LAS TRES ETAPAS DE LA VIDA ESPIRITUAL: OBISPO KALISTOS WARE
LAS TRES ETAPAS DE LA VIDA ESPIRITUAL
Por Obispo Kallistos Ware
Poco tiempo después de
haber sido ordenado sacerdote, pedí a un obispo griego consejo sobre la forma
de hacer un sermón. Su respuesta fue concisa: "Todo sermón debería tener
tres puntos: ni más ni menos."
Igualmente, tenemos la costumbre de dividir la vida espiritual en tres
grados. Según san Dionisio Areopagita: purificación, iluminación y unión,
esquema adoptado en Occidente. San Gregorio de Nisa, tomando como modelo la
vida de Moisés, habla de luz, nube y oscuridad. En este capítulo, seguiremos el
triple esquema establecido por Orígenes, recuperado por Evagrio y completado
por san Máximo Confesor. El primer grado es la praktiké o la práctica de las
virtudes; el segundo es la physiké o "contemplación de la
naturaleza"; el tercero y último es la theologia o "teología" en
el sentido estricto del término: contemplación del propio Dios.
El primer grado, práctica de las virtudes, comienza por el arrepentimiento.
El cristiano bautizado que escucha a su conciencia y ejerce el poder de su
libre voluntad, lucha, con la ayuda de Dios, para escapar de la servidumbre de
las pasiones. Observando los mandamientos, haciéndose cada vez más consciente
del bien y del mal y desarrollando su sentido del deber, alcanzará progresivamente
la pureza de corazón, objetivo final de este primer grado.
En el segundo grado, contemplación de la naturaleza, el cristiano afina
su percepción de la existencia de las cosas creadas y descubre así la presencia
del Creador en todas las cosas. Esto lo conduce al tercer grado, la visión
directa de Dios, que no solo está en todo, sino por encima y más allá de todas
las cosas.
En el tercer grado, el cristiano ya no tiene solamente la experiencia de Dios a través de su conciencia o por intermedio de la creación, sino que se encuentra con el Creador cara a cara, en una unión directa de amor. La visión plena de la gloria divina está reservada para el mundo futuro, pero ya en esta vida los santos gozan de las promesas y de las primicias de la cosecha futura.
Con frecuencia se llama al primer grado "vida activa,"
mientras que el segundo y tercero son tomados como un todo y clasificados bajo
el nombre de "vida contemplativa." Estos términos se refieren generalmente
a estados espirituales y no a condiciones exteriores. Solamente el asistente
social o el misionero llevan una "vida activa." El ermitaño o quien
vive retirado del mundo llevan también una "vida activa," puesto que
están llamados a luchar contra sus pasiones si quieren crecer en la virtud.
Ocurre lo mismo con la "vida contemplativa" que no se limita al
desierto o a la clausura monástica: un minero, una mecanógrafa, un ama de casa
pueden poseer, igualmente, este silencio interior, esta oración del corazón, y
ser así "contemplativos" en el verdadero sentido de la palabra. En los
Apotegmas de los Padres del Desierto, encontramos la siguiente anécdota:
"Esto le fue revelado en el desierto al abba Antonio: Hay en la ciudad
alguien que es tu igual: un médico. Todo lo que le sobra lo entrega a los que
están necesitados y, durante toda la jornada, canta con los ángeles el himno
del tres veces Santo."
La imagen de los tres grados de nuestro peregrinaje sirve para
ayudarnos; guardémonos, no obstante, de tomarla al pie de la letra. La oración
es una relación viva entre dos personas y las relaciones entre personas no
pueden ser clasificadas en categorías netas y precisas. Insistiremos
especialmente en el hecho de que los tres grados no son estrictamente
consecutivos, que uno no se termina siempre en el momento en que empieza el
otro. A veces una persona tiene visiones directas de la gloria divina, regalo
inesperado de Dios, incluso antes de que haya empezado a arrepentirse o a
comprometerse en el combate de la "vida activa." Por el contrario,
por más que un hombre esté profundamente iniciado por Dios en los misterios de
la contemplación, mientras esté en esta tierra, tendrá que luchar sin tregua
contra la tentación. Aprenderá a arrepentirse justo al final de su vida
terrena. "Que el hombre cuente con ser tentado hasta su último
suspiro," afirma san Antonio el Egipcio. Encontramos en los Apotegmas de
los Padres del Desierto la descripción de la muerte del padre Sisoes, anciano
muy santo y querido: "Los hermanos que estaban junto a su cabecera se
dieron cuenta de que movía los labios. "¿A quién hablas, padre?" le
preguntaron. "Mirad, respondió él, los ángeles han venido a buscarme, pero
yo les pido un poco más de tiempo para poder arrepentirme." Sus discípulos
le dijeron: "¡Tú no tienes nada de qué arrepentirte!" El anciano
replicó: "En verdad que no estoy seguro siquiera de haber empezado a
arrepentirme."" Así terminó su vida. A los ojos de sus hijos
espirituales, era ya perfecto; a los suyos estaba en el principio del camino de
la perfección.
Por tanto, nadie puede pretender aquí abajo haber superado el primer
grado. Los tres grados son simultáneos, más que sucesivos. Podemos concebir la
vida espiritual como formada por tres registros de creciente intensidad que
dependen unos de los otros y coexisten.
Fuente: El Dios del Misterio y la Oración.
Obispo Kallistos Ware
Páginas
111-113
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