EL CANON DE SAN ANDRES Y LA PRIMERA SEMANA DE LA GRAN CUARESMA

 La primera semana de la Gran cuaresma es llamada desde los tiempos antiguos “el amanecer de la abstinencia”, o “la semana de purificación”. Durante esta semana, la Iglesia alienta a sus hijos a salir de este estado de pecado en el que toda la humanidad ha caído ya que nuestros antepasados no se abstuvieron, pues habían perdido las bendiciones del cielo, este estado de pecado que cada uno de nosotros acrecienta por sus propios pecados. La Iglesia los persuade dulcemente a volver al camino de la fe, la oración, la humildad y el ayuno, cosas que son agradables a Dios. Es un tiempo de arrepentimiento, dice la Iglesia.

“He aquí el día de la Salvación, la entrada en la Gran Cuaresma. Oh alma mía, está atenta, cierra las puertas por las que entran las pasiones, y mira hacia el Señor”
(De la primera oda del canon del Tríodo de los maitines del lunes de la primera semana de la Gran Cuaresma).
La Iglesia del Antiguo Testamento tenía como particularmente santos los primeros y últimos días de las numerosas grandes fiestas. Así mismo, según la costumbre, los cristianos ortodoxos, preparados e inspirados por las maternales instrucciones ofrecidas por su Iglesia desde la antigüedad, observan las primeras y últimas semanas de la Gran Cuaresma, de manera particularmente estricta y asidua.
Los oficios de la primera semana son particularmente largos, y el esfuerzo de la abstinencia física a lo largo de esta semana, es considerablemente más rigurosa que durante los días siguientes de la Gran Cuaresma. Durante el transcurso de los cuatro primeros días de la Gran Cuaresma, se celebran las Grandes Completas, con la lectura del Gran Canon penitencial de San Andrés de Creta, que, por así decir, da el tono que resonará a lo largo de la Gran Cuaresma. Durante la primera semana de la Gran Cuaresma, el Canon se divide en 4 partes, y cada una se canta en cada una de estas Grandes Completas.
La Iglesia decidió llamarlo Gran Canon, no tanto a causa de su largura (250 troparios o versos), sino por la cualidad y la fuerza de su contenido. San Andrés, arzobispo de Creta, que compuso este canon en el siglo VII, compuso también numerosos cánones utilizados por la Iglesia durante el ciclo del año litúrgico. El Gran Canon consiste en una conversación entre el penitente y su propia alma.
La conversación comienza: “¿Por donde comenzaré, cuando debo llorar por todas las obras de mi vida, por cuál de los exordios debo cantar mi duelo? En tu bondad, oh Cristo, concédeme el perdón de mis pecados. ¿Por cuál debo comenzar a arrepentirme, tan difícil como es?.
Sigue un maravilloso tropario: “Vamos, oh alma mía, y lleva a tu cuerpo a glorificar al Creador, y en adelante encuentra tu mente para ofrecer a Dios tus lágrimas de arrepentimiento”.
Las palabras son fuertes, conteniendo a la vez antropología y ascesis cristiana: nuestra carne, una parte inseparable de nuestra naturaleza humana y de nuestro ser, debe participar también en nuestro arrepentimiento.
Bendecida Gran Cuaresma.

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