¿Qué es el Hesicasmo?


 ¿Qué es el Hesicasmo?

Hesicasmo en griego significa silencio. Es el método de vida espiritual y de curación del alma a través del silencio, a través de la concentración en la oración y en desear y hacer solamente lo bueno y necesario para la salvación. Es estar alerta y no permitir que los pensamientos e imágenes externos entren en el corazón y distraigan nuestra atención para así arrastrarla a lo mundano y perjudicial. Hesicasmo indica recogimiento, silencio, soledad exterior e interior, oración, unión con Dios. Es un término técnico en la historia de la espiritualidad monástica, que refiere al estado de quietud y de silencio de todo el ser del hombre, necesario para permanecer con Dios. El hesicasmo es la realización de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, enseñanzas portadoras de la salvación.

En su trabajo sobre el hesicasmo, Monseñor Hierotheos cita a estos pasajes evangélicos: El Señor dijo a sus discípulos que estaban durmiendo en el jardín de Getsemaní: “Velad y orad para no caer en la tentación” (S. Mateo 26:41). Hesicasmo, entonces, es la práctica de velar y orar. El Apóstol Pablo le dice a los Tesalonicenses: “No durmamos como los demás, antes bien estemos en vela y vivamos con templanza… Nosotros que somos hijos del día, vivamos en sobriedad, vestidos con la cota de la fe y del amor” (I Tes. 5:6-8). Él también exhorta al Apóstol Timoteo: “Tú entre tanto vigila en todas las cosas”. Nuestro Señor mismo se alejaba al desierto a orar en quietud y silencio. También rezaba en compañía de sus discípulos, pero la oración más profunda era en silencio, quietud y soledad. En San Mateo leemos: “Él (el Señor) se alejó de allí en bote hacia un lugar desértico para Él mismo” (S. Mateo 14:13). Y leemos también en S. Mateo, que luego de multiplicar milagrosamente los cinco panes y despedida la multitud, nuestro Señor “subió a una montaña a orar aparte. Y cuando llegó la noche, estaba allí solo” (S. Mateo 14:23). El Señor pasaba la noche entera en oración. De esto testifica San Lucas el Evangelista, cuando dice: “Él se fue a la montaña a rezar, y continuó toda la noche en oración a Dios” (S. Lucas 6:12). El Hijo de Dios enseñó a sus seguidores el camino de la oración pura. En San Mateo leemos: “Cuando reces, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto” (S. Mateo 6:6).

Nuestro Salvador resume el concepto de hesicasmo, en la respuesta que le da a Marta cuando fue recibido por ella en su casa. Mientras Nuestro Señor regaba con el agua viva de sus enseñanzas el espíritu de María su oyente, Marta estaba físicamente cerca de ellos, pero espiritualmente lejos de aquella conversación mística. Su alma estaba ajetreada pensando en cómo atender al Señor. Cuando Le pide a Cristo que obligue a María a que la ayude, el Señor negándose, le contesta: “Una sola cosa es necesaria, y María escogió la buena parte…” (Lc 10:42). Entonces, hesicasmo es la concentración en esto único necesario. De esta enseñanza evangélica se deduce la importancia del buen discernimiento en el hesicasmo.

Hesicasmo es la constante búsqueda y encuentro del Reino de Dios a través del silencio y la soledad, porque como dijo nuestro Señor: “El Reino de Dios está dentro suyo” (S. Lucas 17:21). El hesicasta se concentra en su interior; a través del arrepentimiento y del ejercicio de las virtudes purifica su cuerpo y alma de la suciedad del pecado, y así se hace vasija digna de recibir a Dios que desciende en comunión con él. De esta forma alcanza por Gracia lo que los padres llaman “Teoría” o visión de Dios. Esta visión de Dios es justamente el Reino de los Cielos dentro nuestro y representa el objetivo mismo del hesicasmo: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios” (S. Mateo 5:8).

El retorno del Nous al Corazón

La enseñanza principal de San Gregorio Palamas sobre el hesicasmo consiste en que uno debe hacer que el nous retorne al corazón, de donde no debería haberse ido. Éste es el proceso principal en el hesicasmo. Para entender esto, analicemos primeramente al nous y luego al corazón.

Nous es un término griego y en castellano a veces se lo traduce como espíritu y otras veces como intelecto. Todos los Padres de la Iglesia definen al Nous como la parte más pura del alma, donde se encuentran las cualidades más elevadas, como el amor, la piedad, la humildad, el temor de Dios, la conciencia, el deseo por Dios. Todas estas cualidades se encuentran en un órgano espiritual en nuestro ser, y éste es el nous. San Juan Damasceno dice que el nous es el ojo del alma: “El alma no posee al nous como algo distinto de ella, sino como su parte más pura. Así como el ojo es al cuerpo, el nous es al alma”. El nous es el medio de comunicación entre el alma y Dios. Dios se comunica con el alma en la oración a través del nous. Por ello, el nous recibe la revelación divina y la gracia. El nous no es la razón. El nous se diferencia de la razón porque ésta hace análisis en base a percepciones de los sentidos, mientras que el nous hace análisis en base a la revelación divina y la gracia. El nous es el motor del alma. Así como sea el nous, así será el alma. Ya que el nous puede elevarse espiritualmente como también caer espiritualmente hasta quedar esclavizado por las pasiones. Como dijimos, el nous es el motor del alma. Si el nous tiende a Dios y lo busca y vive en él, entonces el alma será pura. Y si el alma es pura, entonces ella comunicará esta pureza al cuerpo también, ya que ella le da vida al cuerpo, y darle vida significa comunicarle la pureza. En cambio, si el nous se oscurece esclavizando su atención a las pasiones, entonces el alma también sufrirá esa esclavitud, y por consiguiente el cuerpo.

Habiendo analizado brevemente al nous, pasemos a analizar al corazón. Monseñor Hierotheos explica que cuando las Sagradas Escrituras hablan sobre el corazón, ellas comprenden tanto al corazón espiritual como al corazón corporal. El corazón es tanto el órgano corporal como el órgano espiritual, es decir el centro de nuestro ser. La oración básica hacia Dios es por nuestra salvación. El la Liturgia pedimos: “Por la paz que viene de lo alto y por la salvación de nuestras almas”. La salvación no consiste en sacar algo sino en introducir a Cristo. No es un estado negativo, sino positivo. Es la comunión y unión con Cristo. Y esta comunión toma lugar primaria-mente en el corazón. El corazón es el lugar donde Dios mora: “Que Cristo more en sus corazones a través de la fe” dice el Ap. Pablo a los efesios (Ef. 3:17).

Los padres de la Iglesia coinciden en el concepto de encontrar el corazón en uno mismo. Cuando Dios nos concede encontrar nuestro corazón, entonces estamos en el sendero de la salvación. Abba Pambo dice: “Si tú tienes un corazón, puedes ser salvo”. Tener un corazón significa encontrar su propio corazón, dentro del cual uno será guiado por Dios. Los Padres consideran esencial encontrar el lugar del corazón, el cual es energizado por la gracia de Dios. Encontrar el corazón, es encontrar el Reino de Dios en uno mismo, porque Nuestro Salvador, como dijimos, enseña que el Reino de Dios esta dentro nuestro (Lucas 17:21). De esta forma, el cristiano aceptará a Dios por maestro y será dirigido salvíficamente por el Espíritu Santo.

Monseñor Hierotheos continúa explicando, que según San Gregorio Palamas y los demás Padres, el corazón es el lugar en donde se desarrolla la vida espiritual. Es el lugar energizado por la gracia de Dios. La vida espiritual del cristiano es vivida en el corazón, el cual como dice el salmista, es profundo (salmo 64:6). El corazón es oculto no sólo para los ojos ajenos, sino también para su propio dueño. El Apóstol Pablo habla del corazón como una persona oculta: “La persona interior escondida en el corazón, es la que se debe adornar con el atavío incorruptible de un espíritu de dulzura y de paz” (I Pedro 3:4).

Entonces, luego de haber analizado al nous y al corazón, podemos comprender el método hesicasta de hacer retornar el nous al corazón. El estado natural del nous es dentro del corazón. Ese es su lugar, ya que Dios mora en el corazón. Pero a causa de la caída del hombre en el pecado, la naturaleza del hombre se oscureció y ya no sigue naturalmente a Dios. El nous, en vez de estar en el corazón, se dispersa en lo que lo rodea y termina esclavizado por las cosas creadas. En esto reside la caída del hombre. Hesicasmo, ascetismo ortodoxo, es el ejercicio mediante el cual se trata de hacer retornar al nous al corazón, de su difusión entre lo que lo rodea y de su confusión con la inteligencia. Porque cuando el nous se aleja del corazón, se asienta primariamente en la inteligencia y comienza a actuar según los razonamientos de la inteligencia. Y esto no siempre es bueno para la salvación, ya que si la inteligencia esta oscurecida, entonces los actos del nous serán oscuros y negativos para nuestra salvación. En esto reside el principal problema psicológico del hombre, especialmente el contemporáneo. La inteligencia del hombre contemporáneo en general está oscurecida con innumerables confusiones, presiones y tensiones. Y los problemas surgen cuando el nous se aleja de su morada que es el corazón, y se asienta en esta inteligencia dañada para seguir los deseos confusos de la misma. El nous se esclaviza en las confusiones y las presiones y no sabe cómo salir ya que perdió el camino hacia el corazón. Es necesario recuperarlo y volver al corazón en donde mora Dios, el cual nos guiará a la salvación. Por eso es importante purificar el corazón con la oración, para que Dios more en él y no el pecado.

Acerca de hacer retornar el nous al corazón, San Gregorio escribe: “Nuestro corazón es, entonces, el asiento del nous y su principal órgano corporal. Si queremos aplicarnos a vigilar y enderezar nuestro nous, por medio de una atenta sobriedad, qué mejor manera de vigilarlo que reunir nuestro nous disperso en lo exterior por las sensaciones, reconducirlo dentro de nosotros hasta ese mismo corazón que es asiento de los pensamientos”.

Es importante aclarar que San Gregorio no considera como mala a la inteligencia o a la razón. Sino que no es el lugar apropiado para el nous, ya que el mismo debe morar en el corazón donde tiene más presencia la gracia de Dios. San Gregorio enseña que la inteligencia de por sí es buena porque es una potencia dada por Dios al alma para que ella aprenda de Dios, lo conozca y lo busque. Pero cuando nosotros no la utilizamos para buscar a Dios sino que la utilizamos para buscar nuestros propios deseos, entonces la inteligencia se oscurece y se degenera. Y si el nous mora en una inteligencia oscurecida, sus actos serán oscuros también, y nos estaremos alejando de la salvación.

San Gregorio Palamas escribe que el arma más importante para lograr vigilar todo nuestro ser es la oración: “La conversión del espíritu hacia si mismo consiste en cuidarse a si mismo; su ascensión hacia Dios se opera ante todo por la oración: a veces en una oración recogida y concentrada, a veces en una oración más ex-tendida', lo que es más laborioso. El que persevera en esta concentración del espíritu y en este crecimiento hacia Dios, conteniendo enérgicamente los ataques de su pensamiento, se acerca interiormente a Dios, entra en posesión de los bienes inefables, gusta el siglo futuro, conoce por el sentido espiritual cuán bueno es el Señor, según la palabra del salmista: «¡Gustad y ved qué bueno es Yahvé!» (Sal 34, 9)”.

San Gregorio muestra a la Santísima Virgen como el ejemplo más perfecto del hesicasmo, al comentar que “Ella vivía en el Templo como en el paraíso. Ella vivía su vida sin equipamiento, sin preocupación, sin pena, sin tener parte en las pasiones, por encima de los placeres que no son sin dolor, viviendo sólo para Dios y vista sólo por Dios”.


Extraído de la disertación “San Gregorio Palamás y el Hesicasmo” 

por el Padre Esteban Jovanovich¿Qué es el Hesicasmo?


Hesicasmo en griego significa silencio. Es el método de vida espiritual y de curación del alma a través del silencio, a través de la concentración en la oración y en desear y hacer solamente lo bueno y necesario para la salvación. Es estar alerta y no permitir que los pensamientos e imágenes externos entren en el corazón y distraigan nuestra atención para así arrastrarla a lo mundano y perjudicial. Hesicasmo indica recogimiento, silencio, soledad exterior e interior, oración, unión con Dios. Es un término técnico en la historia de la espiritualidad monástica, que refiere al estado de quietud y de silencio de todo el ser del hombre, necesario para permanecer con Dios. El hesicasmo es la realización de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, enseñanzas portadoras de la salvación.

En su trabajo sobre el hesicasmo, Monseñor Hierotheos cita a estos pasajes evangélicos: El Señor dijo a sus discípulos que estaban durmiendo en el jardín de Getsemaní: “Velad y orad para no caer en la tentación” (S. Mateo 26:41). Hesicasmo, entonces, es la práctica de velar y orar. El Apóstol Pablo le dice a los Tesalonicenses: “No durmamos como los demás, antes bien estemos en vela y vivamos con templanza… Nosotros que somos hijos del día, vivamos en sobriedad, vestidos con la cota de la fe y del amor” (I Tes. 5:6-8). Él también exhorta al Apóstol Timoteo: “Tú entre tanto vigila en todas las cosas”. Nuestro Señor mismo se alejaba al desierto a orar en quietud y silencio. También rezaba en compañía de sus discípulos, pero la oración más profunda era en silencio, quietud y soledad. En San Mateo leemos: “Él (el Señor) se alejó de allí en bote hacia un lugar desértico para Él mismo” (S. Mateo 14:13). Y leemos también en S. Mateo, que luego de multiplicar milagrosamente los cinco panes y despedida la multitud, nuestro Señor “subió a una montaña a orar aparte. Y cuando llegó la noche, estaba allí solo” (S. Mateo 14:23). El Señor pasaba la noche entera en oración. De esto testifica San Lucas el Evangelista, cuando dice: “Él se fue a la montaña a rezar, y continuó toda la noche en oración a Dios” (S. Lucas 6:12). El Hijo de Dios enseñó a sus seguidores el camino de la oración pura. En San Mateo leemos: “Cuando reces, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto” (S. Mateo 6:6).

Nuestro Salvador resume el concepto de hesicasmo, en la respuesta que le da a Marta cuando fue recibido por ella en su casa. Mientras Nuestro Señor regaba con el agua viva de sus enseñanzas el espíritu de María su oyente, Marta estaba físicamente cerca de ellos, pero espiritualmente lejos de aquella conversación mística. Su alma estaba ajetreada pensando en cómo atender al Señor. Cuando Le pide a Cristo que obligue a María a que la ayude, el Señor negándose, le contesta: “Una sola cosa es necesaria, y María escogió la buena parte…” (Lc 10:42). Entonces, hesicasmo es la concentración en esto único necesario. De esta enseñanza evangélica se deduce la importancia del buen discernimiento en el hesicasmo.

Hesicasmo es la constante búsqueda y encuentro del Reino de Dios a través del silencio y la soledad, porque como dijo nuestro Señor: “El Reino de Dios está dentro suyo” (S. Lucas 17:21). El hesicasta se concentra en su interior; a través del arrepentimiento y del ejercicio de las virtudes purifica su cuerpo y alma de la suciedad del pecado, y así se hace vasija digna de recibir a Dios que desciende en comunión con él. De esta forma alcanza por Gracia lo que los padres llaman “Teoría” o visión de Dios. Esta visión de Dios es justamente el Reino de los Cielos dentro nuestro y representa el objetivo mismo del hesicasmo: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios” (S. Mateo 5:8).

El retorno del Nous al Corazón

La enseñanza principal de San Gregorio Palamas sobre el hesicasmo consiste en que uno debe hacer que el nous retorne al corazón, de donde no debería haberse ido. Éste es el proceso principal en el hesicasmo. Para entender esto, analicemos primeramente al nous y luego al corazón.

Nous es un término griego y en castellano a veces se lo traduce como espíritu y otras veces como intelecto. Todos los Padres de la Iglesia definen al Nous como la parte más pura del alma, donde se encuentran las cualidades más elevadas, como el amor, la piedad, la humildad, el temor de Dios, la conciencia, el deseo por Dios. Todas estas cualidades se encuentran en un órgano espiritual en nuestro ser, y éste es el nous. San Juan Damasceno dice que el nous es el ojo del alma: “El alma no posee al nous como algo distinto de ella, sino como su parte más pura. Así como el ojo es al cuerpo, el nous es al alma”. El nous es el medio de comunicación entre el alma y Dios. Dios se comunica con el alma en la oración a través del nous. Por ello, el nous recibe la revelación divina y la gracia. El nous no es la razón. El nous se diferencia de la razón porque ésta hace análisis en base a percepciones de los sentidos, mientras que el nous hace análisis en base a la revelación divina y la gracia. El nous es el motor del alma. Así como sea el nous, así será el alma. Ya que el nous puede elevarse espiritualmente como también caer espiritualmente hasta quedar esclavizado por las pasiones. Como dijimos, el nous es el motor del alma. Si el nous tiende a Dios y lo busca y vive en él, entonces el alma será pura. Y si el alma es pura, entonces ella comunicará esta pureza al cuerpo también, ya que ella le da vida al cuerpo, y darle vida significa comunicarle la pureza. En cambio, si el nous se oscurece esclavizando su atención a las pasiones, entonces el alma también sufrirá esa esclavitud, y por consiguiente el cuerpo.

Habiendo analizado brevemente al nous, pasemos a analizar al corazón. Monseñor Hierotheos explica que cuando las Sagradas Escrituras hablan sobre el corazón, ellas comprenden tanto al corazón espiritual como al corazón corporal. El corazón es tanto el órgano corporal como el órgano espiritual, es decir el centro de nuestro ser. La oración básica hacia Dios es por nuestra salvación. El la Liturgia pedimos: “Por la paz que viene de lo alto y por la salvación de nuestras almas”. La salvación no consiste en sacar algo sino en introducir a Cristo. No es un estado negativo, sino positivo. Es la comunión y unión con Cristo. Y esta comunión toma lugar primaria-mente en el corazón. El corazón es el lugar donde Dios mora: “Que Cristo more en sus corazones a través de la fe” dice el Ap. Pablo a los efesios (Ef. 3:17).

Los padres de la Iglesia coinciden en el concepto de encontrar el corazón en uno mismo. Cuando Dios nos concede encontrar nuestro corazón, entonces estamos en el sendero de la salvación. Abba Pambo dice: “Si tú tienes un corazón, puedes ser salvo”. Tener un corazón significa encontrar su propio corazón, dentro del cual uno será guiado por Dios. Los Padres consideran esencial encontrar el lugar del corazón, el cual es energizado por la gracia de Dios. Encontrar el corazón, es encontrar el Reino de Dios en uno mismo, porque Nuestro Salvador, como dijimos, enseña que el Reino de Dios esta dentro nuestro (Lucas 17:21). De esta forma, el cristiano aceptará a Dios por maestro y será dirigido salvíficamente por el Espíritu Santo.

Monseñor Hierotheos continúa explicando, que según San Gregorio Palamas y los demás Padres, el corazón es el lugar en donde se desarrolla la vida espiritual. Es el lugar energizado por la gracia de Dios. La vida espiritual del cristiano es vivida en el corazón, el cual como dice el salmista, es profundo (salmo 64:6). El corazón es oculto no sólo para los ojos ajenos, sino también para su propio dueño. El Apóstol Pablo habla del corazón como una persona oculta: “La persona interior escondida en el corazón, es la que se debe adornar con el atavío incorruptible de un espíritu de dulzura y de paz” (I Pedro 3:4).

Entonces, luego de haber analizado al nous y al corazón, podemos comprender el método hesicasta de hacer retornar el nous al corazón. El estado natural del nous es dentro del corazón. Ese es su lugar, ya que Dios mora en el corazón. Pero a causa de la caída del hombre en el pecado, la naturaleza del hombre se oscureció y ya no sigue naturalmente a Dios. El nous, en vez de estar en el corazón, se dispersa en lo que lo rodea y termina esclavizado por las cosas creadas. En esto reside la caída del hombre. Hesicasmo, ascetismo ortodoxo, es el ejercicio mediante el cual se trata de hacer retornar al nous al corazón, de su difusión entre lo que lo rodea y de su confusión con la inteligencia. Porque cuando el nous se aleja del corazón, se asienta primariamente en la inteligencia y comienza a actuar según los razonamientos de la inteligencia. Y esto no siempre es bueno para la salvación, ya que si la inteligencia esta oscurecida, entonces los actos del nous serán oscuros y negativos para nuestra salvación. En esto reside el principal problema psicológico del hombre, especialmente el contemporáneo. La inteligencia del hombre contemporáneo en general está oscurecida con innumerables confusiones, presiones y tensiones. Y los problemas surgen cuando el nous se aleja de su morada que es el corazón, y se asienta en esta inteligencia dañada para seguir los deseos confusos de la misma. El nous se esclaviza en las confusiones y las presiones y no sabe cómo salir ya que perdió el camino hacia el corazón. Es necesario recuperarlo y volver al corazón en donde mora Dios, el cual nos guiará a la salvación. Por eso es importante purificar el corazón con la oración, para que Dios more en él y no el pecado.

Acerca de hacer retornar el nous al corazón, San Gregorio escribe: “Nuestro corazón es, entonces, el asiento del nous y su principal órgano corporal. Si queremos aplicarnos a vigilar y enderezar nuestro nous, por medio de una atenta sobriedad, qué mejor manera de vigilarlo que reunir nuestro nous disperso en lo exterior por las sensaciones, reconducirlo dentro de nosotros hasta ese mismo corazón que es asiento de los pensamientos”.

Es importante aclarar que San Gregorio no considera como mala a la inteligencia o a la razón. Sino que no es el lugar apropiado para el nous, ya que el mismo debe morar en el corazón donde tiene más presencia la gracia de Dios. San Gregorio enseña que la inteligencia de por sí es buena porque es una potencia dada por Dios al alma para que ella aprenda de Dios, lo conozca y lo busque. Pero cuando nosotros no la utilizamos para buscar a Dios sino que la utilizamos para buscar nuestros propios deseos, entonces la inteligencia se oscurece y se degenera. Y si el nous mora en una inteligencia oscurecida, sus actos serán oscuros también, y nos estaremos alejando de la salvación.

San Gregorio Palamas escribe que el arma más importante para lograr vigilar todo nuestro ser es la oración: “La conversión del espíritu hacia si mismo consiste en cuidarse a si mismo; su ascensión hacia Dios se opera ante todo por la oración: a veces en una oración recogida y concentrada, a veces en una oración más ex-tendida', lo que es más laborioso. El que persevera en esta concentración del espíritu y en este crecimiento hacia Dios, conteniendo enérgicamente los ataques de su pensamiento, se acerca interiormente a Dios, entra en posesión de los bienes inefables, gusta el siglo futuro, conoce por el sentido espiritual cuán bueno es el Señor, según la palabra del salmista: «¡Gustad y ved qué bueno es Yahvé!» (Sal 34, 9)”.

San Gregorio muestra a la Santísima Virgen como el ejemplo más perfecto del hesicasmo, al comentar que “Ella vivía en el Templo como en el paraíso. Ella vivía su vida sin equipamiento, sin preocupación, sin pena, sin tener parte en las pasiones, por encima de los placeres que no son sin dolor, viviendo sólo para Dios y vista sólo por Dios”.

Extraído de la disertación “San Gregorio Palamás y el Hesicasmo” 

por el Padre Esteban Jovanovich

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