Homilía del segundo Domingo de Adviento. Evangelio de San Mateo (3, 1-12)
¡Paz y bien a todos ustedes, mis queridos hermanos y hermanas en Cristo!
Estamos reunidos en este Segundo Domingo de Adviento, una etapa crucial de nuestro camino de fe. El tiempo avanza, y con él, se acorta la espera para celebrar la venida de nuestro Salvador.
La Voz que Clama en el Desierto
El Evangelio de hoy, tomado de San Mateo (3, 1-12), nos presenta una figura impactante y fundamental: Juan el Bautista.
Imaginen la escena: una multitud acude al desierto de Judea, no a la comodidad de un templo, sino a un lugar de aridez y austeridad, para escuchar a este hombre vestido con piel de camello y alimentado con langostas y miel silvestre.
La primera palabra que escuchamos de Juan es un grito, una orden que resuena con urgencia: “¡Conviértanse, porque el Reino de los Cielos ya está cerca!”
Hermanos, la conversión no es una sugerencia, es la condición necesaria para recibir a Jesús. Juan no predicaba un mensaje de paz superficial; él venía a sacudir conciencias y a preparar el camino.
Preparar el Camino del Señor
Juan se presenta a sí mismo como la "voz que clama en el desierto", cumpliendo la profecía de Isaías. Su misión era simple, pero de una profundidad inmensa: allanar el camino para la llegada de Alguien mucho más grande que él.
¿Qué significa allanar el camino en nuestra vida hoy?
* Es quitar las piedras: Son nuestros rencores, los resentimientos que cargamos, el orgullo que nos impide pedir perdón.
* Es rellenar los baches: Son esas áreas de nuestra vida que hemos descuidado, como la oración, la caridad, o el tiempo de calidad con nuestra familia.
* Es enderezar las curvas: Son nuestras excusas, nuestras duplicidades. Es dejar la hipocresía que Juan condena en los fariseos y saduceos, diciéndoles: “Den frutos que demuestren su conversión.”
Mis queridos hermanos y hermanas, en este Adviento, no basta con poner luces y adornos en casa. Necesitamos adornar nuestra alma. El arrepentimiento debe ser sincero, brotando del corazón, no solo de la boca.
El Bautismo en Espíritu y Fuego
Juan, con gran humildad, reconoce su límite: “Yo los bautizo con agua para que se arrepientan, pero el que viene detrás de mí es más poderoso... Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.”
Aquí está la esperanza que nos mueve. El bautismo de Jesús es un bautismo de fuego.
* Fuego que Purifica: Es la gracia que quema nuestras impurezas y nos hace nuevos. Es el fuego del amor de Dios que nos consume y nos transforma.
* Fuego que Impulsa: Es el Espíritu Santo, que nos da la fuerza para vivir la fe no como una rutina, sino como una aventura gozosa y un testimonio vibrante.
El Bautista nos habla de la separación del trigo y la paja. El Señor viene con su bieldo para limpiar su era. Él nos examinará en el amor. ¿Somos trigo que se guarda para la vida eterna, o paja que el viento de las vanidades se lleva y que el fuego consume?
Una Llamada para Hoy
Hermanos, este Segundo Domingo de Adviento es una invitación a la acción.
No esperemos a que llegue la Navidad para "portarnos bien". La venida del Señor es un evento constante en nuestra vida. Él ya está cerca, esperando ser recibido.
* Vayamos hoy a la Confesión. Dejemos atrás el peso que arrastramos.
* Seamos la voz del Evangelio en nuestros hogares y trabajos, a través de la paciencia y el servicio.
* Preparemos un pesebre en nuestro corazón digno del Rey de Reyes.
Que la intercesión de San Juan Bautista nos dé el coraje de la verdadera conversión, para que cuando el Señor llegue, nos encuentre con un corazón dispuesto y una vida llena de frutos.
Amén.

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