LOS DOS, UNA SOLA CARNE... REFLEXIONES SOBRE EL MATRIMONIO POR EL REV. PADRE JOSÉ SHARBAK
Compartimos en esta entrada una bella y profunda exposición sobre el sentido del Santo Matrimonio en la Iglesia Ortodoxa, a cargo del Rvdo Padre José Sharbak de la Arquidiócesis Ortodoxa Antioqueña de México, Venezuela, Centro América y el Caribe. Esperamos que esta serie de 12 videoclips traiga bendiciones y renovación en nuestros matrimonios y familias.
En
el amor del Señor Jesús y la Santísima Virgen Maria
Jhoani Rave Rivera C.O.P.S
01. Grande es el misterio
01.
Grande es el Misterio.
El oficio
del matrimonio en nuestra iglesia comienza con las palabras “Bendito sea el
Reino del Padre del Hijo y del Espíritu Santo” son las mismas palabras con
las cuales comenzamos Divina Liturgia esta exclamación enfatiza la seriedad del
matrimonio y también su fin es un misterio es un sacramento es la presencia de
Dios entre nosotros. Una causa seria de la crisis del matrimonio en el mundo es
que los cristianos que se acceden al matrimonio no lo viven con misterio; el
matrimonio no es un contrato entre dos personas es un viaje por el Reino de los
Cielos y hacia el Reino de los Cielos. En el matrimonio, no se unen solo el
novio y la novia, sino que con ellos se une también Cristo Dios o más bien
ellos se unen en Cristo, de este modo sólo la presencia de Dios santifica la
unión y la guarda en el amor, el sacrificio y la atención.
Uno de
los símbolos más hermosos del oficio del matrimonio, es colocar las coronas
sobre las cabezas de los novios así la iglesia quiere demostrar que la pareja
está preparada para establecer el propio Reino de su familia recién nacida, es
decir, la iglesia proclama a los novios como reyes, rey y reina en el servicio
del uno al otro; pues el amor ante todo es servir, servir hasta en los detalles.
Las coronas son coronas de alegría, pero son también coronas de martirio, ya
que todo matrimonio supone sacrificios de parte de ambos esposos. Si, el
matrimonio es un martirio una cruz el novio y la novia necesitan muchos
sacrificios para aceptar el uno al otro tal como es necesita muchos sacrificios
para ser paciente con las debilidades del otro, así, conservar el respeto mutuo durante toda
la vida es una cruz pedir el perdón y perdonar al otro es una cruz los cónyuges
deben continuamente superar al antiguo hombre que esconden en su interior y
crucificar su egoísmo: Desde este aspecto el matrimonio es una participación en
la muerte y la resurrección de Cristo, porque tal como dar su reacción viene
después de la cruz así también la felicidad matrimonial procede del amor crucificado.
Una de
las ilusiones más comunes en el matrimonio es el deseo de que el esposo o la
esposa cambien su carácter. Recordemos
que el verdadero amor no fuerza a nadie y, por tanto, tampoco fuerza el cambio,
querer cambiar a nuestro compañero de vida significa que no lo amamos, porque
normalmente si amas a alguien es precisamente por ser lo que es, luego, ¿para
qué querrías que cambiara?, ¿cuál sería la razón? ¿por qué tú eres mejor que él
o ella? ¿acaso no es esto egoísmo? Cuando
uno se casa no es que asume un compromiso para cambiar a su pareja, sino que lo
ama tal como es el amor verdadero, acepta al otro tanto en sus bondades como en
sus debilidades; lo mejor que un marido puede hacer para cambiar a su mujer, es
cambiarse primero el, corregir sus propios errores.
En el
oficio del matrimonio los novios llevan anillos para demostrar que ninguno de
ellos va solo en el camino de la vida, que su corazón está ocupado y que está
ligado eternamente a su cónyuge. Los anillos no tienen principio ni final,
porque son un símbolo de la eternidad del infinito; ambos anillos se colocan en
el altar sobre el Santo Evangelio, lo que significa que están en las manos de Cristo
y el sacerdote los recibirá de él. El sacerdote une las manos de los novios
mostrando la perfección de la unión en Cristo de los esposos, entonces Cristo a
través del sacerdote, consuma este misterio de unión; así los anillos simbolizan
el compromiso del amor a la imagen del amor entre Cristo y la iglesia: “Maridos
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia a semejanza del señor
que se entregó a sí mismo por la iglesia”. También nuestro amor matrimonial
debe ser un amor sin límites, un amor hasta la muerte. Los novios tienen la misión de bautizar el
amor humano en la perfección y la unión divina del eterno Reino de Dios.
Entre
quienes se aman hay un sometimiento mutuo. La sumisión en el matrimonio es como
la de los fieles entre sí en el temor de Dios, pero no es el tipo de sumisión
en el que uno se impone al otro, es decir, la sumisión que entró por la caída.
En el matrimonio el amor del hombre hacia la mujer debe permanecer siempre como
el amor de Cristo por la iglesia, que se manifestó cuando se entregó por ella.
La sumisión no es debilidad, sino que es muestra de un amor semejante al que
hay entre la iglesia y su novio, quien la purifica y la salva; cuando esto
sucede el compromiso humano se convierte en sacramento del matrimonio. Por
encima de cualquier significado social o emocional, la meta del matrimonio es
la institución de la familia como una pequeña iglesia, donde se realiza el
ministerio de la iglesia en la comunión familiar; esto se lleva a cabo
negándose cada uno a sí mismo en el amor mutuo, esta es la invitación de Cristo.
Algo muy
importante en un matrimonio que en el fondo demuestra la profundidad del amor
en la familia, es la capacidad para perdonarse el uno al otro. El perdón en el
matrimonio consiste en saber quitarle importancia a las preguntas: ¿quién lo
hizo? ¿por qué lo hizo? o ¿cómo pudo hacerlo? para en cambio prestar atención a
cuál es la mejor forma de resolver esto, porque nunca ganarás si piensas sólo
en los obstáculos. Olvídalos y busca por dónde empezar. En la vida familiar hay
que aceptar que no somos perfectos. En el matrimonio siempre se cometen
equivocaciones, reconocer la responsabilidad de ellas, ofrecer disculpas y
pedir perdón, hace mucho bien; por eso cuando en el hogar surge alguna
discusión, quién será el vencedor este será el primero que diga perdóname,
mamá lo hice mal o perdóname, mi amor sé que me equivoqué. El primero en
pedir perdón vencerá a los demonios; tal cómo perdonamos, Dios nos perdona, los
miembros de una familia están invitados a participar en una carrera donde todos
compiten para pedir perdón o para perdonar al otro; sólo así se realiza la
familia como una pequeña iglesia. Amén
El
matrimonio funciona bien si en su composición entra Dios junto al hombre y la
mujer, formando un triángulo cuya cúspide es precisamente El, es decir, entre
esposo esposa y Dios debe haber una comunicación directa y real. Esta
comunicación es la fe, la confianza total en Dios y en su voluntad, sin duda
cuesta mucho trabajo porque es necesario que cada uno abandone lo que es, que
deje a un lado su egoísmo, pues tenemos que darle a él todo lo que somos,
permitir que él sea quien haga las cosas, por ejemplo, dos jóvenes antes de su
matrimonio hacen proyectos que van a hacer, dónde van a vivir, conservarán sus
empleos, formarán una familia; sin embargo en realidad el proyecto en sí no
importa, pues sólo tendrá sentido si esa pareja de un acto de fe, que consiste
en dejar todo de lado, acercarse al Señor y pedir su bendición. Después de ese
compromiso delante de Dios vienen los proyectos iluminados por él, de este modo
sea cual sea nuestro papel en la familia, toda nuestra vida debe empezar con un
acto de fe. El Señor nos llama, pero no para que busquemos garantías, sino para
que llevemos a cabo un acto de fe y le pidamos que ilumine nuestros corazones
nuestros proyectos y nuestras familias. Solo esta confianza total en Dios puede
darnos seguridad y felicidad.
Es muy
importante recordar que el acta de matrimonio no es garantía de felicidad
eterna, pues la familia una vez que se construye necesita ser consolidada
permanentemente, por tanto, el matrimonio es una responsabilidad muy grande y
necesita mucha madurez de ambos novios, esta madurez consiste en buscar un buen
compañero con quien sea posible edificar un hogar sobre las sólidas rocas de
las virtudes cristianas, que son las únicas que resisten las tormentas de la vida.
Como dice el sabio consejo: “piénsalo bien antes de casarte, no te fijes en
la belleza física porque desaparece con el tiempo piensa en la familia;” así
para elegir a quien será nuestro cónyuge no debemos buscar los atributos del
cuerpo, que son pasajeros, sino los del alma que dan frutos sin cesar. Busquemos
la honestidad, la generosidad, la sinceridad y la humildad. Al respecto la
biblia dice “el que encuentra una esposa buena ha endulzado su vida,” entonces
todo en el matrimonio depende de lo que suceda antes de la boda, en ese momento
tenemos en nuestras manos las llaves de la felicidad. Por eso hagamos caso del
antiguo refrán: “Si vas a viajar entonces ora una vez, si vas a ir a la guerra ora
dos veces, pero si vas a casarte ora tres veces.”
Cierta
ocasión un hombre casado se quejaba con san juan Crisóstomo de que su mujer no
lo amaba, el santo replicó “vuelve a casa y amala tu” -“pero no me entiendes”-
dijo el marido- “¿cómo puedo amarla cuando ella no me ama?” - y el santo
repitió- “vuelve a casa y amala tu”. Esas sabias palabras revelan un principio
irrefutable: donde no hay amor debemos ponerlo nosotros mismos y entonces lo
encontraremos. El santo padre descubrió que aquel hombre no se entregaba a su
esposa cuando decía amarla, pues simplemente estaba esperando ser amado. Si nos
comportamos como este esposo, en el fondo estamos amando no solo a nosotros
mismos, pues cuando brindamos amor y esperamos recibir algo a cambio no es amor
en realidad, sino egoísmo. Sin duda el amor que une a dos seres humanos es el
don más grande de Dios; en lugar de decir “esta persona me ama, “mejor digamos “amo
a esta persona” así todo cambia. Amar es dar con la misma medida que Dios nos
da incondicionalmente.
Hermanos
el verdadero amor empieza cuando nos entregamos a otros dice un escritor
francés- “me obligó a vivir pues yo lo he elegido a partir de ahora mi objetivo
será no buscar a nadie que me complazca sino complacer a quien yo haya elegido”;
en este sentido el cónyuge será la prioridad, quien no esté dispuesto a dar
prioridad a su esposo o a su esposa, antes que, a su carrera, sus padres,
amigos, etcétera, no está listo para el matrimonio. Hay muchos hombres y
mujeres que están en su mejor momento en las cuestiones del mundo, pero en su
hogar, están en una situación terrible por ello, siempre debemos tener presente
esta regla de oro: en el matrimonio exitoso el amor siempre toma la
iniciativa.
Durante la ceremonia del matrimonio el sacerdote da a
los recién casados a beber de la misma copa llamada la copa común, porque
llevarán juntos la carga del matrimonio. La copa también se llama de unión, ya
que juntos desde ese momento compartirán las alegrías y las tristezas de la
vida, entonces el sacerdote ofreciendo a los novios el vino dulce, manifiesta
su esperanza en que las alegrías de ellos serán redobladas y sus tristezas
paliadas porque compartirán todo en su vida. Cuando dos personas se casan es
como si estuvieran diciendo: “vamos a ir juntos hacia adelante de la mano en
las buenas y en las malas, ciertamente habrá momentos oscuros de dolor llenos
de cargas horas monótonas, pero aún en la noche oscura seguiremos creyendo en
el sol y la luz”. ¿Quién puede decir que su vida no ha estado marcada por
momentos difíciles?, sin embargo, es importante saber, que en los momentos
difíciles y las tentaciones te sostiene la mano de la persona amada; así pues,
el matrimonio es un viaje a través de las penas y las alegrías, cuando los
dolores parecen pesados debemos recordar que Dios está con nosotros. De este
modo como el vino convertido en la sangre de Cristo nos une en el cuerpo de Cristo
durante la liturgia, así también el vino bendecido en la boda une a los novios
el uno con el otro y ambos en Cristo; por ello en ese momento se canta la copa
de la salvación, recibe la copa común y el himno de la comunión recuerdan a la
pareja que Cristo es la base el centro y la culminación de su vida, él otorga
la verdadera alegría y también el consuelo en las tristezas.
Sin duda
hay pocos matrimonios que gozan una luna de miel perpetua y al contrario hay
muchos otros en los que no hay ni siquiera luna de miel. ¿por qué el matrimonio
se desgasta y cada día se va llevando el compromiso con mayor dificultad?
porque la rutina domina y la felicidad desaparece. ¿Como mantener vivo el
entusiasmo y el afecto de los primeros días? Los especialistas presentan muchos
consejos para evitar la rutina y la monotonía, por ejemplo: viajar o pasear
juntos, compartir lo que cada uno piensa y siente, para conocer más del otro y
crecer en el amor; priorizar la relación, dedicarse a cuidar del otro y prestar
atención a todas sus necesidades. Ciertamente que todos estos consejos son muy
útiles, pero hay algo más importante, renovar nuestro mundo interior. Buscar el
objetivo real del matrimonio que es la salvación de ambos novios, en efecto,
viajar ayuda a los novios a evitar la rutina, pero viajar interiormente, nos
deja ver al otro cada día como persona nueva, nos permite mantener encendida la
llama del amor. Esta renovación interior consiste en conocer que el otro está
creado a la imagen de Dios, por tanto, en su rostro puedo ver a cristo. Ambos
esposos deben tener esa cualidad que los lleve a ver en el otro a Dios mismo,
si ante nuestros ojos nuestra esposa o nuestro esposo se hiciera transparente y
fuéramos capaces de ver a Dios en ella o en él, entonces aquel entusiasmo no
desaparecería jamás; sino lo hacemos todo se vuelve más difícil sobre todo si
interviene la rutina, y es que la rutina es para el matrimonio lo que el óxido
para el metal. Solo se pueden evitar los devastadores efectos de la rutina si
pensamos espiritualmente; de otro modo veremos como la vida pasa rápidamente y
con ella los momentos hechos; podría, decirse que mantener el entusiasmo y ver
algo cada día como una persona nueva en Cristo, es todo un arte. Amén.
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