Liturgia para el Domingo de Ramos. Abril 13 de 2025
DOMINGO DE RAMOS
.Conmemoración de la Entrada de Jesús en Jerusalén
Liturgia de las Palmas (Página 189, L.O.C.)
Lo concerniente al Rito
Hoy la Iglesia entera conmemora el Domingo de Ramos y Pasión, que constituye la puerta de la Semana Santa. La celebración de este domingo comienza con la primera liturgia del día llamada de Ramos donde se conmemora la entrada triunfal de Jesús como Rey, Señor y Mesías a Jerusalén
Rúbricas.
El color litúrgico del Domingo de Ramos es rojo;
tanto en la Liturgia de las Palmas como en la
Eucaristía. Para la liturgia de las Palmas es
recomendable buscar un sitio fuera del templo y preparar una mesa con las
palmas. El Celebrante puede bendecir, mientras hace la señal de la cruz + a las ramas.
Al final de la bendición se puede asperjar agua bendita sobre los ramos y si se desea, se puede incensar. En ausencia de un obispo
o de un presbítero, puede ser
dirigido por un diácono o lector laico.
El
pueblo de
pie canta
o dice la
siguiente antífona
u otra
adecuada:
Celebrante: Bendito el Rey que viene en nombre del Señor.
Pueblo: Paz en el cielo y gloria en las alturas.
Celebrante: Oremos.
Asístenos misericordiosamente con tu
ayuda, Señor Dios de nuestra
salvación, para que entremos
con júbilo a la contemplación de aquellos hechos poderosos, por medio de los cuales nos has concedido vida e
inmortalidad; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Un Diácono u otra persona señalada, lee una de las siguientes lecturas. El pueblo permanece de pie. EI Lector dice:
Año A
Lectura del Evangelio de San Mateo 21:1-11
Cuando ya estaban
cerca de Jerusalén
y habían llegado
a Betfagé, al monte de los Olivos,
Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan a la aldea que está
enfrente. Allí encontrarán una burra atada, y un burrito
con ella. Desátenla y
tráiganmelos. Y si alguien
les dice
algo, díganles que el Señor los necesita
y que enseguida los devolverá. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el profeta,
cuando escribió: “Digan a la ciudad de Sión: ‘Mira, tu Rey viene a ti, humilde, montado
en un burro, en un burrito, cría de una bestia de carga.’”
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado. Llevaron la burra y su cría, les pusieron sus capas encima y Jesús montó. Había mucha gente. Unos tendían sus propias ropas por el camino y otros tendían ramas que cortaban de los árboles. Y tanto los que iban delante como los que iban detrás,
gritaban: ¡Gloria al Hijo del rey David! ¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor! ¡Gloria en las alturas! Cuando Jesús entro en Jerusalén, toda la ciudad
se alborotó, y muchos se preguntaban: ¿Quién es este? Y la gente contestaba:
“Es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea”.
Celebrante:
Palabra
del Señor
Pueblo: Demos gracias a Dios.
Año B
Lectura del Evangelio de San Marcos 11:1-11a
Cuando ya estaban cerca de Jerusalén, al aproximarse a los pueblos de Betfagé y Betania, en el Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan a la aldea que está enfrente, y al entrar en ella encontrarán
un burro
atado, que nadie ha
montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta por qué lo hacen, díganle que el Señor lo necesita y que en seguida lo devolverá.”
Fueron, pues, y encontraron el burro atado en la calle, junto a una puerta, y lo desataron. Algunos
que estaban allí les preguntaron: “¿Qué hacen ustedes? ¿Por qué desatan el
burro?” Ellos contestaron lo que Jesús les había dicho; y los dejaron ir. Pusieron entonces sus capas sobre el burro, y se lo llevaron a Jesús. Y Jesús montó. Muchos tendían sus capas
por el
camino, y otros tendían
ramas que habían cortado en
el campo.
Y tanto los que iban delante
como los que iban detrás, gritaban: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor! ¡Bendito el reino que
viene, el reino de
nuestro padre David! ¡Hosanna en
las alturas! Entró Jesús en Jerusalén y se dirigió al templo. Miró por todas partes y luego se fue a
Betania con los doce discípulos, porque
ya era tarde.
Celebrante: Palabra del Señor
Pueblo: Demos gracias a Dios.
O bien
1.
Lectura
del Evangelio San Juan 12:12-16
Mucha gente había ido a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Al día siguiente, supieron que Jesús iba a llegar a la ciudad. Entonces cortaron hojas de palmera y salieron a recibirlo, gritando:
--¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!
Jesús encontró un burro y montó en él, como se dice en la Escritura: “No tengas miedo, ciudad de Sión; mira, tu Rey viene montado en un burrito.” Al principio, sus discípulos
no entendieron estas cosas; pero después, cuando Jesús fue glorificado, se acordaron de que todo esto que le
habían hecho estaba en la Escritura y se refería
a él.
Celebrante: Palabra del Señor
Pueblo: Demos gracias a Dios.
Año C
Lectura de San Lucas 19:29-40
Después, Jesús siguió su viaje
a Jerusalén. Cuando ya había llegado cerca
de Betfagé
y Betania, junto al monte que se
llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan
a la aldea que está enfrente, y
al llegar encontrarán un burro atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle
que el Señor lo necesita.” Los discípulos fueron y
lo encontraron
todo como Jesús se lo
había dicho. Mientras estaban
desatando el burro, los dueños les preguntaron: “¿Por
qué lo
desatan?” Ellos contestaron: “Porque el Señor
lo necesita.” Y poniendo
sus ropas sobre el burro, se lo llevaron
a Jesús y le hicieron montar.
Conforme Jesús avanzaba, la gente tendía sus propias ropas por el
camino. Y al acercarse a la bajada del monte de los Olivos, todos sus seguidores comenzaron a gritar de alegría y a alabar a Dios por todos los milagros que habían visto. Decían: “¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.”
Entonces algunos fariseos que había entre la gente le dijeron: “Maestro, reprende a tus seguidores.” Pero Jesús les
contestó: “Les digo que, si
estos se callan, las piedras
gritarán.”
Lector: Palabra del Señor
Pueblo: Demos gracias a Dios.
Entonces el Celebrante dice la siguiente bendición:
Lector: El Señor sea con ustedes.
Pueblo: Y con tu espíritu.
Celebrante: Demos gracias a Dios nuestro Señor.
Pueblo: Es justo darle gracias
y alabanza.
Es justo alabarte, Dios omnipotente, por los hechos
de amor, mediante los cuales nos has redimido por tu Hijo Jesucristo nuestro
Señor. En este día entró
triunfalmente en la santa ciudad de Jerusalén, y fue proclamado Rey de reyes por los que extendieron sus mantos y tendieron ramas de palmera por el camino. Haz que estos ramos sean para nosotros signo
de su victoria, y concede que quienes
los llevamos en su nombre le aclamemos siempre como nuestro Rey y le sigamos por el camino que conduce a la vida eterna; quien vive y reina en gloria contigo y el Espíritu Santo, ahora y por siempre.
Amén.
Puede cantarse o decirse
la siguiente antífona
u otra adecuada:
Bendito el que viene en nombre del
Señor.
Hosanna en las alturas.
La Procesión
Diácono: Salgamos en paz.
Pueblo: En nombre de Cristo. Amén.
En un lugar
apropiado puede detenerse la procesión para decir la siguiente Colecta u otra
adecuada:
Celebrante: Dios
todopoderoso, cuyo muy amado Hijo no ascendió al gozo de tu presencia sin antes
padecer, ni entró en gloria sin antes ser crucificado: concédenos, por tu
misericordia, que nosotros, caminando por la vía de la cruz, encontremos que
ésta es la vía de la vida y de la paz; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
EN LA EUCARISTÍA
Lo concerniente al Rito
La Procesión de Ramos termina en la
puerta principal o pórtico del templo, desde este momento, comienza la Liturgia
de la Pasión como una antesala al sufrimiento y muerte de Jesús, nuestro Señor.
De este modo, la liturgia del día, nos mezcla el clima de
alegría, alabanza y triunfo con uno nuevo de silencio, reverencia y penitencia.
Cuando
la Liturgia de las Palmas precede a la Eucaristía la celebración comienza con
la Salutación y la Colecta del Día. Mientras el Celebrante procesiona hacia el
Altar, se puede cantar un himno, de modo que se logre hacer con facilidad la
transición de una liturgia a otra.
EI Celebrante dice:
Celebrante: El Señor sea con ustedes.
Pueblo: Y con
tu espíritu.
Celebrante: Oremos.
Dios
omnipotente y eterno, en tu tierno amor hacia el género humano, enviaste a tu
Hijo nuestro Salvador Jesucristo para asumir nuestra naturaleza, y padecer
muerte en la cruz, mostrándonos ejemplo de su gran humildad: Concédenos, en tu
misericordia, que caminemos por el sendero de su padecimiento y participemos
también en su resurrección; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina
contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Lecciones
Lectura (Lección) de Isaías 45:21-25
Hablen
y presenten sus pruebas, consúltense, si quieren, unos con otros: ¿Quién
predijo estas cosas desde el principio? ¿Quién las anunció desde hace tiempo?
¿No fui acaso yo, el Señor? Y no hay Dios fuera de mí. Fuera de mí no hay Dios victorioso
y salvador.
Vengan
a mí, que yo los salvaré, pueblos del extremo de la tierra, pues yo soy Dios, y
no hay otro. Yo lo juré por mí mismo, hice una promesa de triunfo, y esa
promesa se cumplirá: que ante mí todos doblarán la rodilla, y por mí jurarán
todos y dirán: “Solamente en el Señor están la victoria y el poder.” Todos los
que me odian quedarán en ridículo. Gracias a mí, todo el pueblo de Israel
saldrá triunfante y estará orgulloso de mí.
Lector: Palabra del Señor.
Pueblo: Demos
gracias a Dios.
SALMO RESPONSORIAL 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y
mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que Él lo libre; que lo salve,
si lo quiere tanto”. R/.
Me rodea una jauría de perros, me asalta una
banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis
huesos. R/.
Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi
túnica. Pero Tú, Señor, no te quedes lejos; Tú que eres mí fuerza, ven pronto a
socorrerme. R/.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré
en medio de la asamblea: “Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo,
descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”. R/.
Lectura de la Carta de San
Pablo a los Filipenses 2:5-11
Tengan
ustedes la misma manera de pensar que tuvo Cristo Jesús, el cual: Aunque era de
naturaleza divina, no insistió en ser igual a Dios, sino que hizo a un lado lo
que le era propio, y tomando naturaleza de siervo nació como hombre. Y al
presentarse como hombre se humilló a sí mismo, y por obediencia fue a la
muerte, a la vergonzosa muerte en la cruz.
Por
eso, Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres,
para que, al nombre de Jesús, doblen la rodilla todos los que están en los
cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra, y todos reconozcan que
Jesucristo es el Señor, para honra de Dios Padre.
Pueblo: Demos gracias a Dios.
La
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo es dialogada con la participación de
miembros de la Comunidad de fe: Clero y Laicado. Podrán utilizarse diferentes versiones,
breve o larga, de la Pasión Dialogada como opciones.
Todos
de pie, el Cronista o Narrador, que puede ser Clérigo o Laico dice:
Cronista o Narrador:
La lectura de la Pasión Dialogada se anuncia de
la siguiente manera:
La
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San
Año A San Mateo 26:36-27:54 (55-66) ó 27:1-54 (55- 66)
Año B San Marcos 14:32-15:39 (40-47) ó 15:1-39 (40-47)
Año C San Lucas 22: 39-23:49 (50-56) ó 23:1-49 (50-56)
La congregación
puede mantenerse sentada, hasta el momento que se indica. Al finalizar la
Pasión Dialogada el Ministro Ordenado no dice “El Evangelio del Señor”, por lo
que el pueblo no contesta.
LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGUN SAN MATEO 27:1-54
NARRADOR: Cuando
amaneció, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos se
pusieron de acuerdo en un plan para matar a Jesús. Lo llevaron atado y se lo
entregaron a Pilato, el gobernador romano. Judas, el que había traicionado a
Jesús, al ver que lo habían condenado, tuvo remordimientos y devolvió las
treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos,
diciéndoles:
JUDAS: “He pecado entregando a
la muerte a un hombre inocente.”
NARRADOR: Pero
ellos contestaron:
SACERDOTES Y ANCIANOS: “¿Y
eso que nos importa a nosotros? ¡Eso es cosa tuya!”
NARRADOR: Entonces
Judas arrojó las monedas en el templo y fue y se ahorcó. Los jefes de los
sacerdotes recogieron aquel dinero y dijeron:
JEFES DE SACERDOTES: “Este
dinero está manchado de sangre; no podemos ponerlo en el cofre de las
ofrendas.”
NARRADOR: Así
que tomaron el acuerdo de comprar con él un terreno llamado el Campo del
Alfarero, para tener un lugar donde enterrar a los extranjeros. Por eso, aquel
terreno se llama hasta el día de hoy Campo de Sangre. Así se cumplió lo que
había dicho el profeta Jeremías: “Tomaron las treinta monedas de plata, el
precio que los israelitas le habían puesto, y con ellas compraron el campo del
alfarero, como el Señor me lo había ordenado. Entonces, Jesús fue llevado ante
el gobernador, que le preguntó:
GOBERNADOR: “¿Eres
tú el rey de los judíos?”
JESÚS: “Tú lo has dicho”.
NARRADOR: Mientras
los jefes de los sacerdotes y los ancianos lo acusaban, Jesús no respondía
nada. Por eso Pilato le preguntó:
PILATO: “¿No
oyes todo lo que están diciendo contra ti?”
NARRADOR: Pero
Jesús no le contestó ni una sola palabra; de manera que el gobernador se quedó
muy extrañado. Durante la fiesta, el gobernador acostumbraba dejar libre un
preso, el que la gente escogiera. Había entonces un preso famoso llamado Jesús
Barrabás; y estando ellos reunidos, Pilato les preguntó:
PILATO: “¿A
quién quieren ustedes que les ponga en libertad: Jesús Barrabas, o a Jesús, ¿el
que llaman el Mesías?”
NARRADOR: Porque
se había dado cuenta de que lo había entregado por envidia. Mientras Pilato
estaba sentado en el tribunal su esposa mandó a decirle:
ESPOSA DE PILATO: “No te
metas con ese hombre justo, porque anoche tuve un sueño horrible por causa
suya.”
NARRADOR: Pero
los jefes de los sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud de que
pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador les
preguntó otra vez:
GOBERNADOR: “¿A
cuál de los dos quieren ustedes que les ponga en libertad?”
PUEBLO: “¡A
Barrabas!”
NARRADOR: Pilato
les preguntó:
PILATO: “¿Y
qué voy a hacer con Jesús, que llaman el Mesías?”
NARRADOR: Todos
contestaron:
PUEBLO: “¡Crucifícalo!”
NARRADOR: Pilato
les dijo:
PILATO: “Pues,
¿qué mal ha hecho?
NARRADOR: Pero
ellos volvieron a gritar:
PUEBLO: “¡Crucifícalo!”
NARRADOR: Cuando
Pilato vio que no conseguía nada, sino que el alboroto era cada vez mayor,
mandó a traer agua y se lavó las manos delante de todos, diciendo:
PILATO: “Yo no
soy responsable de la muerte de este hombre; es cosa de ustedes.”
NARRADOR: Toda
la gente contestó:
PUEBLO: “¡Nosotros
y nuestros hijos nos hacemos responsables de su muerte!”
NARRADOR: Entonces
Pilato dejó libre a Barrabás; luego mandó a azotar a Jesús y lo entregó para
que lo crucificaran. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio y
reunieron toda la tropa alrededor de él. Le quitaron su ropa, lo vistieron con
una capa roja y le pusieron en la cabeza una corona tejida de espinas y una
vara en la mano derecha. Luego se arrodillaron delante de él, y burlándose le
decían:
SOLDADO: “¡Viva
el Rey de los judíos!”
Todos de
pie
NARRADOR: También
le escupían, y con la misma vara le golpeaban la cabeza. Después de burlarse
así de él, le quitaron la capa roja, le pusieron su propia ropa y se lo
llevaron para crucificarlo. Al salir de allí, encontraron a un hombre llamado
Simón, natural de Cirene, a quien obligaron a cargar con la cruz de Jesús.
Cuando llegaron a un sitio llamado Gólgota, (es decir, “Lugar de la Calavera”),
le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero Jesús, después de probarlo, no
lo quiso beber. Cuando ya lo habían crucificado, los soldados echaron suertes
para repartirse entre sí la ropa de Jesús. Luego se sentaron allí a vigilarlo.
Y por encima de su cabeza pusieron un letrero, donde estaba escrita la causa de
su condena. El letrero decía: “Este es Jesús, el Rey de los judíos."
También fueron crucificados con él dos bandidos, uno a su derecha y otro a su
izquierda. Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza y diciendo:
PUEBLO: “¡Tú,
que derribas el templo y en tres días lo vuelves a levantar, sálvate a ti
mismo! ¡Si tú eres Hijo de Dios, bájate de la cruz!”
NARRADOR: De la
misma manera se burlaban de él, los jefes de los sacerdotes y los maestros de
la ley, junto con los ancianos decían:
JEFES DE LOS SACERDOTES: “Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse.
MAESTRO DE LA LEY I: Es el Rey de Israel: ¡pues que baje de la cruz, y creeremos en el!
MAESTRO DE LA LEY II: Ha puesto su confianza en Dios: ¡pues que Dios lo salve ahora, si de
veras le quiere!
JEFE DE LOS SACERDOTES III: ¡No nos ha dicho que es Hijo de Dios?
NARRADOR: Y hasta los bandidos que estaban crucificados con él, lo insultaban.
Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en
oscuridad. A esa misma hora, Jesús gritó con fuerza:
JESÚS: “Elí, Elí, Lama
sabactani?”
NARRADOR: (Es decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”) Algunos de
los que estaban allí, lo oyeron y dijeron:
PUEBLO: “Este está llamando
al profeta Elías.”
NARRADOR: Al momento, uno de ellos fue corriendo en busca de una esponja, la empapó
en vino agrio, la ató a una caña y se la acerco para que bebiera. Pero los
otros dijeron:
PUEBLO: “Déjalo, a ver si
Elías viene a salvarlo.”
NARRADOR: Jesús dio otra vez un fuerte grito, y murió.
(Aquí se guarda un breve momento de silencio,
ya sea de pie o de rodillas)
NARRADOR: En aquel momento, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La
tierra tembló, las rocas se partieron y los sepulcros se abrieron; y hasta
muchos hombres de Dios, que habían muerto, volvieron a la vida y, saliendo de
las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la ciudad santa y se
aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús,
al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:
PUEBLO: “¡De veras este
hombre era Hijo de Dios!”
AÑO B
LA PASIÓN DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MARCOS
14:32-15:39(40-47)
o 15:1-39(40-47)
NARRADOR: Al amanecer, se reunieron los jefes de los sacerdotes con los ancianos,
los maestros de la ley y toda la Junta Suprema. Y llevaron a Jesús atado, y se
lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:
PILATO: “¿Eres tú el Rey de
los judíos?
JESÚS: Tú lo has dicho
NARRADOR: Como los jefes de los sacerdotes lo acusaban de muchas cosas, Pilato
volvió a preguntarle:
PILATO: “¿No respondes nada?
Mira de cuantas cosas te están acusando.
NARRADOR: Pero Jesús no le contestó; de manera que Pilato se quedó muy extrañado.
Durante la fiesta, Pilato dejaba libre un preso, el que la gente pidiera. Un
hombre llamado Barrabás estaba entonces en la cárcel, junto con otros que
habían cometido un asesinato en una rebelión. La gente llegó, pues, y empezó a
pedirle a Pilato que hiciera como tenía por costumbre. Pilato les contestó:
PILATO: ¿Quieren ustedes que
les ponga en libertad al Rey de los judíos?
NARRADOR: Porque se daba cuenta de que los jefes de los sacerdotes lo habían
entregado por envidia. Pero los jefes de los sacerdotes alborotaron a la gente,
para que pidieran que les dejara libre a Barrabás. Pilato les preguntó:
PILATO: ¿Y qué quieren que
haga con el que ustedes llaman el Rey de los judíos?
NARRADOR: Ellos contestaron a gritos:
PUEBLO: ¡Crucifícalo!
NARRADOR: Pilato les dijo:
PILATO: Pues ¿qué mal ha
hecho?
NARRADOR: Pero ellos volvieron a gritar:
PUEBLO: ¡Crucifícalo!
NARRADOR: Entonces Pilato, como quería quedar bien con la gente, dejó libre a
Barrabás; y después de mandar que azotaran a Jesús, lo entregó para que lo
crucificaran. Los soldados llevaron a Jesús al patio del palacio, y reunieron a
toda la tropa. Le pusieron una capa de color rojo oscuro, y en la cabeza una
corona hecha de espinas. Luego comenzaron a gritar:
SOLDADOS: ¡Viva el Rey de los judíos!
Todos de pie
NARRADOR: Y le golpeaban la cabeza con una vara, le escupían y, doblando la
rodilla, le hacían reverencias. Después de burlarse así de él, le quitaron la
capa de color rojo oscuro, le pusieron su propia ropa y lo sacaron para
crucificarlo. Un hombre de Cirene, llamado Simón, padre de Alejandro y de Rufo,
llegaba entonces del campo. Al pasar por allí, le obligaron a cargar con la
cruz de Jesús. Llevaron a Jesús a un sitio llamado Gólgota (que significa:
“Lugar de la Calavera”); y le dieron vino mezclado con mirra, pero Jesús no lo
aceptó. Entonces lo crucificaron. Y los soldados echaron suertes para repartirse
entre sí la ropa de Jesús y ver que se llevaría cada uno. Eran las nueve de la
mañana cuando lo crucificaron. Y pusieron un letrero en el que estaba escrita
la causa de su condena “Rey de los judíos”. Con él crucificaron también a dos
bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban lo
insultaban, meneando la cabeza diciendo:
PUEBLO: ¡Eh, tú, que derribas
el templo y en tres días lo vuelves a levantar, sálvate a ti mismo y bájate de
la cruz!
NARRADOR: De la misma manera se burlaban de él los jefes de
los sacerdotes y los maestros de la ley. Decían:
SACERDOTES: Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse. ¡Que baje de la cruz
ese Mesías, Rey de Israel, para que veamos y creamos!
NARRADOR: Y hasta los que estaban crucificados con él, lo
insultaban. Al llegar al mediodía, toda la tierra quedó en oscuridad hasta las
tres de la tarde. A esa misma hora, Jesús grito con fuerza:
JESÚS: “Eloi, Eloi, ¿lema sabactani?” o Elí, Elí, ¿lama sabactani?” (que significa:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
NARRADOR: Algunos de los que estaban allí, lo oyeron y dijeron:
PUEBLO: Oigan, está llamando
al profeta Elías.
NARRADOR: Entonces uno de ellos corrió, empapó una esponja en
vino agrio, la ató a una caña y se la acercó a Jesús para que bebiera,
diciendo:
SOLDADO: Déjenlo, a ver si Elías viene a bajarlo de la cruz.
NARRADOR: Pero Jesús dio un fuerte grito y murió.
(Aquí se
guarda un breve momento de silencio, ya sea de pie o de rodillas)
NARRADOR: Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. EI capitán romano,
que estaba frente a Jesús, al ver que este había muerto, dijo:
CAPITÁN: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios.
NARRADOR: También había algunas mujeres mirando de lejos, entre ellas estaban María
Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé. Estas
mujeres habían seguido a Jesús y lo habían ayudado cuando él estaba en Galilea.
Además, había allí muchas otras que habían ido con él a Jerusalén.
AÑO C
LA PASIÓN DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS 23:1-49 (50-56)
NARRADOR: Todos se levantaron, y llevaron a Jesús ante Pilato. En su presencia
comenzaron a acusarlo, diciendo:
SACERDOTES: “Hemos encontrado a este hombre alborotando a nuestra nación. Dice que no
debemos pagar impuesto al emperador, y además afirma que es el Mesías, el Rey.”
NARRADOR: Pilato le preguntó:
PILATO: “¿Eres Tú el Rey de
los judíos?”
JESÚS: “Tú lo has dicho”
NARRADOR: contesto Jesús. Entonces Pilato dijo a los jefes de los sacerdotes y a la
gente:
PILATO: “No encuentro ninguna
falta en este hombre.”
NARRADOR: Pero ellos insistieron con más fuerza:
SACERDOTES: “Con sus enseñanzas está alborotando a todo el pueblo. Comenzó en
Galilea, y ahora sigue haciéndolo aquí, en Judea.”
NARRADOR: AI oír esto, Pilato preguntó si el hombre era de Galilea. Y cuando le
dijeron que sí, lo envió a Herodes, que era gobernador de Galilea y que también
se encontraba aquellos días en Jerusalén. Al ver a Jesús, Herodes se puso muy
contento, porque durante mucho tiempo había querido verlo, pues había oído
hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo muchas preguntas,
pero Jesús no le contestó nada. También estaban allí los jefes de los
sacerdotes y los maestros de la ley, que lo acusaban con gran insistencia.
Entonces Herodes y sus soldados lo trataron con desprecio, y para burlarse de
él lo vistieron con ropas lujosas, como de rey. Luego Herodes lo envió
nuevamente a Pilato. Aquel día se hicieron amigos Pilato y Herodes, que antes
eran enemigos. Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a las autoridades y
al pueblo, y les dijo:
PILATO: “Ustedes me trajeron
a este hombre, diciendo que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado
delante de ustedes y no lo he encontrado culpable de ninguna de las faltas de
que lo acusan. Ni tampoco Herodes, puesto que nos lo ha devuelto. Ya ven, no ha
hecho nada que merezca la pena de muerte. Lo voy a castigar y después lo dejaré
libre.”
NARRADOR: Pero todos juntos comenzaron a gritar:
PUEBLO: “¡Fuera con ese!
¡Deja libre a Barrabás!”
NARRADOR: A este Barrabás lo habían metido en la cárcel por una rebelión ocurrida
en la ciudad, y por un asesinato. Pilato, que quería dejar libre a Jesús, les
habló otra vez, pero ellos gritaron más alto:
PUEBLO: “¡Crucifícalo!
¡crucifícalo!”
NARRADOR: Por tercera vez Pilato les dijo:
PILATO: “Pues ¿qué mal ha
hecho? Yo no encuentro en el nada que merezca la pena de muerte. Lo voy a castigar
y después lo dejaré libre.”
Todos de pie
NARRADOR: Pero ellos insistían a gritos, pidiendo que lo crucificara; y tanto
gritaron que consiguieron lo que querían. Pilato decidió hacer lo que le
estaban pidiendo; así que dejo libre al hombre que habían escogido, el que
estaba en la cárcel por rebelión y asesinato, y entrego a Jesús a la voluntad
de ellos. Cuando llevaron a Jesús a crucificarlo, echaron mano de un hombre de
Cirene llamado Simón, que venía del campo, y le hicieron cargar con la cruz y
llevarla detrás de Jesús. Mucha gente y muchas mujeres que lloraban y gritaban
de tristeza por él, lo seguían, Pero Jesús las miró y les dijo:
JESÚS: “Mujeres de
Jerusalén, no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos. Porque
vendrán días en que se dirá: “Dichosas las que no pueden tener hijos, los
vientres que nunca concibieron y los pechos que no dieron de mamar.” Entonces
comenzará la gente a decir a los montes: “¡Caigan sobre nosotros!” y a las
colinas” “¡Escóndannos!” Porque si con el árbol verde hacen todo esto, ¿qué no
harán con el seco?”
NARRADOR: También llevaban a dos criminales, para crucificarlos junto con Jesús.
Cuando llegaron al sitio llamado La Calavera, crucificaron a Jesús y a los dos
criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús dijo:
JESÚS: “Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen.”
NARRADOR: Y los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús.
La gente estaba allí mirando; hasta las autoridades se burlaban de él,
diciendo:
PUEBLO: “Salvo a otros; que
se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido.”
NARRADOR: Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban y le daban a
beber vino agrio, diciéndole:
SOLDADOS: “¡Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!”
NARRADOR: Y había un letrero sobre su cabeza que decía “Este es el Rey de los
judíos”,
NARRADOR: Uno de los criminales que estaban colgados, le insultaba:
CRIMINAL I: “¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos también a
nosotros!”
NARRADOR: Pero el otro reprendió a su compañero, diciéndole:
CRIMINAL II: “¿No tienes temor de Dios, tú que estás bajo el mismo castigo? Nosotros
estamos sufriendo con toda razón, porque estamos pagando el justo castigo de lo
que hemos hecho; pero este hombre no hizo nada malo.”
NARRADOR: Luego añadió:
CRIMINAL II: “Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.”
NARRADOR: Jesús le contestó:
JESÚS: “Te aseguro que hoy
estarás conmigo en el paraíso.”
NARRADOR: Desde el mediodía y hasta la tres de la tarde, toda la tierra quedó en
oscuridad. El sol dejó de brillar y el velo del templo se rasgó por la mitad.
Jesús gritó con fuerza y dijo:
JESÚS: “¡Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu!”
NARRADOR: Y al decir esto, murió.
Aquí se guarda un breve momento de silencio, ya sea
de pie o de rodillas
NARRADOR: Cuando el capitán romano vio lo que había pasado alabó a Dios, diciendo:
CAPITÁN ROMANO: “De veras, este hombre era inocente.”
NARRADOR: Toda la multitud que estaba presente y que vio que había pasado, se fue
de allí golpeándose el pecho. Pero todos los conocidos de Jesús, y también las
mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron allí, mirando de lejos
aquellas cosas.
PREDICACIÓN
Oración de los
Fieles
Diácono: En este tiempo de Pasión en que Cristo ofreció al
Padre súplicas con gran clamor y lágrimas, roguemos también nosotros a Dios
nuestro Padre, para que escuche nuestras humildes plegarias.
Lector: Tu Hijo perdonó a los ignorantes
en el Calvario.
Pueblo: Perdona y ten piedad de tu Iglesia cuando ignora tu
voluntad.
Lector: Tu Hijo fue injustamente condenado por las
autoridades.
Pueblo: Vela por nuestros gobernantes para que rijan con equidad.
Lector: Tu Hijo fue despojado de sus
pocas pertenencias ante un mundo indiferente.
Pueblo: Enséñanos a reconocer a Cristo en
los enfermos, los atribulados, los presos y los necesitados. Lector: Tu Hijo murió en la cruz por toda la
humanidad.
Pueblo: Apiádate de nosotros.
Lector: Al morir, tu Hijo triunfó sobre
la muerte.
Pueblo: Admite en tu Reino a los que mueren
sellados con el signo de su cruz.
La
congregación puede presentar sus oraciones. El Celebrante cierra con la
siguiente oración:
Celebrante: Escucha, Dios de bondad, al pueblo que te suplica,
no por nuestros méritos, sino por los de la cruz y pasión de tu Hijo
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
CONFESIÓN DE
PECADO
El Diácono o el Celebrante dice:
Ministro Ordenado: Confesemos nuestros pecados contra Dios y contra
nuestro prójimo.
Puede guardarse un período de silencio.
Ministro y Pueblo:
Dios de misericordia,
confesamos que hemos pecado contra ti
por
pensamiento, palabra y obra,
por lo que hemos hecho
y lo que hemos dejado de hacer.
No te hemos amado con todo el corazón;
no hemos amado a nuestro prójimo
como a nosotros mismos.
Sincera y humildemente nos arrepentimos.
Por amor de tu Hijo Jesucristo,
ten piedad de nosotros y perdónanos:
así tu voluntad será nuestra alegría
y andaremos por tus caminos,
para gloria de tu Nombre. Amén.
Celebrante: Dios omnipotente tenga misericordia de ustedes,
perdone todos sus pecados por Jesucristo nuestro Señor, les fortalezca en toda
bondad y, por el poder del Espíritu Santo, les conserve en la vida eterna.
Amén.
ABRAZO DE LA PAZ
El Diácono y/o Celebrante dice:
Celebrante: La Paz del Señor sea siempre con ustedes.
Pueblo: Y con tu espíritu.
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas
de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar
y vete a reconciliarte con tu hermano, entonces vuelve y presenta tu ofrenda” Mt 5, 23-24
SANTA COMUNIÓN
La Gran Plegaria Eucarística - B
(del Libro de Oración Común. página
289)
El Celebrante puede
comenzar el Ofertorio con uno de los versículos propios del Libro de Oración
Común, o con otro versículo de las Escrituras.
El Celebrante, de cara
al pueblo, canta o dice:
Celebrante: El Señor sea
con ustedes.
Pueblo: Y con tu espíritu.
Celebrante: Elevemos los corazones.
Pueblo: Los elevamos al Señor.
Celebrante: Demos gracias
a Dios nuestro Señor.
Pueblo: Es
justo darle gracias y alabanza.
Celebrante: En verdad es digno, justo y saludable darte gracias,
en todo tiempo y lugar, Padre omnipotente, Creador de cielo y tierra.
Prefacio de Semana Santa: Por nuestro Señor Jesucristo; quien por nuestros
pecados fue levantado sobre la cruz, para que pudiera atraer hacia él a todo el
mundo; y quien, por su sufrimiento y muerte, llegó a ser la fuente de salvación
eterna para cuantos confían en él.
Por tanto, te alabamos, uniendo nuestras voces con
los Ángeles y Arcángeles, y con todos los coros celestiales que, proclamando la
gloria de tu Nombre, por siempre cantan este himno:
Celebrante y Pueblo: Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en
el cielo.
El pueblo permanece de pie o se arrodilla.
Celebrante: Te damos gracias, oh Dios, por la bondad y el amor
que tú nos has manifestado en la creación; en el llamado a Israel para ser tu
pueblo; en tu verbo revelado a través de los profetas; y, sobre todo, en el
Verbo hecho carne, Jesús, tu Hijo. Pues en la plenitud de los tiempos le has
enviado para que se encarnara de María la Virgen a fin de ser el Salvador y
Redentor del mundo. En él nos has librado del mal y nos has hecho dignos de
estar en tu presencia. En él nos has sacado del error a la verdad, del pecado a
la rectitud, y de la muerte a la vida.
En la víspera de muerte por nosotros nuestro Señor
Jesucristo tomó pan; y dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos
diciendo: “Tomen y coman. Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes. Hagan esto
en memorial mío”.
Después de la cena tomó el cáliz; y dándote gracias,
se lo entregó y dijo: “Beban todos de él. Esta es mi sangre del nuevo Pacto, sangre
derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Siempre que
lo beban, háganlo como memorial mío.”
Por lo tanto, oh Padre, según su mandato,
Celebrante y Pueblo: Recordamos su muerte, Proclamamos su resurrección
Esperamos su venida en gloria;
El Celebrante continúa: Y te ofrecemos nuestro sacrificio de alabanza y
acción de gracias, Señor de todos; ofreciéndote, de tu creación, este pan y
este vino.
Te
suplicamos, Dios bondadoso, que envíes tu Espíritu Santo sobre estos dones,
para que sean el Sacramento del
En la plenitud de los tiempos, sujeta todas las
cosas a tu Cristo y llévanos a la patria celestial donde, con [ y] todos
tus santos, entremos en la herencia eterna de tus hijos; por Jesucristo,
nuestro Señor, el primogénito de toda la creación, la cabeza de la Iglesia, y
el autor de nuestra salvación.
Si hay
Diáconos o Sacerdotes concelebrantes, el Celebrante puede compartir la
doxología entregando uno de los elementos consagrados para ser elevados.
Doxología:
Por él, y con él y en él,
en la unidad del Espíritu Santo,
tuyos son el honor y la gloria,
Padre omnipotente,
ahora y por siempre. Amén.
Padre Nuestro
Celebrante: Oremos como nuestro Salvador Cristo nos enseñó:
Pueblo y Celebrante:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino, hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Porque tuyo es el reino,
tuyo es el poder
y tuya es la gloria, ahora y por siempre. Amén.
Fracción del Pan
El Celebrante parte el Pan consagrado.
Celebrante: Cristo, nuestra Pascua, se ha sacrificado por
nosotros.
Pueblo: ¡Celebremos
la fiesta!
Durante la Cuaresma
se omite el ¡Aleluya! y también puede omitirse en otras ocasiones, excepto
durante la Estación de Pascua.
Celebrante: Los Dones de Dios para el Pueblo de Dios.
Tómenlos en memoria de que Cristo murió por ustedes,
y aliméntense de él en sus corazones, por fe y con agradecimiento.
Los
Ministros reciben el Sacramento y luego lo administran al pueblo en ambos
elementos.
Celebrante: El Cuerpo (la Sangre) de nuestro Señor Jesucristo te guarde en vida
eterna. [Amén.]
o con éstas:
El Cuerpo de Cristo, pan del cielo. [Amén.]
La Sangre de Cristo, cáliz de salvación. [Amén.]
Después de la Comunión, el Celebrante
dice: Oremos.
Celebrante y Pueblo:
Eterno Dios, Padre celestial, en tu bondad nos has
aceptado como miembros vivos de tu Hijo nuestro Salvador Jesucristo; nos has
nutrido con alimento espiritual en el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.
Envíanos ahora en paz al mundo; revístenos de fuerza
y de valor para amarte y servirte con alegría y sencillez de corazón; por
Cristo nuestro Señor. Amén.
o bien:
Omnipotente y sempiterno Dios, te damos gracias
porque nos has nutrido con el alimento espiritual del preciosísimo Cuerpo y
Sangre de tu Hijo, nuestro Salvador Jesucristo; y porque nos aseguras, en estos
santos misterios, que somos miembros vivos del Cuerpo de tu Hijo y herederos de
tu reino eterno.
Y ahora, Padre, envíanos al mundo para cumplir la
misión que tú nos has encomendado, para amarte y servirte como fieles testigos
de Cristo nuestro Señor. A él, a ti y al Espíritu Santo, sea todo honor y
gloria, ahora y por siempre. Amén.
El Obispo,
si está presente, o el Sacerdote, bendice al pueblo.
Celebrante: La paz de Dios, que excede a todo entendimiento, guarde sus corazones y
mentes en el conocimiento y amor de Dios, y de su Hijo Jesucristo nuestro Señor
y la bendición de Dios omnipotente, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sea
con ustedes, y more con ustedes eternamente. Amén
O ésta:
La bendición de Dios omnipotente, el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca con ustedes para
siempre. Amén.
EI Diácono o el Celebrante, despide al pueblo con
estas palabras:
Ministro Ordenado: Salgamos en nombre de Cristo.
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