Una oración para la noche.



  Llévanos, oh Señor Dios, en nuestro último despertar a la casa y puerta del cielo, para entrar por esa puerta y morar en esa casa, donde no habrá tinieblas ni deslumbramiento, sino una luz igual; ni ​​ruido ni silencio, sino una música igual; ni ​​temores ni esperanzas, sino una posesión igual; ni ​​fines ni comienzos, sino una eternidad igual; en las moradas de tu gloria y dominio, por los siglos de los siglos.


Amén.
  
Eric Milner-White (1963)
según John Donne (1631)

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