EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL PEREGRINO RUSO. HERNAN PABLO FRASQUELLI
Compartimos en este post Los Ejercicios Espirituales del Peregrino Ruso por Hernan Pablo Frasquelli.
Hernán Pablo es
Cristiano Ortodoxo y pertenece al Patriarcado de la Iglesia Ortodoxa Serbia.
Sirve como monaguilo en la Diócesis de Buenos Aires, Sur y Centro América -
Iglesia Ortodoxa Serbia. Antes de hacerse cristiano ortodoxo fue monje durante
seis años en la Orden Cisterciense de San Bernardo de Claraval, San Benito. En la actualidad realiza estudios en Ciencias
Sagradas y es Monaguillo en la Catedral de la Natividad de la Virgen en Buenos
Aires (Argentina).
Desde su experiencia de oración contemplativa como monje, y ahora como cristiano ortodoxo, nos comparte los Ejercicios Espirituales del Peregrino Ruso. Esta pequeña pero profunda obra, nos adentra en apartados de la experiencia de los ejercicios espirituales, que acompañan la experiencia contemplativa y de oración para cada día del mes. En su estructura la obra presenta los siguientes momentos: El ejercicio del día, acompañado de un tema que será objeto de la meditación. Se cita literalmente un fragmento del Peregrino Ruso, a continuación, se presentan breves notas sobre el mismo y se invita a la realización de un ejercicio básico espiritual correspondiente al día.
El texto completo lo puedes leer aquí y descargar en pdf.
Ejercicios Espirituales Del Peregrino Ruso Hernan Pablo Frasquelli by Jhoani Rave Rivera on Scribd
Contenido.
Día 1 – La Humildad
Día 2 –
Acostumbrarse
Día 3 –
Oración no divagación
Día 4 –
Fidelidad a la oración
Día 5 –
Simplicidad de corazón
Día 6 –
Ya no estaba en la indigencia
Día 7 –
Sencillez de espíritu
Día 8 –
Desapego y libertad
Día 9 –
Reemplazar un hábito por otro
Día 10
– El lugar del corazón
Día 11
– Vigilar la buena semilla
Día 12
– Los misterios de la sagrada escritura
Día 13
– Certeza de Su cercanía
Día 14
– Santa indiferencia
Día 15
–¡Dios mío, ¡qué misterioso es el hombre!
Día 16
– No pongas tu esperanza sino en Dios
Día 17
– Una oración misteriosa
Día 18
– Descubrir la luz interior
Día 19 – En la flaqueza se perfecciona
mi poder
Día 20
– ¿Tú rezas la oración de Jesús?
Día 21 – Encontrar el corazón
Día 22
– Luz en el interior del alma
Día 23
– El hombre interior
Día 24
– Hacia la dicha inefable
Día 25
– Todo está bien en mi corazón
Día 26
– Andar en la divina presencia
Día 27
– Un altar en el corazón
Día 28
– No te inquietes por nada
Día 29
– ¡Que no enmudezca el corazón!
Día 30
– Permanecer a la escucha
Día 1 – La Humildad
“Por
la gracia de Dios soy hombre y soy cristiano; por mis actos, gran pecador; por
estado, peregrino de la más baja condición, andando siempre errante de un lugar
a otro.
Mis
bienes son: a la espalda, una alforja con pan duro, la santa Biblia en el
bolsillo y basta de contar.
El
domingo vigésimo cuarto después de la Trinidad entré en la Iglesia para orar
durante el oficio; estaban leyendo la epístola de San Pablo a los
Tesalonicenses, en el pasaje en que está escrito: Orad sin cesar.
Estas
palabras penetraron profundamente en mi espíritu, y me pregunté cómo es posible
orar sin cesar, siendo así que todos debemos ocuparnos en diversos trabajos a
fin de proveer a la propia subsistencia. Busqué en la Biblia y leí con mis
propios ojos exactamente lo mismo que había oído: Orad sin cesar; orad en todo
momento en espíritu; orad en todo lugar levantando unas manos puras…”
Breves
notas:
El
peregrino se reconoce pecador, es decir parte desde una situación de humildad.
El
peregrino se maneja con lo necesario, no tiene nada superfluo.
El
peregrino asiste a la liturgia y pone en ella su atención.
El
peregrino reflexiona sobre la palabra de Dios y desea practicarla realmente en
su vida.
Ejercicio
básico:
Sentarse
en lugar tranquilo y durante 30 minutos repetir la oración de Jesús con los
labios, tranquilamente, atentos a la presencia de Dios.
Podemos
ayudarnos fijando la mirada en un icono de Jesús, suavemente iluminado o
permanecer con los ojos cerrados si esto facilita la concentración.
del día 1
–
En la
oración vocal, debemos intentar por todos los medios posibles mantener nuestro
intelecto fijado sobre las palabras de la oración, pronunciándolo sin prisa y
concentrando toda nuestra atención sobre el sentido de las palabras.
Cuando el
intelecto comienza a ser tironeado por pensamientos extraños, debemos, sin
desanimarnos, volverlo a traer hacia las palabras de la oración.
“La
oración de Jesús interior y constante es la invocación continua e
ininterrumpida del nombre de Jesús con los labios, el corazón y la
inteligencia, en el sentimiento de su presencia, en todo lugar y en todo
tiempo, aun durante el sueño. Esa oración se expresa por estas palabras: ¡Señor
Jesucristo, tened piedad de mí!
Todo el
que se acostumbra a esta invocación siente muy grande consolación y necesidad
de decir siempre esta oración; al cabo de algún tiempo, no puede ya pasar sin
ella y se le hace como su misma sangre y carne. ¿Comprendes ahora qué es la
oración continua?”
Breve
comentario
Si
queremos iniciar un fuego duradero, pero contamos con leños húmedos y verdes y
casi no tenemos yesca, será necesario un esfuerzo de perseverancia y de fe.
Habrá que intentar muchas veces, airear la leña, buscar la ayuda de algo
combustible, proteger las pequeñas llamas del viento…
Pero una
vez que el fuego ha comenzado y se ha vigorizado, ¡Qué fácil resulta encender
nuevos leños! Solo basta acercarlos al centro del fuego para que se sumen a la
hoguera.
Lo que
suele pasarnos, es que no perseveramos y nunca llegamos a disponer de buen fuego…
Ejercicio
básico
Debemos
acostumbrar la mente a la oración de Jesús. Para ello vamos a repetirla cada
vez que podamos. Con los labios, con la mente, con el corazón, con lo que la
gracia y nuestro propósito nos permitan.
Los
treinta minutos de oración concentrada resultan más fáciles de efectuar cuando
hemos pasado el día recordando la necesidad de la oración y repitiéndola cada
vez que nos acordamos.
Al
levantarnos, camino al trabajo, en un breve alto; en medio de la tensión
laboral cotidiana, antes de comer, al terminar, al caminar, al viajar… La
oración de Jesús encaminará nuestras vidas mucho mejor que nuestra divagación.
Del día 2
–
Al
comienzo, la Oración de Jesús es una oración vocal como todas las otras.
Las
palabras se pronuncian en voz alta o, al menos, son formadas silenciosamente
por los labios y la lengua. Al mismo tiempo, por un acto deliberado de la
voluntad, la atención debe concentrarse sobre el sentido de la Oración.
Durante
esta etapa inicial, la repetición incesante y atenta de la Oración se revela a
menudo como una tarea agotadora y ardua, exigiendo una humilde perseverancia.
«Si, no
obstante, tus esfuerzos, hermano mío, no te es posible entrar en la región del
corazón, como te lo tengo recomendado, haz lo que te digo y con la ayuda de
Dios hallarás lo que andas buscando.
Tú sabes
bien que la razón de todo hombre está en su pecho… Quítale, pues, a esta razón
todo pensamiento (esto puedes hacerlo si quieres) y pon en su lugar el “Señor
Jesucristo, ten piedad de mí”.
Esfuérzate
en reemplazar por esta invocación interior cualquier otro pensamiento, y a la
larga ella te abrirá la entrada del corazón, como lo enseña la experiencia».
Breve
comentario
Apenas se
dispone la persona a repetir la oración de Jesús, se encuentra con las
divagaciones.
Estas
resultan ahora notorias debido a que estamos poniendo intención y atención
concentrada en un lugar donde antes reinaba el caos de los vientos diversos.
Si uno se
esfuerza un poco en repetir la oración (sea en quietud o en actividad) verá que
transcurrido un minuto o dos se encuentra el pensamiento alejado de la oración,
siguiendo impredecibles “diálogos interiores”.
Sorpresa
nos llevamos cuando vemos que el personaje central, casi excluyente, de dichas
“pláticas mentales”, es el “yo”. Todo siempre está referido a mí. Si yo esto o
aquello y lo de más allá.
Ejercicio básico
Vamos a empeñarnos con más decisión aun en repetir la oración de Jesús durante todo el día. (Vocal, mental o de la manera que nos sea posible) tomando como referencia lo dicho en el texto de hoy por Monje Nicéforo.
Atendamos
a la persistencia de la distracción, a esa casi inmanejable tendencia a la
dispersión. Miremos esto que ocurre sin fastidiarnos, solo poniendo más fe en
el Nombre de Jesús y en la acción de su gracia.
Persistamos
en la oración y evaluemos lo acaecido al final del día.
Del Día 3
–
¿Qué
deseamos y buscamos mediante la Oración de Jesús?
Deseamos
que el fuego de la gracia se encienda en nuestro corazón, y buscamos el
comienzo de la oración incesante que pone de manifiesto el estado de gracia.
Cuando la
chispa divina cae en el corazón, la Oración de Jesús sopla sobre ella y hace
brotar la llama.
La
oración no produce por sí misma la chispa, sino que nos ayuda a recibirla;
¿cómo lo hace?
Recogiendo
nuestros pensamientos y volviendo nuestra alma capaz de permanecer ante El
Señor y de marchar en Su presencia.
Eso es lo
más importante: permanecer y marchar ante Dios, llamarlo desde el fondo del
corazón.
Día
4 – Fidelidad a la oración
“Durante
toda una semana, permanecí en mi solitaria cabaña recitando cada día mis seis
mil oraciones sin ocuparme de cosa alguna y sin tener que luchar contra los
pensamientos; únicamente pensé en cumplir el mandato del starets.
¿Y qué sucedió?
Me acostumbré tan bien a la oración que, si me detenía un solo instante, sentía
un vacío como si hubiera perdido alguna cosa; y en cuanto volvía a mi oración,
sentíame de nuevo aliviado y feliz.
… sólo
deseaba estar en la soledad y recitar mis oraciones; tanto me había
acostumbrado a ellas en una sola semana.
El
starets, que no me había visto desde hacía diez días, vino para saber qué me
sucedía, y yo se lo expliqué.
Después
de haberme escuchado, me dijo: —Ya estás acostumbrado a la oración. Mira: ahora
has de conservar esta costumbre y fortalecerte en ella…
Al
principio sentí fatiga, una especie de endurecimiento de la lengua y cierta
rigidez en las mandíbulas, pero nada desagradable; luego noté una ligera
molestia en el paladar, después en el pulgar de la mano izquierda que pasaba el
rosario, mientras que el brazo se me calentaba hasta el codo, lo que me
producía una deliciosa sensación. Y todo esto no hacía sino incitarme a recitar
mejor mi oración.
De esta
manera, durante cinco días, terminé con toda fidelidad mis doce mil oraciones,
y al mismo tiempo que la costumbre, iba recibiendo el placer y el gusto de la
oración…”
Ejercicio
básico
Se trata
de que al final del día, podamos decir: Hoy he orado mucho más que nunca u hoy
he puesto todo lo que tenía para dedicar más tiempo al crecimiento en la
oración de Jesús.
Si
pasamos de veinte repeticiones a cincuenta será tan importante para nuestro
proceso como para el peregrino pasar a doce mil, lo que lo llevó finalmente a
la oración del corazón.
Cada uno
tiene su medida, como aquella viuda que dio todo lo que tenía aunque fuera poco
dinero comparado con lo que aportaban otros.
El
ejercicio de hoy consiste en encontrar un nuevo límite, en terminar la jornada
habiendo registrado un crecimiento importante, no tanto por el número de
oraciones sino por la profundidad y seriedad de nuestro intento.
La gracia
de la oración del corazón está disponible para todos, pero nosotros ¿a que
atendemos?
Del día 4
–
Aunque no
parezca, ese permanente rumor de fondo que constituyen los diálogos internos
puede ser acallado en no mucho tiempo, mediante la repetición del Santo Nombre
de Jesucristo.
Luego de
que la oración se ha hecho un hábito mental, será el momento de nuevas etapas
de profundización, adoración, silencio y contemplación.
Pero para
adquirir esta santa costumbre es necesario hacer el acto interior de renuncia a
la charlatanería mental. El silencio de la boca es útil siempre y cuando
resulte del silencio mental. De otro modo, quién calla por fuera grita por
dentro.
…
Desde el
punto de vista de la psiquis el que esta oración abraza ha de irse despidiendo
de los pensamientos. La principal dificultad no es acostumbrarse a la oración
sino renegar de ellos. Y esto, porque solemos identificar este discurrir de la
mente con nosotros mismos…
Día
5 – Simplicidad de corazón
“Mas ¡qué
grado de perfección, de gozo y de encanto alcanza el hombre cuando el Señor
quiere revelarle la oración espiritual
espontánea
y purificar su alma de las pasiones!
Es ese un
estado indescriptible y la revelación de este misterio es un goce anticipado de
las dulzuras del cielo.
Y es el
don que reciben aquellos que buscan al Señor en la simplicidad de un corazón
que desborda de amor.
En
adelante te permito rezar cuantas oraciones quieras; procura consagrar todo el
tiempo del día a la oración e invoca el nombre de Jesús sin preocuparte de otra
cosa, entregándote humildemente a la voluntad de Dios y esperando su ayuda.
Él
no te abandonará y dirigirá tu camino”.
Breve comentario
Consagrar
todo el día a la oración significa situarla como lo más importante.
Ya
tenemos experiencia de lo dificultoso que es sosegar la mente que oscila de
continuo.
Solo un
deseo muy grande de unión con Dios puede darnos la fuerza para hacer de la
oración de Jesús nuestra prioridad diaria.
Concentrando
el fuego interior del corazón; que se alimenta de nuestro deseo/amor por Dios,
se abre un espacio propicio en nuestra vida para la manifestación de la oración
incesante.
Esta
gracia inmensa de la oración continua contiene la suma de las aspiraciones
humanas, nos pone en presencia del Amado; ese Dios a quién todo le debemos y
que vive ignorado detrás del velo de nuestros deseos mezquinos.
La única
felicidad duradera está en la unión con Dios en el propio corazón. El peregrino
ruso nos muestra un camino hacia ella.
Ejercicio
básico
En este
domingo, donde suele haber más tiempo libre, encontremos un rato para caminar
tranquilos.
Busquemos
un parque, un camino solitario, la orilla de un río, quizás una plaza que nos
agrade en medio de la ciudad.
Aunque
más no sea, salgamos por el barrio caminando lento, con deseo de sosegar el
ánimo en profundidad.
Respiremos
tranquilos, sumergiéndonos en un sentimiento de confianza hacia nuestro Padre
del cielo.
Reconciliemos
nuestras fuerzas tomando contacto con el profundo deseo que tenemos de vivir en
Su presencia.
¿Acaso
alguna vez hemos querido otra cosa? ¿No es a Él a quién hemos perseguido
confundidos con vanos espejismos?
Mientras
seguimos caminando agradecidos avivemos suavemente la llama de la Oración de
Jesús. Tratemos de situarla como fondo de una mirada amorosa hacia lo que nos
rodea.
Día
6 – Ya no estaba en la indigencia
“Obedeciendo
a esta regla, pasé todo el verano repitiendo sin cesar la oración de Jesús, y
sentí una gran tranquilidad.
Mientras
dormía, soñaba a veces que estaba rezando la oración. Y durante el día, cuando
me ocurría encontrarme algunas personas, me parecían tan amables como si
hubieran sido de mi familia.
Los
pensamientos se habían calmado y sólo vivía en oración; comencé ya a inclinar
mi espíritu a escucharla, y a veces mi corazón sentía como un gran ardor y una
gran alegría.
Cuando
entraba en la iglesia, el largo servicio de la soledad me parecía corto y no me
cansaba como antes.
…
ya no
estaba en la indigencia, como antes; la invocación del nombre de Jesucristo me
alegraba a todo lo largo del camino y todo el mundo me trataba con bondad;
parecía como si todos se hubieran propuesto quererme”.
Breve
comentario
Una vez
cuando estaba hacía poco tiempo en este camino de oración, me estaba por ir a
dormir y sentí una repentina alegría. Me puse a busca en mi interior la razón
de aquel sentimiento y descubrí sorprendido que el motivo estaba en la oración
de Jesús. Me daba gusto imaginarme que iba a estar bajo las mantas, repitiendo
Su Nombre.
¿Era
posible? ¿Cómo podía ser que ocurriera una cosa así? me decía. La confirmación
vino a la mañana siguiente y en otros despertares sucesivos. Me despertaba
contento porque sabía que tenía que ponerme a repetir la oración…
¡Que
extraña es la vida! Haber tenido la posibilidad de la alegría tan a la mano y
sin embargo tantas vueltas que di en tantas cosas sin hallarla… parece que San
Agustín también vivió algo parecido, salvando las distancias claro.
Los
sentimientos que describe el peregrino son reales y posibles para todos, muy
particularmente el estado de amistad con todo, de afecto sin discriminación, de
suave alegría regeneradora. ¡Es el cálido poder del Nombre de nuestro salvador!
Ejercicio
básico
El
ejercicio sugerido para hoy consiste en repetir la frase elegida de la Oración
de Jesús, cada vez que inicio una actividad y cada vez que la termino.
Por
supuesto, que se trata de que intentemos llevarla con nosotros durante toda la
jornada, pero hoy ponemos el énfasis en esto de utilizarla como “llave” que
abre y que cierra los distintos actos que vamos desplegando.
Ayuda
mucho a efectuar aquello de las acciones como si de liturgia se tratara, con
reverencia y atención suma. Esas dos
frases, la que abre y la que cierra la actividad, las deberíamos repetir
lentamente y con el mayor de los afectos, al tiempo que pedimos ayuda
interiormente para santificar eso que vamos a hacer.
Del día 6
–
En todas
partes, y siempre, Dios está con nosotros, cerca de nosotros y en nosotros.
Pero
nosotros no estamos siempre con él, puesto que lo olvidamos; y porque lo
olvidamos nos permitimos muchas cosas que no haríamos bajo su mirada.
Tomad
esto a pecho, haced un hábito de vivir en ese recogimiento.
Que
vuestra regla sea estar siempre con el Señor, manteniendo el intelecto en el
corazón, sin dejar vagabundear vuestros pensamientos; volved a traerlos cuantas
veces se extravíen, mantenedlos encerrados en el secreto de vuestro corazón, y
haced vuestras delicias de esta conversación con el Señor.
“Así voy
ahora, pues, recitando sin cesar la oración de Jesús, que me resulta más
querida y dulce que todas las cosas del mundo.
A veces hago más de sesenta verstas en un día
y no me doy cuenta de que camino; sólo siento que voy diciendo la oración.
Cuando
sopla un viento frío y violento, rezo la oración con más atención y en seguida
entro en calor. Si el hambre es demasiada, invoco más a menudo el nombre de
Jesucristo y no me acuerdo de haber tenido hambre. Si me siento enfermo y mi
espalda o mis piernas comienzan a dolerme, me concentro en la oración y dejo de
sentir el dolor.
Cuando
alguien me ofende, pienso tan sólo en la bienhechora oración de Jesús, y muy
pronto desaparecen la ira o la pena y me olvido de todo. Mi espíritu se ha
vuelto muy sencillo.
Nada me
preocupa, nada me da cuidado, nada exterior me distrae y quisiera estar siempre
en la soledad; estoy habituado a no sentir sino una sola necesidad: rezar
incesantemente la oración, y cuando lo hago así, una gran alegría invade todo
mi ser”.
Breve
comentario
Estimad@s
en Cristo. Llegamos al último día de ejercicio espiritual en torno al primer
relato de El Peregrino Ruso. No estaría mal si disponen de unos minutos leerlo
nuevamente con tranquilidad. Dejarnos influir por el espíritu que alienta en
él.
Sobre
todo, una actitud humilde, fervorosa, de una búsqueda profunda de la unión con
Dios. Nuestra vida no es como la del peregrino, ni por la cultura ni por la
época en que nos toca vivir.
Sin
embargo, su radicalidad puede ser vivida por nosotros interiormente. Buscando
sobre todo una disposición constante hacia la oración y un anhelo de vivir en
Su presencia.
No
importa si no podemos permanecer mucho sentados en quietud recitando la oración
de Jesús. Hagámosla caminando, trabajando, en el transporte público, al irnos a
descansar. Lo importante es que este mes
de ejercicio espiritual nos genere el hábito de tenerla por compañía.
Seamos
pacientes con nosotros mismos. Tratémonos como a un amigo. No pretendamos la
proeza ascética que nos lleva al orgullo, no el logro precoz que nos puede mal
formar en la oración. Seamos pacientes pero constantes, tranquilos pero
determinados.
¿Me
acuerdo varias veces en el día de la oración de Jesús? ¿La repito al menos unas
cuantas veces en esas ocasiones en que la recuerdo? Entonces estoy haciendo muy
bien el ejercicio espiritual.
Acceder a
la oración continua y a la oración del corazón es quizá el mayor bien que puede
obtenerse en esta vida. Apliquemos toda la paciencia que vale la pena.
Ejercicio
básico
Pensar en
nuestros seres queridos, o en aquellos que se han encomendado a nuestras
oraciones…
Repetir
diez veces al menos la oración de Jesús por cada uno de ellos. Por ejemplo:
¡Señor Jesucristo, ten misericordia de Javier!
Hacer
esto a lo largo del día, cuando podamos, llegando a la noche habiendo recorrido
todas las personas por las cuales queríamos orar.
Cuando
hago efectúo la oración por este prójimo, lo hago recordándolo con afecto,
concentrando en el corazón mi bondad para con él, mi deseo de que mejore, de
que se alegre, que pueda concretar sus búsquedas etc.
Pongamos
a nuestro prójimo a los pies del Santo Nombre de Jesús, ofrezcamos esta,
nuestra pequeña ascesis con la intención de que crezca la felicidad de nuestros
semejantes.
Del día 7
–
Dile…,
dile muchas veces al Señor que le amas…, que le amas con locura, que le amas
hasta morir de amor.
Repíteselo
sin cansancio, aunque no lo sientas, aunque no lo creas, aunque no lo veas.
Díselo
una y mil veces, porque estas cosas que se dicen sin sentirlas cuando se
repiten mucho luego se sienten sin decirlas.
“Infeliz,
que he perdido el único tesoro de mi vida sin haberlo aprovechado como debía.
Mejor me hubiera sido morir que vivir así sin mi alimento espiritual.
Jamás
podré volverlos a tener. Por espacio de dos días apenas si pude caminar por la
aflicción; al tercer día, caí sin fuerzas junto a un matorral y me dormí. Y he
aquí que, en sueños, me vi en el eremitorio, en la celda de mi starets, a quien
lloré mi dolor.
El
starets, después de haberme consolado, me dijo: —Que este acontecimiento te
sirva de lección de desapego de las cosas de la tierra, a fin de poder volar
más libremente hacia el cielo. Esta prueba te ha sido enviada a fin de que no
caigas en la voluptuosidad espiritual.
Dios
quiere que el cristiano renuncie a su propia voluntad y a todo apego a ella,
para poder ponerse así enteramente en los brazos de la voluntad divina.
Todo lo
que Él hace es para el bien y la salvación de los hombres. Él quiere que todos
los hombres sean salvos.
De modo
que ten ánimo y cree que Dios dispondrá con la tentación el éxito para que
podáis resistirla. Pronto recibirás un consuelo mayor que todas tus penas.
Al oír
estas palabras, desperté y sentí en mi cuerpo fuerzas renovadas y en mi alma
como una aurora y una nueva tranquilidad. ¡Qué se cumpla la voluntad de Dios!,
dije.
Me
levanté, hice la señal de la cruz y partí. La oración obraba de nuevo en mi
corazón como antes, y durante tres días seguí tranquilo mi camino…”
Ejercicio
básico y comentario
Estimad@s
en Cristo Jesús, Para el día que se inicia os proponemos dos tareas:
La
primera es la lectura del segundo relato de El Peregrino Ruso. Es más extenso
que el primero y como pedimos una lectura orante (tranquila y reflexiva) quizás
algunos no puedan completarlo debido a su falta de tiempo. En ese caso se toman
dos días.
La
segunda tarea consiste en sintetizar la experiencia de la primera semana de
manera muy breve. No más de dos o tres renglones. Hacer el esfuerzo para esto,
debido a que, de ese modo, uno se obliga a buscar lo esencial de lo vivido. Sea
lo que sea, positivo o negativo, acerca de un tema o de otro, lo más importante
que hayan vivido esta semana de ejercicio espiritual.
En cuanto
a la práctica en si misma, queda librada al gusto de ustedes. Quien desee
efectuará el ejercicio sentado y en quietud, quién lo prefiera caminando, otros
en voz audible y habrá alguno que quiera atender al corazón o a la respiración
mientras repite la frase de la oración. Algunos más quizás combinen y sumen más
de una forma.
También
estará sin duda el que no pueda hacer ningún ejercicio y solo recuerde su
anhelo de progreso espiritual y eso también vale por supuesto, ya que es un
avance respecto de la inercia anterior. Esos deseos son oración.
Agradecemos
los comentarios y el apoyo que se brindan unos a otros. Es importante no
decaer, cosa habitual al pasar la novedad del ejercicio espiritual, en la
perseverancia se cultiva los mejores frutos. Un saludo para tod@s invocando a
Jesucristo.
Del día 8
–
Velar
sobre el corazón, mantenerse con el intelecto en el corazón, descender de la
cabeza al corazón, todo esto es lo mismo.
El núcleo
de ese trabajo es reunir la atención y permanecer en presencia del Señor
invisible, no con la cabeza sino en el pecho, cerca del corazón y en el
corazón.
Cuando
llegue el calor divino, todo esto estará claro para vosotros.
Reuníos
en vosotros mismos y tratad de no abandonar el corazón, pues el Señor se
encuentra allí. Intentad arribar a ello, trabajad en ello.
Cuando
hayáis alcanzado ese estado, comprenderéis cuan precioso es.
Día
9 – Reemplazar un hábito por otro
“No me
acuerdo ya muy bien, pero creo que di alguna cosa al monje; tomé su Evangelio y
lo eché en mi baúl entre mis otras cosas, olvidándolo completamente.
Algún
tiempo después llegó el momento de beber. Tenía unas ganas terribles de
hacerlo; abrí el baúl para coger algún dinero y entrar en la taberna.
El
Evangelio se me presentó delante de los ojos y, acordándome de repente de todo
lo que me había dicho el monje, lo abrí y comencé a leer el primer capítulo de
San Mateo.
Lo leí
hasta el fin sin entender cosa alguna; pero me acordé de lo que me había dicho
el monje: “No importa que no entiendas nada; basta con que leas con atención”.
¡Está
bien!, me dije; leamos un capítulo más. La lectura me pareció más clara. Veamos
el tercero; apenas lo había comenzado, cuando se oyó una campana: era la
retreta o llamada de la tarde.
Y ya no
había tiempo de salir del cuartel, con lo que me quedé sin beber por aquel día.
Al día
siguiente, por la mañana, estando para salir a comprar aguardiente, me dije: ¿Y
si leyese un capítulo del Evangelio? Después veremos.
Lo leí y
no me moví. Algo después tuve de nuevo ganas de beber, pero me puse a leer y me
sentí aliviado. Me sentí fuerte igualmente, y a cada asalto de la tentación de
beber la vencía leyendo mi capítulo del Evangelio.
Cuanto
más tiempo pasaba, me iba mejor. Cuando hube acabado los cuatro Evangelios, mi
pasión por el vino había desaparecido completamente; me era ya del todo
indiferente.
Y hace ya
veinte años que no he llevado a mis labios ninguna bebida fuerte. Todos se
extrañaron de mi cambio…”
Ejercicio
básico y comentario
¿Existe
en nuestra vida algún hábito que quisiéramos erradicar? O, al menos, ¿alguna
conducta de cierta recurrencia que quisiéramos dejar atrás?
Puede ser
algo que se manifiesta en mi comportamiento exterior (lo que habitualmente se
llama vicio) o en lo interior. Un ejemplo de esto último podría ser el
deprimirme a cierta hora del día o cada vez que vuelvo del trabajo o cuando me
quedo solo etc.
Detectar
esta faceta del hombre viejo que queremos abandonar y encontrar el nuevo hábito
que vamos a anteponer para reemplazar la tendencia, es el ejercicio que os
proponemos para esta jornada.
Lo que
sugiere el peregrino ruso resultará excelente, aunque quizás pueda leerse menor
cantidad si tenemos poco tiempo. Puede ser comenzar a escribir un icono o rezar
un rosario de la oración de Jesús o acudir a párrafos ya seleccionados de un
autor espiritual que me motive especialmente.
Es
importante esto de reemplazar. Da más resultado que la confrontación directa
con el hábito que queremos desarraigar y estamos utilizando la misma fuerza,
pero en dirección elevada.
Tal cual
le cuenta el capitán al peregrino, pasado el momento preciso del “ataque”,
luego se facilita olvidar ese apremio que teníamos y continuar el día para
bien.
Mientras
tanto y al margen del ejercicio propuesto, tratemos cuanto menos de rezar unas
pocas repeticiones de la oración de Jesús en diferentes momentos del día.
Sacralicemos de este modo lo cotidiano.
Al
levantarnos, al mediodía, cuando atardece y antes del descanso nocturno, pueden
ser nuestros “momentos fuertes” para repetir la oración de Jesús, con mayor
concentración.
Un saludo
fraterno para todos, invocando a Jesucristo.
“La misma
causa que eleva al espíritu es la que suscita la extrema humildad. Lo que eleva
al alma hasta la altura infinita es también lo que más le abaja. La humildad es
el inicio de la contemplación, y la contemplación es la perfección de la
humildad.”
Calixto
El Patriarca
“El
espíritu no se puede purificar al margen de este dolor… (el arrepentimiento) no
hay nada mejor que conocer la propia debilidad e ignorancia.”
Pedro
Damasceno
“Feliz el
hombre que conoce su propia debilidad, este conocimiento es el fundamento, la
raíz, el inicio de toda bondad. En efecto, cuando se ha experimentado la propia
debilidad, el alma queda protegida de toda posible vanidad, de esa vanidad que
oscurece el conocimiento”.
Calixto e
Ignacio Xantohopouloi
“El
hombre que se postra ante Dios de todo corazón, buscando que únicamente se haga
la voluntad de Dios, empieza a ver que sus propias faltas son numerosas como
las arenas del mar.”
Pedro
Damasceno
“Tal es
el origen de la iluminación del alma, y tal es el signo de que empieza a
sanarse.”
“…
Habiendo cerrado los ojos, dirigía mi mirada hacia el corazón, procurando
representármelo tal como se encuentra en la parte izquierda del pecho y
escuchando sus latidos.
Primero
practiqué este ejercicio durante media hora, varias veces al día. Al principio,
no veía más que tinieblas; pero bien pronto mi corazón apareció y comencé a
sentir su profundo movimiento; después, conseguí introducir en mi corazón la
oración de Jesús, y hacerla brotar de él, según el ritmo de la respiración…
Para
conseguirlo, miraba mentalmente a mi corazón, inspiraba el aire y lo retenía en
mi pecho diciendo: «Señor Jesucristo», y lo espiraba añadiendo: «tened piedad
de mí». Al principio me ejercité en esto durante una o dos horas, después me
apliqué cada vez con mayor frecuencia a este ejercicio, y al fin me ocupaba en
él casi todo el día.
Cuando me
sentía pesado, fatigado o inquieto, en seguida leía en la Filocalía los pasajes
que tratan de la actividad del corazón, y pronto volvían a renacer en mí el
deseo y las ansias por la oración.
Al cabo
de tres semanas, sentí un dolor en el corazón, y luego un agradable calor y
gran sentimiento de consuelo y de paz. Esto me dio mayores fuerzas para
ejercitarme en la oración, a la cual iban todos mis pensamientos, y comencé a
sentir una gran alegría.
A partir
de aquel momento, de vez en cuando sentía diversas sensaciones nuevas en el
corazón y en el espíritu. A veces era como una agitación en mi corazón y una
agilidad, una libertad y un gozo tan grandes, que quedaba transformado y me
veía en éxtasis.
A veces,
sentía muy ardiente amor a Jesucristo y a toda la divina creación. A veces las
lágrimas corrían sin esfuerzo de mi parte como un reconocimiento al Señor, que
había tenido compasión de mí, pecador empedernido.
A veces
mi pobre y limitado espíritu se llenaba de tales luces, que comprendía con toda
claridad cosas que antes yo no hubiera podido siquiera concebir.
A veces
el dulce calor de mi corazón se extendía por todo mi ser y empezaba a sentir
con gran emoción la presencia del Señor.
Y a
veces, en fin, sentía una intensa y profunda alegría al pronunciar el nombre de
Jesucristo y comprendía el significado de sus palabras: El Reino de Dios está
dentro de vosotros.
Ejercicio
básico y comentario
Estimad@s
en Cristo Jesús:
En este
décimo día, hemos de tomar contacto con el ejercicio que bien se describe en el
párrafo transcripto arriba, para encontrar el lugar del corazón.
Como todo
lo que vamos sugiriendo, cada uno adaptará a sus posibilidades lo planteado.
Hay quienes llegan al lugar del corazón mediante lo que sugiere Monje Nicéforo,
que es reemplazando todo pensamiento por la oración de Jesús, para que esto por
si solo permita luego el descenso de la oración al lugar del corazón.
La
práctica que nos propone el peregrino en esta ocasión es directa, quizás más
rápida, pero requiere mucha concentración y como pueden ver en el párrafo
citado, mucha dedicación.
¿De qué
manera llegará la efusión de la gracia a mi corazón? Solo Dios lo sabe. En
nuestras manos está la aplicación, el esfuerzo sincero, la búsqueda tranquila.
Una
aclaración: Uno debe tratar de asociar la respiración a la oración mientras se
va escuchando al corazón latir. (No asociar adrede los latidos a la oración,
esto se dará luego por si solo si fuera el caso)
Una
sugerencia: Empezar a practicar esto por períodos de
diez minutos.
A quién
esto le resulte demasiado complicado o dificultoso, continúe con la forma en
que viene trabajando los días anteriores, tratando de perseverar. No
mortificarse sino se sienten particularmente atraídos hacia esta forma de
practicar la oración de Jesús. Siempre ha de distinguirse el justo esfuerzo del
auto forzamiento nocivo.
Un saludo
para todos invocando a Jesucristo.
Del día
10 –
Calixto
Telicoudes
“La
atención es una incesante paz y dulzura de corazón, más allá de todo pensamiento. Sin agotarse y sin interrumpirse,
el alma respira e invoca siempre a Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que es Dios
al mismo tiempo y solo a Él…”
Hesiquio
de Batos
“La
oración de Jesús tiene, pues un cierto aspecto técnico que precisa de un
adiestramiento. Pero no se puede reducir a una simple mecánica, porque “nadie
puede decir – Señor Jesús – sino por influjo del Espíritu Santo” (1 Cor 12, 3)”
Lo cual
no impide que las indicaciones concretas dadas por los monjes sean de una gran
ayuda, porque son fruto de su propia experiencia.
Así,
Gregorio del Sinaí recomienda sentarse sobre un asiento bajo, en un rincón
oscuro de la celda, y permanecer el mayor tiempo posible con la cabeza
inclinada hacia el corazón, repitiendo sin cesar la oración de Jesús…”
Día
11 – Vigilar la buena semilla
“… todos
aquellos que se entregan con mayor ardor a la oración están más expuestos a
terribles y fortísimas tentaciones.
Luego me
dijo: —¡Animo y no decaigas nunca de valor! No olvides las palabras del
Apóstol: Mayor es quien está en vosotros que quien está en el mundo.
Ahora has
visto por experiencia que no hay tentación que esté sobre las fuerzas del
hombre. Porque Dios dispondrá con la tentación el éxito para que podáis
resistirla.
Por la
esperanza en el auxilio del Señor fueron sostenidos los santos, que no pasaron
la vida solamente rezando, sino que buscaron, por amor, enseñar y dar luz a los
demás. Mira lo que dice a este propósito San Gregorio de Tesalónica:
“No basta
orar incesantemente según el mandamiento divino, sino que debemos exponer esta
enseñanza a todos: monjes, laicos, inteligentes o simples, hombres, mujeres o
niños, a fin de despertar en ellos el celo por la oración interior”.
El
bienaventurado Calixto Telicoudas se expresa de la misma manera: “La
actividad espiritual (es decir, la oración interior) —escribe—, el conocimiento
contemplativo y los medios de elevar el alma no se han de guardar para uno
mismo, sino que se deben comunicar por la escritura o por el discurso a fin de
procurar el bien y el amor de todos.
Y la
Palabra de Dios declara que el hermano a quien su hermano ayuda es como una
ciudad alta y fortificada.
En todas
estas cosas hay que huir de la vanidad con toda la fuerza del alma, y vigilar
para que la buena semilla de las divinas enseñanzas no sea arrastrada por el
viento.”
Ejercicio
básico y comentario
La
práctica de la oración de Jesús admite diferencias, porque todos somos
diferentes.
Hay
diferencias en la frase que elegimos, en nuestros momentos “fuertes” de
práctica, en si nos ayuda más la quietud, el movimiento, la respiración o la
atención al corazón… algunos quieren probarla, otros adoptarla para siempre.
Pero
todos buscamos la unión con Dios. Seamos conscientes o no de ello, todos Le
amamos.
Él es El
Amado de nuestra vida. Es a Él a quién perseguimos en cada acto que ejecutamos,
desde los más triviales a los más significativos. Nunca hemos querido otra
cosa.
Recordemos
cuan presurosos seguíamos a nuestra madre cuando se alejaba apenas un poco de
nosotros. Cómo esperábamos ansiosos aquel regalo prometido; la alegría luego de
aquél primer beso, la anticipación de un viaje, la reunión de amigos.
El gozo
del nacimiento, el abrazo de reconciliación, la satisfacción ante una obra
terminada… ese brillo en aquella mirada. Que particulares aquellas sensaciones,
cuando tronaba y ya se olía la lluvia próxima, cuando esperábamos la comida en
la mesa, cuando papá volvía del trabajo, ¡qué alegría!
¿A quién
sino a Él hemos buscado en todo ello? Sin Su invisible presencia no está el
buscador ni lo buscado y tampoco lo encontrado. Sin Él no hay nada, porque como
han dicho algunos santos: “Solo Él Es”.
Pero todo
momento luego expiró y todo encuentro se transformó en nueva búsqueda, cada
cosa maravillosa llevaba en sí la impronta de lo fugaz. Aquellas luces se
opacaban, un velo de nostalgia nos envolvía hasta desaparecer también bajo un
rutinario olvido. Las presencias trocaban siempre en ausencias.
¡¿Señor dónde
estás?!
Aunque
cueste creerlo, la luminosidad de todo aquello no estaba en las cosas, sino que
fluía desde dentro a través de la mirada. Era Él que se hacía presente y
transmutaba el mundo. ¿No había acaso amor en cada uno de esos recuerdos?
Mientras
continuamos estos días repitiendo con intensidad la oración de Jesús, cada cual,
de la manera más conveniente para sí, sigamos el rastro a ese amor que vive en
nuestro corazón, percibamos cuanto amamos lo que vemos, cada instante que
vivimos.
Porque
cuando allí nos situamos, cuando esa calidez enorme encontramos es que nos
hemos acercado. No nos engañemos, cuando amamos es su manto el que tocamos.
Del día
11 –
…El
espíritu, una vez en el corazón, no se detenga solamente en la contemplación,
sin hacer nada más. Allí encontrará la razón, el verbo interior gracias al cual
razonamos y componemos obras, juzgamos, examinamos y leemos libros íntegros en
silencio, sin que nuestra boca profiera una palabra.
Que
vuestro espíritu entonces, habiendo encontrado el verbo interior, sólo le
permita pronunciar la corta oración llamada monológica: “¡Señor Jesucristo, Hijo
de Dios, ¡tened piedad de mí!”
Pero esto
no basta. Debéis además poner en movimiento la potencia volitiva de vuestra alma,
en otros términos, decir esta oración con toda vuestra voluntad, con toda
vuestra potencia, con todo vuestro amor.
Mas
claramente, que vuestro verbo interior aplique su atención, tanto con su vista
mental como con su oído mental, a esas únicas palabras, y mejor aún, al sentido
de las palabras.
Así,
permaneciendo sin imágenes ni figuras, sin imaginar ni pensar ninguna otra
cosa, sensible o intelectual, exterior o interior, se producirá algo bueno.
Pues Dios
está más allá de todo lo sensible y lo inteligible. Por lo tanto, el espíritu
que quiere unirse a Dios por la oración debe salir de lo sensible y lo
inteligible y trascenderlo para obtener la unión divina.
De “Nicodemo,
el hagiorita” (1749–1809)
Día
12 – Los misterios de la sagrada escritura
“Por esa
época, leía también mi Biblia y veía que empezaba a entenderla mejor;
encontraba en ella menos pasajes oscuros. Razón tienen los Padres al decir que
la Filocalía es la llave que descubre los misterios encerrados en las
Escrituras.
Bajo su
dirección, comencé a comprender el sentido oculto en la Palabra de Dios;
descubrí lo que significan el hombre interior oculto en el corazón, la
verdadera oración, la adoración en espíritu, el Reino de Dios dentro de
nosotros y la intercesión del Espíritu Santo; entendí el sentido de estas
palabras:
Vosotros
estáis en mí, dame tu corazón, revestíos del Señor Jesucristo, los desposorios
del Espíritu en nuestros corazones, la invocación: ¡Abba, Padre!, y otras
muchas cosas.
Cuando
oraba en lo más profundo de mi corazón, todas las cosas que me rodeaban
aparecíanme bajo un aspecto encantador: árboles, hierbas, aves, tierra, aire,
luz, todas parecían decirme que existen para el hombre y que dan testimonio del
amor de Dios por el hombre; todas oraban, todas cantaban la gloria de Dios.
Así
llegué a comprender aquello que la Filocalia llama «el conocimiento del
lenguaje de la creación», y veía cómo es posible conversar con las criaturas de
Dios.”
Ejercicio
básico y comentario
Estimad@s
en Cristo Jesús.
El
peregrino se alimentaba constantemente de la Sagrada Escritura.
Su vida
giraba en torno a la oración de Jesús, y a la vez, se apoyaba en tres pilares
que le hacían de fundamento: La liturgia (asistía con suma frecuencia) la
dirección espiritual (que buscaba con humildad y persistencia) y la lectura de
la Biblia (que interpretaba a la luz de la Filocalia)
La
oración de Jesús necesita para enraizar en nosotros de una vida lo más
tranquila posible (y en paz con todos según dice monje Nicéforo) y una cierta
coherencia evangélica que la contenga y le permita crecer.
Un
ejercicio que puede hacerse cotidiano, aun en la complicada vida moderna, es el
tomarse unos pocos minutos para hacer lectio de la sagrada escritura.
Consiste
en leer muy lentamente unos versículos de la escritura, tratando de escuchar en
el corazón lo que El Señor nos habla a través de ella.
Os
proponemos incorporar este ejercicio. Quizás al levantarse (madrugar un poco
más) o antes de acostarse (suprimir un poco de televisión y reemplazarlo por
esto) ayudarán a nuestra intención de oración continua.
Algunos
se desalientan si leen mucho texto bíblico que se les dificulta entender o
interpretar. Elegir un libro de la Biblia (algunos padres sugieren alternar uno
del viejo con uno del nuevo testamento) e ir avanzando muy de a poco,
paladeando los versículos como si de muy buen vino se tratara.
Dejar que
el texto nos impregne el alma, mientras vamos repitiendo poco a poco la oración
de Jesús, tomándole el ritmo. Habrá quienes tienen ya su propia forma de hacer lectio,
está muy bien, aquí solo sugerimos un modo que puede ser de utilidad.
Entonces,
a nuestra práctica de la oración de Jesús que venimos llevando adelante sin
desalentarnos (estamos haciendo el hábito) le agregamos cada día un breve
ejercicio de lectio divina.
Un saludo
fraterno para tod@s invocando a Jesucristo.
Día
13 – Certeza de Su cercanía
“En medio
de estas bienhechoras consolaciones, iba echando de ver que los efectos de la
oración aparecían bajo tres formas: en el espíritu, en los sentidos y en la
inteligencia.
En el
espíritu, por ejemplo, la dulzura del amor de Dios, la tranquilidad interior,
el arrobamiento del espíritu, la pureza de los pensamientos, el esplendor de la
idea de Dios; en los sentidos, el agradable calor del corazón, la plenitud de
dulzura en los miembros, el estremecimiento de gozo del corazón, la ligereza y
vigor de la vida, la insensibilidad ante las enfermedades y el dolor; en la
inteligencia, la iluminación de la razón, la comprensión de las Santas
Escrituras, el conocimiento del lenguaje de la creación, el desapego de vanos
cuidados, la conciencia de la suavidad de la vida interior, la certidumbre de
la proximidad de Dios y de su amor por nosotros.
Después
de cinco meses de soledad en estos trabajos y en esta felicidad, me iba
habituando tan bien a la oración del corazón que la practicaba
ininterrumpidamente, y al fin noté que ella se hacía de por sí sola, sin
actividad alguna de mi parte; brotaba en mi espíritu y en mi corazón no sólo en
estado de vigilia, sino también durante el sueño, y no se interrumpía ni un
solo instante.”
Ejercicio
básico y comentario
Estimad@s
en Cristo Jesús.
Vamos a
tratar de reforzar nuestra práctica de la oración, insistiendo con aquello de
iniciar cada actividad y de terminar cada actividad repitiendo una o dos veces
nuestra frase elegida de la oración de Jesús.
Quizás,
esto permita continuar repitiendo la oración un tiempo más, vocal o
mentalmente, mientras se desenvuelve el día. Como si con estas invocaciones
tratáramos de “agarrar el ritmo” para luego continuarlo.
Si fuera
posible, tratemos de darles profundidad a estas breves invocaciones, deteniendo
un instante nuestro movimiento, respirando hondo, aflojando un poco el cuerpo…
¿Que
buscamos sobre todo? Realizar esas actividades en presencia de Dios. Permanecer
perceptivos a lo sagrado que está también presente allí en medio de la aparente
rutina y descubrir cómo podemos estar serenos y silentes en medio del tumulto y
el ruido.
Un saludo
fraterno para tod@s invocando a Jesucristo.
“Cuando
el espíritu mira lo múltiple, ve en cada cosa lo que es espiritual e
inteligible.
No mira
lo que hace que cada cosa sea un ser aislado, sino lo que hace que todo forme
parte de una unidad”
Calixto
Cataphygiotés
A través
de las “razones” de las cosas, el espíritu descubre “La providencia de Dios que
dirige el mundo, de la cual ningún recodo de la creación está privado, ya que
la providencia es la razón (logos) absoluta que ha moldeado la materia para
hacer el mundo”.
Antonio
el grande.
citado
por Javier Melloni en “Los caminos del corazón”
“Existe
un estado espiritual… en el que el espíritu entiende un lenguaje que no conocía
antes: la santa lengua de los ángeles que traen la luz y que hace pasar al
espíritu de lo corporal a lo incorporal. Este lenguaje ilumina al alma que lo
recibe.”
Juan de
Cárpatos
—“Reza
sobre todo la oración de Jesús; ella nos acerca a Dios más que todas las demás
oraciones y por ella conseguirás la salvación de tu alma.
La joven
me escuchó con atención y se condujo con toda sencillez según mis consejos. ¿Y
lo creeréis? Poco tiempo después me anunció que se había acostumbrado a la
oración de Jesús y que sentía el deseo de repetirla incesantemente siempre que
le era posible.
Cuando
rezaba, sentía alegría y finalmente un gran gozo, así como el deseo de
continuar rezando. Todo esto me causó gran contento, y le aconsejé que siguiera
rezando cada día más, invocando el nombre de Jesucristo…
Y sin
añadir una palabra más, el preboste se levantó y se fue a dormir. A mí, me
devolvieron a la prisión. Al día siguiente, muy de mañana, vinieron dos gañanes
que me dieron mis buenos azotes dejándome luego en libertad.
Yo me
alejé, dando gracias a Dios que me había permitido padecer en nombre suyo. Todo
esto me llenó de grandísimo consuelo y me animó más y más a la oración.
Estos
acontecimientos no me causaron la más pequeña aflicción. Parecía como si se le
acaecieran a otra persona y yo no fuera más que un espectador; y esto aun
cuando me estaban dando los azotes.
La
oración, que llenaba de alegría mi corazón, no me permitía prestar atención a
cosa alguna.”
Pedido a
los participantes
Estimad@s
herman@s en Cristo Jesús.
Hoy casi
en la mitad del ejercicio espiritual sobre el libro “El peregrino ruso”, como
base para crecer en la práctica personal de la oración de Jesús, queremos
pedirles que pongan un comentario donde simplemente y con toda verdad,
compartan cual es la mayor dificultad que viven para realizar esta oración
cotidianamente.
Partiendo
del hecho de que se sienten atraídos hacia este modo de oración, de que tienen
interés en practicarla o de crecer en ella… ¿Cuál es el mayor obstáculo,
interno o externo con el cual se encuentran?
Esos
comentarios servirán para efectuar posts durante el resto del ejercicio,
complementando la lectura de los dos relatos que siguen, tratando de facilitar
la superación de esas dificultades.
En cuanto
a la práctica para hoy, tratemos simplemente de ir creciendo.
No
importa el día que pasó, ni si me olvidé durante todo el día. Importa mañana,
acordarme cuando me despierte y comenzar el día con la invocación, recordar la
oración de camino al trabajo, apoyarme en ella cuando me enfrente a las
tensiones laborales, tomarme unos minutos para concentrarme solo en ella al
atardecer…
Un saludo
fraterno para todo@s invocando a Jesucristo.
Del día
14 –
¿Qué
hacer para poseer la paz del cuerpo y del alma?
Debemos
amar a todos los hombres como a nosotros mismos y estar prontos a morir en todo
momento.
En
efecto, el que recuerda su muerte siempre se hace humilde, se abandona a la
Voluntad de Dios y desea estar en paz con todos, amar a todos los hombres.
El
alma del humilde es como un mar; si uno lanza una piedra al mar, la superficie
del agua se agita un momento, luego la piedra se hunde en el abismo.
Así
toda pena es sepultada en el corazón humilde porque en él está la Fuerza de
Dios.
La
incredulidad proviene siempre del orgullo. El orgulloso quiere comprenderlo
todo con su razón, pero Dios no se revela más que al alma humilde.
Un
alma abandonada a la voluntad de Dios está siempre tranquila y llena de paz…
Escritos
espirituales de Silouane
Día
15 –¡Dios mío, ¡qué misterioso es el hombre!
“Caminé
durante mucho tiempo, y recorrí muchas regiones antes de llegar a Irkutsk. La
oración espontánea de mi corazón me sirvió de consuelo durante todo el camino,
y nunca dejó de alegrarme, si bien de diversas maneras; en ninguna parte, ni en
momento alguno me fue impedimento para ninguna cosa, y nada la pudo tampoco
disminuir.
Si
trabajo, la oración opera sola en mi corazón y realizo mi tarea con mayor
ligereza; si escucho o leo alguna cosa con atención, la oración no sufre
interrupción, y voy sintiendo a la vez una y otra, como si estuviera desdoblado
o como si en mi cuerpo trabajaran dos almas. ¡Oh, Dios mío, ¡y qué misterioso
es el hombre!…
Así me vi
de nuevo caminando por el camino solitario, y me sentía tan ligero como si de
mis hombros hubiera caído una pesada montaña. La oración me consolaba cada vez
más.
A veces
mi corazón hervía en un infinito amor a Jesucristo; y este hervor maravilloso
corría en oleadas bienhechoras por todo mi ser.
La imagen
de Jesucristo estaba tan fuertemente grabada en mi espíritu que, al pensar en
los hechos del Evangelio, me parecía como si los contemplase con mis propios
ojos. Esto me emocionaba y lloraba de alegría, y en algún momento sentía en mi
corazón una felicidad tal que no acierto a describirla.”
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
en Cristo Jesús.
Sería
bueno si pueden leer hoy el tercer relato de “el Peregrino ruso” que es breve.
Muchas
gracias por los comentarios contando sus dificultades con la práctica de la
oración de Jesús, trataremos de agregar respuestas, posts y/o artículos
referidos a los temas que se han planteado.
Igualmente,
si ustedes. tienen algún material de interés que quieran aportar envíenlo al
correo del blog que lo pondremos como enlace para que esté disponible para
tod@s.
Os
proponemos también un simple ejercicio:
Tratemos
de tomarnos dos o tres minutos solamente, por ejemplo, a mediodía, al atardecer
y al ir hacia el descanso nocturno y busquemos motivos para agradecer… para dar
gracias a Dios.
No lo
hagamos un acto formal, porque se supone que debemos dar gracias a Dios por
todo lo que tenemos, sino que verdaderamente, busquemos en eso que vivimos en
las horas que antecedieron, algo por lo cual sintamos agradecimiento.
Y si no
lo encontramos o si no aparece el sentimiento genuino, tomamos nota de ello y
en todo caso lo comentamos también. Todo sirve para el crecimiento de la
oración del corazón.
Un saludo
fraterno, invocando a Jesucristo.
Del día
15 –
“No se
debe confiar en las propias fuerzas. Al contrario, cuando alguna turbación
sobreviene en nuestro corazón, es preciso volverse enseguida hacia El Señor y
no cesar de invocarle hasta que la inquietud se haya apaciguado.
Hay que
sentirse como el hombre que se ahoga en la mar y se agarra a una tabla capaz de
levantarle y llevarle por encima del abismo. Él siente constantemente que está
a punto de zozobrar, pero al mismo tiempo, está tocando la tabla de salvación.
Esta es
una imagen justa de toda alma que, en el Señor, camina por la senda de la
salvación. Siente que por sí misma zozobraría, más al mismo tiempo, sabe que
hay salvación el Señor.
Estad
alerta. Dios os dará la fuerza. El sentimiento de la propia fragilidad es el
primer grado para obtener la ayuda de Dios”.
Correspondencia
del Obispo Teófano
Día
16 – No pongas tu esperanza sino en Dios
—“Te dejo
la casa y todo lo que tengo; vive como Dios manda, no engañes nunca a nadie y
sobre todas las cosas reza siempre a Dios; de Él nos viene todo lo que tenemos.
No pongas
tu esperanza sino en Dios, no dejes de ir a la iglesia, lee la Biblia y
acuérdate de nosotros en tus oraciones.
Aquí
tienes mil rublos de plata; guárdalos, no los gastes en cosas inútiles, pero
tampoco seas avaro; reparte entre los mendigos y las iglesias de Dios”.
Breve
comentario
La
divagación, es sin duda, una de las costumbres que más nos dificultan alcanzar
la oración continua o al menos la oración frecuente. Es ni más ni menos una
costumbre y como tal tiene el peso del hábito. Pero toda rutina puede
reemplazarse por otra del mismo modo que se adquirió la primera, es decir por
repetición de conductas.
Nos hemos
acostumbrado a dialogar en el interior de nuestra mente, desde la infancia ya
empezó a suceder esto en nosotros. Por lo general y en un trazo muy grueso, es
una salida, una “válvula de escape” que intenta ir compensando las carencias
que se nos presentan en el terreno físico, afectivo, de situación etc. Conviene
analizar brevemente esto, porque comprender las raíces del hábito, ayuda a
desterrarlo.
Veamos un
caso: “Estoy en la escuela, soy niño. Surge una discusión y una pelea con
otro niño, este lleva la ventaja y los demás compañeros/as ríen… mientras me
encuentro en el suelo algo lastimado”.
Con toda
seguridad, luego del suceso y ya volviendo a casa, la mente de ese niño empezó
a imaginar una situación que le restaurara la estima y los desequilibrios
afectivos que le quedaron luego de la pelea. “Imaginaba que lo golpeaba con
severidad y que era de él de quién se reían y le decía: – no te atrevas a
insultarme de nuevo – mientras entrábamos al aula, Lucía me miraba con
admiración”.
He ahí el
mecanismo básico de la divagación mental al que nos habituamos. A este “re –
crear” en la mente lo que no expresamos en el mundo o lo que aún no expresamos…
por cierto, esto admite muchas variantes y tintes y situaciones. Pero el
automatismo al que vivimos sometidos esta bosquejado.
Cuando intentamos
ponerle freno con la oración de Jesús, advertimos cuan de continuo se da esta
agitación y “trabajo” de la mente. Ciertamente, trabaja sin cesar, de día y de
noche. Y es este mecanismo de la mente el que podemos utilizar a nuestro favor
para llegar a cumplir la recomendación evangélica: “Orad sin cesar”. (Lucas
18:1) (1 Tes. 5:17)
Ejercicio
Mientras
continuamos en nuestro cotidiano, repitiendo la oración de Jesús, observemos la
naturaleza de nuestras divagaciones. Algo simple, no exhaustivo, “miremos de
reojo” – eso en lo que anda nuestra mente- y advertiremos temas recurrentes.
Pensamientos que van y vienen siempre en torno al mismo tema.
Esto nos
dará pistas sobre nosotros mismos, para luego trabajar en nuestra vida
concreta, intentando mejorar aquello que nuestra mente busca equilibrar a
través de la fantasía.
Un saludo
fraterno para todo@s , invocando a Jesucristo
Del día
16 –
“En
aquella época se reconocía que cada momento trae consigo un deber que hay que
cumplir con fidelidad, y eso bastaba para los espirituales de entonces.
Toda su
atención se concentraba en ello momento a momento, a semejanza de la aguja que
marca las horas y que, cada minuto responde al espacio que debe recorrer.
El
espíritu de aquellos hombres, movido sin cesar por el impulso divino, se
encontraba insensiblemente orientado hacia el nuevo objeto que se ofrecía a
ellos, según Dios lo quería, a cada hora del día.
Los
deberes de cada momento son las sombras bajo las cuales se oculta la acción
divina…
Así… los
deberes de cada instante, bajo sus oscuras apariencias, ocultan la verdad del
querer divino, único que merece nuestra atención.
… ¿Qué
descubren en ellos bajo la apariencia común de los acontecimientos que los van
llenando? Lo que se ve de fuera es semejante a lo que ocurre a los demás; pero
lo invisible que la fe descubre y discierne en ellos es nada menos que Dios
obrando grandes maravillas.
¡Oh pan
de los ángeles, maná celestial, perla evangélica, sacramento del momento presente!”
del “Tratado
del Santo abandono a la Providencia divina”
Día
17 – Una oración misteriosa
“No
sin dificultades, pidiendo prestado, pudimos levantar una pequeña cabaña y allí
vivimos como unos miserables. Mi esposa no tenía igual para hilar, tejer y
coser. Recibía encargos de la gente y trabajaba noche y día para poder darme de
comer.
Por el
estado de mi brazo, yo no era capaz ni siquiera de tejer calzados de cortezas.
Por lo general, ella hilaba o tejía y yo, sentado junto a ella, leía la Biblia;
ella escuchaba y a veces se echaba a llorar. Cuando yo le preguntaba: “¿Por qué
lloras? Gracias a Dios, aunque con dificultades, podemos vivir”, ella me
respondía: “Me emociono al oír las cosas tan bien escritas de la Biblia.”
También
nos acordábamos de las recomendaciones que nos había hecho el abuelo;
ayunábamos a menudo, leíamos todas las mañanas el himno acatista
y por la
noche hacíamos cada uno mil saludos delante de las imágenes para que nos
libraran de la tentación.
Así
vivimos tranquilamente durante dos años. Mas he aquí algo notable: no sabíamos
nada de la oración interior hecha en el corazón, ni siquiera habíamos oído
hablar de ella; hacíamos las inclinaciones como unos ignorantes, y sin embargo
el deseo de orar estaba allí, esta larga oración exterior no se nos hacía difícil
y hasta la rezábamos con gusto.
Sin duda
tenía razón aquel maestro que me dijo en cierta ocasión que en el interior del
hombre existe una oración misteriosa de la cual ni él mismo sabe cómo se
produce, pero que mueve a cada uno a orar según sabe y puede”.
Breve
comentario y ejercicio
Ayer
comentábamos acerca de una de las raíces de la divagación. Esa forma que asumen
los “diálogos internos” tendientes a compensar nuestras carencias más
habituales mediante la fantasía.
Por
supuesto hay divagaciones o pensamientos que tiene que ver con las
circunstancias. Como decía un hermano en un comentario: cuestiones del trabajo,
de la familia, dudas… es una especie de estado deliberativo de la mente, una
especie de sala de discusión en donde se barajan posibilidades, se discuten
alternativas etc.
Lo mejor
para silenciar a la mente en estos temas es acostumbrarse a ser organizados. De
tal manera que una vez al día o cada dos días nos tomemos un momento para
decidir y resolver mediante planificación mínima todas estas cuestiones. De ese
modo, no tendrá porque nuestro pensamiento andar organizando eso durante la
jornada, en medio de las actividades.
No
creamos que por darle vueltas a las cosas van a resolverse. Muchas veces el
pensar con atención unos pocos minutos organiza mejor las cosas que horas de
“divagación preocupada.
También
existe otra forma de distracción mental que no tiene que ver ni con nuestras
carencias sicológicas, ni tampoco con resolver problemas circunstanciales, sino
que deriva de una cierta pereza mental, que nos lleva a funcionar medio
adormilados.
Por
ejemplo, estamos limpiando el piso, pasando el trapo húmedo de una punta a la
otra del salón y nos sucede a veces que vemos a la mente “comentar” como si
fuera relator de televisión lo que hacemos: “Ahora paso por aquí… hace falta
más agua por acá… ¿quién habrá ensuciado aquí? Esta mancha parece mermelada…”
Todos
conocemos esa conversación interior, totalmente inútil, que no es más que el
funcionamiento automático de la mente, parecido al ronroneo de un gato. Es una
especie de descarga de tensiones, como ese “masticar sin comida” que suele
ocurrirnos o ese “cerrar el puño” sin nada para sostener.
Un poco
de actitud y determinación nos permitirá poner a la oración de Jesús en su lugar.
Así que, en este día de ejercicio espiritual, vamos a tratar, además de darle
continuidad a la oración de Jesús, de “descubrirnos” de sorprendernos en esos
momentos en los cuales el movimiento de la mente de aquí para allá no tiene ni
siquiera el propósito de resolver un problema.
Un saludo
fraterno para tod@s invocando a Jesucristo
Del día
17 –
“¡Oh,
vosotros todos los que teneis sed!
Sabed que
no tenéis que ir a buscar muy lejos la fuente de agua viva; ella brota muy
cerca vuestro, en el momento presente; daos prisa, pues, para correr a ella.
¿Porqué,
teniendo tan cerca la fuente, os fatigáis corriendo en pos de arroyuelos? Esos arroyuelos exacerban la sed, no os dan
el agua sino muy medida; solo la fuente es inagotable…
El
momento presente es siempre como un embajador que declara el designio de Dios.
El corazón pronuncia siempre el Fiat.
El alma
va deslizándose así por todas estas cosas a su centro y a su término… todo es
para ella un medio; todo le es instrumento de santidad sin diferencia alguna.
Lo único
necesario se encuentra siempre para ella en el presente…”
del
“Tratado del Santo abandono a la Providencia divina”
Día
18 – Descubrir la luz interior
“Cualquiera
puede llegar a lo que yo he llegado; basta con sumergirse más silenciosamente
en su corazón e invocar un poco más el nombre de Jesucristo, y luego empieza a
descubrirse la luz interior, todo aparece claro y en esta claridad se hacen
patentes ciertos misterios del Reino de Dios.
Y es ya
un gran misterio el que el hombre descubra esta capacidad de entrar en sí, que
se conozca en verdad y que llore dulcemente sus caídas y su voluntad
pervertida…
Lo que
sucede es que estamos lejos de nosotros mismos y que no sentimos el menor deseo
de acercarnos; andamos siempre huyéndonos de miedo de encontrarnos frente a
nosotros mismos; preferimos las bagatelas a la verdad y pensamos: mucho me
gustaría llevar vida espiritual y ocuparme de la oración, pero no tengo tiempo
para eso; los negocios y las ocupaciones me impiden entregarme a estas cosas
con seriedad.
Pero
¿qué es más importante y necesario, la vida eterna del alma santificada, o la
vida pasajera del cuerpo por la que pasamos tantas fatigas?
Esta
es la explicación de por qué las gentes llegan o a la sabiduría o a la
animalidad”.
Comentario
Muy
estimad@s en Cristo Jesús.
Por
supuesto, la incorporación de la oración de Jesús a la propia vida, no se
producirá por la sola práctica de una técnica, ni tampoco por mucha
determinación que pongamos.
Además de
la gracia de Dios que siempre necesitamos como ayuda para cualquier obra que
emprendamos; nos hace falta un ambiente interior, un terreno en el cual pueda
germinar la semilla de la oración del corazón.
Esta
oración que pretendemos incesante requiere de un clima de confianza en la Providencia
de Dios.
Es
necesario creer que la vida humana tiene un sentido, que Dios es el depositario
del significado último de nuestros días y que además tenemos para Él valor como
individuos, como seres humanos que somos.
No puede
la planta echar raíces sin tierra, sin agua y sin sol que la atraiga hacia sí.
Nuestra oración no llegará a ser continua, ni brotará del corazón, ni
transformará radicalmente nuestro modo de ser y de estar en la vida, sino
contamos en nuestro mundo interior (el campo de cultivo) con esas convicciones,
que yo diría, son necesarias, resultan imprescindibles para que crezca nuestro
espíritu.
Por cierto,
esta fe profunda en el sentido de la vida, en el plan divino que la creó y
sostiene y en nuestro valor específico como persona humana irrepetible[1],
son una misma cosa con nuestra fe en la trascendencia. Creemos que hay una vida
más allá de esta y que precisamente en ella se encuentra respuesta a todas las
preguntas.
Los
cristianos no creemos en la realidad de la muerte o, en todo caso, sabemos que
es un mero tránsito, una pascua hacia nuestro verdadero hogar. Nos sabemos
exiliados, peregrinos en tierra extranjera como tantas veces se ha dicho y por
eso es por lo que oramos y que tratamos de no enajenarnos y de vivir recordando
nuestra verdadera naturaleza de hijos de Dios, nuestra estirpe espiritual.
Esta fe
con ciertas creencias que nos afirman y guían, son el clima adecuado desde
donde podrá crecer y hacerse fuerte la oración de Jesús. Una rápida lectura de
los relatos del Peregrino Ruso nos muestra que era alguien con profunda fe. No
vacilaba.
Esto le
permitía buscar el modo de cumplir con lo que la Palabra le pedía “Orad sin
cesar” y lo alentaba a seguir las orientaciones que recibía de su –staretz-.
¡Oh,
Señor Jesucristo, que nuestro corazón se transforme en un templo interior en el
que se canten perpetuas alabanzas!
Ejercicio
Mientras
continuamos con nuestra práctica perseverante de la oración de Jesús, según
aquella forma que nos resulta más propicia, examinemos en algún momento del
día, el estado de nuestra fe y miremos con sinceridad cuales son nuestras
creencias respecto de estas cuestiones importantes.
Atender a
no juzgarnos sino a observarnos. Ya mirar las cosas es darles cierta luz.
U saludo
fraterno, invocando a Jesucristo.
Del día
18 –
“¿Cómo
puedes saber que vives en conformidad con la voluntad de Dios?
He
aquí la señal: si te preocupa alguna cosa, esto quiere decir que no estás
completamente abandonado a la voluntad de Dios, aunque te parezca vivir según
su Voluntad.
El
que vive según la Voluntad del Señor, no se inquieta por nada.
Si
necesita una cosa, abandona eso, y a sí mismo, al Señor; lo deja todo en sus
manos; y si no recibe lo que necesita, permanece tranquilo, como si lo hubiese
recibido.
Suceda
lo que suceda, nada teme, sabiendo que es la Voluntad de Dios.
Si
le sobreviene una enfermedad, piensa: la enfermedad es necesaria para mí, de
otro modo el Señor no me la hubiera enviado.
De
este modo conserva la paz del cuerpo y del alma”.
Escritos
de Silouane del monte Athos
Día 19 – En la flaqueza se perfecciona mi poder
“—La
oración interior —dijo él—, es cosa difícil y aun casi imposible para los que
viven en el mundo; aun para que hagamos sin pereza la oración ordinaria tiene
que ayudarnos el Señor con todo su favor.
—No
habléis así, repliqué. Si fuera una empresa que sobrepuja a las fuerzas
humanas, Dios no la hubiera exigido a todos.
En
la flaqueza se perfecciona mi poder, y los Padres nos ofrecen medios que
facilitan el camino a la oración interior.
—Nunca
he leído cosa alguna referente a esto, dijo mi interlocutor.
—Si
queréis, yo puedo leeros algunos extractos de la Filocalía. Tomé este libro,
busqué un pasaje de Pedro Damasceno en la tercera parte, y leí lo que sigue:
«Debemos ejercitarnos en invocar el nombre del Señor, más que en la
respiración, en todo momento, en todo lugar y en toda situación.
Orad
sin cesar, dice el Apóstol; y con estas palabras enseña que nos hemos de
acordar de Dios en todo tiempo, en todo lugar y en toda ocupación.
Si
haces alguna cosa, has de pensar en el Creador de todo lo que existe; si ves la
luz, acuérdate de quien te la dio; si te acontece contemplar el cielo, la
tierra, el mar y las cosas que en ellos están contenidas, admira y glorifica a
Aquel que las creó; si te pones un vestido, piensa en Aquel a quien se lo debes
y dale gracias por él, a Él que provee a tu existencia.
En
una palabra, que todo movimiento te sea motivo para celebrar al Señor, y así
orarás sin cesar y tu alma estará siempre en la alegría.”
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
en Cristo Jesús.
Os
proponemos para hoy, comenzar la lectura del 4 ° relato de El peregrino ruso,
que ya ayer comenzamos a postear, debido a la brevedad del 3° relato.
Particularmente
tratar de leer hasta “Una familia ortodoxa” inclusive. Esta lectura efectuarla
de modo orante, es decir con una disposición interior similar a la de la
oración, abriendo el corazón para que el texto nos hable a nosotros, para que
la gracia actúe quizás en el alma a través de lo que leemos.
Nos
acercamos a los últimos diez días del ejercicio espiritual, sería bueno que
definamos personalmente de qué manera trataremos de acrecentar la práctica de
la oración de Jesús en esta fase final del ejercicio.
Algunos
pondrán la fuerza en el momento de la recitación sentados, buscando la
concentración a través de la quietud corporal. Otros, agregarán a eso la atenta
escucha de los latidos del corazón, o se dejarán guiar por la respiración, para
darle ritmo a la oración.
Habrá
quienes la formulen caminado, con la mente o con la voz, buscando con el
movimiento apaciguar inquietudes para poder liberar así la oración.
No faltan
los hermanos que la recitan como pueden, en medio de las tareas laborales de la
jornada, bendiciendo a otros con la mirada o con la mente, o utilizándola como
escudo ante los embates de la violencia reinante en las relaciones humanas.
Seguramente
están quienes la utilizan como llave para abrir y cerrar actividades, como un
modo de consagrar lo por venir ya desde el presente y también participan
aquellos que solo la recuerdan como un anhelo, que la cobijan como deseo para
realizarla en el futuro.
Como sea,
será bueno tratar de definir esa particular modalidad, que por ahora, en lo que
resta del ejercicio, usaremos para entrenar nuestro espíritu en la apertura a
la oración de Jesús.
La gracia
fluye siempre, el amor de Dios nos espera, precisamos solamente centrarnos en
Él.
_
¿Cómo debo hacer para conseguir la paz espiritual?
_Es
necesario serenarse -contestó sonriendo el Padre Doroteo.
_
¿Y qué quiere decir “serenarse”? – volví a preguntar.
_Puede
explicarse así: Cuando yo era un joven novicio en Valaam, mi starettz me dijo
un día: “Dimitri, es difícil para ti serenarte porque tu natural es demasiado
inquieto, alegre y movedizo. Si no te serenas, no te servirá de nada la vida
monástica”.
Entonces
le pregunté como tú acabas de hacerlo: “¿Qué quiere decir serenarse?” Mi
staretz respondió:
“Es
muy sencillo. Ahora estamos en verano y tus esperas que llegue el otoño para
que el trabajo del campo disminuya”. “Es verdad Padrecito”.
“Muy
bien. Vendrá el otoño y esperarás después el invierno, la cuaresma y Todos los
santos y cuando lleguen, esperarás la primavera, la Pascua y la Resurrección
gloriosa del Señor. ¿No es así?”. “Es verdad, Padre”.
“Pues
mira, ahora eres un novicio, ¿acaso no esperas la época de tu vestición?”. “Sí
Padrecito”. Y luego esperarás el manto y más tarde ser Abad.
Todo
esto quiere decir que aún no te has serenado. Porque cuando te dé igual la
primavera que el otoño, el verano que el invierno, la fiesta de los Santos lo
mismo que Pascua, ser novicio o monje y -vivas cada día con su propio afán-, ya
no te preocuparás, ni esperarás, y cumplirás enteramente la voluntad de Dios.
“Entonces
te habrás serenado” … en todo debe cumplirse la voluntad de Dios. Si la aceptas
de buen grado y con amor, y no confías en tus propias fantasías, habrás
conseguido serenarte.
Pero
tú todavía estás lejos de esto, Sergio Nicolaevich. Todavía te buscas a ti
mismo y sin serenidad no se consigue la “oración pura”.
Día
20 – ¿Tú rezas la oración de Jesús?
“…Cuando
los pobres se despertaron, fui en busca del ciego y lo llevé al jardín; nos
sentamos en un rincón solitario y comenzamos a hablar.
—Dime,
en el nombre de Dios y por el bien de tu alma, ¿tú rezas la oración de Jesús?
—Hace
mucho tiempo que la repito sin cesar.
—¿Qué
efectos produce en ti?
—Sólo
sé que ni de día ni de noche puedo prescindir de ella.
—¿Cómo
te reveló Dios esta actividad? Cuéntamelo con todo detalle, querido hermano.
—Así
lo haré.
Yo
soy un artesano de este lugar, que ganaba mi pan trabajando de sastre. Recorría
también las otras provincias, iba por los pueblos y cosía los trajes de los
campesinos.
En
una aldea, me aconteció que hube de quedarme bastantes días en casa de uno de
sus habitantes para vestir a toda su familia.
Un
día de fiesta en que nada había que hacer, vi tres libros en la repisa sobre
los iconos. Y les pregunté:
»—¿Hay
alguien entre vosotros que lea?
»Y
me respondieron:
»—No
hay nadie; esos libros eran de un tío; él era instruido.
»Tomé
uno de los libros, lo abrí al azar y leí las siguientes palabras, que todavía
recuerdo:
“La
oración continua consiste en invocar sin cesar el nombre del Señor; sentado o
de pie, en la mesa o en el trabajo, en toda ocasión, en todo lugar, en todo
tiempo se ha de invocar el nombre del Señor.”
»Reflexioné
en lo que había leído y vi que eso me convenía mucho; de modo que, mientras me
hallaba cosiendo, me ponía a repetir por lo bajo la oración y con esto me
sentía muy feliz…”
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
en Cristo Jesús.
Estos
últimos diez días, debemos incrementar, en la medida de lo posible, nuestra
práctica de la oración de Jesús.
Puede ser
útil centrarnos en la forma que más nos ha servido hasta ahora, aunque no por
eso hay que excluir la que pudiera ser oportuna en un cierto momento del día.
Volviendo
a la analogía con el fuego, uno comprueba que todo es dificultoso hasta que se
ha logrado que la base de la leña haya prendido bien, hasta que haya suficiente
cantidad de brasas y de calor en el hogar.
Cuando
esto se ha conseguido todo es más sencillo, es suficiente ir agregando un leño
de vez en cuando para que ya prenda por sí mismo y se sume a la hoguera.
Con la
oración de Jesús, es similar. Al principio hemos de bregar, de esforzarnos en
cierto modo, para abrirnos a la gracia al tiempo que acostumbramos la mente a
la oración. Después todo se hace más fácil y como en el párrafo de hoy que
citamos de “El peregrino…”, ya no se puede prescindir de ella.
Muchos
que intentan seguir el camino del Nombre y hacerse practicantes asiduos de la
oración de Jesús, abandonan luego de un tiempo, al no poder integrarla en sus
vidas. Sin embargo, esto puede deberse en algunos casos, no a falta de vocación
hacia esta forma de unión con Dios, sino a falta de “ese fuego inicial”.
Es
preciso que lleguemos a cierta intensidad en nuestro intento, a fin de que
cierto “calor” nos encienda el corazón. En las condiciones que nos toque vivir,
más allá de nuestras dificultades; si El Señor nos llama a la oración del
corazón, nos dará también las fuerzas para impregnar nuestra vida con ella.
Un saludo
fraterno para tod@s invocando a Jesucristo.
Del Día
20 –
Mi
Dios y Señor de mi vida,
líbrame
del espíritu de ociosidad,
del
desaliento, de mi propia voluntad
y
de las palabras vanas.
Pero
acuérdale, a Tu servidor,
el
espíritu de castidad, de humildad,
de
paciencia y de amor.
Oh,
mi Dios y mi Rey,
haz
que yo vea mis propios pecados
y
que no juzgue a mi prójimo,
ya
que tú eres bendito en los siglos de los siglos.
Amén.
de Efraín
el Sirio, regla de oración de Serafín de Sarov.
“Después
de haber escuchado mi lectura, el ciego me pidió que le enseñase un medio
práctico de encontrar el corazón por medio del espíritu, de introducir en él el
divino nombre de Jesucristo, y de orar así interiormente con el corazón.
Yo
le dije: —Indudablemente, tú no ves; pero por la inteligencia puedes
representarte las cosas que antes has visto: un hombre, un objeto o uno de tus
miembros, tu brazo o tu pierna. ¿Puedes imaginarlo con la misma claridad que si
lo vieras, y te es posible, aunque ciego, dirigir a él tu mirada?
—Sí
puedo —respondió.
—Entonces,
represéntate así tu corazón, vuelve tus ojos como si lo miraras a través de tu
pecho y escucha con tus oídos cómo trabaja, latiendo rítmicamente.
Cuando
te hayas acostumbrado a esto, esfuérzate por ajustar a cada latido de tu
corazón sin perderlo de vista, las palabras de la oración. Es decir, al primer
latido di o piensa Señor; al segundo, Jesús…; al tercero, cristo; al cuarto,
tened piedad; al quinto, de mí; y repite con frecuencia este ejercicio.
Esto
te será fácil porque ya estás preparado para la oración del corazón. Después,
cuando ya estés habituado a esta actividad, comienza a introducir en tu corazón
la oración de Jesús y a hacerla salir al mismo tiempo que la respiración; es
decir, al inspirar el aire di o piensa: Señor Jesucristo, y al espirarlo: Tened
piedad de mí.
Si
lo haces así a menudo y durante mucho tiempo, pronto notarás un ligero dolor en
el corazón, y luego se producirá en él un calor vivificante. Con la ayuda de
Dios, llegarás así a la acción constante de la oración en el interior del
corazón.
Pero
sobre todo guárdate de cualquier representación o imagen que brote en tu
espíritu mientras estés orando. Rechaza todas las imaginaciones, ya que los
Padres nos ordenan, para no caer en ilusiones, que guardemos el espíritu libre
y vacío de toda forma durante la oración”.
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
en Cristo Jesús.
Veamos si
podemos para el día de hoy, leer del 4° relato la parte de “El campesino
ciego”.
El
párrafo que posteamos hoy nos vuelve a llevar a ese aspecto, polémico para
algunos, de la oración del corazón y de como “encontrar el corazón por medio
del espíritu”.
Sin embargo,
no seríamos fieles a la esencia del relato si no lo incluyéramos, es que en
esta actividad del corazón es como el peregrino encuentra aquella paz
inalterable y esa alegría de la que nos habla en todo el libro.
Aunque
ciertamente esta forma ofrece alguna dificultad y requiere de tiempo y ciertas
condiciones ambientales para llevarse a cabo, brinda frutos de profundidad que
luego permiten mantener la oración en medio de los cambiantes estímulos
cotidianos.
Más allá
de ello, es hora de practicar con intensidad; como decíamos, con esta o con la
forma que más nos acomode, pero llega un momento en que uno pasa de la
información a la ejecución y eso es imprescindible para avanzar, en cualquier
área de la vida.
En lo
posible mantengamos el intercambio de nuestras vivencias para enriquecimiento
de todos.
Un saludo
fraterno, invocando el Nombre de Jesucristo.
Del día
21 –
“Entonces
el Padre Serafín me tomó por los hombros y apretándolos muy fuerte dijo:
– Los dos
estamos, tú y yo, en la plenitud del Espíritu Santo. ¿Por qué no me miras?
– No
puedo, Padre, miraros. Rayos brotan de vuestros ojos. Vuestro rostro se tornó
más luminoso que el sol. Tengo mal los ojos.
El Padre
Serafín dijo: No tengáis temor, amigo de Dios. También vos os habéis tornado
luminoso como yo. También estáis presente en la plenitud del Espíritu Santo, de
otro modo no habríais podido verme.
Después
de esas palabras, alcé mis ojos hacia él y, nuevamente, un gran temor se
apoderó de mí. Imaginaos el rostro de un hombre que os habla envuelto por los
rayos del sol del mediodía.
Veis el
movimiento de sus labios, la expresión cambiante de sus ojos, escucháis el
sonido de su voz, sentís la presión de sus manos sobre vuestros hombros, pero
al mismo tiempo no percibís sus manos, ni su cuerpo ni el vuestro, nada más que
una brillante luz que se propaga alrededor, a una distancia de muchos metros,
aclarando la nieve que recubre la pradera y cae sobre el gran staretz y sobre
mí mismo.
–
¿Qué sentís ahora? preguntó el Padre Serafín.
–
Me siento extraordinariamente bien.
–
¿Cómo “bien”? ¿Qué queréis decir por “bien”?
–
Mi alma está llena de silencio y paz inexpresables…”
de
“Conversación con Motovilov”
Día
22 – Luz en el interior del alma
“Mas los
efectos directos de la gracia de Dios, durante la oración del corazón, son tan
deliciosos que no hay lengua humana capaz de describirlos; a ninguna cosa
material son comparables; el mundo sensible es cosa muy baja comparado con las
sensaciones que la gracia despierta en el corazón.
El ciego
escuchó con gran atención estas palabras y todavía se hizo más humilde; la
oración se iba desarrollando sin cesar en su corazón y le producía un gozo
inefable…
Un mes
entero caminé poco a poco, e iba sintiendo cuán útiles nos son y cuánto bien
nos hacen los ejemplos vivos.
Leía a
menudo la Filocalía, y por lo que en ella leía, me iba confirmando en lo que le
había dicho al ciego. Sus ejemplos inflamaban mi celo y mi amor al Señor.
La
oración del corazón me hacía tan dichoso que no pensaba que fuera posible serlo
más en la tierra, y me preguntaba cómo podrían ser mayores que éstas las
delicias del Reino celestial.
Esta
felicidad no iluminaba solamente el interior de mi alma; también el mundo
exterior se me representaba bajo un aspecto encantador, y todo me invitaba a
amar y alabar a Dios: los hombres, los árboles, las plantas, los animales, todo
me resultaba familiar, y en todas partes encontraba la imagen del nombre de
Jesucristo.
A veces
me sentía tan ligero, que tenía la impresión de no tener ya cuerpo y de flotar
suavemente en el aire; a veces entraba totalmente dentro de mí mismo.
Allí veía
claramente mi interior y admiraba el maravilloso edificio del cuerpo humano;
otras veces sentía un gozo tan grande como si hubiera llegado a ser rey…“
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
en Cristo Jesús.
Continuemos
leyendo el cuarto relato del peregrino hasta terminarlo si fuera posible.
Sigamos
con nuestra práctica perseverante de la oración de Jesús, no buscando
modificaciones externas a la práctica sino interiorizarla, hacerla más
consciente, más sentida, más verdadera.
Vivamos
el desierto de no cambiar de forma, la llanura vacía de la sola persistencia.
Es aquí donde tiene oportunidad de templarse la fe.
Fe en el
valor del Nombre, fe en la gracia que acude en ayuda de quién se abre a ella,
fe en que Dios se hace presente para todo aquél que lo invoca con sincero
corazón.
Repitamos
la oración de Jesús, lo mejor que podamos y al iniciar el día, busquemos una
actitud de no juicio hacia los demás.
Tratemos
de encontrar esa mirada en la que se revela lo sagrado y por lo tanto nuestro
prójimo, como un peregrino hacia la casa de Dios, al igual que uno mismo y que
todos.
Los demás
son parte de la creación y del plan divino, busquemos la disposición que no
juzga, que acepta que mi hermano puede estar en un momento diferente del
camino, pero recordemos que todos vamos hacia el mismo seno del Padre.
Es
importante ir tornando apacible al corazón, haciéndolo manso en cuanto de
nosotros depende, para que pueda echar raíces más fácilmente en él la oración
del Santo Nombre de Jesús.
Un saludo
fraterno para tod@s invocando a Cristo.
Del día
22 –
“La
invocación del Nombre de Jesús empieza por la lengua, tratando de sumar a ella
el sentimiento del corazón.
Lo
primero es que la boca pronuncie la invocación y casi en el mismo acto, que el
corazón adhiera, que haya una afectividad referida a lo que se está diciendo e
invocando.
Esta
emoción ha de ser intensa, surgir desde lo entrañable. Esa es en definitiva la
verdadera invocación que llama, el estremecimiento del corazón que palpita por
Dios como el amado del alma.
La
oración de Jesús se alimenta del deseo, de un fuego de amor.
Existe
en lo profundo del hombre una llama devoradora que limpia toda intención ajena,
que barre con cualquier cosa que no sea Dios.
Esta
pasión por lo último, por aquello innombrable que supera toda comprensión; este
enamoramiento de la trascendencia que solo puede dar lo divino, es la semilla
de la oración de Jesús.
Si
leemos con detenimiento los relatos de un peregrino ruso a su padre espiritual,
veremos que lo que lo guía y conduce por las desoladas y solitarias llanuras
rusas es un impulso de tipo obsesivo. Él vive la mejor de las obsesiones,
quiere unirse con Dios a toda costa.
Esto
es necesario, este calor se precisa para que la oración se haga una con el
corazón; este corazón que es físico y que también es el centro anímico de la
persona.
En
realidad… el corazón es lo que somos, más que ninguna otra cosa…”
“—Celebráis
los oficios con gran piedad, Padre mío, pero también con mucha lentitud.
—Ciertamente
—me respondió—; y esto no gusta mucho a mis parroquianos y por ello murmuran.
Pero
pierden el tiempo, porque a mí me gusta meditar y ponderar cada palabra antes
de pronunciarla; si se les priva de este sentimiento interior, las palabras no
tienen ningún valor ni para uno mismo ni para los demás.
Todo
está en la vida interior y en la oración atenta. ¡Ah, y qué poco interesa a nadie
la actividad interior! —añadió—. No hay voluntad ni preocupación alguna por la
iluminación espiritual interior.
Yo
volví a preguntar: —¿Pero ¿cómo llegar a ella? ¡Es una cosa tan difícil!
—No
es difícil en modo alguno. Para recibir la iluminación espiritual y llegar a
ser un hombre interior, hay que tomar un texto cualquiera de la Escritura y
concentrar en él toda la atención tanto tiempo como se pueda. Por este camino
se llega a descubrir la luz de la inteligencia.
Para
orar, hay que proceder de la misma manera:
Si
quieres que tu oración sea pura y recta y que produzca buenos efectos, hay que
elegir una oración corta, compuesta de algunas palabras breves, pero enérgicas,
y repetirla durante mucho tiempo y con mucha frecuencia; por ahí se llega a
tomar gusto a la oración.
Esta
enseñanza del sacerdote me agradó mucho por ser práctica y fácil y al mismo
tiempo profunda y sabia. Di gracias a Dios en espíritu por haberme hecho
conocer a un verdadero pastor de su Iglesia…”
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
en Cristo Jesús.
¿Existe
en vuestra casa o habitación un sitio destinado especialmente a la oración? Es
importante que se disponga.
Lo
exterior va progresivamente mostrando lo que ocurre en el interior. Muchas
veces, el acondicionamiento material de un lugar destinado a la oración
coincide con el arraigo de cierta disposición espiritual a perseverar en la
plegaria.
Igual, lo
que puede encontrarse en este sitio especial, manifiesta rasgos de nuestra
espiritualidad personal. Generemos fuera de nosotros el espacio que queremos
construir dentro. Y si ya existe quitémosle el polvo y si lo usamos a diarios
hagamos algo mínimo que lo mejore, que lo asimile más a lo sagrado que ese
espacio nos evoca.
Sabemos
que no se trata de caer en alguna idolatría, ni con las imágenes, ni con las
disposiciones que necesitamos para la oración. Pero podemos darnos el permiso
de ayudarnos a evocar este contacto con lo divino, mediante aquellas imágenes
que nos suscitan su recuerdo.
No puede
faltar en ese pequeño ámbito la sagrada escritura, alimento diario que meditado
en profundidad nos guía hacia la vida en Dios.
Y si no
tenemos posibilidades de crear ese espacio en nuestra casa, al menos llevemos
algo en nuestra agenda o en la cartera, dejemos un pequeño icono en el lugar de
trabajo, que a manera de recordatorio nos inspire a recomenzar la oración si la
hemos perdido.
Aquí un
texto breve que habla de la utilización de las imágenes y de otros aspectos de
la oración:
Del día
23 –
“No
es resplandor que deslumbre, sino una blancura suave y el resplandor infuso,
que da deleite grandísimo a la vista y no la cansa, ni la claridad que se ve
para ver esta hermosura tan divina.
Es
una luz tan diferente de las de acá, que parece una cosa tan deslustrada la
claridad del sol que vemos, en comparación de aquella claridad y luz que se
representa a la vista, que no se querrían abrir los ojos después.
Es
como ver un agua clara, que corre sobre cristal y reverbera en ello el sol, a
una muy turbia y con gran nublado y corre por encima de la tierra. No porque se
representa sol, ni la luz es como la del sol; parece, en fin, luz natural y
otra cosa artificial.
Es
luz que no tiene noche, sino que, como siempre es luz, no la turba nada.
En
fin, es de suerte que, por gran entendimiento que una persona tuviese, en todos
los días de su vida podría imaginar cómo es.
Y
ponla, Dios delante tan presto, que aún no hubiera lugar para abrir los ojos,
si fuera menester abrirlos; mas no hace más estar abiertos que cerrados, cuando
el Señor quiere; que, aunque no queramos, se ve.
No
hay divertimiento que baste, ni hay poder resistir, ni basta diligencia ni
cuidado para ello. Esto tengo yo bien experimentado, como diré”.
El Libro
de la Vida. Teresa de Jesús.
Día
24 – Hacia la dicha inefable
“…
Tenía un libro excelente de Gregorio Palamas sobre la oración de Jesús. Lo leía
casi de continuo y hacía un poco la oración.
El
ruido que armaba el chico me resultaba muy desagradable, y ninguna medida ni
castigo alguno conseguían de él ninguna enmienda. Acabé por inventar un medio:
le obligué a sentarse en el cuarto en un banquito pequeño y a repetir allí la
oración de Jesús.
Al
principio esta medida le resultaba tan violenta que, para no cumplirla,
callaba. Mas para obligarle a ejecutar mi orden, llevé unas varas a casa.
Cuando
él rezaba la oración, yo leía tranquilamente, o escuchaba lo que él decía; pero
en cuanto se callaba, yo le mostraba las varas, y temblando de miedo comenzaba
de nuevo el rezo.
Esto
me hacía mucho bien porque por fin en mi casa comenzaba a haber calma y
silencio. Pasado algún tiempo, pude ver que ya no era necesaria la amenaza de
las varas: ejecutaba mi orden con gusto
y mucha alegría; más tarde, su carácter cambió completamente; empezó a ser
suave y tranquilo y cumplía mucho mejor con los trabajos domésticos.
Yo
me alegré mucho y empecé a darle mayor libertad. ¿Cuáles fueron los resultados?
Pues que se habituó tan bien a la oración que la repetía sin cesar y sin que yo
tuviera que obligarle a ello en modo alguno.
Cuando
le hablaba de ello, me respondía que sentía unos deseos irrefrenables de
recitar la oración.
—¿Qué
sientes cuando rezas?
—Nada
especial; pero me siento bien cuando rezo la oración.
—¿Pero
¿cómo, bien?
—No
sé cómo explicarlo.
—¿Te
sientes alegre?
—Sí,
me siento alegre…
¡Dios
de bondad!, me dije yo. ¡Qué maravillosos efectos del poder divino se descubren
por esta oración! ¡Qué edificante y profundo es este relato; las varas
enseñaron la oración a ese muchacho y le dieron la felicidad!
Las
desgracias y tristezas con que nos encontramos, ¿qué otra cosa es sino las
varas de Dios? ¿Por qué temer, pues, cuando la mano de nuestro Padre celestial
nos amenaza con ellas?
Él
está siempre lleno de infinito amor para con nosotros, y estas varas nos
enseñan a orar con mayor fervor y nos conducen a la dicha inefable…”
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
en Cristo Jesús.
A partir
de mañana, vamos a ir agregando algunos párrafos que nos parecen de mucho
interés de los últimos tres relatos del peregrino ruso. Son escritos unos años
después, al parecer por un staretz del monasterio de Optino, que fue el lugar
en el que se alojó y, al parecer, terminó sus días el peregrino.
El
ejercicio que os sugerimos para hoy es el de la práctica de la presencia de Dios
especialmente en una actividad concreta que elijamos.
De entre
todas nuestras actividades, elijamos una y apliquemos allí el mayor esfuerzo de
atención para permanecer en oración incesante y, a la vez, tratando de hacer
esa actividad en el sentimiento de Su presencia.
Hay
varios textos que pueden servirnos y que tenemos a mano para apoyarnos en esta
tarea, a los cuales iremos enlazando debajo.
Los días
que quedan, nos centraremos en esto: Acostumbrarnos cada vez más a la oración
de Jesús como apoyo para vivir en la presencia divina.
¿Qué es
vivir en Su presencia? ¿Cómo se manifiesta en lo cotidiano? ¿Cómo se manifiesta
en mi particularmente?
Trataremos
juntos de avanzar en esos interrogantes. Un saludo fraterno, invocando a
Jesucristo.
La práctica
de la presencia de Dios
Del día
24 –
“Es
importante que no se te escape el presente, que es lo único que tienes en tus
manos.
Nada
de lo que se hace por amor es pequeño. Haz bien lo que haces, sin prisa, y con
todo tu amor…
Ama
la sonrisa que vas a ofrecer, el trabajo por realizar, el coche que debes
conducir, la comida que vas a preparar, la actividad que tienes que organizar,
la lágrima que vas a derramar por el hermano que sufre, el instrumento que vas
a tocar, el artículo o la carta que debes escribir, el acontecimiento alegre
que vas a festejar con los demás, el vestido por limpiar.
Todo
debe convertirse en instrumento para demostrar a Dios y a los demás tu propio
amor”.
Día
25 – Todo está bien en mi corazón
“… La
Oración salía con dificultad, y una especie de indolencia se apoderó de mí. En
esto, viendo un bosque de espesa maleza al lado del camino, me introduje en él
para descansar un poco, buscando un sitio retirado donde sentarme bajo un
arbusto y leer mi Filocalía, para estimular así a mí débil espíritu y confortar
a mi ánimo medroso.
Hallé un
lugar tranquilo, y empecé a leer a Juan Casiano, en la cuarta parte de la
Filocalía —sobre los Ocho Pensamientos—. Cuando llevaba leyendo felizmente una
media hora, reparé inesperadamente en la figura de un hombre a unos cien metros
de allí y más hacia el interior del bosque…
…Me entró
tal terror que los cabellos se me erizaron. Todo se hacía cada vez más
horrible, tanto es así que estuve a punto de desplomarme de miedo y horror.
Entonces, caí de rodillas, me santigüé, y con todo mi corazón, dije:
«Señor
Jesucristo, ten piedad de mí.»
Tan
pronto como hube dicho esto, me sentí absolutamente tranquilo y como si no
hubiese pasado ninguna angustia. Todo mi miedo desapareció, y me sentí tan
feliz en mi corazón como si hubiese sido transportado al cielo.
Esto me
hizo tan dichoso que, bueno, ya no paré de repetir la Oración. Aun hoy no sé si
la tormenta duró mucho, ni cómo se fue la noche. Cuando levanté la vista, el
día ya llegaba, y yo aún estaba allí arrodillado en el mismo lugar. Me
incorporé tranquilamente, vi que ya no iba a encontrar al carnero, y me fui a
casa.
Pero
ahora todo estaba bien en mi corazón, y repetía la Oración a más no poder…
—¿Y te
sirves todavía a menudo de la Oración?
—No
podría existir sin ella —respondió—.
Sólo con
que recuerde cómo me sentí aquella primera vez en el bosque, es como si alguien
me hiciese arrodillar, y me pongo a rezar.
No sé si
mi oración pecadora complace a Dios o no, ya que, cuando rezo, a veces siento
una gran felicidad (por qué no lo sé), una ligereza de espíritu, una especie de
gozosa quietud; pero, en otros casos, siento una melancólica tristeza y un
abatimiento del ánimo.
A pesar
de todo, quiero seguir rezando siempre, hasta la muerte.
—No te
aflijas, querido hermano. Todo complace a Dios y sirve a nuestra salvación,
todo, pase lo que pase durante la oración. Así lo dicen los Santos Padres.
Tanto si hay alegría del corazón como tristeza, todo está bien. Ninguna
oración, buena o mala, se malogra ante los ojos de Dios.
La alegría
y el fervor muestran que Dios nos recompensa y nos consuela por el esfuerzo,
mientras que la tristeza y la sequedad indican que Dios nos purifica y nos
fortalece el alma, y que por esta prueba salutífera la salva, preparándola en
la humildad para el goce de la dicha bendita en el futuro…
Breve
comentario y pregunta
Estimad@s
en Cristo Jesús.
Una de
las mayores dificultades para poder situarnos en el momento presente y
permanecer en la presencia divina en lo cotidiano, deriva de nuestra ansiedad
por los resultados de lo que hacemos.
Ayuda
mucho recordar que en nuestras manos esta solo la acción impecable, los
resultados en manos de Dios. Uno debe poner su atención en hacer lo mejor
posible lo que sea que haga, el resto abandonarlo, soltar, no se pueden manejar
los efectos.
Practiquemos
esta actitud, es importante. De esa manera nuestra fuerza se concentra en la
oración de Jesús y en la acción prolija, ordenada, atenta.
De a
poco, la vida empieza a tornar ceremonia, un aire de eucaristía comienza a servirnos
de fondo, esto es el agradecimiento en el ánimo.
Un saludo
fraterno, invocando a Jesucristo.
Del día
25 –
“Y,
amonestado de aquí a volver a mí mismo, entré en mi interior y guiado por ti; y
púdelo hacer porque tú te hiciste mi ayuda.
Entré
y vi con el ojo de mi alma, como quiera que él fuese, sobre el mismo ojo de mi
alma, sobre mi mente, una luz inconmutable, no esta vulgar y visible a toda
carne ni otra cuasi del mismo género, aunque más grande, como si ésta brillase
más y más claramente y lo llenase todo con su grandeza.
No
era esto aquella luz, sino cosa distinta, muy distinta de todas éstas.
Ni
estaba sobre mi mente como está el aceite sobre el agua o el cielo sobre la
tierra, sino estaba sobre mí, por haberme hecho, y yo debajo, por ser hechura
suya.
Quien
conoce la verdad, conoce esta luz, y quien la conoce, conoce la eternidad. La
Caridad es quien la conoce…”
de San
Agustín en Confesiones
Día
26 – Andar en la divina presencia
“…
Esto empieza a descorrer el velo que se alzaba ante el secreto de la salvación
y de la oración.
Ve
que realmente rezar significa dirigir su pensamiento y su memoria sin descanso
al recuerdo de Dios, andar en Su divina Presencia, despertar a Su amor por el
pensamiento en Él, y unir el Nombre de Dios a la respiración y al latir del
corazón.
Él
es guiado en todo esto por la invocación con los labios del santísimo Nombre de
Jesucristo, o por la recitación de la Oración de Jesús, en todo momento, en
todo lugar y durante cualquier ocupación, sin descanso.
Estas
luminosas verdades, al iluminar el espíritu del buscador y abrir ante él el
camino hacia el estudio y la realización de la oración, le ayudan a pasar en
seguida a poner en práctica estas sabías enseñanzas.
Sin
embargo, cuando lo intenta, se ve aún sujeto a dificultades hasta que un
maestro experimentado le muestra, en el mismo libro, toda la verdad, es decir,
que sólo la oración incesante es el medio eficaz para perfeccionar la oración
interior y para salvar el alma.
Es
la frecuencia de la oración lo que constituye el fundamento de todo el método
de la actividad salvadora y lo que mantiene su unidad.
Como
dice Simeón el Nuevo Teólogo, “el que ora sin cesar, une todo lo bueno en esto
solo”.
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
en Cristo Jesús.
En esta continuidad
que pretendemos darle a nuestra oración de Jesús, para habituarnos y que se
vuelva incesante, tratamos de aprender a vivir en el instante presente, a
centrar nuestra atención en el ahora.
Esto nos
permite permanecer en la oración y acercarnos a la percepción de la divina
presencia en nuestro cotidiano.
Para ello
vamos a poner hoy nuestro esfuerzo en hacer un poco mas lentos nuestros
movimientos.
En la
medida de nuestras posibilidades y en los momentos más favorables a ello,
trataremos de disminuir sensiblemente la velocidad de nuestros pasos, de
nuestras maneras en general.
Puede
servir que contemos a nuestro entorno más cercano acerca del ejercicio que
estamos haciendo, ya que su comprensión nos puede facilitar el realizarlo
durante más tiempo y, quizás, motivarlos a sumarse a la práctica.
Esta
mayor lentitud, facilita la oración y nos descubre un mundo por lo general
inexplorado, que no atendemos, ni en nosotros ni fuera de nosotros.
Una vez
que pase el momento de extrañeza inicial y que venzamos el obstáculo que suele
poner la mente, hablándonos de lo ridículos que somos por hacer esto, puede que
sobrevenga una tenue sensación de acompañamiento constante, de cálida compañía
que solemos emparentar con lo sagrado.
En el
último caso, en que nos fuera imposible efectuar el ejercicio de oración de
Jesús y lentitud durante el día, tratemos de hacerlo unos minutos acomodando
nuestra habitación, por ejemplo, antes de terminar el día.
Un saludo
fraterno para tod@s invocando a Jesucristo.
Del día
26 –
En el
Catecismo de la Iglesia se nos dice:
“Esta
invocación sencilla ha sido desarrollada en la tradición de la oración bajo
diversas formas en Oriente y Occidente.
La
formulación más habitual transmitida por los espirituales del Sinaí, de Siria y
del monte Athos es la invocación: “Jesús Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten
piedad de nosotros pecadores” (Cat 2667).
“La
invocación del santo nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración
continua. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se
dispersa en palabrerías…
Es
posible en todo tiempo, porque no es una ocupación al lado de otra, sino la
única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en
Cristo Jesús”. (Cat 2668).
Día
27 – Un altar en el corazón
“En
todas partes, dondequiera que os encontréis, podéis levantar un altar a Dios en
vuestro espíritu por medio de la oración, y por lo tanto es oportuno rezar en
vuestro trabajo, de viaje, de pie al mostrador o sentados, en vuestras
ocupaciones manuales.
En
todas partes y en todo lugar es posible rezar y, en efecto, si uno vuelve su
atención diligentemente sobre sí mismo, entonces en todas partes encontrará
circunstancias apropiadas para la oración, con sólo que esté convencido de que
la oración debería constituir su principal ocupación y tener precedencia sobre
cualquier otro deber…
…
Aquellos que han practicado la oración incesante nos aseguran que lo que sucede
es esto: el que ha decidido invocar sin cesar el Nombre de Jesucristo o,
lo que es lo mismo, rezar la Oración de Jesús
continuamente, encuentra al principio, naturalmente, dificultades, y tiene que
luchar contra la pereza.
Pero
cuanto más tiempo y más duramente se esfuerza en ello, tanto más se familiariza
imperceptiblemente con esta tarea, de tal modo que, al final, los labios y la
lengua adquieren tal capacidad de moverse por sí mismos, que incluso sin ningún
esfuerzo por su parte ellos mismos actúan irresistiblemente y rezan la oración
silenciosamente.
Al
mismo tiempo, el mecanismo de los músculos de la garganta se reeduca de tal
modo que al rezar empieza a notar que el decir la oración es una de las
propiedades esencialesy perpetuas de sí mismo, e incluso siente, cada vez que
se detiene, como si algo le faltase.
Y
de esto resulta que su mente empieza, a su vez, a doblegarse, a escuchar a esta
acción involuntaria de los labios, y resulta avivada por ello a la atención, lo
que finalmente se convierte en fuente de delicias para el corazón y auténtica
oración”.
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
en Cristo Jesús:
Este
vivir en la presencia divina que pretendemos, para lo cual buscamos afianzar en
nosotros la oración, hasta que se vuelva incesante con la ayuda de la gracia,
requiere en cierto modo un “despertar” nuestros sentidos espirituales.
¿Cómo
haremos eso? ¿Cómo podemos quitarnos esa especie de “embotamiento” al que nos
lleva la vida rutinaria y opresiva a la que nos somete en ocasiones la sociedad
actual, que presiona por todos los frentes?
Recordando
la muerte.
Os
proponemos que estos días que quedan hasta el final del ejercicio espiritual,
los vivamos como si fuéramos a morir en poco tiempo.
Nadie
muere por hacer este trabajo espiritual, al contrario, si puede suceder que
empecemos a vivir de otro modo.
Esta
memoria de nuestra finitud, de que no sabemos ni de nosotros depende el día ni
la hora, nos lleva al recuerdo de Dios. La mayor parte de nuestras
preocupaciones y agitaciones derivan del olvido de esta realidad: Vamos a
morir.
Somos
peregrinos, viajeros en todo el sentido de la palabra. Eso no quiere decir que
descuidemos nuestras actividades aquí, sino por el contrario, que las vivamos
con el corazón puesto en la eternidad.
Uno sabrá
si hace el ejercicio en serio o si lo toma a la ligera. Bien hecho, consiste en
actuar como si uno fuera a partir pronto a la casa del Padre.
¿Qué
cosas haría si esto fuera a suceder realmente? ¿Cómo me prepararía para el
tránsito a la otra vida? ¿Qué acciones concretas ejecutaría?
Son
muchos los espirituales en la historia del cristianismo que usaban esta
“conciencia de la muerte” como acicate para vivir con intensidad en la
presencia de Dios mediante la oración continua.
Un saludo
fraterno para tod@s invocando a Jesucristo, nuestro camino al Padre.
Del día
27 –
En la
vida de Simeón, el nuevo teólogo, se cuenta que un día, repitiendo según su
costumbre la oración: Señor, ten piedad de mí, que soy un pecador, de pronto lo
cegó una luz maravillosa.
Él
parecía haberse convertido en luz y en ese estado luminoso, identificado con
Dios, fue colmado de una inmensa alegría e inundado de cálidas
lágrimas
de amor; y lo más extraño de ese maravilloso acontecimiento es que, para su
sorpresa, gritaba en alta voz: Señor, ten piedad de mí…
Más
tarde, habiéndose retirado poco a poco la luz, volvió a su cuerpo y al interior
de su celda, y encontró su corazón colmado de una alegría inefable y su boca
gritando en alta voz: Señor, ten piedad de mí…
Día
28 – No te inquietes por nada
“Reza de
un modo u otro, pero reza siempre y no te inquietes por nada”.
Se alegre
de espíritu y sosegado. La Oración lo arreglará todo y te instruirá.
Rezar de
un modo u otro está dentro de nuestras posibilidades, pero rezar con pureza es
un don de la Gracia…
Así que
ofrece a Dios lo que está en ti poder ofrecer. Dale a Él primero sólo la cantidad
(que está en tu poder), y Dios derramará sobre ti fuerza para tu flaqueza.
La
oración, puede que seca y distraída, pero continua, creará un hábito y se
volverá algo natural, y se transformará en una oración pura, luminosa,
apasionada y meritoria.
Hay que
notar, por último, que, si tu vigilancia en la oración es prolongada, entonces,
naturalmente, no tendrás tiempo no ya para cometer acciones pecaminosas, sino
ni tan sólo para pensar en ellas.
Por
consiguiente, la oración muestra su más efectivo poder y su fruto cuando es
ofrecida a menudo, incesantemente; porque la frecuencia de la oración pertenece
sin duda a nuestra voluntad, así como la pureza, el celo y la perfección en la
misma son el don de la Gracia…
Así pues,
rezaremos tan a menudo como podamos; consagraremos toda nuestra vida a la
oración, aun cuando ésta esté sujeta a distracciones al empezar.
Su
práctica frecuente nos enseñará la atención; la cantidad conducirá ciertamente
a la calidad. Si quieres aprender a hacer bien alguna cosa, sea la que sea,
debes hacerla lo más a menudo posible, dijo un experimentado autor espiritual…”
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
en Cristo Jesús.
Os
proponemos para el día 18 de septiembre (el día 28° de nuestro ejercicio
espiritual) dos ejercicios.
Ambos conviene
efectuarlos atentos a lo que decíamos ayer, recordando esta conciencia de
nuestra propia finitud. A este permanecer viviendo sin ignorar ni olvidar el
hecho de que moriremos y que, por lo tanto, somos peregrinos… estamos de paso
rumbo a la patria que está más allá de las estrellas.
El primer
ejercicio consiste en pulsar dos o tres veces en la foto del post de hoy,
también podría ser en la de ayer (ambas son flores) y observar con
detenimiento, con verdadera atención, durante un minuto o dos los detalles que
allí aparecen.
¿No está
allí manifiesto un misterio inconmensurable? ¿No muestra tamaña belleza
inteligencia suma y un gran amor? ¿Podemos intuir detrás de Su obra el aliento
de Su abrazo?
Mas allá
de la sensación que la observación nos produzca, será de interés estar en ese
momento presente, donde tratamos al mirar, de ver.
La otra
tarea para el día (ojalá pueda encontrarse el momento) consiste en ir a una
plaza o parque público o en su defecto mirar por la ventana y observar a los
transeúntes.
Lo ideal
sería si pudieran contar con esos pequeños auriculares para escuchar música. Y,
escuchando la música mirar a los que pasan ocasionalmente.
Pueden
hacerlo con aquel tema musical que más les guste, la sugerencia es hacerlo con
el “Ave María” de Caccini, interpretado por Cecilia Bartoli, también puede ser
muy bueno “La Requiem Overture” de Mozart.
Percibamos
como al modificarse nuestra emoción debido a la música, los rostros cambian y
empezamos a ver a los demás bajo una luz nueva. Mañana comentaremos más acerca
de esto, que, con toda su simpleza, “da mucha tela para cortar”.
Un saludo
fraterno para todo@s invocando a Jesucristo.
Del día
28 –
“…
El amor hace pasar de una postura posesiva hacia la realidad a una actitud de
respeto.
Y
al cambiar nosotros la actitud posesiva, de instrumentalización y de egoísmo,
también la realidad se hace más respetuosa para con nosotros.
De
hecho, sucede que, siendo nosotros menos posesivos y más respetuosos, somos más
libres, y entonces la realidad se manifiesta como es, en toda su hermosura…”
Día
29 – ¡Que no enmudezca el corazón!
“Alma
cristiana, si no encuentras en ti misma la fuerza de adorar a Dios en espíritu
y en verdad, si tu corazón no siente aún el calor y la dulce satisfacción de la
oración interior, entonces aporta al sacrificio de la oración lo que puedas, lo
que esté dentro de las posibilidades de tu voluntad, lo que esté en tu poder.
Familiariza,
ante todo, al humilde instrumento de tus labios con la invocación piadosa,
frecuente y persistente.
Que
ellos invoquen el poderoso Nombre de Jesucristo a menudo y sin interrupción.
No
es un gran esfuerzo, y está dentro de las posibilidades de todo el mundo. Esto
es, también, lo que ordena el precepto del Santo Apóstol:
“Por
Él ofrezcamos de continuo a Dios sacrificio de alabanza, esto es, el fruto de
los labios que bendicen Su Nombre”. (hebreos 13, 15)
No
silencies la ininterrumpida invocación de tu oración, aun cuando puede que tu
llamada salga de un corazón aún en guerra consigo mismo y medio lleno por el
mundo.
No
te preocupes. Sigue adelante con la oración, no dejes que enmudezca, y no te
inquietes.
Ella
se irá purificando a sí misma por la repetición. Nunca dejes que tu memoria
olvide esto: Mayor es Quien está en vosotros que quien está en el mundo. Dios
es mayor que nuestro corazón, y conoce todas las cosas, dice el Apóstol”.
Breve
comentario y ejercicio
Estimad@s
herman@s en Cristo Jesús.
A poner
nuestro mayor empeño.
Como si
fuera el último día de nuestra vida, hagamos lo que esté en nuestro poder para
rezar más y mejor, para avisarle a la mente que un nuevo hábito está naciendo
desde el calor del corazón…
Desde
nuestra profundidad surge un anhelo de unión con Dios, una búsqueda amorosa que
hemos llevado adelante toda la vida, aunque a veces hayamos creído perseguir
otras cosas.
¿Que
hemos buscado desde que vinimos a la vida sino el abrazo amoroso de Aquél que
nos creó? ¿No nos hemos sentido cautivados una y otra vez por Su misterio?
Cuantas
veces hemos dicho: ¡Amor de mi vida, donde estás que no te puedo encontrar!
Lo hemos
buscado tanto y terminaremos diciendo más tarde o más temprano, como el santo:
“sino que eras tú quien …… estabas dentro de mí, más interior que lo más
íntimo mío…” (Confesiones San Agustín)
Os
proponemos el siguiente ejercicio para hoy, penúltimo día de los ejercicios:
Sin decir
nada, en el más silencioso de los secretos, concentrémonos en mirar a los ojos
a los demás, a los que nos vamos a cruzar durante el día, en el trabajo, la
familia, el estudio…
Nada
llamativo, discretamente, cuando hablemos, saludemos, entablemos relación,
prestemos atención a los ojos del otro. Quizás lo hagamos con frecuencia con
algunas personas que amamos; se trata en este caso de hacerlo con el panadero,
la verdulera, el taxista.
Miremos
los ojos del otro y si lo recordamos, cuando le atendamos, repitamos con
suavidad en nuestro interior:
“Señor Jesucristo,
ten misericordia de todos nosotros”
Del día
29 –
“Aprendamos
pues a reconocer en lo que ocurre en cada momento la huella de la voluntad de
Dios y de su Nombre adorable.
Este
Nombre es infinitamente santo.
Es
pues justo bendecirlo, tratarlo como una especie de sacramento, que santifica
por su propia virtud a las almas que no le oponen obstáculo.
…
nada hay de pequeño en nuestros momentos, pues que todos ellos encierran
tesoros de gracia, un alimento digno de los ángeles.
…¡Precioso
momento, cuan pequeño eres a los ojos comunes y cuan grande a lo ojos
iluminados por la fe!
…Todo
lo que viene de allí es muy excelente. Todo lo que de allí desciende lleva el
sello de Dios.
Quiero
encerrarme en el único asunto del momento presente, para amarte, para cumplir
mis obligaciones, y para dejarte obrar”.
del
“Tratado del Santo abandono a la Providencia divina”
Día
30 – Permanecer a la escucha
Estimad@s
herman@s en Cristo Jesús.
Os
proponemos para este último día un doble ejercicio:
El
primero consistirá en que mientras continuamos la tarea de repetir la oración
de Jesús, del modo que nos haya parecido más conveniente, prestemos especial
atención a los sonidos.
Durante
todo el día, intentemos trasladar nuestro foco de atención hacia el sentido del
oído.
Cuando
caminemos, en nuestro cuarto, al cocinar… en todas las actividades prestar
atención a la multitud de sonidos, poniendo una actitud interna de escucha.
Sin
juzgar, sin querer modificar nada, solo escuchar.
Y de
entre todo ello, permanezcamos especialmente atentos a los espacios de silencio
o de cuasi silencio.
Es muy
probable si se esmeran en el ejercicio, que de vez en cuando adviertan
insospechados intervalos de quietud, no previsibles, que irrumpen en medio de
lo cotidiano. Y allí también, solo continuar escuchando, escuchar.
Permanecer
a la espera.
El
segundo ejercicio consistirá en comentar para los demás herman@s que han
participado.
Comentar
lo vivido este día puede ser, pero también y sobre todo realizar una síntesis
de lo vivido en los ejercicios espirituales.
Puede ser
algo corto, que vaya a lo medular, una descripción veraz de lo vivido, aun
cuando pueda parecernos que no vale la pena o que nos fue muy mal. Todo sirve
tomado con buena actitud de superación. Y quién quiera extenderse también puede
hacerlo.
Quizás
podamos regular algún sistema de intercambio específico que nos permita seguir
trabajando e intercambiando más allá de la finalización de este ejercicio.
Finalizaremos
el ejercicio en las últimas horas de este día 20/9 que se inicia.
Un saludo
fraterno para tod@s invocando a Jesucristo
Textos de
meditación
“El alma
que se encuentra interiormente unida a Dios, experimenta una alegría tan grande
que se torna cual un niño simple y bueno; no condena a nadie, griego, pagano,
judío o pecador, sino que a todos considera con la misma mirada pura; encuentra
alegría en el mundo entero y desea que todos alaben a Dios -griegos, judíos y
paganos-.”
de Marcos
el asceta – en Filocalía
“Uno
es el rostro de las Escrituras que se muestra a la mayoría de los hombres,
incluso a los que creen conocerlas, y otro rostro es el que se revela al hombre
que se ha consagrado a la oración incesante, es decir, al hombre que piensa
continuamente en Dios tanto como respira, aunque sea considerado por el mundo
como un hombre sin cultura y sin ninguna formación”.
de Pedro
Damasceno en Filocalía
Del día
30 –
Los ojos
del corazón no ven a la manera natural, pero “ven” la extraordinaria grandeza
del poder de Dios para con nosotros.
Potencia
que actúa en nosotros la resurrección y la vida….
Fuerza
que tiene necesidad de nuestra desolación interior para ser percibida actuante
en nosotros.
Y toda
percepción vital es “conocimiento”, no conceptual -este es solo relativo- ,
sino vital o existencial.
Y es
oscura en lo concerniente al raciocinio, pero resulta jubilosa para el corazón,
para nuestro ser más entrañable…
En
realidad, cuál es su grandeza, tal es su misericordia.
Es luz
porque se percibe la presencia de una bondad que nos envuelve y que antes no
conocíamos…
Por eso
el fruto consiste en “toda bondad”. Es la experiencia de la bondad del Señor
que ilumina el corazón y se difunde en todo nuestro ser.
Fin de
los ejercicios
¿Qué es
un corazón compasivo?
“Es un
corazón que arde por toda la creación, por todos los hombres, por los pájaros,
por las bestias, por los demonios, por toda criatura.
Cuando
piensa en ellos y cuando los ve, sus ojos se llenan de lágrimas.
Tan
intensa y violenta es su compasión, tan grande es su constancia, que su corazón
se encoge y no puede soportar oír o presenciar el más mínimo daño o tristeza en
el seno de la creación.
Por eso
es por lo que, con lágrimas, intercede sin cesar por los animales irracionales,
por los enemigos de la verdad y por todos los que le molestan, para que sean
preservados del mal y perdonados…
Feliz el
hombre que puede amar a todos los hombres del mismo modo”.
Máximo
el confesor
“Centurias
sobre el amor”
[1] Nuestra existencia individual muestra una intención particular de
Dios, esto irrepetible que somos muestra uno de los rostros de Dios que nos ha
querido en la creación por alguna razón, también única.
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