Salvados por la Gracia, no por las obras
SALVADOS POR LA GRACIA, NO POR LAS OBRAS.
El anglicanismo tiene sus raíces en el redescubrimiento de la gracia de Dios en la Inglaterra del siglo XVI. Esta sesión trata de cómo ocurrió eso y cómo se ha expresado desde entonces.
Martín
Lutero y el arzobispo Cranmer
El anglicanismo empieza a surgir como una comunión distinta (o comunión de iglesias) dentro de la Iglesia Occidental durante la Reforma Protestante del siglo XVI (en el año 1500). Esto se ve claramente en la vida y la obra del arzobispo Thomas Cranmer (1495-1556). Él promovió la Biblia vernácula (es decir, la Biblia en la lengua del pueblo), recopiló y publicó los “Artículos de Religión” (declaraciones oficiales sobre lo que creen las/los anglicanas/os y el Libro de Oración Común (LOC). Con todo ello, puso en práctica los principales temas de la espiritualidad anglicana.
Thomas Cranmer era de Ashlockton, en
Notinghamshire, en las Tierras Medias de Inglaterra. Comenzó su carrera como
académico en la Universidad de Cambridge. Trabajó como diplomático para el rey
Enrique VIII y viajó por Alemania conociendo a los reformistas protestantes y
dejándose influenciar por ellos. Defendió la posición de que el matrimonio de
Enrique con su primera esposa Catalina de Aragón (de España) no era un
matrimonio real. El rey le ascendió a arzobispo de Canterbury, un cargo que él
se resistía a aceptar, pero tuvo que hacerlo. Bajo el mandato de Enrique
intentó promover el pensamiento protestante y ayudó a persuadir al rey para que
permitiera la impresión de la Biblia en inglés para las iglesias parroquiales.
Bajo el siguiente rey, Eduardo VI, Cranmer publicó los Artículos de Religión y
dos ediciones del Libro de Oración Común -LOC, (1549, 1552). Era un traductor
de gran talento y ayudó a crear una forma de inglés para el culto que era “una
lengua que no solamente tenía peso y autoridad en sí misma, sino que también
evocaba la piedad antigua y medieval” (arzobispo Rowan Williams y otros). Pero
cuando María Tudor, una opositora a la reforma, se convirtió en reina, revirtió
toda la reforma, destituyó a Cranmer, lo encarceló y finalmente lo quemó en la
hoguera en Oxford el 21 de marzo de 1556.
¿Qué fue lo que hizo que Cranmer pasara de ser
un tranquilo estudioso de la Iglesia medieval a un líder de la reforma inglesa?
La
respuesta es la influencia de la doctrina de la justificación por la gracia
mediante la fe. Mientras viajaba por Alemania, se encontró con los escritos de
Martín Lutero y otros reformadores que habían rechazado el “sistema
penitencial” medieval, es decir, la práctica de la confesión seguida de la
realización de buenas obras, “de penitencia”, como asistir a misa, dar dinero a
los pobres o peregrinar, para demostrar que uno se había arrepentido. La gente
que hacía esto esperaba ganar crédito para que Dios pudiera salvarlos en el día
del juicio. Lutero, desde sus inicios como monje, se comprometió con este
sistema. Más tarde escribió que aunque había vivido como un monje
irreprochable, me sentía como un pecador ante Dios, con una conciencia
extremadamente perturbada. No podía creer que Él se aplacara por mi
satisfacción. Yo no amaba, sí odiaba al Dios justo que castiga a los pecadores,
y secretamente, si no blasfemando, ciertamente murmurando mucho, me enfadaba
con Dios...
Esta fue
una crisis personal para el joven Lutero que la describió cómo si él “se
enfurecía con una conciencia feroz y perturbada”. Afortunadamente, por la misma
época, él también daba clases sobre los Salmos y los Romanos a los estudiantes
de la Universidad de Wittenberg. Le llamó la atención Romanos 1:17: “Porque en
el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito:
Mas el justo por la fe vivirá”. Mientras que antes Lutero había entendido que
“la justicia de Dios” se refería al justo castigo de Dios por los pecados que
cometemos, ahora comenzó a ver que podía tratarse de algo más, el perdón y la
aceptación de Dios al pecador en su pecado. Dios, según Pablo, a través de la
muerte expiatoria de Cristo en la cruz (como aclara en 3:25), puede de hecho
estar ofreciendo la salvación como un regalo gratuito. La salvación no debía
ganarse con interminables obras de penitencia, sino simplemente con la
aceptación fiel del perdón de Dios. Lutero vio que “partes cruciales del Nuevo
Testamento podrían significar que Dios espontáneamente, por simple
misericordia, y por amor a Cristo, perdona a las personas sus faltas mientras
ellas permanecen impuras” (Euan Cameron).
El efecto de esta visión en Lutero fue
inmediato: “Aquí sentí que había renacido y que había entrado en el paraíso
por las puertas abiertas.” Él ahora tenía la certeza de que estaba
justificado y podía vivir su vida sin el miedo al juicio y a la muerte. Para
Lutero, y luego para otros reformadores y para Thomas Cranmer, de repente ya no
era una lucha por convertirse en una persona más pura y santa. “Fue la feliz
liberación de aceptar que Dios es generoso e invita a todos a creer y confiar
en el perdón que se les ofrece. Una vez perdonado así, el creyente se esforzará
fervientemente por llevar una vida piadosa de estudio, oración y caridad en
todo el mundo: pero por serena gratitud” (Cameron).
Este es, pues, el redescubrimiento que da
comienzo a la historia del anglicanismo (como para el protestantismo en
general): un sentimiento de liberación, confianza, gratitud y deseo de vivir
una vida digna de la gracia que hemos recibido. La Reforma revocó todo lo
anterior porque tenía como núcleo este enfoque esencialmente liberador del
discipulado. El creyente ya no sería gobernado por el miedo de no ser salvado
en el día del juicio: en cambio, se le daba la seguridad de que la
justificación ya había ocurrido.
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