LA IGLESIA ORTODOXA. KALLISTOS WARE. PRIMERA PARTE: HISTORIA. CAPÍTULO 4. LA CONVERSION DE LOS ESLAVOS

 


Gracia y Paz de parte de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor. (2 Cor 1, 3).

 

Compartimos en esta entrada el  Capítulo 4 La Conversión de los Eslavos  contenido en la obra del Arzobispo Kallistos Ware: Iglesia Ortodoxa. En este capítulo se consideran los siguientes temas:

 

Cirilio y Metodio

El Bautizo de Rusia: El Período Kievano (988-1237)

La Iglesia Rusa bajo los Mongoles  (1237-1448)

 

 La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes. (2 Cor 13,13).

Jacobo Rave

 

Fuente: La Iglesia Ortodoxa. Kallistos Ware. P. 66-78

CAPÍTULO 4

 

LA CONVERSION DE LOS ESLAVOS

 

“La religión de la gracia se extendió en toda la tierra hasta que alcanzó el pueblo ruso... El Dios de la gracia que cuida de las demás naciones tampoco se descuida de nosotros. Es su deseo salvarnos y dirigirnos a la razón.”

 

Hilarion, Metropolita de Rusia

(1051-?1054)


CIRILIO Y METODIO

 Constantinopla vivió un período de actividad misionera muy intensiva a mediados del siglo IX. La Iglesia bizantina, por fin librada de su lucha prolongada contra los iconoclastas, concentró sus energías en la conversión de los eslavos paganos que residían más allá de las fronteras del Imperio, hacia el norte y el noroeste - moravos, búlgaros, serbios y rusos. El primer Patriarca de Constantinopla en iniciar proyectos misioneros a escala extensiva entre los eslavos fue Fotio. Escogió para esta tarea dos hermanos griegos, de Tesalónica, Constantino (826-69) y Metodio (?815-85). En la Iglesia ortodoxa, Constantino suele llamarse Cirilio, nombre que tomó éste al hacerse monje. Conocido en la vida antes como ‘Constantino el filósofo’, era el más hábil de los alumnos de Fotio, habiéndose familiarizado con una gran variedad de idiomas, incluidos el árabe, el hebreo y hasta incluso el dialecto samaritano. Sin embargo, la competencia especialista del que fueron dotados él y su hermano era el conocimiento del idioma eslavo: en la infancia habían aprendido el dialecto de los eslavos alrededor de Tesalónica, y lo hablaban con fluidez.

 

El primer viaje misionero de Cirilio y Metodio fue una visita corta sobre el año 860 a los Khazares, habitantes de la región al norte de la sierra del Cáucaso. Esta excursión no tuvo resultados permanentes, como que unos años más tarde los Khazares adoptaron el judaísmo. La labor auténtica de los hermanos comenzó en 863 cuando salieron para Moravia (equivalente más o menos al territorio de Checoslovaquia moderna). Salieron de respuesta a la invitación de Rostislav, príncipe de aquella tierra, que pidió enviar misioneros cristianos capaces de predicar a la gente en el idioma vernáculo y de celebrar los oficios en eslavónico: Para los oficios eslavónicos harían falta una Biblia y un misal eslavónicos. Antes de salir de viaje a Moravia los hermanos ya habían emprendido el enorme trabajo de traducción. Primero hubieron de inventar un alfabeto eslavo adecuado. En su obra de traducción los hermanos emplearon la versión de la lengua eslava que conocieron en su infancia: el dialecto macedonio utilizado por los eslavos alrededor de Tesalónica. De esta manera el dialecto de los eslavos macedonios se convirtió en el Eslavónico Eclesiástico, que sigue siendo en el día de hoy el idioma litúrgico de la Iglesia rusa y de algunas otras Iglesias ortodoxas eslavas.

 

Es difícil exagerar la importancia que tendrían para el futuro de la ortodoxia las traducciones eslavónicas que Cirilio y Metodio portaban consigo al salir de Bizancio con rumbo al norte ajeno y desconocido. Pocos sucesos en la historia misionera de la Iglesia tuvieron una importancia semejante. Desde los primeros momentos, los eslavos gozaron de un valioso privilegio, rara vez concedido a las gentes de Europa occidental en aquella época: el de escuchar el Evangelio y los ritos de la Iglesia pronunciados en un idioma que les era comprensible. A diferencia del uso de la Iglesia romana en occidente, que insistía en emplear el latín, la Iglesia ortodoxa nunca fue rígida en cuanto al tema de los idiomas; su política normal es de celebrar los oficios en el idioma vernáculo.

 

En Moravia, como también ocurrió en Bulgaria, los misioneros griegos en seguida toparon con los alemanes, activos en el mismo terreno. No se trataba solamente de que las dos misiones dependieran de dos Patriarcados distintos, sino que también tenían distintos principios de trabajo. Cirilio y Metodio empleaban el eslavónico en las liturgias, los alemanes el latín; Cirilio y Metodio recitaban el Credo en su versión original, los alemanes añadían el Filioque. A fin de librar su misión de intervenciones alemanas, Cirilio decidió solicitar para su misión la protección inmediata del papado. Esta acción de apelación a Roma demuestra que Cirilio no le prestaba gran seriedad a la disputa entre Fotio y Nicolás; para él, oriente y occidente seguían siendo Iglesia unida, y no le parecía cosa de prioridad primaria el depender bien de Constantinopla o bien de Roma, con tal de que se le permitiese continuar utilizando el eslavónico en los oficios de la Iglesia. Los hermanos viajaron personalmente a Roma en 868 y su solicitud tuvo pleno éxito. Hadriano II, sucesor en Roma de Nicolás I, les recibió con favor y les prestó su pleno apoyo a los misioneros griegos, e incluso ratificó el uso del eslavónico como lengua litúrgica en Moravia. Aprobó a la vez las traducciones de los hermanos, e hizo colocar ejemplares de sus misales eslavónicos en los altares de las principales iglesias de la ciudad.

 

Cirilio falleció en Roma (869), pero Metodio regresó a Moravia. Desafortunadamente, los alemanes no hicieron caso de las decisiones del Papa, y le obstaculizaron a Metodio de toda manera posible; hasta llegaron a meterle en la cárcel durante más de un año. Cuando falleció Metodio en 885, los alemanes expulsaron del país a sus discípulos y a algunos les vendieron como esclavos. Permanecieron unos cuantos vestigios de la misión eslava en Moravia durante un par de siglos más, pero al final se borraron del todo; y la forma occidental del cristianismo se hizo universal, con la cultura latina y el idioma latino (y por supuesto con el Filioque). Las tentativas de establecer una Iglesia nacional eslava en Moravia fueron a parar en la nada. El trabajo de Cirilio y de Metodio, al parecer, había fracasado.

 

Sin embargo, no fue así. Otros países, en los que los hermanos no llegaron a predicar ellos mismos, se vieron beneficiados por su trabajo, sobre todo Bulgaria, Rusia y Serbia. Borís, el Khan de Bulgaria, como ya vimos, vaciló indeciso una temporada ante las alternativas de oriente y occidente, pero finalmente aceptó la jurisdicción de Constantinopla. Los misioneros bizantinos en Bulgaria, empero, carentes de la visión de Cirilio y de Metodio, empezaron por emplear el griego en los oficios eclesiásticos, idioma que les era igual de incomprensible a los búlgaros como lo sería el latín. Pero tras verse expulsados de Moravia, los discípulos de Cirilio y Metodio tornaron lógicamente hacia Bulgaria, y allí introdujeron los principios vigentes en la misión morava. El griego fue reemplazado por el eslavónico, y la cultura cristiana de Bizancio les fue entregada a los búlgaros en una forma eslavónica que ellos podrían asimilar. La Iglesia búlgara creció con rapidez. Alrededor del 926, bajo el reino del Tsar Simeón el Grande (reinó de 893-927), se creó un Patriarcado búlgaro independiente, que fue reconocido por el Patriarcado de Constantinopla en 927. El ensueño de Borís - de tener su propia Iglesia autocéfala - se hizo realidad en menos de medio siglo tras su muerte. De los países eslavos, Bulgaria fue la primera en tener Iglesia nacional.

 

Los misioneros bizantinos viajaron igualmente a Serbia, que aceptó el cristianismo en la segunda mitad del siglo IX, alrededor de 867-74. Serbia se situaba también en la raya divisoria entre la cristiandad de occidente y de oriente, mas tras un período de incertidumbre decidió tomar el ejemplo de Bulgaria y no el de Moravia, por lo que se sometió a Constantinopla. En Serbia también se introdujeron los misales eslavónicos y se vió florecer una cultura bizantina-eslavónica. La Iglesia serbia consiguió una independencia parcial bajo San Sava (1176-1235), el más grande de los santos nacionales serbios, consagrado en Nicea en 1219 como Arzobispo de Serbia. En 1346 se estableció un Patriarcado serbio, reconocido por la Iglesia constantinopolitana en 1375.

 

La conversión de Rusia también se produjo gracias al influjo indirecto de la obra de Cirilio y de Metodio; sobre lo cual se volverá con mayor detención más adelante. Teniendo de ‘hijos espirituales’ a los búlgaros, los serbios y los rusos, los dos griegos de Tesalónica se merecieron abundantemente su título de ‘Apóstoles de los Eslavos’.

 

Otra nación ortodoxa de los Balcanes, Rumania, experimentó un desarrollo histórico más complejo. Los rumanos, aunque influenciados por sus vecinos limítrofes eslavos, son mayormente de habla y de etnia latinas. Dacia, territorio que corresponde a una parte de la Rumania moderna, fue provincia romana de 106-271; pero las comunidades cristianas que allí fueron fundadas durante ese tiempo desaparecieron tras la retirada de las tropas romanas. Una parte de los rumanos parecen haberse convertido al cristianismo por influencia búlgara a fines del siglo IX o principios del X, pero la conversión completa de los dos principados rumanos, los de Wallachia y Moldavia, no se produjo hasta el siglo XIV Los que consideren la ortodoxia como exclusivamente ‘oriental’, de carácter griego o eslavo, no deben olvidar el hecho de que la Iglesia rumana, que es la segunda más grande de las Iglesias ortodoxas hoy en día, tiene identidad étnica mayormente latina.

 

Bizancio a los eslavos les proporcionó dos cosas: una doctrina plenamente sistematizada y una civilización cristiana plenamente desarrollada. Cuando la conversión de los eslavos fue iniciada en el siglo IX, el período de las grandes controversias doctrinales que fue el período de los siete concilios ya se había acabado: las pautas principales de la fé - las doctrinas de la Trinidad y de la Encarnación - ya se habían trazado, v fueron transmitidas a los eslavos en su forma definitiva. Quizás sea esta la razón por la que las Iglesias eslavas hayan criado pocos teólogos de creatividad original, y por la que las polémicas religiosas en tierras eslavas no fueron en general de índole dogmática. Mas la fé en la Trinidad y en la Encarnación no subsistieron en un vacío; al contrario, llevaron consigo toda una cultura y civilización cristianas, que trajeron los misioneros griegos también desde Bizancio en su equipaje. Los eslavos se vieron cristianizados y civilizados a la vez.

 

Los griegos transmitieron esta fé y esta civilización revestidas de forma eslava y no ajena (en lo que las traducciones de Cirilio y Metodio tuvieron suma importancia); los eslavos supieron asimilar y adueñarse de lo que habían tomado prestado de los bizantinos. Pese a que al principio se vieron limitadas a las clases sociales apoderadas, la cultura bizantina y la fé ortodoxa se fueron integrando cada vez más en la vida cotidiana de las gentes eslavas en general. El lazo entre la Iglesia y el pueblo se hizo todavía más estrecho gracias al sistema de establecer Iglesias independientes nacionales.

 

No cabe duda de que esta estrecha identificación de la Ortodoxia con la vida popular, y sobre todo el sistema de Iglesias nacionales, hayan tenido consecuencias lamentables. Por estar tan fuertemente vinculados la Iglesia y la nación, los ortodoxos eslavos muchas veces se han confundido entre las dos cosas y han hecho que la Iglesia sirva a los intereses de la política nacional. A veces han pensado que su fé era principalmente serbia, o rusa, o búlgara, olvidándose de que es principalmente ortodoxa y católica; lo cual ha sido la misma tentación que les afronta a los griegos en la época moderna. Durante los últimos diez siglos la Ortodoxia se ha visto acosada por la plaga del nacionalismo. Sin embargo, la integración de la Iglesia en la vida popular resultó a la vez ser sumamente beneficiosa. El cristianismo entre los eslavos se convirtió en la religión del pueblo entero, una religión popular en el mejor sentido de la palabra.

 

 

EL BAUTIZO DE RUSIA: EL PERÍODO KIEVANO (988-1237)

 

Fotio también pretendía convertir a los eslavos de Rusia. Alrededor de 864 envió un obispo a Rusia, pero esta primera fundación cristiana se vió exterminada por Oleg, que en 878 asumió el poder en Kiev (ciudad principal de Rusia en aquella época). Las influencias cristianas, sin embargo, continuaron infiltrándose en Rusia desde Bizancio, Bulgaria y Escandinavia; ya en el año 945 se halla una iglesia en Kiev. La princesa rusa Olga se hizo cristiana en 955, pero su hijo Svyatoslav se negó a seguirle el ejemplo, porque decía que sería el hazmerreír de su corte si se fuese a bautizar. Alrededor de 988, no obstante, el nieto de Olga, Vladimir (reinó de 980-1015), se convirtió al cristianismo y se casó con Ana, la hermana del Emperador bizantino. La Ortodoxia se hizo religión estatal de la Rusia, posición que ocupó hasta el año 1917. Vladimir se dedicó con gran entrega a cristianizar su reino: fueron importados sacerdotes, reliquias, vasos sagrados, e iconos; se celebraron bautizos multitudinarios en los ríos; se establecieron tribunales eclesiásticos, y se instituyó el sistema de los diezmos. El ídolo enorme del dios Perun, con cabeza de plata y bigotes de oro, fue derrocado de la colina desde la que dominaba la ciudad de Kiev, y bajó la cuesta rodando. ‘La trompeta de los ángeles y el trueno del Evangelio resonaron por todos los pueblos. El aire fue santificado por el incienso que ascendía hacia Dios. Los monasterios se erguían en las montañas. Los hombres y las mujeres, menores y mayores, todos juntos atestaban las santas iglesias.’[1] Así describía el Metropolita Hilarion los acontecimientos, sesenta años más tarde, seguramente con cierto idealismo; ya que la Rusia de la época kievana no se convirtió entera a la vez al cristianismo, y al principio la Iglesia se limitaba mayormente a las ciudades, mientras que las zonas rurales permanecieron paganas hasta los siglos XIV y XV.

 

Vladimir ponía tanto énfasis en la dimensión comunitaria del cristianismo como lo había hecho Juan el Limosnero. Cuando se celebraban banquetes en su Corte, él solía distribuir comida a los pobres y enfermos; en ninguna otra parte de Europa medieval existían unos ‘servicios sociales' tan organizados como los de Kiev en el siglo X. Otros gobernantes de la Rusia kievana siguieron los pasos de Vladimir. El príncipe Vladimir Monomachos (reinó de 1113-25) les escribe a sus hijos en su Testamento: ‘Sobre todo no os olvidéis de los pobres, y apoyadles en la medida de lo posible. Dad limosna a los huérfanos, proteged las viudas, y no permitáis que los fuertes destruyan a los demás.’[2] Vladimir era a la vez profundamente consciente de la ley cristiana de la misericordia, lo cual significa que cuando introdujo en Kiev el código de derecho bizantino insistió en que los preceptos más brutos o crueles fueran mitigados. En la Rusia kievana no había pena de muerte, ni mutilaciones ni tortura; se hacía poquísimo uso del castigo corporal.[3]

 

La misma ternura viene manifestada en la historia de los dos hijos de Vladimir, Borís y Gleb. Al fallecer Vladimir en 1015, el hijo mayor Svyatopolk intentó asir y anexar los principados de ellos. Tomando al pie de la letra el mandamiento del Evangelio, ellos no le opusieron resistencia, aunque pudieran haberlo hecho con facilidad; y cada uno de ellos en su turno fue asesinado por los enviados de Svyatopolk. Si se había de derramar la sangre, Borís y Gleb preferían que fuera la suya.

 

Aunque no fueron mártires por la fé, sino víctimas del antagonismo político, ambos fueron canonizados con la atribución del título particular de ‘Pasíferos' (vehículos de la Pasión); la gente sentía que a través de su sufrimiento inocente y voluntario habían compartido la Pasión de Cristo. Los rusos siempre han enfatizado el rol del sufrimiento en la vida cristiana.

 

En la Rusia kievana, así como en Bizancio y en el occidente medieval, los monasterios cobraron importancia. El que más influencia tuvo de todos fue la Petchersky Lavra, el Monasterio de las Cuevas de Kiev. Fue fundado como una hermandad semi-eremítica por San Antonio, un ruso que había vivido en el Monte Athos, y fue reorganizado por su sucesor San Teodosio (fallecido en 1074), que hizo establecerse la vida plenamente comunitaria como la del Monasterio Studios en Constantinopla. Igual que Vladimir, Teodosio era muy consciente de las implicaciones del cristianismo en la esfera del trabajo social, y las hizo observar de manera radical, identificándose íntimamente con los pobres, de modo muy parecido al de San Francisco de Asís en occidente. Borís y Gleb imitaron a Cristo en cuanto al sacrificio de la muerte; Teodosio Le imitó a Cristo en lo de la vida consagrada a la pobreza y en lo de ‘vaciarse’ voluntariamente (kenosis). Aun siendo de noble abolengo, eligió de niño vestirse de ropa vieja y remendada y labrar la tierra con los demás esclavos. ‘Nuestro Señor Jesucristo,’ dijo, ‘Se hizo pobre y Se humilló, ofreciéndose como ejemplo para que nosotros nos humillásemos en nombre de Él. Se sometió a los insultos y a los escupitajos y a los azotes por nuestra salvación; qué justo es, entonces, que nosotros suframos para conseguir alcanzar a Cristo.’[4] Incluso de Abad se solía vestir de la ropa más mezquina y rechazaba todo signo externo de autoridad superior. Pero a la misma vez era amigo y consejero respetado de príncipes y aristócratas. El mismo ideal de la humildad kenótica se destaca en otra gente, como por ejemplo en el Obispo Lucas de Vladimir Ciudad (fallecido en 1185), que según nos dice la Crónica de Vladimir ‘soportó en sus mismos hombros la humillación de Cristo, porque no tenía aquí abajo ciudad permanente, sino que buscaba la venidera'. Es un ideal que figura a menudo en los cuentos folclóricos rusos, y en las obras de los escritores como Tolstoy y Dostoyevsky.

 

Vladimir, Borís, Gleb y Teodosio se preocuparon con intensidad por las consecuencias prácticas que exige el Evangelio: Vladimir en cuanto a la justicia social y el deseo de tratar a los criminales con misericordia; Borís y Gleb en su afán de seguir a Cristo hasta entregarse voluntariamente al sufrimiento y la muerte; Teodosio en la empatía con los pobres. Estos cuatro santos encarnaron algunos de los rasgos más atractivos del cristianismo kievano.

 

La Iglesia rusa en el período kievano estaba supeditada al Patriacado de Constantinopla, y hasta el año 1237 los Metropolitas de Rusia solían ser de origen griego. En conmemoración a la época en que el Metropolita provenía de Bizancio, en la Iglesia rusa se sigue saludando a los obispos en las solemnidades con el cántico griego de eis pola eti, despota (‘a los muchos años, señor’). Del resto de los obispos, una mitad era de descendencia rusa en el período kievano; y hasta llegó a consagrarse un obispo converso judío, y otro de origen sirio.

 

Kiev gozaba de unas relaciones íntimas no sólo con Bizancio sino también con Europa occidental, y ciertos elementos en la organización de la Iglesia rusa primitiva, como los diezmos eclesiásticos, no eran de procedencia bizantina sino occidental. Muchos de los santos occidentales que no aparecen en el calendario bizantino fueron reverenciados en Kiev; una plegaria, compuesta en Rusia en el siglo XI, invoca a la Santa Trinidad con toda una lista de santos ingleses así como Albán y Botolph, incluido el santo francés San Martín de Tours. Algunos escritores han mantenido que hasta el año 1054 el cristianismo ruso fue tanto latino como griego, pero eso es mucho exagerar. Rusia tuvo relaciones más estrechas con occidente en el período kievano que en cualquier otra época hasta el reino de Pedro el Grande, pero con deudas culturales enormemente mayores con relación a Bizancio que al mundo latino. Napoleón acertó al llamarle al Emperador Alejandro I de Rusia ‘un griego del Imperio inferior’.

 

Se ha comentado que el mayor infortunio sufrido por Rusia fue el de no haber tenido el tiempo necesario de absorber y asimilar el patrimonio espiritual de Bizancio. En 1237 vino el fenecimiento de la Rusia kievana con la llegada de los guerreros mongólicos; Kiev fue saqueada, y la tierra rusa entera se vió invadida, toda menos el extremo norteño alrededor de Novgorod. Un visitante en la Corte de los Mongoles en 1246 notó que al pasar por tierra rusa no había visto ni pueblos ni ciudades, nada más que ruinas y calabazas humanas. Si bien la ciudad de Kiev fue destrozada, el cristianismo kievano permaneció vigente, sano y salvo, en la memoria:

 

La Rusia kievana, al igual que los días dorados de la infancia en la memoria del individuo, nunca se desvaneció de la memoria nacional de los rusos. A las fuentes puras de sus obras literarias puede acudir quien quiera saciar la sed religiosa; en los escritos de sus autores venerables hallará quien le conduzca por las dificultades del mundo moderno. El cristianismo kievano tiene el mismo valor para el pensar religioso de los rusos que el de la obra de Pushkin para la estética rusa; es el estandar y el puntal, la medida de oro, la vía real.[5]

 

LA IGLESIA RUSA BAJO LOS MONGOLES

(1237-1448)

 

La soberanía de los tártaros mongoles en Rusia duró desde 1237 hasta 1480. Pero tras la gran batalla de Kulikovo (1380), en la que por fin los rusos osaron entablar combate abierto con sus adversarios y llegaron a vencerles, el poderío de los mongoles fue debilitado, hasta que en 1450 les quedó sólo el nombre. Más que nadie fue la Iglesia la que sostuvo la conciencia nacional de los rusos en los siglos XIII y XIV, lo mismo que en Grecia sería la Iglesia la que conservaría el sentido de la unidad bajo el dominio de los turcos. La Rusia que emergió del período mongol era una Rusia muy alterada en las apariencias externas. Kiev nunca logró recuperarse tras el saqueo de 1237, y su posición jerárquica fue asumida en el siglo XIV por el Principado de Moscú. Los Grandes Duques de Moscú fueron los que inspiraron y promovieron la resistencia contra los mongoles y que encabezaron las fuerzas rusas en la batalla de Kulikovo. La ascendencia de Moscú estuvo estrechamente ligada con la Iglesia. En la época cuando todavía era una ciudad pequeña y de escasa importancia, allí decidió instalarse Pedro, Metropolita de Rusia de 1308 a 1326. Esto llevó a que la Iglesia rusa se dividiera entre dos arzobispados metropolitanos, uno en Moscú y otro en Kiev, pero fué un arreglo que no se fijó con permanencia hasta mediados del siglo XV.

 

Merecen destacarse tres personajes en la historia de la Iglesia rusa en el período mongol, santos canonizados los tres: son Alejandro Nevsky, Esteban de Perm, y Sergio de Radonezh.

 

Alejandro Nevsky (fallecido en 1263), uno de los grandes santos guerreros de Rusia, ha sido comparado con el santo contemporáneo s él en occidente, Louis Rey de Francia. Fue Príncipe de Novgorod, el único principado de Rusia que se salvó sin dañarse en 1237. Pero poco después de la llegada de los tártaros, Alejandro se vió amenazado por otros enemigos en el costado occidental: por los suecos, alemanes y lituanos. Resultaba imposible sostener la lucha en dos frentes militares, entonces Alejandro decidió supeditarse a la soberanía de los mongoles y pagarles tributo; en cambio, a sus adversarios de occidente les opuso una fuerte resistencia, y llegó a vencerles en dos batallas decisivas - contra los suecos en 1240 y contra los Caballeros Teutónicos en 1242. Al tratar con los tártaros y no con los occidentales tenía motivos mayormente religiosos: los tártaros cobraban tributo pero no se entrometían en la vida de la Iglesia, en cambio los Caballeros Teutónicos tenían declarado el objetivo de someter a ‘los cismáticos rusos’ a la jurisdicción del Papa. Este fué el mismo período en el que reinaba un Patriarca latino en Constantinopla, y en que los cruzados alemanes del norte propusieron derrumbar Novgorod ortodoxa, así como sus cruzados compañeros del sur derrumbaron Constantinopla ortodoxa en 1204. Pero a pesar de las amenazas de los mongoles, Alejandro rehusó todo tipo de transigencia en el campo de la religión. ‘Nuestras doctrinas son las que predicaron los Apóstoles,’ les contestó, según se cuenta, a los mensajeros enviados por el Papa. ‘... La tradición que observamos, y con la más minuciosa diligencia, es la de los Santos Padres de los siete concilios. Con respecto a lo que dicen Ustedes, no tenemos oídos para ello y no queremos sus doctrinas.’[6]Anticipó así la decisión que también tomarían los griegos tras el Concilio de Florencia: la de someterse al dominio político de los infieles en vez de aceptar lo que para ellos constituiría la rendición espiritual ante la Iglesia de Roma.

 

Esteban de Perm nos hace observar otro aspecto de la vida de la Iglesia bajo los mongoles: el trabajo misionero. Desde los primeros tiempos la Iglesia rusa fue una Iglesia misionera, y los rusos en seguida y sin demoras enviaron evangelizadores entre sus conquistadores paganos. En 1261 un tal Mitrofán fue mandado como obispo misionero a Sarai, capital tártara situada a orillas del Volga. Otros enviados predicaron no entre los mongoles sino en medio de las tribus primitivas paganas del noroeste y el norte del continente ruso. Fieles al ejemplo de Cirilio y Metodio estos misioneros tradujeron la Biblia y los oficios de la Iglesia, pasándolos al idioma o al dialecto vernáculo de la gente evangelizada.

 

San Esteban, Obispo de Perm (?1340-96) trabajó entre las tribus zyrianas. Pasó trece años preparándose en un monasterio, estudiando no sólo los dialectos de los indígenas sino también el idioma griego, con el propósito de tener mayor capacidad y competencia lingüística para la obra de traducción. Si bien Cirilio y Metodio habían empleado una forma adaptada del alfabeto griego para sus traducciones eslavónicas, Esteban utilizó los ideogramas rúnicos indígenas. Era también iconógrafo, y trató de predicar a Dios no solamente como el Dios de la verdad sino también como el Dios de la belleza. Como otros muchos de los misioneros rusos primitivos, no salió en pos de las conquistas político-militares; al contrario, las anticipó.

 

Sergio de Radonezh (?1314-92), el más grande de los santos nacionales de la Rusia, estuvo estrechamente vinculado con la recuperación territorial en el siglo XIV. El esquema exterior de su vida nos recuerda el de San Antonio de Egipto. Siendo joven, Sergio se retiró a los bosques (equivalente norteño del desierto egipcio) y allí fundó una ermita dedicada a la Santa Trinidad. Al cabo de varios años de soledad, su lugar de retiro fue descubierto y él se vió rodeado de discípulos a quienes les sirvió de guía espiritual, es decir de ‘anciano’ o starets. Finalmente llegó a transformar la comunidad en un monasterio regular (a diferencia de San Antonio), que incluso antes de morir él, su monasterio se convirtió en el más importante del país; su Monasterio de la Santa Trinidad llegó a ocupar una posición tan central en el Principado de Moscovia como la del Monasterio de las Cuevas en la Rusia kievana.

 

Sergio mostró las mismas cualidades de kenosis y de auto-humillación que Teodosio; pese a su descendencia hidalga, vivió como campesino y se vestía con ropa mezquina. ‘Sus vestidos eran del fieltro áspero y rústico de los campesinos, viejo y gastado, sin lavar, empapado de sudor, cubierto de remiendos.’[7] Cuando alcanzó su mayor fama, al ser nombrado Abad de una amplia comunidad, seguía trabajando en la huerta. Muchas veces cuando se les indicaba quién era a los visitantes, éstos quedaban incrédulos de que semejante figura pudiera ser Sergio, un personaje tan célebre. ‘Vine a conocer a un profeta,’ exclamó un viajero, disgustado, ‘y me entregasteis a un mendigo.’[8] Igual que Teodosio, Sergio participó activamente en la vida política. Como amigo íntimo de los Grandes Duques de Moscú, procuró alentar la expansión de la ciudad, y resulta significativo el hecho de que antes de la batalla de Kulikovo, el Príncipe Dimitri Donskoy, jefe de las fuerzas rusas, se dirigiera específicamente a Sergio para pedirle su bendición.

 

Si bien se pueden trazar muchos paralelismos entre las vidas de Teodosio y de Sergio, cabe destacar también dos puntos de diferencia. En primer lugar, el Monasterio de las Cuevas, al igual que la mayoría de los monasterios en Rusia kievana, se localizaba en las afueras de una ciudad; en cambio el Monasterio de la Santa Trinidad fué fundado en el yermo a una gran distancia del mundo civilizado. Sergio fue de cierto modo explorador y colonizador, avanzando las fronteras de la civilización y sometiendo los bosques al cultivo. Tampoco fue el único monje colonizador de su época: hubo muchos ejemplos. Otros se desplazaban como lo había hecho él al bosque para hacerse ermitaños, pero como también ocurrió en el caso de Sergio, su ermita de pronto se vió transformada en un monasterio regular con agrupamiento de ciudadanos alrededor de las murallas. Luego se repite de nuevo el proceso: otra generación de monjes sale en busca de la vida solitaria en los bosques, todavía más remotos, los discípulos les siguen las huellas, se crean nuevas comunidades, se desmonta una nueva parte del bosque para la agricultura. El avance asegurado de los monjes colonos constituye uno de los rasgos más destacados de los siglos XIV y XV en Rusia. Desde Radonezh y otros centros monásticos se fue desenvolviendo con rapidez toda una red de comunidades religiosas que finalmente se extendían a lo largo del norte de Rusia, alcanzando hasta el Mar Blanco y el círculo ártico. Unas cincuenta comunidades fueron creadas por los discípulos de Sergio ya antes de que él muriera, y otras cuarenta más en la siguiente generación. Los monjes exploradores, además de colonos, eran también misioneros, ya que al ir penetrando hacia el norte, fueron predicando el cristianismo entre las tribus salvajes paganas, nativas del bosque que les rodeaba.

 

En segundo lugar, no hay nada en la experiencia religiosa de Teodosio que se pueda llamar específicamente místico; en cambio, Sergio nos devela una nueva dimensión de la vida espiritual. Fue contemporáneo con Gregorio Palamás, con lo que es posible que algo conociera del movimiento Hesicasta en Bizancio. De todos modos, las apariciones que le fueron concedidas a Sergio en la oración, según nos las describe su biógrafo Epifanio, solamente se pueden interpretar con sentido místico.

 

A Sergio se le ha denominado ‘Constructor de Rusia’, y lo fué de tres maneras: en el ámbito de la política, por fomentar el progreso de Moscú y la resistencia contra los tártaros; en el ámbito geográfico, por haber inspirado y promovido, él más que cualquier otra persona el gran avance de los monjes en los bosques; y en el sentido espiritual, por que mediante su experiencia de la oración mística profundizó la vida interior de la Iglesia rusa. Quizás haya tenido más éxito que cualquier otro santo ruso en equilibrar y armonizar las funciones sociales del monaquismo con las místicas. Bajo su influencia y la de sus seguidores, los dos siglos entre 1350 y 1550 resultaron ser la Edad de Oro de la espiritualidad rusa.

 

Estos dos siglos fueron también la Edad de Oro del arte religioso en Rusia. Durante aquellos años los pintores rusos perfeccionaron las técnicas iconográficas tradicionales que heredaron de los bizantinos. La iconografía floreció sobre todo entre los hijos espirituales de San Sergio. No es coincidencia que el mejor icono ortodoxo desde el punto de vista artístico - la Santa Trinidad de San Andrés Ryublev (?1370-?1430) - haya sido pintado en homenaje a San Sergio y colocado en el monasterio de Radonezh.

 

Sesenta y un años tras la muerte de Sergio, el Imperio Bizantino sucumbió ante el avance de los turcos. La nueva Rusia que se formó tras la batalla de Kulikovo, y a la que el mismo santo tanto contribuyó, se vió llamada a desempeñar el papel de Bizancio como protectora del mundo ortodoxo. Resultó ser a la vez digna e indigna de esta vocación.

 

 

 

 

 



[1] Citado en G.P. Fedotov, The Russian Religious Mind, Vol. I, p.410.

[2] Citado en G. Vernadsky, Kievan Russia (New Haven 1948), p.195.

[3] En Bizancio la pena de muerte existía pero casi nunca se aplicaba; en cambio, el castigo de la mutilación se empleaba con penosa frecuencia.

 

[4] Nestor, ‘Vida de San Teodosio’, en G.P. Fedotov, A Treasury of Russian Spirituality, p.27.

[5] Fedotov, The Russian Religious Mind, Vol. I, p.412.

[6] Cita sacada de la vida de Alejandro Nevsky escrita en el siglo XIII, y citada en Fedotov, The Russian Religious Mind, Vol. I, p.383.

[7] San Epifanio, ‘La Vida de San Sergio’, que viene en Fedotov, A Treasury of Russian Spirituality, pp.69-70.

[8] Epifanio, citado en Fedotov, op. cit., p.70

Comentarios

Entradas populares