese estado de deseo sobreviene, no permitáis que cese, sino
poned la mayor atención en darle la posibilidad de permanecer en vosotros
durante el mayor tiempo posible.
Dos clases de oración interior
La
oración interior consiste en permanecer ante Dios con el intelecto en el
corazón, sea que se viva simplemente en su presencia, sea que se expresen
súplicas, acciones de gracia y alabanzas. Es necesario adquirir el hábito de
mantenerse constantemente en comunión con Dios, sin ninguna imagen, ningún
razonamiento, ningún movimiento perceptible en el pensamiento. Tal es la
expresión auténtica de la oración La esencia de la oración interior, o sea
mantenerse ante Dios con el intelecto en el corazón, consiste precisamente en
esto.
La
oración interior comporta dos estados. El primero es arduo, es el de aquél que
se esfuerza en alcanzarlo por sí mismo; en el otro, la oración brota y actúa
por sí misma; se es involuntariamente arrastrado a él, mientras que el primero
debe ser objeto de un esfuerzo constante. En verdad, por sí mismo, ese esfuerzo
está destinado al fracaso, pues nuestros pensamientos están siempre dispersos;
sin embargo, testimonia nuestro deseo de alcanzar la oración incesante, y es
por ello que atrae sobre nosotros la misericordia del Señor; es por su causa
que Dios, de tiempo en tiempo, colma nuestro corazón de un impulso irresistible
a través del cual la oración espiritual se revela a nosotros bajo su verdadera
forma.
La oración que actúa por sí misma
En
ese caso, cuando el espíritu de oración se vuelca sobre un hombre, éste no puede,
de ninguna manera, elegir qué forma de oración le será acordada; ésas son las
distintas corrientes de una sola y misma gracia. Sin embargo, esas oraciones
"infusas" son, de hecho, de dos tipos. En el primero, se tiene la
posibilidad de obedecer o desobedecer a ese espíritu; se le puede ayudar o
separarse de él. En la segunda, no se puede hacer absolutamente nada, se está
sumergido en la oración y se permanece bajo el imperio de una fuerza exterior
que no deja libertad para actuar de otro modo. La ausencia total de libertad de
elección no existe, por consiguiente, más que en esta última clase de oración.
En todas las otras, continúa existiendo la posibilidad de hacer una elección.
La oración del Espíritu
"El Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos inefables" (Rom. 8, 26).
Estas
palabras serán más fáciles de comprender si podemos relacionarlas con algo que
hayamos experimentado. El Espíritu se mueve en nosotros a través de la oración
que sobreviene por sí misma. Habitualmente, para orar, utilizamos un libro de
oraciones o nuestras propias palabras. La oración puede estar acompañada de
sentimientos y de suspiros, pero nos es imposible provocarlos deliberadamente.
Fuera de esos sentimientos y de esos suspiros, sucede a veces que la
inspiración de orar sobreviene por sí misma, forzándonos a orar y no dejándonos
en paz en tanto que la oración no se ha expresado enteramente. Es esto lo que
describe el apóstol. Es raro que se pueda precisar claramente el contenido de
esta oración, pero ella es, casi siempre, inspirada por un total abandono a la
voluntad divina y una entera confianza en la guía de Dios, ya que él sabe,
mejor que nosotros, lo que conviene a nuestro interior y a nuestro exterior,
desea nuestro bien más que nosotros mismos, y está listo para procurarnos todo
lo que es bueno y a disponerlo todo para nuestro bien durante todo el tiempo en
que nosotros mismos no le opongamos resistencia Todas las oraciones compuestas
por los Santos Padres que han llegado hasta nosotros, son de este origen y han
sido inspiradas por el Espíritu; ésa es la razón por la cual siguen siendo
eficaces, de una manera tan permanente.
El acercamiento a la oración contemplativa
En la
oración puramente contemplativa, las palabras y los pensamientos desaparecen,
no por nuestra voluntad, sino por impulso previo. La oración del intelecto se
transforma en oración del corazón, o mejor, en oración del intelecto en el
corazón; su aparición coincide con la del calor en el corazón. A partir de ese
momento, en el curso normal de la vida espiritual, no hay ninguna otra. Esta
oración, profundamente arraigada en el corazón, puede prescindir de palabras y
de pensamientos; puede consistir únicamente en permanecer en presencia de Dios,
abriéndole nuestro corazón en la adoración y el amor. Es un estado en el cual
se es irresistiblemente empujado a permanecer interiormente en presencia de
Dios; o bien es la visita del espíritu de oración. Pero todo esto no constituye
todavía la verdadera oración contemplativa, que es el estado de oración más
elevado, y que sólo aparece de tiempo en tiempo entre los elegidos por Dios.
Oración activa y oración contemplativa
La
acción de la oración en el corazón puede realizarse de dos maneras. A veces es
el intelecto el que actúa primero, uniéndose al Señor por un continuo recuerdo
suyo en el corazón; otras veces es la oración que actúa por sí misma cuando,
movida por el fuego de la alegría, atrae el intelecto hacia el corazón y lo
mantiene allí, ocupado en invocar al Señor Jesús, sosteniéndose ante él con respeto.
La
primera clase de oración requiere un esfuerzo, la segunda actúa por sí misma.
En el primer caso, cuando la fiebre de las pasiones se ha calmado, la acción de
la oración comienza a manifestarse en el cumplimiento de los mandamientos y el calor
del corazón como consecuencia de la invocación perseverante del Señor Jesús.
En el
segundo caso, el Espíritu atrae al intelecto hacia el corazón y lo establece en
sus profundidades, impidiendo su vagabundaje habitual. En ese caso, no se está
como prisionero llevado de Jerusalén a Asiria, sino, por el contrario, como un
repatriado que vuelve de Babilonia a Sión, diciendo con el profeta: "Eres alabado, oh Dios, en Sión. y se
cumplirán en Jerusalén los votos que te han hecho" (Salmo 64, 2).
Además
de esos dos tipos de oración, es posible encontrar, a veces el intelecto
activo, y otras el intelecto contemplativo. El intelecto activo destruye las
pasiones con ayuda de Dios. El intelecto contemplativo ve a Dios, en la medida
en que esto es posible para el hombre.
El peregrinaje interior del intelecto y el corazón
Aquél
que se ha arrepentido, se pone en camino hacia el Señor. Ese viaje es un
peregrinaje cumplido en el intelecto y en el corazón. Es necesario poner los
pensamientos en el intelecto de acuerdo con las disposiciones del corazón, de
tal modo que el espíritu del hombre esté sin cesar con el Señor, como si
estuviera ligado a él Aquél que está así unificado, y constantemente iluminado
por la luz interior, recibe en sí mismo los rayos de la iluminación espiritual,
como Moisés cuyo rostro fue glorificado sobre la montaña porque estaba
iluminado por Dios. David alude éste cuando dice: "La luz de tu rostro ha sido impresa sobre nosotros" (Salmo 4,
7). El medio de alcanzar este estado es orar con el intelecto en el corazón.
Sólo cuando esto comienza a realizarse la visión del intelecto se hace
clara,
y el espíritu, contemplando a Dios en la luz, recibe de él la facultad de ver y
de arrojar todo lo que podría hacernos avergonzar delante suyo. Muchos buscan
aproximarse a Dios a través, simplemente, de palabras y actos exteriores. Pasan
su vida con la esperanza de lograrlo, pero no lo alcanzarán jamás, pues no
siguen el buen camino. Es a ellos a quienes decimos: Venid a Dios con el
intelecto en el corazón y seréis iluminados; no tendréis ya que sufrir derrotas
por parte del enemigo que, hasta ahora, a pesar de nuestra corrección exterior,
os ha dominado constantemente y puesto vergüenza en vuestros pensamientos y en
los sentimientos de vuestro corazón. El os dará poder sobre todos los otros
movimientos del alma y os hará capaces de confundir al enemigo cada vez que él
intente confundiros.
Orad como si lo hicierais por primera vez
No
consideréis jamás una obra espiritual firmemente establecida, y esto es
particularmente verdadero respecto a la oración, orad siempre como si lo
hicierais por primera vez. Cuando hacemos algo por primera vez comenzamos con
entusiasmo nuevo y voluntad ardiente. Cuando comenzáis a orar, si lo hacéis
siempre como si jamás hubierais orado como es debido, y ahora, por primera vez,
desearais hacerlo; entonces oraréis siempre con un ardor renovado y viviente. Y
todo irá bien.
Si no
lográis éxito en la oración, no esperéis alcanzarlo en otra cosa. Pues la
oración es la raíz de todo.
NOTAS
1— Este
primer extracto no es de Teófano, sino de Nikon, obispo de Volodak, autor
espiritual ruso de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
2—
San Isaac el Sirio (- hacia 700), obispo nestoriano de Nínive y autor místico.
Sus obras, traducidas al griego en el siglo IX, han sido durante largo tiempo
muy apreciadas en la Iglesia Ortodoxa.
3—Este
extracto es del obispo Ignacio
4— Apatheia: un estado apacible del alma
razonable que resulta de la humildad y de la temperancia. Antídoto de la cólera
y de la ambición. Evagrio Póntico, citado en "Filocalia de la Oración de
Jesús", Ed. Lumen, Bs. As. 1979.
5—
Tropa/re: corto poema religioso, habitualmente de cerca de seis líneas, que es
utilizado en los servicios de la Iglesia ortodoxa. A veces son agrupados en
odas y a veces utilizados separadamente. Un canon
consiste, generalmente, en una serie de nueve odas (en la práctica, sólo
son ocho, siendo la segunda generalmente omitida). Se lee un canon cada día en
Maitines. Hay igualmente cánones en Completas y en el Oficio de medianoche. Un stichere es un poema religioso semejante
al tropaire. El acathiste es una
composición de 24 estrofas dirigidas al Salvador, a la Madre de Dios, al ángel
guardián o a uno de los santos: el título significa "no sentarse",
porque el acathiste debe ser siempre recitado de pie.
6—
Parece que Teófano hubiera distinguido aquí cinco etapas:
- la oración vocal,
- la oración del intelecto en el corazón, producida por
nuestros propios esfuerzos,
- la oración del intelecto en el corazón, otorgada como un
don,
- la oración del intelecto en el corazón, que llega a ser
incesante,
- la oración contemplativa, que Teófano llama también
oración de encantamiento o de éxtasis. Las tres últimas etapas están
estrechamente ligadas la una a la otra, y no pueden distinguirse claramente.
7—
Versión autorizada. El texto de las Setenta difiere del hebreo.
8—
Muchos santos orientales han compartido el misterio de la Transfiguración de
Cristo: su rostro y su cuerpo fueron iluminados con la luz divina, como lo
fueron el rostro y el cuerpo del Salvador, sobre el Thabor. San Serafín de
Sarov (1759-1833) constituye un ejemplo particularmente sorprendente de ese
hecho.
9—
Sobre el sentido de la palabra "imaginación", ver la Introducción.
10—
San Simeón el Nuevo Teólogo (949- 1022), abad del monasterio de San Mamas en
Constantinopla, es probablemente el más grande autor místico bizantino.
11—
San Gregorio el Sinaíta. (fin del siglo XIII - 1346), monje del Monte Athos,
uno de los grandes maestros del movimiento hesicasta.
12—
El starets Basilio (- 1776), ruso de nacimiento, higúmeno de distintos
monasterios de Rumania. Escribió introducciones a las obras de diversos autores
griegos sobre la Oración de Jesús.
13—
Los monjes ortodoxos se dividen en tres clases: rasoforo (aquél que lleva la sotana o razón), monje de pequeño hábito, o monje de gran hábito (o schémonakh). Pocos monjes alcanzan el
segundo o el tercer grado. En Rusia, se espera generalmente que un monje de
gran hábito lleve una vida de estricta reclusión y ayuno. En Grecia, las reglas
para los schémonakh son a menudo
menos rigurosas.
14—
Paisij Velichkovsky (1722-1794), de origen ruso, entró en el monasterio del
Monte Athos, y más tarde se estableció en Rumania donde llegó a ser higúmeno
del monasterio de Niamets. Tradujo la Filocalia
al eslavo. El renacimiento espiritual y monástico del siglo XIX en Rusia
fue, en gran medida, inspirado por sus discípulos y sucesores.
15—
Hesiquio de Batos fue superior de un monasterio del Sinaí en los siglos VI o
VII
Fuente: EL ARTE DE LA ORACIÓN:
QUE ES LA ORACIÓN
SAN TEOFANES El Recluso,
Obispo
De Vladimir Ytambov
(1815-
1894)
Compilación efectuada
por el Higúmeno Chariton De Valamo
Páginas 23-34
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