EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL PEREGRINO RUSO. HERNAN PABLO FRASQUELLI


Compartimos en este post Los Ejercicios Espirituales del Peregrino Ruso por Hernan Pablo Frasquelli.

Hernán Pablo es Cristiano Ortodoxo y pertenece al Patriarcado de la Iglesia Ortodoxa Serbia. Sirve como monaguilo en la Diócesis de Buenos Aires, Sur y Centro América - Iglesia Ortodoxa Serbia. Antes de hacerse cristiano ortodoxo fue monje durante seis años en la Orden Cisterciense de San Bernardo de Claraval, San Benito.  En la actualidad realiza estudios en Ciencias Sagradas y es Monaguillo en la Catedral de la Natividad de la Virgen en Buenos Aires (Argentina).

 

Desde su experiencia de oración contemplativa como monje, y ahora como cristiano ortodoxo, nos comparte los Ejercicios Espirituales del Peregrino Ruso. Esta pequeña pero profunda obra, nos adentra en apartados de la experiencia de los ejercicios espirituales, que acompañan la experiencia contemplativa y de oración para cada día del mes. En su estructura la obra presenta los siguientes momentos: El ejercicio del día, acompañado de un tema que será objeto de la meditación. Se cita literalmente un fragmento del Peregrino Ruso, a continuación, se presentan breves notas sobre el mismo y se invita a la realización de un ejercicio básico espiritual correspondiente al día.

 Bienvenidos a Peregrinar desde la fe por estos ejercicios espirituales que nos llevaran a profundizar la experiencia de la oración en la fe ortodoxa.

 Jhoani Rave Rivera

C.O.P.S.

El texto completo lo puedes leer aquí y descargar en pdf. 

 

Ejercicios Espirituales Del Peregrino Ruso Hernan Pablo Frasquelli by Jhoani Rave Rivera on Scribd

Contenido. 


Día 1 – La Humildad

Día 2 – Acostumbrarse

Día 3 – Oración no divagación

Día 4 – Fidelidad a la oración

Día 5 – Simplicidad de corazón

Día 6 – Ya no estaba en la indigencia

Día 7 – Sencillez de espíritu

Día 8 – Desapego y libertad

Día 9 – Reemplazar un hábito por otro

Día 10 – El lugar del corazón

Día 11 – Vigilar la buena semilla

Día 12 – Los misterios de la sagrada escritura

Día 13 – Certeza de Su cercanía

Día 14 – Santa indiferencia

Día 15 –¡Dios mío, ¡qué misterioso es el hombre!

Día 16 – No pongas tu esperanza sino en Dios

Día 17 – Una oración misteriosa

Día 18 – Descubrir la luz interior

Día 19 – En la flaqueza se perfecciona mi poder

Día 20 – ¿Tú rezas la oración de Jesús?

Día 21 – Encontrar el corazón

Día 22 – Luz en el interior del alma

Día 23 – El hombre interior

Día 24 – Hacia la dicha inefable

Día 25 – Todo está bien en mi corazón

Día 26 – Andar en la divina presencia

Día 27 – Un altar en el corazón

Día 28 – No te inquietes por nada

Día 29 – ¡Que no enmudezca el corazón!

Día 30 – Permanecer a la escucha

  

Día 1 – La Humildad

 

Por la gracia de Dios soy hombre y soy cristiano; por mis actos, gran pecador; por estado, peregrino de la más baja condición, andando siempre errante de un lugar a otro.

Mis bienes son: a la espalda, una alforja con pan duro, la santa Biblia en el bolsillo y basta de contar.

El domingo vigésimo cuarto después de la Trinidad entré en la Iglesia para orar durante el oficio; estaban leyendo la epístola de San Pablo a los Tesalonicenses, en el pasaje en que está escrito: Orad sin cesar.

Estas palabras penetraron profundamente en mi espíritu, y me pregunté cómo es posible orar sin cesar, siendo así que todos debemos ocuparnos en diversos trabajos a fin de proveer a la propia subsistencia. Busqué en la Biblia y leí con mis propios ojos exactamente lo mismo que había oído: Orad sin cesar; orad en todo momento en espíritu; orad en todo lugar levantando unas manos puras…”

 

Breves notas:

El peregrino se reconoce pecador, es decir parte desde una situación de humildad.

El peregrino se maneja con lo necesario, no tiene nada superfluo.

El peregrino asiste a la liturgia y pone en ella su atención.

El peregrino reflexiona sobre la palabra de Dios y desea practicarla realmente en su vida.

 

Ejercicio básico:

Sentarse en lugar tranquilo y durante 30 minutos repetir la oración de Jesús con los labios, tranquilamente, atentos a la presencia de Dios.

Podemos ayudarnos fijando la mirada en un icono de Jesús, suavemente iluminado o permanecer con los ojos cerrados si esto facilita la concentración.

 

del día 1 –

En la oración vocal, debemos intentar por todos los medios posibles mantener nuestro intelecto fijado sobre las palabras de la oración, pronunciándolo sin prisa y concentrando toda nuestra atención sobre el sentido de las palabras.

Cuando el intelecto comienza a ser tironeado por pensamientos extraños, debemos, sin desanimarnos, volverlo a traer hacia las palabras de la oración.

 

Día 2 – Acostumbrarse

 

“La oración de Jesús interior y constante es la invocación continua e ininterrumpida del nombre de Jesús con los labios, el corazón y la inteligencia, en el sentimiento de su presencia, en todo lugar y en todo tiempo, aun durante el sueño. Esa oración se expresa por estas palabras: ¡Señor Jesucristo, tened piedad de mí!

Todo el que se acostumbra a esta invocación siente muy grande consolación y necesidad de decir siempre esta oración; al cabo de algún tiempo, no puede ya pasar sin ella y se le hace como su misma sangre y carne. ¿Comprendes ahora qué es la oración continua?”

 

Breve comentario

Si queremos iniciar un fuego duradero, pero contamos con leños húmedos y verdes y casi no tenemos yesca, será necesario un esfuerzo de perseverancia y de fe. Habrá que intentar muchas veces, airear la leña, buscar la ayuda de algo combustible, proteger las pequeñas llamas del viento…

Pero una vez que el fuego ha comenzado y se ha vigorizado, ¡Qué fácil resulta encender nuevos leños! Solo basta acercarlos al centro del fuego para que se sumen a la hoguera.

Lo que suele pasarnos, es que no perseveramos y nunca llegamos a disponer de buen fuego…

 

Ejercicio básico

Debemos acostumbrar la mente a la oración de Jesús. Para ello vamos a repetirla cada vez que podamos. Con los labios, con la mente, con el corazón, con lo que la gracia y nuestro propósito nos permitan.

Los treinta minutos de oración concentrada resultan más fáciles de efectuar cuando hemos pasado el día recordando la necesidad de la oración y repitiéndola cada vez que nos acordamos.

Al levantarnos, camino al trabajo, en un breve alto; en medio de la tensión laboral cotidiana, antes de comer, al terminar, al caminar, al viajar… La oración de Jesús encaminará nuestras vidas mucho mejor que nuestra divagación.

 

Del día 2 –

Al comienzo, la Oración de Jesús es una oración vocal como todas las otras.

Las palabras se pronuncian en voz alta o, al menos, son formadas silenciosamente por los labios y la lengua. Al mismo tiempo, por un acto deliberado de la voluntad, la atención debe concentrarse sobre el sentido de la Oración.

Durante esta etapa inicial, la repetición incesante y atenta de la Oración se revela a menudo como una tarea agotadora y ardua, exigiendo una humilde perseverancia.

 

Día 3 – Oración no divagación

 

«Si, no obstante, tus esfuerzos, hermano mío, no te es posible entrar en la región del corazón, como te lo tengo recomendado, haz lo que te digo y con la ayuda de Dios hallarás lo que andas buscando.

Tú sabes bien que la razón de todo hombre está en su pecho… Quítale, pues, a esta razón todo pensamiento (esto puedes hacerlo si quieres) y pon en su lugar el “Señor Jesucristo, ten piedad de mí”.

Esfuérzate en reemplazar por esta invocación interior cualquier otro pensamiento, y a la larga ella te abrirá la entrada del corazón, como lo enseña la experiencia».

 

Breve comentario

Apenas se dispone la persona a repetir la oración de Jesús, se encuentra con las divagaciones.

Estas resultan ahora notorias debido a que estamos poniendo intención y atención concentrada en un lugar donde antes reinaba el caos de los vientos diversos.

Si uno se esfuerza un poco en repetir la oración (sea en quietud o en actividad) verá que transcurrido un minuto o dos se encuentra el pensamiento alejado de la oración, siguiendo impredecibles “diálogos interiores”.

Sorpresa nos llevamos cuando vemos que el personaje central, casi excluyente, de dichas “pláticas mentales”, es el “yo”. Todo siempre está referido a mí. Si yo esto o aquello y lo de más allá.

 Ejercicio básico

 Vamos a empeñarnos con más decisión aun en repetir la oración de Jesús durante todo el día. (Vocal, mental o de la manera que nos sea posible) tomando como referencia lo dicho en el texto de hoy por Monje Nicéforo.

Atendamos a la persistencia de la distracción, a esa casi inmanejable tendencia a la dispersión. Miremos esto que ocurre sin fastidiarnos, solo poniendo más fe en el Nombre de Jesús y en la acción de su gracia.

Persistamos en la oración y evaluemos lo acaecido al final del día.

 

Del Día 3 –

 

¿Qué deseamos y buscamos mediante la Oración de Jesús?

Deseamos que el fuego de la gracia se encienda en nuestro corazón, y buscamos el comienzo de la oración incesante que pone de manifiesto el estado de gracia.

Cuando la chispa divina cae en el corazón, la Oración de Jesús sopla sobre ella y hace brotar la llama.

La oración no produce por sí misma la chispa, sino que nos ayuda a recibirla; ¿cómo lo hace?

Recogiendo nuestros pensamientos y volviendo nuestra alma capaz de permanecer ante El Señor y de marchar en Su presencia.

Eso es lo más importante: permanecer y marchar ante Dios, llamarlo desde el fondo del corazón.

 

Día 4 – Fidelidad a la oración

 

“Durante toda una semana, permanecí en mi solitaria cabaña recitando cada día mis seis mil oraciones sin ocuparme de cosa alguna y sin tener que luchar contra los pensamientos; únicamente pensé en cumplir el mandato del starets.

¿Y qué sucedió? Me acostumbré tan bien a la oración que, si me detenía un solo instante, sentía un vacío como si hubiera perdido alguna cosa; y en cuanto volvía a mi oración, sentíame de nuevo aliviado y feliz.

… sólo deseaba estar en la soledad y recitar mis oraciones; tanto me había acostumbrado a ellas en una sola semana.

El starets, que no me había visto desde hacía diez días, vino para saber qué me sucedía, y yo se lo expliqué.

Después de haberme escuchado, me dijo: —Ya estás acostumbrado a la oración. Mira: ahora has de conservar esta costumbre y fortalecerte en ella…

Al principio sentí fatiga, una especie de endurecimiento de la lengua y cierta rigidez en las mandíbulas, pero nada desagradable; luego noté una ligera molestia en el paladar, después en el pulgar de la mano izquierda que pasaba el rosario, mientras que el brazo se me calentaba hasta el codo, lo que me producía una deliciosa sensación. Y todo esto no hacía sino incitarme a recitar mejor mi oración.

De esta manera, durante cinco días, terminé con toda fidelidad mis doce mil oraciones, y al mismo tiempo que la costumbre, iba recibiendo el placer y el gusto de la oración…”

 

Ejercicio básico

 

Se trata de que al final del día, podamos decir: Hoy he orado mucho más que nunca u hoy he puesto todo lo que tenía para dedicar más tiempo al crecimiento en la oración de Jesús.

Si pasamos de veinte repeticiones a cincuenta será tan importante para nuestro proceso como para el peregrino pasar a doce mil, lo que lo llevó finalmente a la oración del corazón.

Cada uno tiene su medida, como aquella viuda que dio todo lo que tenía aunque fuera poco dinero comparado con lo que aportaban otros.

El ejercicio de hoy consiste en encontrar un nuevo límite, en terminar la jornada habiendo registrado un crecimiento importante, no tanto por el número de oraciones sino por la profundidad y seriedad de nuestro intento.

La gracia de la oración del corazón está disponible para todos, pero nosotros ¿a que atendemos?

 

Del día 4 –

Aunque no parezca, ese permanente rumor de fondo que constituyen los diálogos internos puede ser acallado en no mucho tiempo, mediante la repetición del Santo Nombre de Jesucristo.

Luego de que la oración se ha hecho un hábito mental, será el momento de nuevas etapas de profundización, adoración, silencio y contemplación.

Pero para adquirir esta santa costumbre es necesario hacer el acto interior de renuncia a la charlatanería mental. El silencio de la boca es útil siempre y cuando resulte del silencio mental. De otro modo, quién calla por fuera grita por dentro.

Desde el punto de vista de la psiquis el que esta oración abraza ha de irse despidiendo de los pensamientos. La principal dificultad no es acostumbrarse a la oración sino renegar de ellos. Y esto, porque solemos identificar este discurrir de la mente con nosotros mismos…

 

Día 5 – Simplicidad de corazón

 

“Mas ¡qué grado de perfección, de gozo y de encanto alcanza el hombre cuando el Señor quiere revelarle la oración espiritual

espontánea y purificar su alma de las pasiones!

Es ese un estado indescriptible y la revelación de este misterio es un goce anticipado de las dulzuras del cielo.

Y es el don que reciben aquellos que buscan al Señor en la simplicidad de un corazón que desborda de amor.

En adelante te permito rezar cuantas oraciones quieras; procura consagrar todo el tiempo del día a la oración e invoca el nombre de Jesús sin preocuparte de otra cosa, entregándote humildemente a la voluntad de Dios y esperando su ayuda.

Él no te abandonará y dirigirá tu camino”.

 

Breve comentario

Consagrar todo el día a la oración significa situarla como lo más importante.

Ya tenemos experiencia de lo dificultoso que es sosegar la mente que oscila de continuo.

Solo un deseo muy grande de unión con Dios puede darnos la fuerza para hacer de la oración de Jesús nuestra prioridad diaria.

Concentrando el fuego interior del corazón; que se alimenta de nuestro deseo/amor por Dios, se abre un espacio propicio en nuestra vida para la manifestación de la oración incesante.

Esta gracia inmensa de la oración continua contiene la suma de las aspiraciones humanas, nos pone en presencia del Amado; ese Dios a quién todo le debemos y que vive ignorado detrás del velo de nuestros deseos mezquinos.

La única felicidad duradera está en la unión con Dios en el propio corazón. El peregrino ruso nos muestra un camino hacia ella.

Ejercicio básico

En este domingo, donde suele haber más tiempo libre, encontremos un rato para caminar tranquilos.

Busquemos un parque, un camino solitario, la orilla de un río, quizás una plaza que nos agrade en medio de la ciudad.

Aunque más no sea, salgamos por el barrio caminando lento, con deseo de sosegar el ánimo en profundidad.

Respiremos tranquilos, sumergiéndonos en un sentimiento de confianza hacia nuestro Padre del cielo.

Reconciliemos nuestras fuerzas tomando contacto con el profundo deseo que tenemos de vivir en Su presencia.

¿Acaso alguna vez hemos querido otra cosa? ¿No es a Él a quién hemos perseguido confundidos con vanos espejismos?

Mientras seguimos caminando agradecidos avivemos suavemente la llama de la Oración de Jesús. Tratemos de situarla como fondo de una mirada amorosa hacia lo que nos rodea.

 

Día 6 – Ya no estaba en la indigencia

 

“Obedeciendo a esta regla, pasé todo el verano repitiendo sin cesar la oración de Jesús, y sentí una gran tranquilidad.

Mientras dormía, soñaba a veces que estaba rezando la oración. Y durante el día, cuando me ocurría encontrarme algunas personas, me parecían tan amables como si hubieran sido de mi familia.

Los pensamientos se habían calmado y sólo vivía en oración; comencé ya a inclinar mi espíritu a escucharla, y a veces mi corazón sentía como un gran ardor y una gran alegría.

Cuando entraba en la iglesia, el largo servicio de la soledad me parecía corto y no me cansaba como antes.

ya no estaba en la indigencia, como antes; la invocación del nombre de Jesucristo me alegraba a todo lo largo del camino y todo el mundo me trataba con bondad; parecía como si todos se hubieran propuesto quererme”.

 

Breve comentario

Una vez cuando estaba hacía poco tiempo en este camino de oración, me estaba por ir a dormir y sentí una repentina alegría. Me puse a busca en mi interior la razón de aquel sentimiento y descubrí sorprendido que el motivo estaba en la oración de Jesús. Me daba gusto imaginarme que iba a estar bajo las mantas, repitiendo Su Nombre.

¿Era posible? ¿Cómo podía ser que ocurriera una cosa así? me decía. La confirmación vino a la mañana siguiente y en otros despertares sucesivos. Me despertaba contento porque sabía que tenía que ponerme a repetir la oración…

¡Que extraña es la vida! Haber tenido la posibilidad de la alegría tan a la mano y sin embargo tantas vueltas que di en tantas cosas sin hallarla… parece que San Agustín también vivió algo parecido, salvando las distancias claro.

Los sentimientos que describe el peregrino son reales y posibles para todos, muy particularmente el estado de amistad con todo, de afecto sin discriminación, de suave alegría regeneradora. ¡Es el cálido poder del Nombre de nuestro salvador!

 

Ejercicio básico

 

El ejercicio sugerido para hoy consiste en repetir la frase elegida de la Oración de Jesús, cada vez que inicio una actividad y cada vez que la termino.

Por supuesto, que se trata de que intentemos llevarla con nosotros durante toda la jornada, pero hoy ponemos el énfasis en esto de utilizarla como “llave” que abre y que cierra los distintos actos que vamos desplegando.

Ayuda mucho a efectuar aquello de las acciones como si de liturgia se tratara, con reverencia y atención suma.  Esas dos frases, la que abre y la que cierra la actividad, las deberíamos repetir lentamente y con el mayor de los afectos, al tiempo que pedimos ayuda interiormente para santificar eso que vamos a hacer.

 

Del día 6 –

 

En todas partes, y siempre, Dios está con nosotros, cerca de nosotros y en nosotros.

Pero nosotros no estamos siempre con él, puesto que lo olvidamos; y porque lo olvidamos nos permitimos muchas cosas que no haríamos bajo su mirada.

Tomad esto a pecho, haced un hábito de vivir en ese recogimiento.

Que vuestra regla sea estar siempre con el Señor, manteniendo el intelecto en el corazón, sin dejar vagabundear vuestros pensamientos; volved a traerlos cuantas veces se extravíen, mantenedlos encerrados en el secreto de vuestro corazón, y haced vuestras delicias de esta conversación con el Señor.

 

Día 7 – Sencillez de espíritu

 

“Así voy ahora, pues, recitando sin cesar la oración de Jesús, que me resulta más querida y dulce que todas las cosas del mundo.

 A veces hago más de sesenta verstas en un día y no me doy cuenta de que camino; sólo siento que voy diciendo la oración.

Cuando sopla un viento frío y violento, rezo la oración con más atención y en seguida entro en calor. Si el hambre es demasiada, invoco más a menudo el nombre de Jesucristo y no me acuerdo de haber tenido hambre. Si me siento enfermo y mi espalda o mis piernas comienzan a dolerme, me concentro en la oración y dejo de sentir el dolor.

Cuando alguien me ofende, pienso tan sólo en la bienhechora oración de Jesús, y muy pronto desaparecen la ira o la pena y me olvido de todo. Mi espíritu se ha vuelto muy sencillo.

Nada me preocupa, nada me da cuidado, nada exterior me distrae y quisiera estar siempre en la soledad; estoy habituado a no sentir sino una sola necesidad: rezar incesantemente la oración, y cuando lo hago así, una gran alegría invade todo mi ser”.

 

Breve comentario

Estimad@s en Cristo. Llegamos al último día de ejercicio espiritual en torno al primer relato de El Peregrino Ruso. No estaría mal si disponen de unos minutos leerlo nuevamente con tranquilidad. Dejarnos influir por el espíritu que alienta en él.

Sobre todo, una actitud humilde, fervorosa, de una búsqueda profunda de la unión con Dios. Nuestra vida no es como la del peregrino, ni por la cultura ni por la época en que nos toca vivir.

Sin embargo, su radicalidad puede ser vivida por nosotros interiormente. Buscando sobre todo una disposición constante hacia la oración y un anhelo de vivir en Su presencia.

No importa si no podemos permanecer mucho sentados en quietud recitando la oración de Jesús. Hagámosla caminando, trabajando, en el transporte público, al irnos a descansar.  Lo importante es que este mes de ejercicio espiritual nos genere el hábito de tenerla por compañía.

Seamos pacientes con nosotros mismos. Tratémonos como a un amigo. No pretendamos la proeza ascética que nos lleva al orgullo, no el logro precoz que nos puede mal formar en la oración. Seamos pacientes pero constantes, tranquilos pero determinados.

¿Me acuerdo varias veces en el día de la oración de Jesús? ¿La repito al menos unas cuantas veces en esas ocasiones en que la recuerdo? Entonces estoy haciendo muy bien el ejercicio espiritual.

Acceder a la oración continua y a la oración del corazón es quizá el mayor bien que puede obtenerse en esta vida. Apliquemos toda la paciencia que vale la pena.

 

Ejercicio básico

 

Pensar en nuestros seres queridos, o en aquellos que se han encomendado a nuestras oraciones…

Repetir diez veces al menos la oración de Jesús por cada uno de ellos. Por ejemplo: ¡Señor Jesucristo, ten misericordia de Javier!

Hacer esto a lo largo del día, cuando podamos, llegando a la noche habiendo recorrido todas las personas por las cuales queríamos orar.

Cuando hago efectúo la oración por este prójimo, lo hago recordándolo con afecto, concentrando en el corazón mi bondad para con él, mi deseo de que mejore, de que se alegre, que pueda concretar sus búsquedas etc.

Pongamos a nuestro prójimo a los pies del Santo Nombre de Jesús, ofrezcamos esta, nuestra pequeña ascesis con la intención de que crezca la felicidad de nuestros semejantes.

 

Del día 7 –

Dile…, dile muchas veces al Señor que le amas…, que le amas con locura, que le amas hasta morir de amor.

Repíteselo sin cansancio, aunque no lo sientas, aunque no lo creas, aunque no lo veas.

Díselo una y mil veces, porque estas cosas que se dicen sin sentirlas cuando se repiten mucho luego se sienten sin decirlas.

 

Día 8 – Desapego y libertad

 

“Infeliz, que he perdido el único tesoro de mi vida sin haberlo aprovechado como debía. Mejor me hubiera sido morir que vivir así sin mi alimento espiritual.

Jamás podré volverlos a tener. Por espacio de dos días apenas si pude caminar por la aflicción; al tercer día, caí sin fuerzas junto a un matorral y me dormí. Y he aquí que, en sueños, me vi en el eremitorio, en la celda de mi starets, a quien lloré mi dolor.

El starets, después de haberme consolado, me dijo: —Que este acontecimiento te sirva de lección de desapego de las cosas de la tierra, a fin de poder volar más libremente hacia el cielo. Esta prueba te ha sido enviada a fin de que no caigas en la voluptuosidad espiritual.

Dios quiere que el cristiano renuncie a su propia voluntad y a todo apego a ella, para poder ponerse así enteramente en los brazos de la voluntad divina.

Todo lo que Él hace es para el bien y la salvación de los hombres. Él quiere que todos los hombres sean salvos.

De modo que ten ánimo y cree que Dios dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla. Pronto recibirás un consuelo mayor que todas tus penas.

Al oír estas palabras, desperté y sentí en mi cuerpo fuerzas renovadas y en mi alma como una aurora y una nueva tranquilidad. ¡Qué se cumpla la voluntad de Dios!, dije.

Me levanté, hice la señal de la cruz y partí. La oración obraba de nuevo en mi corazón como antes, y durante tres días seguí tranquilo mi camino…”

 

Ejercicio básico y comentario

 

Estimad@s en Cristo Jesús, Para el día que se inicia os proponemos dos tareas:

La primera es la lectura del segundo relato de El Peregrino Ruso. Es más extenso que el primero y como pedimos una lectura orante (tranquila y reflexiva) quizás algunos no puedan completarlo debido a su falta de tiempo. En ese caso se toman dos días.

La segunda tarea consiste en sintetizar la experiencia de la primera semana de manera muy breve. No más de dos o tres renglones. Hacer el esfuerzo para esto, debido a que, de ese modo, uno se obliga a buscar lo esencial de lo vivido. Sea lo que sea, positivo o negativo, acerca de un tema o de otro, lo más importante que hayan vivido esta semana de ejercicio espiritual.

En cuanto a la práctica en si misma, queda librada al gusto de ustedes. Quien desee efectuará el ejercicio sentado y en quietud, quién lo prefiera caminando, otros en voz audible y habrá alguno que quiera atender al corazón o a la respiración mientras repite la frase de la oración. Algunos más quizás combinen y sumen más de una forma.

También estará sin duda el que no pueda hacer ningún ejercicio y solo recuerde su anhelo de progreso espiritual y eso también vale por supuesto, ya que es un avance respecto de la inercia anterior. Esos deseos son oración.

Agradecemos los comentarios y el apoyo que se brindan unos a otros. Es importante no decaer, cosa habitual al pasar la novedad del ejercicio espiritual, en la perseverancia se cultiva los mejores frutos. Un saludo para tod@s invocando a Jesucristo.

 

Del día 8 –

Velar sobre el corazón, mantenerse con el intelecto en el corazón, descender de la cabeza al corazón, todo esto es lo mismo.

El núcleo de ese trabajo es reunir la atención y permanecer en presencia del Señor invisible, no con la cabeza sino en el pecho, cerca del corazón y en el corazón.

Cuando llegue el calor divino, todo esto estará claro para vosotros.

Reuníos en vosotros mismos y tratad de no abandonar el corazón, pues el Señor se encuentra allí. Intentad arribar a ello, trabajad en ello.

Cuando hayáis alcanzado ese estado, comprenderéis cuan precioso es.

 

Día 9 – Reemplazar un hábito por otro

 

“No me acuerdo ya muy bien, pero creo que di alguna cosa al monje; tomé su Evangelio y lo eché en mi baúl entre mis otras cosas, olvidándolo completamente.

Algún tiempo después llegó el momento de beber. Tenía unas ganas terribles de hacerlo; abrí el baúl para coger algún dinero y entrar en la taberna.

El Evangelio se me presentó delante de los ojos y, acordándome de repente de todo lo que me había dicho el monje, lo abrí y comencé a leer el primer capítulo de San Mateo.

Lo leí hasta el fin sin entender cosa alguna; pero me acordé de lo que me había dicho el monje: “No importa que no entiendas nada; basta con que leas con atención”.

¡Está bien!, me dije; leamos un capítulo más. La lectura me pareció más clara. Veamos el tercero; apenas lo había comenzado, cuando se oyó una campana: era la retreta o llamada de la tarde.

Y ya no había tiempo de salir del cuartel, con lo que me quedé sin beber por aquel día.

Al día siguiente, por la mañana, estando para salir a comprar aguardiente, me dije: ¿Y si leyese un capítulo del Evangelio? Después veremos.

Lo leí y no me moví. Algo después tuve de nuevo ganas de beber, pero me puse a leer y me sentí aliviado. Me sentí fuerte igualmente, y a cada asalto de la tentación de beber la vencía leyendo mi capítulo del Evangelio.

Cuanto más tiempo pasaba, me iba mejor. Cuando hube acabado los cuatro Evangelios, mi pasión por el vino había desaparecido completamente; me era ya del todo indiferente.

Y hace ya veinte años que no he llevado a mis labios ninguna bebida fuerte. Todos se extrañaron de mi cambio…”

 

Ejercicio básico y comentario

¿Existe en nuestra vida algún hábito que quisiéramos erradicar? O, al menos, ¿alguna conducta de cierta recurrencia que quisiéramos dejar atrás?

Puede ser algo que se manifiesta en mi comportamiento exterior (lo que habitualmente se llama vicio) o en lo interior. Un ejemplo de esto último podría ser el deprimirme a cierta hora del día o cada vez que vuelvo del trabajo o cuando me quedo solo etc.

Detectar esta faceta del hombre viejo que queremos abandonar y encontrar el nuevo hábito que vamos a anteponer para reemplazar la tendencia, es el ejercicio que os proponemos para esta jornada.

Lo que sugiere el peregrino ruso resultará excelente, aunque quizás pueda leerse menor cantidad si tenemos poco tiempo. Puede ser comenzar a escribir un icono o rezar un rosario de la oración de Jesús o acudir a párrafos ya seleccionados de un autor espiritual que me motive especialmente.

Es importante esto de reemplazar. Da más resultado que la confrontación directa con el hábito que queremos desarraigar y estamos utilizando la misma fuerza, pero en dirección elevada.

Tal cual le cuenta el capitán al peregrino, pasado el momento preciso del “ataque”, luego se facilita olvidar ese apremio que teníamos y continuar el día para bien.

Mientras tanto y al margen del ejercicio propuesto, tratemos cuanto menos de rezar unas pocas repeticiones de la oración de Jesús en diferentes momentos del día. Sacralicemos de este modo lo cotidiano.

Al levantarnos, al mediodía, cuando atardece y antes del descanso nocturno, pueden ser nuestros “momentos fuertes” para repetir la oración de Jesús, con mayor concentración.

Un saludo fraterno para todos, invocando a Jesucristo.

 

Del día 9 –

 

“La misma causa que eleva al espíritu es la que suscita la extrema humildad. Lo que eleva al alma hasta la altura infinita es también lo que más le abaja. La humildad es el inicio de la contemplación, y la contemplación es la perfección de la humildad.”

 

Calixto El Patriarca

El espíritu no se puede purificar al margen de este dolor… (el arrepentimiento) no hay nada mejor que conocer la propia debilidad e ignorancia.”

Pedro Damasceno

“Feliz el hombre que conoce su propia debilidad, este conocimiento es el fundamento, la raíz, el inicio de toda bondad. En efecto, cuando se ha experimentado la propia debilidad, el alma queda protegida de toda posible vanidad, de esa vanidad que oscurece el conocimiento”.

Calixto e Ignacio Xantohopouloi

“El hombre que se postra ante Dios de todo corazón, buscando que únicamente se haga la voluntad de Dios, empieza a ver que sus propias faltas son numerosas como las arenas del mar.”

Pedro Damasceno

“Tal es el origen de la iluminación del alma, y tal es el signo de que empieza a sanarse.”

 

Día 10 – El lugar del corazón

 

“… Habiendo cerrado los ojos, dirigía mi mirada hacia el corazón, procurando representármelo tal como se encuentra en la parte izquierda del pecho y escuchando sus latidos.

Primero practiqué este ejercicio durante media hora, varias veces al día. Al principio, no veía más que tinieblas; pero bien pronto mi corazón apareció y comencé a sentir su profundo movimiento; después, conseguí introducir en mi corazón la oración de Jesús, y hacerla brotar de él, según el ritmo de la respiración…

Para conseguirlo, miraba mentalmente a mi corazón, inspiraba el aire y lo retenía en mi pecho diciendo: «Señor Jesucristo», y lo espiraba añadiendo: «tened piedad de mí». Al principio me ejercité en esto durante una o dos horas, después me apliqué cada vez con mayor frecuencia a este ejercicio, y al fin me ocupaba en él casi todo el día.

Cuando me sentía pesado, fatigado o inquieto, en seguida leía en la Filocalía los pasajes que tratan de la actividad del corazón, y pronto volvían a renacer en mí el deseo y las ansias por la oración.

Al cabo de tres semanas, sentí un dolor en el corazón, y luego un agradable calor y gran sentimiento de consuelo y de paz. Esto me dio mayores fuerzas para ejercitarme en la oración, a la cual iban todos mis pensamientos, y comencé a sentir una gran alegría.

A partir de aquel momento, de vez en cuando sentía diversas sensaciones nuevas en el corazón y en el espíritu. A veces era como una agitación en mi corazón y una agilidad, una libertad y un gozo tan grandes, que quedaba transformado y me veía en éxtasis.

A veces, sentía muy ardiente amor a Jesucristo y a toda la divina creación. A veces las lágrimas corrían sin esfuerzo de mi parte como un reconocimiento al Señor, que había tenido compasión de mí, pecador empedernido.

A veces mi pobre y limitado espíritu se llenaba de tales luces, que comprendía con toda claridad cosas que antes yo no hubiera podido siquiera concebir.

A veces el dulce calor de mi corazón se extendía por todo mi ser y empezaba a sentir con gran emoción la presencia del Señor.

Y a veces, en fin, sentía una intensa y profunda alegría al pronunciar el nombre de Jesucristo y comprendía el significado de sus palabras: El Reino de Dios está dentro de vosotros.

 

Ejercicio básico y comentario

Estimad@s en Cristo Jesús:

En este décimo día, hemos de tomar contacto con el ejercicio que bien se describe en el párrafo transcripto arriba, para encontrar el lugar del corazón.

Como todo lo que vamos sugiriendo, cada uno adaptará a sus posibilidades lo planteado. Hay quienes llegan al lugar del corazón mediante lo que sugiere Monje Nicéforo, que es reemplazando todo pensamiento por la oración de Jesús, para que esto por si solo permita luego el descenso de la oración al lugar del corazón.

La práctica que nos propone el peregrino en esta ocasión es directa, quizás más rápida, pero requiere mucha concentración y como pueden ver en el párrafo citado, mucha dedicación.

¿De qué manera llegará la efusión de la gracia a mi corazón? Solo Dios lo sabe. En nuestras manos está la aplicación, el esfuerzo sincero, la búsqueda tranquila.

Una aclaración: Uno debe tratar de asociar la respiración a la oración mientras se va escuchando al corazón latir. (No asociar adrede los latidos a la oración, esto se dará luego por si solo si fuera el caso)

Una sugerencia: Empezar a practicar esto por períodos de diez minutos.

A quién esto le resulte demasiado complicado o dificultoso, continúe con la forma en que viene trabajando los días anteriores, tratando de perseverar. No mortificarse sino se sienten particularmente atraídos hacia esta forma de practicar la oración de Jesús. Siempre ha de distinguirse el justo esfuerzo del auto forzamiento nocivo.

Un saludo para todos invocando a Jesucristo.

 

Del día 10 –

 

Calixto Telicoudes

“La atención es una incesante paz y dulzura de corazón, más allá de todo  pensamiento. Sin agotarse y sin interrumpirse, el alma respira e invoca siempre a Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que es Dios al mismo tiempo y solo a Él…”

Hesiquio de Batos

“La oración de Jesús tiene, pues un cierto aspecto técnico que precisa de un adiestramiento. Pero no se puede reducir a una simple mecánica, porque “nadie puede decir – Señor Jesús – sino por influjo del Espíritu Santo” (1 Cor 12, 3)”

Lo cual no impide que las indicaciones concretas dadas por los monjes sean de una gran ayuda, porque son fruto de su propia experiencia.

Así, Gregorio del Sinaí recomienda sentarse sobre un asiento bajo, en un rincón oscuro de la celda, y permanecer el mayor tiempo posible con la cabeza inclinada hacia el corazón, repitiendo sin cesar la oración de Jesús…”

 

Día 11 – Vigilar la buena semilla

 

“… todos aquellos que se entregan con mayor ardor a la oración están más expuestos a terribles y fortísimas tentaciones.

Luego me dijo: —¡Animo y no decaigas nunca de valor! No olvides las palabras del Apóstol: Mayor es quien está en vosotros que quien está en el mundo.

Ahora has visto por experiencia que no hay tentación que esté sobre las fuerzas del hombre. Porque Dios dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla.

Por la esperanza en el auxilio del Señor fueron sostenidos los santos, que no pasaron la vida solamente rezando, sino que buscaron, por amor, enseñar y dar luz a los demás. Mira lo que dice a este propósito San Gregorio de Tesalónica:

“No basta orar incesantemente según el mandamiento divino, sino que debemos exponer esta enseñanza a todos: monjes, laicos, inteligentes o simples, hombres, mujeres o niños, a fin de despertar en ellos el celo por la oración interior”.

El bienaventurado Calixto Telicoudas se expresa de la misma manera: “La actividad espiritual (es decir, la oración interior) —escribe—, el conocimiento contemplativo y los medios de elevar el alma no se han de guardar para uno mismo, sino que se deben comunicar por la escritura o por el discurso a fin de procurar el bien y el amor de todos.

Y la Palabra de Dios declara que el hermano a quien su hermano ayuda es como una ciudad alta y fortificada.

En todas estas cosas hay que huir de la vanidad con toda la fuerza del alma, y vigilar para que la buena semilla de las divinas enseñanzas no sea arrastrada por el viento.”

 

Ejercicio básico y comentario

La práctica de la oración de Jesús admite diferencias, porque todos somos diferentes.

Hay diferencias en la frase que elegimos, en nuestros momentos “fuertes” de práctica, en si nos ayuda más la quietud, el movimiento, la respiración o la atención al corazón… algunos quieren probarla, otros adoptarla para siempre.

Pero todos buscamos la unión con Dios. Seamos conscientes o no de ello, todos Le amamos.

Él es El Amado de nuestra vida. Es a Él a quién perseguimos en cada acto que ejecutamos, desde los más triviales a los más significativos. Nunca hemos querido otra cosa.

Recordemos cuan presurosos seguíamos a nuestra madre cuando se alejaba apenas un poco de nosotros. Cómo esperábamos ansiosos aquel regalo prometido; la alegría luego de aquél primer beso, la anticipación de un viaje, la reunión de amigos.

El gozo del nacimiento, el abrazo de reconciliación, la satisfacción ante una obra terminada… ese brillo en aquella mirada. Que particulares aquellas sensaciones, cuando tronaba y ya se olía la lluvia próxima, cuando esperábamos la comida en la mesa, cuando papá volvía del trabajo, ¡qué alegría!

¿A quién sino a Él hemos buscado en todo ello? Sin Su invisible presencia no está el buscador ni lo buscado y tampoco lo encontrado. Sin Él no hay nada, porque como han dicho algunos santos: “Solo Él Es”.

Pero todo momento luego expiró y todo encuentro se transformó en nueva búsqueda, cada cosa maravillosa llevaba en sí la impronta de lo fugaz. Aquellas luces se opacaban, un velo de nostalgia nos envolvía hasta desaparecer también bajo un rutinario olvido. Las presencias trocaban siempre en ausencias.

¡¿Señor dónde estás?!

Aunque cueste creerlo, la luminosidad de todo aquello no estaba en las cosas, sino que fluía desde dentro a través de la mirada. Era Él que se hacía presente y transmutaba el mundo. ¿No había acaso amor en cada uno de esos recuerdos?

Mientras continuamos estos días repitiendo con intensidad la oración de Jesús, cada cual, de la manera más conveniente para sí, sigamos el rastro a ese amor que vive en nuestro corazón, percibamos cuanto amamos lo que vemos, cada instante que vivimos.

Porque cuando allí nos situamos, cuando esa calidez enorme encontramos es que nos hemos acercado. No nos engañemos, cuando amamos es su manto el que tocamos.

 

Del día 11 –

…El espíritu, una vez en el corazón, no se detenga solamente en la contemplación, sin hacer nada más. Allí encontrará la razón, el verbo interior gracias al cual razonamos y componemos obras, juzgamos, examinamos y leemos libros íntegros en silencio, sin que nuestra boca profiera una palabra.

Que vuestro espíritu entonces, habiendo encontrado el verbo interior, sólo le permita pronunciar la corta oración llamada monológica: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡tened piedad de mí!”

Pero esto no basta. Debéis además poner en movimiento la potencia volitiva de vuestra alma, en otros términos, decir esta oración con toda vuestra voluntad, con toda vuestra potencia, con todo vuestro amor.

Mas claramente, que vuestro verbo interior aplique su atención, tanto con su vista mental como con su oído mental, a esas únicas palabras, y mejor aún, al sentido de las palabras.

Así, permaneciendo sin imágenes ni figuras, sin imaginar ni pensar ninguna otra cosa, sensible o intelectual, exterior o interior, se producirá algo bueno.

Pues Dios está más allá de todo lo sensible y lo inteligible. Por lo tanto, el espíritu que quiere unirse a Dios por la oración debe salir de lo sensible y lo inteligible y trascenderlo para obtener la unión divina.

De “Nicodemo, el hagiorita” (1749–1809)

 

Día 12 – Los misterios de la sagrada escritura

 

“Por esa época, leía también mi Biblia y veía que empezaba a entenderla mejor; encontraba en ella menos pasajes oscuros. Razón tienen los Padres al decir que la Filocalía es la llave que descubre los misterios encerrados en las Escrituras.

Bajo su dirección, comencé a comprender el sentido oculto en la Palabra de Dios; descubrí lo que significan el hombre interior oculto en el corazón, la verdadera oración, la adoración en espíritu, el Reino de Dios dentro de nosotros y la intercesión del Espíritu Santo; entendí el sentido de estas palabras:

Vosotros estáis en mí, dame tu corazón, revestíos del Señor Jesucristo, los desposorios del Espíritu en nuestros corazones, la invocación: ¡Abba, Padre!, y otras muchas cosas.

Cuando oraba en lo más profundo de mi corazón, todas las cosas que me rodeaban aparecíanme bajo un aspecto encantador: árboles, hierbas, aves, tierra, aire, luz, todas parecían decirme que existen para el hombre y que dan testimonio del amor de Dios por el hombre; todas oraban, todas cantaban la gloria de Dios.

Así llegué a comprender aquello que la Filocalia llama «el conocimiento del lenguaje de la creación», y veía cómo es posible conversar con las criaturas de Dios.”

 

Ejercicio básico y comentario

Estimad@s en Cristo Jesús.

El peregrino se alimentaba constantemente de la Sagrada Escritura.

Su vida giraba en torno a la oración de Jesús, y a la vez, se apoyaba en tres pilares que le hacían de fundamento: La liturgia (asistía con suma frecuencia) la dirección espiritual (que buscaba con humildad y persistencia) y la lectura de la Biblia (que interpretaba a la luz de la Filocalia)

La oración de Jesús necesita para enraizar en nosotros de una vida lo más tranquila posible (y en paz con todos según dice monje Nicéforo) y una cierta coherencia evangélica que la contenga y le permita crecer.

Un ejercicio que puede hacerse cotidiano, aun en la complicada vida moderna, es el tomarse unos pocos minutos para hacer lectio de la sagrada escritura.

Consiste en leer muy lentamente unos versículos de la escritura, tratando de escuchar en el corazón lo que El Señor nos habla a través de ella.

Os proponemos incorporar este ejercicio. Quizás al levantarse (madrugar un poco más) o antes de acostarse (suprimir un poco de televisión y reemplazarlo por esto) ayudarán a nuestra intención de oración continua.

Algunos se desalientan si leen mucho texto bíblico que se les dificulta entender o interpretar. Elegir un libro de la Biblia (algunos padres sugieren alternar uno del viejo con uno del nuevo testamento) e ir avanzando muy de a poco, paladeando los versículos como si de muy buen vino se tratara.

Dejar que el texto nos impregne el alma, mientras vamos repitiendo poco a poco la oración de Jesús, tomándole el ritmo. Habrá quienes tienen ya su propia forma de hacer lectio, está muy bien, aquí solo sugerimos un modo que puede ser de utilidad.

Entonces, a nuestra práctica de la oración de Jesús que venimos llevando adelante sin desalentarnos (estamos haciendo el hábito) le agregamos cada día un breve ejercicio de lectio divina.

Un saludo fraterno para tod@s invocando a Jesucristo.

 

Día 13 – Certeza de Su cercanía

 

“En medio de estas bienhechoras consolaciones, iba echando de ver que los efectos de la oración aparecían bajo tres formas: en el espíritu, en los sentidos y en la inteligencia.

En el espíritu, por ejemplo, la dulzura del amor de Dios, la tranquilidad interior, el arrobamiento del espíritu, la pureza de los pensamientos, el esplendor de la idea de Dios; en los sentidos, el agradable calor del corazón, la plenitud de dulzura en los miembros, el estremecimiento de gozo del corazón, la ligereza y vigor de la vida, la insensibilidad ante las enfermedades y el dolor; en la inteligencia, la iluminación de la razón, la comprensión de las Santas Escrituras, el conocimiento del lenguaje de la creación, el desapego de vanos cuidados, la conciencia de la suavidad de la vida interior, la certidumbre de la proximidad de Dios y de su amor por nosotros.

Después de cinco meses de soledad en estos trabajos y en esta felicidad, me iba habituando tan bien a la oración del corazón que la practicaba ininterrumpidamente, y al fin noté que ella se hacía de por sí sola, sin actividad alguna de mi parte; brotaba en mi espíritu y en mi corazón no sólo en estado de vigilia, sino también durante el sueño, y no se interrumpía ni un solo instante.”

 

Ejercicio básico y comentario

Estimad@s en Cristo Jesús.

Vamos a tratar de reforzar nuestra práctica de la oración, insistiendo con aquello de iniciar cada actividad y de terminar cada actividad repitiendo una o dos veces nuestra frase elegida de la oración de Jesús.

Quizás, esto permita continuar repitiendo la oración un tiempo más, vocal o mentalmente, mientras se desenvuelve el día. Como si con estas invocaciones tratáramos de “agarrar el ritmo” para luego continuarlo.

Si fuera posible, tratemos de darles profundidad a estas breves invocaciones, deteniendo un instante nuestro movimiento, respirando hondo, aflojando un poco el cuerpo…

¿Que buscamos sobre todo? Realizar esas actividades en presencia de Dios. Permanecer perceptivos a lo sagrado que está también presente allí en medio de la aparente rutina y descubrir cómo podemos estar serenos y silentes en medio del tumulto y el ruido.

Un saludo fraterno para tod@s invocando a Jesucristo.

 

Del día 13 –

“Cuando el espíritu mira lo múltiple, ve en cada cosa lo que es espiritual e inteligible.

No mira lo que hace que cada cosa sea un ser aislado, sino lo que hace que todo forme parte de una unidad”

Calixto Cataphygiotés

A través de las “razones” de las cosas, el espíritu descubre “La providencia de Dios que dirige el mundo, de la cual ningún recodo de la creación está privado, ya que la providencia es la razón (logos) absoluta que ha moldeado la materia para hacer el mundo”.

Antonio el grande.

citado por Javier Melloni en “Los caminos del corazón”

“Existe un estado espiritual… en el que el espíritu entiende un lenguaje que no conocía antes: la santa lengua de los ángeles que traen la luz y que hace pasar al espíritu de lo corporal a lo incorporal. Este lenguaje ilumina al alma que lo recibe.”

Juan de Cárpatos

 

Día 14 – Santa indiferencia

 

—“Reza sobre todo la oración de Jesús; ella nos acerca a Dios más que todas las demás oraciones y por ella conseguirás la salvación de tu alma.

La joven me escuchó con atención y se condujo con toda sencillez según mis consejos. ¿Y lo creeréis? Poco tiempo después me anunció que se había acostumbrado a la oración de Jesús y que sentía el deseo de repetirla incesantemente siempre que le era posible.

Cuando rezaba, sentía alegría y finalmente un gran gozo, así como el deseo de continuar rezando. Todo esto me causó gran contento, y le aconsejé que siguiera rezando cada día más, invocando el nombre de Jesucristo…

Y sin añadir una palabra más, el preboste se levantó y se fue a dormir. A mí, me devolvieron a la prisión. Al día siguiente, muy de mañana, vinieron dos gañanes que me dieron mis buenos azotes dejándome luego en libertad.

Yo me alejé, dando gracias a Dios que me había permitido padecer en nombre suyo. Todo esto me llenó de grandísimo consuelo y me animó más y más a la oración.

Estos acontecimientos no me causaron la más pequeña aflicción. Parecía como si se le acaecieran a otra persona y yo no fuera más que un espectador; y esto aun cuando me estaban dando los azotes.

La oración, que llenaba de alegría mi corazón, no me permitía prestar atención a cosa alguna.”

 

Pedido a los participantes

Estimad@s herman@s en Cristo Jesús.

Hoy casi en la mitad del ejercicio espiritual sobre el libro “El peregrino ruso”, como base para crecer en la práctica personal de la oración de Jesús, queremos pedirles que pongan un comentario donde simplemente y con toda verdad, compartan cual es la mayor dificultad que viven para realizar esta oración cotidianamente.

Partiendo del hecho de que se sienten atraídos hacia este modo de oración, de que tienen interés en practicarla o de crecer en ella… ¿Cuál es el mayor obstáculo, interno o externo con el cual se encuentran?

Esos comentarios servirán para efectuar posts durante el resto del ejercicio, complementando la lectura de los dos relatos que siguen, tratando de facilitar la superación de esas dificultades.

En cuanto a la práctica para hoy, tratemos simplemente de ir creciendo.

No importa el día que pasó, ni si me olvidé durante todo el día. Importa mañana, acordarme cuando me despierte y comenzar el día con la invocación, recordar la oración de camino al trabajo, apoyarme en ella cuando me enfrente a las tensiones laborales, tomarme unos minutos para concentrarme solo en ella al atardecer…

Un saludo fraterno para todo@s invocando a Jesucristo.

 

Del día 14 –

 

¿Qué hacer para poseer la paz del cuerpo y del alma?

Debemos amar a todos los hombres como a nosotros mismos y estar prontos a morir en todo momento.

En efecto, el que recuerda su muerte siempre se hace humilde, se abandona a la Voluntad de Dios y desea estar en paz con todos, amar a todos los hombres.

El alma del humilde es como un mar; si uno lanza una piedra al mar, la superficie del agua se agita un momento, luego la piedra se hunde en el abismo.

Así toda pena es sepultada en el corazón humilde porque en él está la Fuerza de Dios.

La incredulidad proviene siempre del orgullo. El orgulloso quiere comprenderlo todo con su razón, pero Dios no se revela más que al alma humilde.

Un alma abandonada a la voluntad de Dios está siempre tranquila y llena de paz…

 

Escritos espirituales de Silouane

 

Día 15 –¡Dios mío, ¡qué misterioso es el hombre!

 

“Caminé durante mucho tiempo, y recorrí muchas regiones antes de llegar a Irkutsk. La oración espontánea de mi corazón me sirvió de consuelo durante todo el camino, y nunca dejó de alegrarme, si bien de diversas maneras; en ninguna parte, ni en momento alguno me fue impedimento para ninguna cosa, y nada la pudo tampoco disminuir.

Si trabajo, la oración opera sola en mi corazón y realizo mi tarea con mayor ligereza; si escucho o leo alguna cosa con atención, la oración no sufre interrupción, y voy sintiendo a la vez una y otra, como si estuviera desdoblado o como si en mi cuerpo trabajaran dos almas. ¡Oh, Dios mío, ¡y qué misterioso es el hombre!…

Así me vi de nuevo caminando por el camino solitario, y me sentía tan ligero como si de mis hombros hubiera caído una pesada montaña. La oración me consolaba cada vez más.

A veces mi corazón hervía en un infinito amor a Jesucristo; y este hervor maravilloso corría en oleadas bienhechoras por todo mi ser.

La imagen de Jesucristo estaba tan fuertemente grabada en mi espíritu que, al pensar en los hechos del Evangelio, me parecía como si los contemplase con mis propios ojos. Esto me emocionaba y lloraba de alegría, y en algún momento sentía en mi corazón una felicidad tal que no acierto a describirla.”

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s en Cristo Jesús.

Sería bueno si pueden leer hoy el tercer relato de “el Peregrino ruso” que es breve.

Muchas gracias por los comentarios contando sus dificultades con la práctica de la oración de Jesús, trataremos de agregar respuestas, posts y/o artículos referidos a los temas que se han planteado.

Igualmente, si ustedes. tienen algún material de interés que quieran aportar envíenlo al correo del blog que lo pondremos como enlace para que esté disponible para tod@s.

Os proponemos también un simple ejercicio:

Tratemos de tomarnos dos o tres minutos solamente, por ejemplo, a mediodía, al atardecer y al ir hacia el descanso nocturno y busquemos motivos para agradecer… para dar gracias a Dios.

No lo hagamos un acto formal, porque se supone que debemos dar gracias a Dios por todo lo que tenemos, sino que verdaderamente, busquemos en eso que vivimos en las horas que antecedieron, algo por lo cual sintamos agradecimiento.

Y si no lo encontramos o si no aparece el sentimiento genuino, tomamos nota de ello y en todo caso lo comentamos también. Todo sirve para el crecimiento de la oración del corazón.

Un saludo fraterno, invocando a Jesucristo.

 

 

Del día 15 –

 

“No se debe confiar en las propias fuerzas. Al contrario, cuando alguna turbación sobreviene en nuestro corazón, es preciso volverse enseguida hacia El Señor y no cesar de invocarle hasta que la inquietud se haya apaciguado.

Hay que sentirse como el hombre que se ahoga en la mar y se agarra a una tabla capaz de levantarle y llevarle por encima del abismo. Él siente constantemente que está a punto de zozobrar, pero al mismo tiempo, está tocando la tabla de salvación.

Esta es una imagen justa de toda alma que, en el Señor, camina por la senda de la salvación. Siente que por sí misma zozobraría, más al mismo tiempo, sabe que hay salvación el Señor.

Estad alerta. Dios os dará la fuerza. El sentimiento de la propia fragilidad es el primer grado para obtener la ayuda de Dios”.

Correspondencia del Obispo Teófano

 

Día 16 – No pongas tu esperanza sino en Dios

 

—“Te dejo la casa y todo lo que tengo; vive como Dios manda, no engañes nunca a nadie y sobre todas las cosas reza siempre a Dios; de Él nos viene todo lo que tenemos.

No pongas tu esperanza sino en Dios, no dejes de ir a la iglesia, lee la Biblia y acuérdate de nosotros en tus oraciones.

Aquí tienes mil rublos de plata; guárdalos, no los gastes en cosas inútiles, pero tampoco seas avaro; reparte entre los mendigos y las iglesias de Dios”.

 

Breve comentario 

La divagación, es sin duda, una de las costumbres que más nos dificultan alcanzar la oración continua o al menos la oración frecuente. Es ni más ni menos una costumbre y como tal tiene el peso del hábito. Pero toda rutina puede reemplazarse por otra del mismo modo que se adquirió la primera, es decir por repetición de conductas.

Nos hemos acostumbrado a dialogar en el interior de nuestra mente, desde la infancia ya empezó a suceder esto en nosotros. Por lo general y en un trazo muy grueso, es una salida, una “válvula de escape” que intenta ir compensando las carencias que se nos presentan en el terreno físico, afectivo, de situación etc. Conviene analizar brevemente esto, porque comprender las raíces del hábito, ayuda a desterrarlo.

Veamos un caso: “Estoy en la escuela, soy niño. Surge una discusión y una pelea con otro niño, este lleva la ventaja y los demás compañeros/as ríen… mientras me encuentro en el suelo algo lastimado”.

Con toda seguridad, luego del suceso y ya volviendo a casa, la mente de ese niño empezó a imaginar una situación que le restaurara la estima y los desequilibrios afectivos que le quedaron luego de la pelea. “Imaginaba que lo golpeaba con severidad y que era de él de quién se reían y le decía: – no te atrevas a insultarme de nuevo – mientras entrábamos al aula, Lucía me miraba con admiración”.

He ahí el mecanismo básico de la divagación mental al que nos habituamos. A este “re – crear” en la mente lo que no expresamos en el mundo o lo que aún no expresamos… por cierto, esto admite muchas variantes y tintes y situaciones. Pero el automatismo al que vivimos sometidos esta bosquejado.

Cuando intentamos ponerle freno con la oración de Jesús, advertimos cuan de continuo se da esta agitación y “trabajo” de la mente. Ciertamente, trabaja sin cesar, de día y de noche. Y es este mecanismo de la mente el que podemos utilizar a nuestro favor para llegar a cumplir la recomendación evangélica: “Orad sin cesar”. (Lucas 18:1) (1 Tes. 5:17)

 

Ejercicio

 

Mientras continuamos en nuestro cotidiano, repitiendo la oración de Jesús, observemos la naturaleza de nuestras divagaciones. Algo simple, no exhaustivo, “miremos de reojo” – eso en lo que anda nuestra mente- y advertiremos temas recurrentes. Pensamientos que van y vienen siempre en torno al mismo tema.

Esto nos dará pistas sobre nosotros mismos, para luego trabajar en nuestra vida concreta, intentando mejorar aquello que nuestra mente busca equilibrar a través de la fantasía.

Un saludo fraterno para todo@s , invocando a Jesucristo

 

Del día 16 –

“En aquella época se reconocía que cada momento trae consigo un deber que hay que cumplir con fidelidad, y eso bastaba para los espirituales de entonces.

Toda su atención se concentraba en ello momento a momento, a semejanza de la aguja que marca las horas y que, cada minuto responde al espacio que debe recorrer.

El espíritu de aquellos hombres, movido sin cesar por el impulso divino, se encontraba insensiblemente orientado hacia el nuevo objeto que se ofrecía a ellos, según Dios lo quería, a cada hora del día.

Los deberes de cada momento son las sombras bajo las cuales se oculta la acción divina…

Así… los deberes de cada instante, bajo sus oscuras apariencias, ocultan la verdad del querer divino, único que merece nuestra atención.

… ¿Qué descubren en ellos bajo la apariencia común de los acontecimientos que los van llenando? Lo que se ve de fuera es semejante a lo que ocurre a los demás; pero lo invisible que la fe descubre y discierne en ellos es nada menos que Dios obrando grandes maravillas.

¡Oh pan de los ángeles, maná celestial, perla evangélica, sacramento del momento presente!”

del “Tratado del Santo abandono a la Providencia divina”

 

Día 17 – Una oración misteriosa

 

No sin dificultades, pidiendo prestado, pudimos levantar una pequeña cabaña y allí vivimos como unos miserables. Mi esposa no tenía igual para hilar, tejer y coser. Recibía encargos de la gente y trabajaba noche y día para poder darme de comer.

Por el estado de mi brazo, yo no era capaz ni siquiera de tejer calzados de cortezas. Por lo general, ella hilaba o tejía y yo, sentado junto a ella, leía la Biblia; ella escuchaba y a veces se echaba a llorar. Cuando yo le preguntaba: “¿Por qué lloras? Gracias a Dios, aunque con dificultades, podemos vivir”, ella me respondía: “Me emociono al oír las cosas tan bien escritas de la Biblia.”

También nos acordábamos de las recomendaciones que nos había hecho el abuelo; ayunábamos a menudo, leíamos todas las mañanas el himno acatista

y por la noche hacíamos cada uno mil saludos delante de las imágenes para que nos libraran de la tentación.

Así vivimos tranquilamente durante dos años. Mas he aquí algo notable: no sabíamos nada de la oración interior hecha en el corazón, ni siquiera habíamos oído hablar de ella; hacíamos las inclinaciones como unos ignorantes, y sin embargo el deseo de orar estaba allí, esta larga oración exterior no se nos hacía difícil y hasta la rezábamos con gusto.

Sin duda tenía razón aquel maestro que me dijo en cierta ocasión que en el interior del hombre existe una oración misteriosa de la cual ni él mismo sabe cómo se produce, pero que mueve a cada uno a orar según sabe y puede”.

Breve comentario y ejercicio

 

Ayer comentábamos acerca de una de las raíces de la divagación. Esa forma que asumen los “diálogos internos” tendientes a compensar nuestras carencias más habituales mediante la fantasía.

Por supuesto hay divagaciones o pensamientos que tiene que ver con las circunstancias. Como decía un hermano en un comentario: cuestiones del trabajo, de la familia, dudas… es una especie de estado deliberativo de la mente, una especie de sala de discusión en donde se barajan posibilidades, se discuten alternativas etc.

Lo mejor para silenciar a la mente en estos temas es acostumbrarse a ser organizados. De tal manera que una vez al día o cada dos días nos tomemos un momento para decidir y resolver mediante planificación mínima todas estas cuestiones. De ese modo, no tendrá porque nuestro pensamiento andar organizando eso durante la jornada, en medio de las actividades.

No creamos que por darle vueltas a las cosas van a resolverse. Muchas veces el pensar con atención unos pocos minutos organiza mejor las cosas que horas de “divagación preocupada.

También existe otra forma de distracción mental que no tiene que ver ni con nuestras carencias sicológicas, ni tampoco con resolver problemas circunstanciales, sino que deriva de una cierta pereza mental, que nos lleva a funcionar medio adormilados.

Por ejemplo, estamos limpiando el piso, pasando el trapo húmedo de una punta a la otra del salón y nos sucede a veces que vemos a la mente “comentar” como si fuera relator de televisión lo que hacemos: “Ahora paso por aquí… hace falta más agua por acá… ¿quién habrá ensuciado aquí? Esta mancha parece mermelada…”

Todos conocemos esa conversación interior, totalmente inútil, que no es más que el funcionamiento automático de la mente, parecido al ronroneo de un gato. Es una especie de descarga de tensiones, como ese “masticar sin comida” que suele ocurrirnos o ese “cerrar el puño” sin nada para sostener.

Un poco de actitud y determinación nos permitirá poner a la oración de Jesús en su lugar. Así que, en este día de ejercicio espiritual, vamos a tratar, además de darle continuidad a la oración de Jesús, de “descubrirnos” de sorprendernos en esos momentos en los cuales el movimiento de la mente de aquí para allá no tiene ni siquiera el propósito de resolver un problema.

Un saludo fraterno para tod@s invocando a Jesucristo

 

Del día 17 –

“¡Oh, vosotros todos los que teneis sed!

Sabed que no tenéis que ir a buscar muy lejos la fuente de agua viva; ella brota muy cerca vuestro, en el momento presente; daos prisa, pues, para correr a ella.

¿Porqué, teniendo tan cerca la fuente, os fatigáis corriendo en pos de arroyuelos?  Esos arroyuelos exacerban la sed, no os dan el agua sino muy medida; solo la fuente es inagotable…

El momento presente es siempre como un embajador que declara el designio de Dios. El corazón pronuncia siempre el Fiat.

El alma va deslizándose así por todas estas cosas a su centro y a su término… todo es para ella un medio; todo le es instrumento de santidad sin diferencia alguna.

Lo único necesario se encuentra siempre para ella en el presente…”

del “Tratado del Santo abandono a la Providencia divina”

 

Día 18 – Descubrir la luz interior

 

“Cualquiera puede llegar a lo que yo he llegado; basta con sumergirse más silenciosamente en su corazón e invocar un poco más el nombre de Jesucristo, y luego empieza a descubrirse la luz interior, todo aparece claro y en esta claridad se hacen patentes ciertos misterios del Reino de Dios.

Y es ya un gran misterio el que el hombre descubra esta capacidad de entrar en sí, que se conozca en verdad y que llore dulcemente sus caídas y su voluntad pervertida…

Lo que sucede es que estamos lejos de nosotros mismos y que no sentimos el menor deseo de acercarnos; andamos siempre huyéndonos de miedo de encontrarnos frente a nosotros mismos; preferimos las bagatelas a la verdad y pensamos: mucho me gustaría llevar vida espiritual y ocuparme de la oración, pero no tengo tiempo para eso; los negocios y las ocupaciones me impiden entregarme a estas cosas con seriedad.

Pero ¿qué es más importante y necesario, la vida eterna del alma santificada, o la vida pasajera del cuerpo por la que pasamos tantas fatigas?

Esta es la explicación de por qué las gentes llegan o a la sabiduría o a la animalidad”.

 

Comentario 

Muy estimad@s en Cristo Jesús.

Por supuesto, la incorporación de la oración de Jesús a la propia vida, no se producirá por la sola práctica de una técnica, ni tampoco por mucha determinación que pongamos.

Además de la gracia de Dios que siempre necesitamos como ayuda para cualquier obra que emprendamos; nos hace falta un ambiente interior, un terreno en el cual pueda germinar la semilla de la oración del corazón.

Esta oración que pretendemos incesante requiere de un clima de confianza en la Providencia de Dios.

Es necesario creer que la vida humana tiene un sentido, que Dios es el depositario del significado último de nuestros días y que además tenemos para Él valor como individuos, como seres humanos que somos.

No puede la planta echar raíces sin tierra, sin agua y sin sol que la atraiga hacia sí. Nuestra oración no llegará a ser continua, ni brotará del corazón, ni transformará radicalmente nuestro modo de ser y de estar en la vida, sino contamos en nuestro mundo interior (el campo de cultivo) con esas convicciones, que yo diría, son necesarias, resultan imprescindibles para que crezca nuestro espíritu.

Por cierto, esta fe profunda en el sentido de la vida, en el plan divino que la creó y sostiene y en nuestro valor específico como persona humana irrepetible[1], son una misma cosa con nuestra fe en la trascendencia. Creemos que hay una vida más allá de esta y que precisamente en ella se encuentra respuesta a todas las preguntas.

Los cristianos no creemos en la realidad de la muerte o, en todo caso, sabemos que es un mero tránsito, una pascua hacia nuestro verdadero hogar. Nos sabemos exiliados, peregrinos en tierra extranjera como tantas veces se ha dicho y por eso es por lo que oramos y que tratamos de no enajenarnos y de vivir recordando nuestra verdadera naturaleza de hijos de Dios, nuestra estirpe espiritual.

Esta fe con ciertas creencias que nos afirman y guían, son el clima adecuado desde donde podrá crecer y hacerse fuerte la oración de Jesús. Una rápida lectura de los relatos del Peregrino Ruso nos muestra que era alguien con profunda fe. No vacilaba.

Esto le permitía buscar el modo de cumplir con lo que la Palabra le pedía “Orad sin cesar” y lo alentaba a seguir las orientaciones que recibía de su –staretz-.

¡Oh, Señor Jesucristo, que nuestro corazón se transforme en un templo interior en el que se canten perpetuas alabanzas!

 

Ejercicio

 

Mientras continuamos con nuestra práctica perseverante de la oración de Jesús, según aquella forma que nos resulta más propicia, examinemos en algún momento del día, el estado de nuestra fe y miremos con sinceridad cuales son nuestras creencias respecto de estas cuestiones importantes.

Atender a no juzgarnos sino a observarnos. Ya mirar las cosas es darles cierta luz.

U saludo fraterno, invocando a Jesucristo.

 

 

Del día 18 –

“¿Cómo puedes saber que vives en conformidad con la voluntad de Dios?

He aquí la señal: si te preocupa alguna cosa, esto quiere decir que no estás completamente abandonado a la voluntad de Dios, aunque te parezca vivir según su Voluntad.

El que vive según la Voluntad del Señor, no se inquieta por nada.

Si necesita una cosa, abandona eso, y a sí mismo, al Señor; lo deja todo en sus manos; y si no recibe lo que necesita, permanece tranquilo, como si lo hubiese recibido.

Suceda lo que suceda, nada teme, sabiendo que es la Voluntad de Dios.

Si le sobreviene una enfermedad, piensa: la enfermedad es necesaria para mí, de otro modo el Señor no me la hubiera enviado.

De este modo conserva la paz del cuerpo y del alma”.

 

Escritos de Silouane del monte Athos

 Día 19 – En la flaqueza se perfecciona mi poder

 

“—La oración interior —dijo él—, es cosa difícil y aun casi imposible para los que viven en el mundo; aun para que hagamos sin pereza la oración ordinaria tiene que ayudarnos el Señor con todo su favor.

—No habléis así, repliqué. Si fuera una empresa que sobrepuja a las fuerzas humanas, Dios no la hubiera exigido a todos.

En la flaqueza se perfecciona mi poder, y los Padres nos ofrecen medios que facilitan el camino a la oración interior.

—Nunca he leído cosa alguna referente a esto, dijo mi interlocutor.

—Si queréis, yo puedo leeros algunos extractos de la Filocalía. Tomé este libro, busqué un pasaje de Pedro Damasceno en la tercera parte, y leí lo que sigue: «Debemos ejercitarnos en invocar el nombre del Señor, más que en la respiración, en todo momento, en todo lugar y en toda situación.

Orad sin cesar, dice el Apóstol; y con estas palabras enseña que nos hemos de acordar de Dios en todo tiempo, en todo lugar y en toda ocupación.

Si haces alguna cosa, has de pensar en el Creador de todo lo que existe; si ves la luz, acuérdate de quien te la dio; si te acontece contemplar el cielo, la tierra, el mar y las cosas que en ellos están contenidas, admira y glorifica a Aquel que las creó; si te pones un vestido, piensa en Aquel a quien se lo debes y dale gracias por él, a Él que provee a tu existencia.

En una palabra, que todo movimiento te sea motivo para celebrar al Señor, y así orarás sin cesar y tu alma estará siempre en la alegría.”

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s en Cristo Jesús.

Os proponemos para hoy, comenzar la lectura del 4 ° relato de El peregrino ruso, que ya ayer comenzamos a postear, debido a la brevedad del 3° relato.

Particularmente tratar de leer hasta “Una familia ortodoxa” inclusive. Esta lectura efectuarla de modo orante, es decir con una disposición interior similar a la de la oración, abriendo el corazón para que el texto nos hable a nosotros, para que la gracia actúe quizás en el alma a través de lo que leemos.

Nos acercamos a los últimos diez días del ejercicio espiritual, sería bueno que definamos personalmente de qué manera trataremos de acrecentar la práctica de la oración de Jesús en esta fase final del ejercicio.

Algunos pondrán la fuerza en el momento de la recitación sentados, buscando la concentración a través de la quietud corporal. Otros, agregarán a eso la atenta escucha de los latidos del corazón, o se dejarán guiar por la respiración, para darle ritmo a la oración.

Habrá quienes la formulen caminado, con la mente o con la voz, buscando con el movimiento apaciguar inquietudes para poder liberar así la oración.

No faltan los hermanos que la recitan como pueden, en medio de las tareas laborales de la jornada, bendiciendo a otros con la mirada o con la mente, o utilizándola como escudo ante los embates de la violencia reinante en las relaciones humanas.

Seguramente están quienes la utilizan como llave para abrir y cerrar actividades, como un modo de consagrar lo por venir ya desde el presente y también participan aquellos que solo la recuerdan como un anhelo, que la cobijan como deseo para realizarla en el futuro.

Como sea, será bueno tratar de definir esa particular modalidad, que por ahora, en lo que resta del ejercicio, usaremos para entrenar nuestro espíritu en la apertura a la oración de Jesús.

La gracia fluye siempre, el amor de Dios nos espera, precisamos solamente centrarnos en Él.

 

Del día 19 –

_ ¿Cómo debo hacer para conseguir la paz espiritual?

_Es necesario serenarse -contestó sonriendo el Padre Doroteo.

_ ¿Y qué quiere decir “serenarse”? – volví a preguntar.

_Puede explicarse así: Cuando yo era un joven novicio en Valaam, mi starettz me dijo un día: “Dimitri, es difícil para ti serenarte porque tu natural es demasiado inquieto, alegre y movedizo. Si no te serenas, no te servirá de nada la vida monástica”.

Entonces le pregunté como tú acabas de hacerlo: “¿Qué quiere decir serenarse?” Mi staretz respondió:

“Es muy sencillo. Ahora estamos en verano y tus esperas que llegue el otoño para que el trabajo del campo disminuya”. “Es verdad Padrecito”.

“Muy bien. Vendrá el otoño y esperarás después el invierno, la cuaresma y Todos los santos y cuando lleguen, esperarás la primavera, la Pascua y la Resurrección gloriosa del Señor. ¿No es así?”. “Es verdad, Padre”.

“Pues mira, ahora eres un novicio, ¿acaso no esperas la época de tu vestición?”. “Sí Padrecito”. Y luego esperarás el manto y más tarde ser Abad.

Todo esto quiere decir que aún no te has serenado. Porque cuando te dé igual la primavera que el otoño, el verano que el invierno, la fiesta de los Santos lo mismo que Pascua, ser novicio o monje y -vivas cada día con su propio afán-, ya no te preocuparás, ni esperarás, y cumplirás enteramente la voluntad de Dios.

“Entonces te habrás serenado” … en todo debe cumplirse la voluntad de Dios. Si la aceptas de buen grado y con amor, y no confías en tus propias fantasías, habrás conseguido serenarte.

Pero tú todavía estás lejos de esto, Sergio Nicolaevich. Todavía te buscas a ti mismo y sin serenidad no se consigue la “oración pura”.

 

Día 20 – ¿Tú rezas la oración de Jesús?

 

“…Cuando los pobres se despertaron, fui en busca del ciego y lo llevé al jardín; nos sentamos en un rincón solitario y comenzamos a hablar.

—Dime, en el nombre de Dios y por el bien de tu alma, ¿tú rezas la oración de Jesús?

—Hace mucho tiempo que la repito sin cesar.

—¿Qué efectos produce en ti?

—Sólo sé que ni de día ni de noche puedo prescindir de ella.

—¿Cómo te reveló Dios esta actividad? Cuéntamelo con todo detalle, querido hermano.

—Así lo haré.

Yo soy un artesano de este lugar, que ganaba mi pan trabajando de sastre. Recorría también las otras provincias, iba por los pueblos y cosía los trajes de los campesinos.

En una aldea, me aconteció que hube de quedarme bastantes días en casa de uno de sus habitantes para vestir a toda su familia.

Un día de fiesta en que nada había que hacer, vi tres libros en la repisa sobre los iconos. Y les pregunté:

»—¿Hay alguien entre vosotros que lea?

»Y me respondieron:

»—No hay nadie; esos libros eran de un tío; él era instruido.

»Tomé uno de los libros, lo abrí al azar y leí las siguientes palabras, que todavía recuerdo:

“La oración continua consiste en invocar sin cesar el nombre del Señor; sentado o de pie, en la mesa o en el trabajo, en toda ocasión, en todo lugar, en todo tiempo se ha de invocar el nombre del Señor.”

»Reflexioné en lo que había leído y vi que eso me convenía mucho; de modo que, mientras me hallaba cosiendo, me ponía a repetir por lo bajo la oración y con esto me sentía muy feliz…”

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s en Cristo Jesús.

Estos últimos diez días, debemos incrementar, en la medida de lo posible, nuestra práctica de la oración de Jesús.

Puede ser útil centrarnos en la forma que más nos ha servido hasta ahora, aunque no por eso hay que excluir la que pudiera ser oportuna en un cierto momento del día.

Volviendo a la analogía con el fuego, uno comprueba que todo es dificultoso hasta que se ha logrado que la base de la leña haya prendido bien, hasta que haya suficiente cantidad de brasas y de calor en el hogar.

Cuando esto se ha conseguido todo es más sencillo, es suficiente ir agregando un leño de vez en cuando para que ya prenda por sí mismo y se sume a la hoguera.

Con la oración de Jesús, es similar. Al principio hemos de bregar, de esforzarnos en cierto modo, para abrirnos a la gracia al tiempo que acostumbramos la mente a la oración. Después todo se hace más fácil y como en el párrafo de hoy que citamos de “El peregrino…”, ya no se puede prescindir de ella.

Muchos que intentan seguir el camino del Nombre y hacerse practicantes asiduos de la oración de Jesús, abandonan luego de un tiempo, al no poder integrarla en sus vidas. Sin embargo, esto puede deberse en algunos casos, no a falta de vocación hacia esta forma de unión con Dios, sino a falta de “ese fuego inicial”.

Es preciso que lleguemos a cierta intensidad en nuestro intento, a fin de que cierto “calor” nos encienda el corazón. En las condiciones que nos toque vivir, más allá de nuestras dificultades; si El Señor nos llama a la oración del corazón, nos dará también las fuerzas para impregnar nuestra vida con ella.

Un saludo fraterno para tod@s invocando a Jesucristo.

 

Del Día 20 –

Mi Dios y Señor de mi vida,

líbrame del espíritu de ociosidad,

del desaliento, de mi propia voluntad

y de las palabras vanas.

Pero acuérdale, a Tu servidor,

el espíritu de castidad, de humildad,

de paciencia y de amor.

Oh, mi Dios y mi Rey,

haz que yo vea mis propios pecados

y que no juzgue a mi prójimo,

ya que tú eres bendito en los siglos de los siglos.

Amén.

de Efraín el Sirio, regla de oración de Serafín de Sarov.

 

 

 

Día 21 – Encontrar el corazón

 

“Después de haber escuchado mi lectura, el ciego me pidió que le enseñase un medio práctico de encontrar el corazón por medio del espíritu, de introducir en él el divino nombre de Jesucristo, y de orar así interiormente con el corazón.

Yo le dije: —Indudablemente, tú no ves; pero por la inteligencia puedes representarte las cosas que antes has visto: un hombre, un objeto o uno de tus miembros, tu brazo o tu pierna. ¿Puedes imaginarlo con la misma claridad que si lo vieras, y te es posible, aunque ciego, dirigir a él tu mirada?

—Sí puedo —respondió.

—Entonces, represéntate así tu corazón, vuelve tus ojos como si lo miraras a través de tu pecho y escucha con tus oídos cómo trabaja, latiendo rítmicamente.

Cuando te hayas acostumbrado a esto, esfuérzate por ajustar a cada latido de tu corazón sin perderlo de vista, las palabras de la oración. Es decir, al primer latido di o piensa Señor; al segundo, Jesús…; al tercero, cristo; al cuarto, tened piedad; al quinto, de mí; y repite con frecuencia este ejercicio.

Esto te será fácil porque ya estás preparado para la oración del corazón. Después, cuando ya estés habituado a esta actividad, comienza a introducir en tu corazón la oración de Jesús y a hacerla salir al mismo tiempo que la respiración; es decir, al inspirar el aire di o piensa: Señor Jesucristo, y al espirarlo: Tened piedad de mí.

Si lo haces así a menudo y durante mucho tiempo, pronto notarás un ligero dolor en el corazón, y luego se producirá en él un calor vivificante. Con la ayuda de Dios, llegarás así a la acción constante de la oración en el interior del corazón.

Pero sobre todo guárdate de cualquier representación o imagen que brote en tu espíritu mientras estés orando. Rechaza todas las imaginaciones, ya que los Padres nos ordenan, para no caer en ilusiones, que guardemos el espíritu libre y vacío de toda forma durante la oración”.

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s en Cristo Jesús.

Veamos si podemos para el día de hoy, leer del 4° relato la parte de “El campesino ciego”.

El párrafo que posteamos hoy nos vuelve a llevar a ese aspecto, polémico para algunos, de la oración del corazón y de como “encontrar el corazón por medio del espíritu”.

Sin embargo, no seríamos fieles a la esencia del relato si no lo incluyéramos, es que en esta actividad del corazón es como el peregrino encuentra aquella paz inalterable y esa alegría de la que nos habla en todo el libro.

Aunque ciertamente esta forma ofrece alguna dificultad y requiere de tiempo y ciertas condiciones ambientales para llevarse a cabo, brinda frutos de profundidad que luego permiten mantener la oración en medio de los cambiantes estímulos cotidianos.

Más allá de ello, es hora de practicar con intensidad; como decíamos, con esta o con la forma que más nos acomode, pero llega un momento en que uno pasa de la información a la ejecución y eso es imprescindible para avanzar, en cualquier área de la vida.

En lo posible mantengamos el intercambio de nuestras vivencias para enriquecimiento de todos.

Un saludo fraterno, invocando el Nombre de Jesucristo.

 

Del día 21 –

“Entonces el Padre Serafín me tomó por los hombros y apretándolos muy fuerte dijo:

– Los dos estamos, tú y yo, en la plenitud del Espíritu Santo. ¿Por qué no me miras?

– No puedo, Padre, miraros. Rayos brotan de vuestros ojos. Vuestro rostro se tornó más luminoso que el sol. Tengo mal los ojos.

El Padre Serafín dijo: No tengáis temor, amigo de Dios. También vos os habéis tornado luminoso como yo. También estáis presente en la plenitud del Espíritu Santo, de otro modo no habríais podido verme.

Después de esas palabras, alcé mis ojos hacia él y, nuevamente, un gran temor se apoderó de mí. Imaginaos el rostro de un hombre que os habla envuelto por los rayos del sol del mediodía.

Veis el movimiento de sus labios, la expresión cambiante de sus ojos, escucháis el sonido de su voz, sentís la presión de sus manos sobre vuestros hombros, pero al mismo tiempo no percibís sus manos, ni su cuerpo ni el vuestro, nada más que una brillante luz que se propaga alrededor, a una distancia de muchos metros, aclarando la nieve que recubre la pradera y cae sobre el gran staretz y sobre mí mismo.

– ¿Qué sentís ahora? preguntó el Padre Serafín.

– Me siento extraordinariamente bien.

– ¿Cómo “bien”? ¿Qué queréis decir por “bien”?

– Mi alma está llena de silencio y paz inexpresables…”

de “Conversación con Motovilov”

 

Día 22 – Luz en el interior del alma

 

“Mas los efectos directos de la gracia de Dios, durante la oración del corazón, son tan deliciosos que no hay lengua humana capaz de describirlos; a ninguna cosa material son comparables; el mundo sensible es cosa muy baja comparado con las sensaciones que la gracia despierta en el corazón.

El ciego escuchó con gran atención estas palabras y todavía se hizo más humilde; la oración se iba desarrollando sin cesar en su corazón y le producía un gozo inefable…

Un mes entero caminé poco a poco, e iba sintiendo cuán útiles nos son y cuánto bien nos hacen los ejemplos vivos.

Leía a menudo la Filocalía, y por lo que en ella leía, me iba confirmando en lo que le había dicho al ciego. Sus ejemplos inflamaban mi celo y mi amor al Señor.

La oración del corazón me hacía tan dichoso que no pensaba que fuera posible serlo más en la tierra, y me preguntaba cómo podrían ser mayores que éstas las delicias del Reino celestial.

Esta felicidad no iluminaba solamente el interior de mi alma; también el mundo exterior se me representaba bajo un aspecto encantador, y todo me invitaba a amar y alabar a Dios: los hombres, los árboles, las plantas, los animales, todo me resultaba familiar, y en todas partes encontraba la imagen del nombre de Jesucristo.

A veces me sentía tan ligero, que tenía la impresión de no tener ya cuerpo y de flotar suavemente en el aire; a veces entraba totalmente dentro de mí mismo.

Allí veía claramente mi interior y admiraba el maravilloso edificio del cuerpo humano; otras veces sentía un gozo tan grande como si hubiera llegado a ser rey…“

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s en Cristo Jesús.

Continuemos leyendo el cuarto relato del peregrino hasta terminarlo si fuera posible.

Sigamos con nuestra práctica perseverante de la oración de Jesús, no buscando modificaciones externas a la práctica sino interiorizarla, hacerla más consciente, más sentida, más verdadera.

Vivamos el desierto de no cambiar de forma, la llanura vacía de la sola persistencia. Es aquí donde tiene oportunidad de templarse la fe.

Fe en el valor del Nombre, fe en la gracia que acude en ayuda de quién se abre a ella, fe en que Dios se hace presente para todo aquél que lo invoca con sincero corazón.

Repitamos la oración de Jesús, lo mejor que podamos y al iniciar el día, busquemos una actitud de no juicio hacia los demás.

Tratemos de encontrar esa mirada en la que se revela lo sagrado y por lo tanto nuestro prójimo, como un peregrino hacia la casa de Dios, al igual que uno mismo y que todos.

Los demás son parte de la creación y del plan divino, busquemos la disposición que no juzga, que acepta que mi hermano puede estar en un momento diferente del camino, pero recordemos que todos vamos hacia el mismo seno del Padre.

Es importante ir tornando apacible al corazón, haciéndolo manso en cuanto de nosotros depende, para que pueda echar raíces más fácilmente en él la oración del Santo Nombre de Jesús.

Un saludo fraterno para tod@s invocando a Cristo.

 

Del día 22 –

“La invocación del Nombre de Jesús empieza por la lengua, tratando de sumar a ella el sentimiento del corazón.

Lo primero es que la boca pronuncie la invocación y casi en el mismo acto, que el corazón adhiera, que haya una afectividad referida a lo que se está diciendo e invocando.

Esta emoción ha de ser intensa, surgir desde lo entrañable. Esa es en definitiva la verdadera invocación que llama, el estremecimiento del corazón que palpita por Dios como el amado del alma.

La oración de Jesús se alimenta del deseo, de un fuego de amor.

Existe en lo profundo del hombre una llama devoradora que limpia toda intención ajena, que barre con cualquier cosa que no sea Dios.

Esta pasión por lo último, por aquello innombrable que supera toda comprensión; este enamoramiento de la trascendencia que solo puede dar lo divino, es la semilla de la oración de Jesús.

Si leemos con detenimiento los relatos de un peregrino ruso a su padre espiritual, veremos que lo que lo guía y conduce por las desoladas y solitarias llanuras rusas es un impulso de tipo obsesivo. Él vive la mejor de las obsesiones, quiere unirse con Dios a toda costa.

Esto es necesario, este calor se precisa para que la oración se haga una con el corazón; este corazón que es físico y que también es el centro anímico de la persona.

En realidad… el corazón es lo que somos, más que ninguna otra cosa…”

 

Día 23 – El hombre interior

 

“—Celebráis los oficios con gran piedad, Padre mío, pero también con mucha lentitud.

—Ciertamente —me respondió—; y esto no gusta mucho a mis parroquianos y por ello murmuran.

Pero pierden el tiempo, porque a mí me gusta meditar y ponderar cada palabra antes de pronunciarla; si se les priva de este sentimiento interior, las palabras no tienen ningún valor ni para uno mismo ni para los demás.

Todo está en la vida interior y en la oración atenta. ¡Ah, y qué poco interesa a nadie la actividad interior! —añadió—. No hay voluntad ni preocupación alguna por la iluminación espiritual interior.

Yo volví a preguntar: —¿Pero ¿cómo llegar a ella? ¡Es una cosa tan difícil!

—No es difícil en modo alguno. Para recibir la iluminación espiritual y llegar a ser un hombre interior, hay que tomar un texto cualquiera de la Escritura y concentrar en él toda la atención tanto tiempo como se pueda. Por este camino se llega a descubrir la luz de la inteligencia.

Para orar, hay que proceder de la misma manera:

Si quieres que tu oración sea pura y recta y que produzca buenos efectos, hay que elegir una oración corta, compuesta de algunas palabras breves, pero enérgicas, y repetirla durante mucho tiempo y con mucha frecuencia; por ahí se llega a tomar gusto a la oración.

Esta enseñanza del sacerdote me agradó mucho por ser práctica y fácil y al mismo tiempo profunda y sabia. Di gracias a Dios en espíritu por haberme hecho conocer a un verdadero pastor de su Iglesia…”

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s en Cristo Jesús.

¿Existe en vuestra casa o habitación un sitio destinado especialmente a la oración? Es importante que se disponga.

Lo exterior va progresivamente mostrando lo que ocurre en el interior. Muchas veces, el acondicionamiento material de un lugar destinado a la oración coincide con el arraigo de cierta disposición espiritual a perseverar en la plegaria.

Igual, lo que puede encontrarse en este sitio especial, manifiesta rasgos de nuestra espiritualidad personal. Generemos fuera de nosotros el espacio que queremos construir dentro. Y si ya existe quitémosle el polvo y si lo usamos a diarios hagamos algo mínimo que lo mejore, que lo asimile más a lo sagrado que ese espacio nos evoca.

Sabemos que no se trata de caer en alguna idolatría, ni con las imágenes, ni con las disposiciones que necesitamos para la oración. Pero podemos darnos el permiso de ayudarnos a evocar este contacto con lo divino, mediante aquellas imágenes que nos suscitan su recuerdo.

No puede faltar en ese pequeño ámbito la sagrada escritura, alimento diario que meditado en profundidad nos guía hacia la vida en Dios.

Y si no tenemos posibilidades de crear ese espacio en nuestra casa, al menos llevemos algo en nuestra agenda o en la cartera, dejemos un pequeño icono en el lugar de trabajo, que a manera de recordatorio nos inspire a recomenzar la oración si la hemos perdido.

Aquí un texto breve que habla de la utilización de las imágenes y de otros aspectos de la oración:

Del día 23 –

“No es resplandor que deslumbre, sino una blancura suave y el resplandor infuso, que da deleite grandísimo a la vista y no la cansa, ni la claridad que se ve para ver esta hermosura tan divina.

Es una luz tan diferente de las de acá, que parece una cosa tan deslustrada la claridad del sol que vemos, en comparación de aquella claridad y luz que se representa a la vista, que no se querrían abrir los ojos después.

Es como ver un agua clara, que corre sobre cristal y reverbera en ello el sol, a una muy turbia y con gran nublado y corre por encima de la tierra. No porque se representa sol, ni la luz es como la del sol; parece, en fin, luz natural y otra cosa artificial.

Es luz que no tiene noche, sino que, como siempre es luz, no la turba nada.

En fin, es de suerte que, por gran entendimiento que una persona tuviese, en todos los días de su vida podría imaginar cómo es.

Y ponla, Dios delante tan presto, que aún no hubiera lugar para abrir los ojos, si fuera menester abrirlos; mas no hace más estar abiertos que cerrados, cuando el Señor quiere; que, aunque no queramos, se ve.

No hay divertimiento que baste, ni hay poder resistir, ni basta diligencia ni cuidado para ello. Esto tengo yo bien experimentado, como diré”.

El Libro de la Vida. Teresa de Jesús.

 

Día 24 – Hacia la dicha inefable

 

“… Tenía un libro excelente de Gregorio Palamas sobre la oración de Jesús. Lo leía casi de continuo y hacía un poco la oración.

El ruido que armaba el chico me resultaba muy desagradable, y ninguna medida ni castigo alguno conseguían de él ninguna enmienda. Acabé por inventar un medio: le obligué a sentarse en el cuarto en un banquito pequeño y a repetir allí la oración de Jesús.

Al principio esta medida le resultaba tan violenta que, para no cumplirla, callaba. Mas para obligarle a ejecutar mi orden, llevé unas varas a casa.

Cuando él rezaba la oración, yo leía tranquilamente, o escuchaba lo que él decía; pero en cuanto se callaba, yo le mostraba las varas, y temblando de miedo comenzaba de nuevo el rezo.

Esto me hacía mucho bien porque por fin en mi casa comenzaba a haber calma y silencio. Pasado algún tiempo, pude ver que ya no era necesaria la amenaza de las varas:  ejecutaba mi orden con gusto y mucha alegría; más tarde, su carácter cambió completamente; empezó a ser suave y tranquilo y cumplía mucho mejor con los trabajos domésticos.

Yo me alegré mucho y empecé a darle mayor libertad. ¿Cuáles fueron los resultados? Pues que se habituó tan bien a la oración que la repetía sin cesar y sin que yo tuviera que obligarle a ello en modo alguno.

Cuando le hablaba de ello, me respondía que sentía unos deseos irrefrenables de recitar la oración.

—¿Qué sientes cuando rezas?

—Nada especial; pero me siento bien cuando rezo la oración.

—¿Pero ¿cómo, bien?

—No sé cómo explicarlo.

—¿Te sientes alegre?

—Sí, me siento alegre…

¡Dios de bondad!, me dije yo. ¡Qué maravillosos efectos del poder divino se descubren por esta oración! ¡Qué edificante y profundo es este relato; las varas enseñaron la oración a ese muchacho y le dieron la felicidad!

Las desgracias y tristezas con que nos encontramos, ¿qué otra cosa es sino las varas de Dios? ¿Por qué temer, pues, cuando la mano de nuestro Padre celestial nos amenaza con ellas?

Él está siempre lleno de infinito amor para con nosotros, y estas varas nos enseñan a orar con mayor fervor y nos conducen a la dicha inefable…”

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s en Cristo Jesús.

A partir de mañana, vamos a ir agregando algunos párrafos que nos parecen de mucho interés de los últimos tres relatos del peregrino ruso. Son escritos unos años después, al parecer por un staretz del monasterio de Optino, que fue el lugar en el que se alojó y, al parecer, terminó sus días el peregrino.

El ejercicio que os sugerimos para hoy es el de la práctica de la presencia de Dios especialmente en una actividad concreta que elijamos.

De entre todas nuestras actividades, elijamos una y apliquemos allí el mayor esfuerzo de atención para permanecer en oración incesante y, a la vez, tratando de hacer esa actividad en el sentimiento de Su presencia.

Hay varios textos que pueden servirnos y que tenemos a mano para apoyarnos en esta tarea, a los cuales iremos enlazando debajo.

Los días que quedan, nos centraremos en esto: Acostumbrarnos cada vez más a la oración de Jesús como apoyo para vivir en la presencia divina.

¿Qué es vivir en Su presencia? ¿Cómo se manifiesta en lo cotidiano? ¿Cómo se manifiesta en mi particularmente?

Trataremos juntos de avanzar en esos interrogantes. Un saludo fraterno, invocando a Jesucristo.

La práctica de la presencia de Dios

 

Del día 24 –

“Es importante que no se te escape el presente, que es lo único que tienes en tus manos.

Nada de lo que se hace por amor es pequeño. Haz bien lo que haces, sin prisa, y con todo tu amor…

Ama la sonrisa que vas a ofrecer, el trabajo por realizar, el coche que debes conducir, la comida que vas a preparar, la actividad que tienes que organizar, la lágrima que vas a derramar por el hermano que sufre, el instrumento que vas a tocar, el artículo o la carta que debes escribir, el acontecimiento alegre que vas a festejar con los demás, el vestido por limpiar.

Todo debe convertirse en instrumento para demostrar a Dios y a los demás tu propio amor”.

 

Día 25 – Todo está bien en mi corazón

 

“… La Oración salía con dificultad, y una especie de indolencia se apoderó de mí. En esto, viendo un bosque de espesa maleza al lado del camino, me introduje en él para descansar un poco, buscando un sitio retirado donde sentarme bajo un arbusto y leer mi Filocalía, para estimular así a mí débil espíritu y confortar a mi ánimo medroso.

Hallé un lugar tranquilo, y empecé a leer a Juan Casiano, en la cuarta parte de la Filocalía —sobre los Ocho Pensamientos—. Cuando llevaba leyendo felizmente una media hora, reparé inesperadamente en la figura de un hombre a unos cien metros de allí y más hacia el interior del bosque…

…Me entró tal terror que los cabellos se me erizaron. Todo se hacía cada vez más horrible, tanto es así que estuve a punto de desplomarme de miedo y horror. Entonces, caí de rodillas, me santigüé, y con todo mi corazón, dije:

«Señor Jesucristo, ten piedad de mí.»

Tan pronto como hube dicho esto, me sentí absolutamente tranquilo y como si no hubiese pasado ninguna angustia. Todo mi miedo desapareció, y me sentí tan feliz en mi corazón como si hubiese sido transportado al cielo.

Esto me hizo tan dichoso que, bueno, ya no paré de repetir la Oración. Aun hoy no sé si la tormenta duró mucho, ni cómo se fue la noche. Cuando levanté la vista, el día ya llegaba, y yo aún estaba allí arrodillado en el mismo lugar. Me incorporé tranquilamente, vi que ya no iba a encontrar al carnero, y me fui a casa.

Pero ahora todo estaba bien en mi corazón, y repetía la Oración a más no poder…

—¿Y te sirves todavía a menudo de la Oración?

—No podría existir sin ella —respondió—.

Sólo con que recuerde cómo me sentí aquella primera vez en el bosque, es como si alguien me hiciese arrodillar, y me pongo a rezar.

No sé si mi oración pecadora complace a Dios o no, ya que, cuando rezo, a veces siento una gran felicidad (por qué no lo sé), una ligereza de espíritu, una especie de gozosa quietud; pero, en otros casos, siento una melancólica tristeza y un abatimiento del ánimo.

A pesar de todo, quiero seguir rezando siempre, hasta la muerte.

—No te aflijas, querido hermano. Todo complace a Dios y sirve a nuestra salvación, todo, pase lo que pase durante la oración. Así lo dicen los Santos Padres. Tanto si hay alegría del corazón como tristeza, todo está bien. Ninguna oración, buena o mala, se malogra ante los ojos de Dios.

La alegría y el fervor muestran que Dios nos recompensa y nos consuela por el esfuerzo, mientras que la tristeza y la sequedad indican que Dios nos purifica y nos fortalece el alma, y que por esta prueba salutífera la salva, preparándola en la humildad para el goce de la dicha bendita en el futuro…

 

Breve comentario y pregunta

Estimad@s en Cristo Jesús.

Una de las mayores dificultades para poder situarnos en el momento presente y permanecer en la presencia divina en lo cotidiano, deriva de nuestra ansiedad por los resultados de lo que hacemos.

Ayuda mucho recordar que en nuestras manos esta solo la acción impecable, los resultados en manos de Dios. Uno debe poner su atención en hacer lo mejor posible lo que sea que haga, el resto abandonarlo, soltar, no se pueden manejar los efectos.

Practiquemos esta actitud, es importante. De esa manera nuestra fuerza se concentra en la oración de Jesús y en la acción prolija, ordenada, atenta.

De a poco, la vida empieza a tornar ceremonia, un aire de eucaristía comienza a servirnos de fondo, esto es el agradecimiento en el ánimo.

Un saludo fraterno, invocando a Jesucristo.

 

Del día 25 –

“Y, amonestado de aquí a volver a mí mismo, entré en mi interior y guiado por ti; y púdelo hacer porque tú te hiciste mi ayuda.

Entré y vi con el ojo de mi alma, como quiera que él fuese, sobre el mismo ojo de mi alma, sobre mi mente, una luz inconmutable, no esta vulgar y visible a toda carne ni otra cuasi del mismo género, aunque más grande, como si ésta brillase más y más claramente y lo llenase todo con su grandeza.

No era esto aquella luz, sino cosa distinta, muy distinta de todas éstas.

Ni estaba sobre mi mente como está el aceite sobre el agua o el cielo sobre la tierra, sino estaba sobre mí, por haberme hecho, y yo debajo, por ser hechura suya.

Quien conoce la verdad, conoce esta luz, y quien la conoce, conoce la eternidad. La Caridad es quien la conoce…”

de San Agustín en Confesiones

 

Día 26 – Andar en la divina presencia

 

“… Esto empieza a descorrer el velo que se alzaba ante el secreto de la salvación y de la oración.

Ve que realmente rezar significa dirigir su pensamiento y su memoria sin descanso al recuerdo de Dios, andar en Su divina Presencia, despertar a Su amor por el pensamiento en Él, y unir el Nombre de Dios a la respiración y al latir del corazón.

Él es guiado en todo esto por la invocación con los labios del santísimo Nombre de Jesucristo, o por la recitación de la Oración de Jesús, en todo momento, en todo lugar y durante cualquier ocupación, sin descanso.

Estas luminosas verdades, al iluminar el espíritu del buscador y abrir ante él el camino hacia el estudio y la realización de la oración, le ayudan a pasar en seguida a poner en práctica estas sabías enseñanzas.

Sin embargo, cuando lo intenta, se ve aún sujeto a dificultades hasta que un maestro experimentado le muestra, en el mismo libro, toda la verdad, es decir, que sólo la oración incesante es el medio eficaz para perfeccionar la oración interior y para salvar el alma.

Es la frecuencia de la oración lo que constituye el fundamento de todo el método de la actividad salvadora y lo que mantiene su unidad.

Como dice Simeón el Nuevo Teólogo, “el que ora sin cesar, une todo lo bueno en esto solo”.

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s en Cristo Jesús.

En esta continuidad que pretendemos darle a nuestra oración de Jesús, para habituarnos y que se vuelva incesante, tratamos de aprender a vivir en el instante presente, a centrar nuestra atención en el ahora.

Esto nos permite permanecer en la oración y acercarnos a la percepción de la divina presencia en nuestro cotidiano.

Para ello vamos a poner hoy nuestro esfuerzo en hacer un poco mas lentos nuestros movimientos.

En la medida de nuestras posibilidades y en los momentos más favorables a ello, trataremos de disminuir sensiblemente la velocidad de nuestros pasos, de nuestras maneras en general.

Puede servir que contemos a nuestro entorno más cercano acerca del ejercicio que estamos haciendo, ya que su comprensión nos puede facilitar el realizarlo durante más tiempo y, quizás, motivarlos a sumarse a la práctica.

Esta mayor lentitud, facilita la oración y nos descubre un mundo por lo general inexplorado, que no atendemos, ni en nosotros ni fuera de nosotros.

Una vez que pase el momento de extrañeza inicial y que venzamos el obstáculo que suele poner la mente, hablándonos de lo ridículos que somos por hacer esto, puede que sobrevenga una tenue sensación de acompañamiento constante, de cálida compañía que solemos emparentar con lo sagrado.

En el último caso, en que nos fuera imposible efectuar el ejercicio de oración de Jesús y lentitud durante el día, tratemos de hacerlo unos minutos acomodando nuestra habitación, por ejemplo, antes de terminar el día.

Un saludo fraterno para tod@s invocando a Jesucristo.

 

Del día 26

En el Catecismo de la Iglesia se nos dice:

“Esta invocación sencilla ha sido desarrollada en la tradición de la oración bajo diversas formas en Oriente y Occidente.

La formulación más habitual transmitida por los espirituales del Sinaí, de Siria y del monte Athos es la invocación: “Jesús Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de nosotros pecadores” (Cat 2667).

“La invocación del santo nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en palabrerías…

Es posible en todo tiempo, porque no es una ocupación al lado de otra, sino la única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en Cristo Jesús”. (Cat 2668).

 

Día 27 – Un altar en el corazón

 

“En todas partes, dondequiera que os encontréis, podéis levantar un altar a Dios en vuestro espíritu por medio de la oración, y por lo tanto es oportuno rezar en vuestro trabajo, de viaje, de pie al mostrador o sentados, en vuestras ocupaciones manuales.

En todas partes y en todo lugar es posible rezar y, en efecto, si uno vuelve su atención diligentemente sobre sí mismo, entonces en todas partes encontrará circunstancias apropiadas para la oración, con sólo que esté convencido de que la oración debería constituir su principal ocupación y tener precedencia sobre cualquier otro deber…

… Aquellos que han practicado la oración incesante nos aseguran que lo que sucede es esto: el que ha decidido invocar sin cesar el Nombre de Jesucristo o,

 lo que es lo mismo, rezar la Oración de Jesús continuamente, encuentra al principio, naturalmente, dificultades, y tiene que luchar contra la pereza.

Pero cuanto más tiempo y más duramente se esfuerza en ello, tanto más se familiariza imperceptiblemente con esta tarea, de tal modo que, al final, los labios y la lengua adquieren tal capacidad de moverse por sí mismos, que incluso sin ningún esfuerzo por su parte ellos mismos actúan irresistiblemente y rezan la oración silenciosamente.

Al mismo tiempo, el mecanismo de los músculos de la garganta se reeduca de tal modo que al rezar empieza a notar que el decir la oración es una de las propiedades esencialesy perpetuas de sí mismo, e incluso siente, cada vez que se detiene, como si algo le faltase.

Y de esto resulta que su mente empieza, a su vez, a doblegarse, a escuchar a esta acción involuntaria de los labios, y resulta avivada por ello a la atención, lo que finalmente se convierte en fuente de delicias para el corazón y auténtica oración”.

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s en Cristo Jesús:

Este vivir en la presencia divina que pretendemos, para lo cual buscamos afianzar en nosotros la oración, hasta que se vuelva incesante con la ayuda de la gracia, requiere en cierto modo un “despertar” nuestros sentidos espirituales.

¿Cómo haremos eso? ¿Cómo podemos quitarnos esa especie de “embotamiento” al que nos lleva la vida rutinaria y opresiva a la que nos somete en ocasiones la sociedad actual, que presiona por todos los frentes?

Recordando la muerte.

Os proponemos que estos días que quedan hasta el final del ejercicio espiritual, los vivamos como si fuéramos a morir en poco tiempo.

Nadie muere por hacer este trabajo espiritual, al contrario, si puede suceder que empecemos a vivir de otro modo.

Esta memoria de nuestra finitud, de que no sabemos ni de nosotros depende el día ni la hora, nos lleva al recuerdo de Dios. La mayor parte de nuestras preocupaciones y agitaciones derivan del olvido de esta realidad: Vamos a morir.

Somos peregrinos, viajeros en todo el sentido de la palabra. Eso no quiere decir que descuidemos nuestras actividades aquí, sino por el contrario, que las vivamos con el corazón puesto en la eternidad.

Uno sabrá si hace el ejercicio en serio o si lo toma a la ligera. Bien hecho, consiste en actuar como si uno fuera a partir pronto a la casa del Padre.

¿Qué cosas haría si esto fuera a suceder realmente? ¿Cómo me prepararía para el tránsito a la otra vida? ¿Qué acciones concretas ejecutaría?

Son muchos los espirituales en la historia del cristianismo que usaban esta “conciencia de la muerte” como acicate para vivir con intensidad en la presencia de Dios mediante la oración continua.

Un saludo fraterno para tod@s invocando a Jesucristo, nuestro camino al Padre.

 

Del día 27 – 

En la vida de Simeón, el nuevo teólogo, se cuenta que un día, repitiendo según su costumbre la oración: Señor, ten piedad de mí, que soy un pecador, de pronto lo cegó una luz maravillosa.

Él parecía haberse convertido en luz y en ese estado luminoso, identificado con Dios, fue colmado de una inmensa alegría e inundado de cálidas

lágrimas de amor; y lo más extraño de ese maravilloso acontecimiento es que, para su sorpresa, gritaba en alta voz: Señor, ten piedad de mí…

Más tarde, habiéndose retirado poco a poco la luz, volvió a su cuerpo y al interior de su celda, y encontró su corazón colmado de una alegría inefable y su boca gritando en alta voz: Señor, ten piedad de mí…

 

Día 28 – No te inquietes por nada

 

“Reza de un modo u otro, pero reza siempre y no te inquietes por nada”.

Se alegre de espíritu y sosegado. La Oración lo arreglará todo y te instruirá.

Rezar de un modo u otro está dentro de nuestras posibilidades, pero rezar con pureza es un don de la Gracia…

Así que ofrece a Dios lo que está en ti poder ofrecer. Dale a Él primero sólo la cantidad (que está en tu poder), y Dios derramará sobre ti fuerza para tu flaqueza.

La oración, puede que seca y distraída, pero continua, creará un hábito y se volverá algo natural, y se transformará en una oración pura, luminosa, apasionada y meritoria.

Hay que notar, por último, que, si tu vigilancia en la oración es prolongada, entonces, naturalmente, no tendrás tiempo no ya para cometer acciones pecaminosas, sino ni tan sólo para pensar en ellas.

Por consiguiente, la oración muestra su más efectivo poder y su fruto cuando es ofrecida a menudo, incesantemente; porque la frecuencia de la oración pertenece sin duda a nuestra voluntad, así como la pureza, el celo y la perfección en la misma son el don de la Gracia…

Así pues, rezaremos tan a menudo como podamos; consagraremos toda nuestra vida a la oración, aun cuando ésta esté sujeta a distracciones al empezar.

Su práctica frecuente nos enseñará la atención; la cantidad conducirá ciertamente a la calidad. Si quieres aprender a hacer bien alguna cosa, sea la que sea, debes hacerla lo más a menudo posible, dijo un experimentado autor espiritual…”

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s en Cristo Jesús.

Os proponemos para el día 18 de septiembre (el día 28° de nuestro ejercicio espiritual) dos ejercicios.

Ambos conviene efectuarlos atentos a lo que decíamos ayer, recordando esta conciencia de nuestra propia finitud. A este permanecer viviendo sin ignorar ni olvidar el hecho de que moriremos y que, por lo tanto, somos peregrinos… estamos de paso rumbo a la patria que está más allá de las estrellas.

El primer ejercicio consiste en pulsar dos o tres veces en la foto del post de hoy, también podría ser en la de ayer (ambas son flores) y observar con detenimiento, con verdadera atención, durante un minuto o dos los detalles que allí aparecen.

¿No está allí manifiesto un misterio inconmensurable? ¿No muestra tamaña belleza inteligencia suma y un gran amor? ¿Podemos intuir detrás de Su obra el aliento de Su abrazo?  

Mas allá de la sensación que la observación nos produzca, será de interés estar en ese momento presente, donde tratamos al mirar, de ver.

La otra tarea para el día (ojalá pueda encontrarse el momento) consiste en ir a una plaza o parque público o en su defecto mirar por la ventana y observar a los transeúntes. 

Lo ideal sería si pudieran contar con esos pequeños auriculares para escuchar música. Y, escuchando la música mirar a los que pasan ocasionalmente.

Pueden hacerlo con aquel tema musical que más les guste, la sugerencia es hacerlo con el “Ave María” de Caccini, interpretado por Cecilia Bartoli, también puede ser muy bueno “La Requiem Overture” de Mozart.

Percibamos como al modificarse nuestra emoción debido a la música, los rostros cambian y empezamos a ver a los demás bajo una luz nueva. Mañana comentaremos más acerca de esto, que, con toda su simpleza, “da mucha tela para cortar”.

Un saludo fraterno para todo@s invocando a Jesucristo.

 

Del día 28 –

“… El amor hace pasar de una postura posesiva hacia la realidad a una actitud de respeto.

Y al cambiar nosotros la actitud posesiva, de instrumentalización y de egoísmo, también la realidad se hace más respetuosa para con nosotros.

De hecho, sucede que, siendo nosotros menos posesivos y más respetuosos, somos más libres, y entonces la realidad se manifiesta como es, en toda su hermosura…”

 

Día 29 – ¡Que no enmudezca el corazón!

“Alma cristiana, si no encuentras en ti misma la fuerza de adorar a Dios en espíritu y en verdad, si tu corazón no siente aún el calor y la dulce satisfacción de la oración interior, entonces aporta al sacrificio de la oración lo que puedas, lo que esté dentro de las posibilidades de tu voluntad, lo que esté en tu poder.

Familiariza, ante todo, al humilde instrumento de tus labios con la invocación piadosa, frecuente y persistente.

Que ellos invoquen el poderoso Nombre de Jesucristo a menudo y sin interrupción.

No es un gran esfuerzo, y está dentro de las posibilidades de todo el mundo. Esto es, también, lo que ordena el precepto del Santo Apóstol:

“Por Él ofrezcamos de continuo a Dios sacrificio de alabanza, esto es, el fruto de los labios que bendicen Su Nombre”. (hebreos 13, 15)

No silencies la ininterrumpida invocación de tu oración, aun cuando puede que tu llamada salga de un corazón aún en guerra consigo mismo y medio lleno por el mundo.

No te preocupes. Sigue adelante con la oración, no dejes que enmudezca, y no te inquietes.

Ella se irá purificando a sí misma por la repetición. Nunca dejes que tu memoria olvide esto: Mayor es Quien está en vosotros que quien está en el mundo. Dios es mayor que nuestro corazón, y conoce todas las cosas, dice el Apóstol”.

 

Breve comentario y ejercicio

Estimad@s herman@s en Cristo Jesús.

A poner nuestro mayor empeño.

Como si fuera el último día de nuestra vida, hagamos lo que esté en nuestro poder para rezar más y mejor, para avisarle a la mente que un nuevo hábito está naciendo desde el calor del corazón…

Desde nuestra profundidad surge un anhelo de unión con Dios, una búsqueda amorosa que hemos llevado adelante toda la vida, aunque a veces hayamos creído perseguir otras cosas.

¿Que hemos buscado desde que vinimos a la vida sino el abrazo amoroso de Aquél que nos creó? ¿No nos hemos sentido cautivados una y otra vez por Su misterio?

Cuantas veces hemos dicho: ¡Amor de mi vida, donde estás que no te puedo encontrar!

Lo hemos buscado tanto y terminaremos diciendo más tarde o más temprano, como el santo: “sino que eras tú quien …… estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío…” (Confesiones San Agustín)

Os proponemos el siguiente ejercicio para hoy, penúltimo día de los ejercicios:

Sin decir nada, en el más silencioso de los secretos, concentrémonos en mirar a los ojos a los demás, a los que nos vamos a cruzar durante el día, en el trabajo, la familia, el estudio…

Nada llamativo, discretamente, cuando hablemos, saludemos, entablemos relación, prestemos atención a los ojos del otro. Quizás lo hagamos con frecuencia con algunas personas que amamos; se trata en este caso de hacerlo con el panadero, la verdulera, el taxista.

Miremos los ojos del otro y si lo recordamos, cuando le atendamos, repitamos con suavidad en nuestro interior:

“Señor Jesucristo, ten misericordia de todos nosotros”

 

Del día 29 –

 

Aprendamos pues a reconocer en lo que ocurre en cada momento la huella de la voluntad de Dios y de su Nombre adorable.

Este Nombre es infinitamente santo.

Es pues justo bendecirlo, tratarlo como una especie de sacramento, que santifica por su propia virtud a las almas que no le oponen obstáculo.

… nada hay de pequeño en nuestros momentos, pues que todos ellos encierran tesoros de gracia, un alimento digno de los ángeles.

…¡Precioso momento, cuan pequeño eres a los ojos comunes y cuan grande a lo ojos iluminados por la fe!

…Todo lo que viene de allí es muy excelente. Todo lo que de allí desciende lleva el sello de Dios.

Quiero encerrarme en el único asunto del momento presente, para amarte, para cumplir mis obligaciones, y para dejarte obrar”.

del “Tratado del Santo abandono a la Providencia divina”

 

Día 30 – Permanecer a la escucha

 

Estimad@s herman@s en Cristo Jesús.

Os proponemos para este último día un doble ejercicio:

El primero consistirá en que mientras continuamos la tarea de repetir la oración de Jesús, del modo que nos haya parecido más conveniente, prestemos especial atención a los sonidos.

Durante todo el día, intentemos trasladar nuestro foco de atención hacia el sentido del oído.

Cuando caminemos, en nuestro cuarto, al cocinar… en todas las actividades prestar atención a la multitud de sonidos, poniendo una actitud interna de escucha.

Sin juzgar, sin querer modificar nada, solo escuchar.

Y de entre todo ello, permanezcamos especialmente atentos a los espacios de silencio o de cuasi silencio.

Es muy probable si se esmeran en el ejercicio, que de vez en cuando adviertan insospechados intervalos de quietud, no previsibles, que irrumpen en medio de lo cotidiano. Y allí también, solo continuar escuchando, escuchar.

Permanecer a la espera.

El segundo ejercicio consistirá en comentar para los demás herman@s que han participado.

Comentar lo vivido este día puede ser, pero también y sobre todo realizar una síntesis de lo vivido en los ejercicios espirituales.

Puede ser algo corto, que vaya a lo medular, una descripción veraz de lo vivido, aun cuando pueda parecernos que no vale la pena o que nos fue muy mal. Todo sirve tomado con buena actitud de superación. Y quién quiera extenderse también puede hacerlo.

Quizás podamos regular algún sistema de intercambio específico que nos permita seguir trabajando e intercambiando más allá de la finalización de este ejercicio.

Finalizaremos el ejercicio en las últimas horas de este día 20/9 que se inicia.

Un saludo fraterno para tod@s invocando a Jesucristo

 

Textos de meditación

“El alma que se encuentra interiormente unida a Dios, experimenta una alegría tan grande que se torna cual un niño simple y bueno; no condena a nadie, griego, pagano, judío o pecador, sino que a todos considera con la misma mirada pura; encuentra alegría en el mundo entero y desea que todos alaben a Dios -griegos, judíos y paganos-.”

de Marcos el asceta – en Filocalía

Uno es el rostro de las Escrituras que se muestra a la mayoría de los hombres, incluso a los que creen conocerlas, y otro rostro es el que se revela al hombre que se ha consagrado a la oración incesante, es decir, al hombre que piensa continuamente en Dios tanto como respira, aunque sea considerado por el mundo como un hombre sin cultura y sin ninguna formación”.

de Pedro Damasceno en Filocalía

 

Del día 30 –

Los ojos del corazón no ven a la manera natural, pero “ven” la extraordinaria grandeza del poder de Dios para con nosotros.

Potencia que actúa en nosotros la resurrección y la vida….

Fuerza que tiene necesidad de nuestra desolación interior para ser percibida actuante en nosotros.

Y toda percepción vital es “conocimiento”, no conceptual -este es solo relativo- , sino vital o existencial.

Y es oscura en lo concerniente al raciocinio, pero resulta jubilosa para el corazón, para nuestro ser más entrañable…

En realidad, cuál es su grandeza, tal es su misericordia.

Es luz porque se percibe la presencia de una bondad que nos envuelve y que antes no conocíamos…

Por eso el fruto consiste en “toda bondad”. Es la experiencia de la bondad del Señor que ilumina el corazón y se difunde en todo nuestro ser.

 

Fin de los ejercicios

 

¿Qué es un corazón compasivo?

“Es un corazón que arde por toda la creación, por todos los hombres, por los pájaros, por las bestias, por los demonios, por toda criatura.

Cuando piensa en ellos y cuando los ve, sus ojos se llenan de lágrimas.

Tan intensa y violenta es su compasión, tan grande es su constancia, que su corazón se encoge y no puede soportar oír o presenciar el más mínimo daño o tristeza en el seno de la creación.

Por eso es por lo que, con lágrimas, intercede sin cesar por los animales irracionales, por los enemigos de la verdad y por todos los que le molestan, para que sean preservados del mal y perdonados…

Feliz el hombre que puede amar a todos los hombres del mismo modo”.

Máximo el confesor

“Centurias sobre el amor”

 

 



[1] Nuestra existencia individual muestra una intención particular de Dios, esto irrepetible que somos muestra uno de los rostros de Dios que nos ha querido en la creación por alguna razón, también única.


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