La Fe de los Santos. Catecismo Ortodoxo de San Nicolás Velimirovich. Introducción
Jhoani Rave Rivera
(C.O.P.S.)
San Nicolás Velimirovich de Ohrid y Žiča o Nikolaj Velimirović
(cirilico serbio: Николај Велимировић, 4 de enero de 1881- 18 de marzo 1956)
fue obispo de las eparquías de Ohrid y Žiča (1920-1956) en la Iglesia Ortodoxa
Serbia, un escritor teológico influyente y un orador muy dotado, conocido como
"Nuevo Crisóstomo".
El Catecismo Ortodoxo de San
Nicolás Velimirovich, es una muy buena síntesis de la doctrina de la Iglesia
Una, Santa Católica y Apostólica Ortodoxa. Con el deseo de iluminar la vida de
todos los hombres con las enseñanzas bíblicas, tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento y con las enseñanzas de los Santos Padres, el Santo Obispo
desarrolla esta obra de manera didáctica y simple, para que sea al alcance de
todos y para que todos puedan comprenderla.
INDICE
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I: Origen y fuente de la fe Ortodoxa
CAPÍTULO II: La Profesión Ortodoxa de la fe cristiana
CAPÍTULO III: Los siete Sacramentos
CAPÍTULO IV: La Ley de Dios en el Antiguo Testamento
CAPÍTULO V: La Nueva Ley de Dios
CAPÍTULO VI: El Año Litúrgico Ortodoxo
CAPÍTULO VII: Los Objetos Sagrados
CAPÍTULO VIII: De la Tradición - Dichos de los Santos
Esta
es la revelación personal del Cristo, única y completa, de Dios a los hombres,
para su iluminación y salvación. Una segunda iluminación de parte de Dios no
habrá más, y más allá del Cristo no puede ser esperado otro Mesías hasta el fin
del mundo. La Verdad, enseñada y revelada a nosotros por Dios, no puede ser
comparada con las religiones y las doctrinas filosóficas que son fruto de la
mente humana. La Sangre del Hijo de Dios no puede ser puesta en el mismo plano
de la tinta de los hombres de letras. Debemos combatir los tentativos de una
semejante equiparación, en primer lugar, profundizando nuestro conocimiento de
la Fe Ortodoxa, aplicándola a la vida cotidiana, penetrando en ella como el
estudioso profundiza sus descubrimientos, es decir, elevándonos de los
escalones más bajos a la altura de la Fe perfecta.
INTRODUCCIÓN:
LA RELIGIÓN CRISTIANA
EN GENERAL
La religión cristiana es el conocimiento en Cristo de
los más importantes misterios del ser y de la vida, conocimiento que los
hombres pueden conseguir sólo creyendo en El, no con sus esfuerzos
individuales.
¿Cuáles son los más importantes
misterios del ser y de la vida de los cuales sólo el Cristo tiene el verdadero
conocimiento?
Están:
El misterio de las realidades invisibles de Dios, de los Ángeles y del alma humana.
El misterio de la creación del mundo y de su fin
El misterio de Dios que incesantemente guía al hombre y a toda la humanidad a un fin prestablecido, según su sabiduría y su poder.
El misterio del pecado del hombre, de su caída y Redención gracias a la encarnación del Ver
El misterio del Reino de Dios cual fin último de la vida terrena del hombre y aquel de la vida recta que conduce a este fin, es decir, del comportamiento del hombre con respecto a sí mismo, a su prójimo y a Dios.
El misterio de la resurrección de los muertos, del juicio final y de la vida eterna.
¿Otros fundadores de religiones,
intelectuales y filósofos, han intentado de resolver estos misterios?
Ciertamente ha habido muchos. Pero lo han hecho sólo
con sus limitadas fuerzas humanas, con la meditación y con el estudio tenaz del
mundo y de la naturaleza humana. Todos sus tentativos terminaban con premisas y
variadas teorías en neto contraste las unas con las otras.
¿En qué cosa consiste la soberbia con
respecto al conocimiento en el Cristo?
En la superioridad del Cristo cual testigo ocular. De
hecho, Él afirma: “Yo digo lo que he visto...” Jn 8, 38); y así también: “Nadie
ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que
está en el cielo” (Jn 3, 13). A los doctores de la ley de su tiempo dijo: “Ustedes
son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de
este mundo” (Jn 8, 23). A uno de los jefes de Israel, declaró: “Te
aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que
hemos visto...” (Jn 3, 11). Y muchas otras afirmaciones de este género, Él
las hizo con la autoridad de un testigo ocular que ha conocido todos los
misterios del cielo y de la tierra, tanto que la gente se asombraba de su
ciencia, ya que “nadie habló jamás como este hombre” (Jn 7, 46).
De hecho, en la vida cotidiana damos mayor fe a un
testigo ocular, antes que a un teórico o a un filósofo. Pero hubo también otros
fundadores de religiones, los cuales han afirmado de haber recibido su doctrina
de ángeles individuales. Estos últimos son testigos oculares de grandes
misterios. ¿Qué tenemos que pensar de ello?
Es verdad que algunas veces el Señor mandó a sus
ángeles a personas individuales para instruirlas y guiarlas. Pero más a menudo
fueron los hombres a tener falsas visiones, en las cuales aparecían espíritus
malignos bajo el aspecto de ángeles. Por otra parte, el caso del Cristo es del
todo distinto, en cuanto no fue ni instruido ni guiado por ángeles. Más bien
fue Él a comandar a las filas angélicas y a echar los espíritus malignos de los
hombres. Los ángeles lo servían, mientras los demonios temblaban delante de Él.
¿En tal caso, debemos considerar que la
religión cristiana sea superior a todas las otras sobre la tierra?
La fe cristiana no se podría tampoco comparar con las
otras religiones y, si debiéramos usar un lenguaje preciso, no se debería
tampoco llamar "religión" en el significado pagano que asume este
término. De hecho, ella no es una religión entre las otras, pero es la Fe en el
Cristo, y la revelación del Cristo. Es la revelación personal, única y perfecta
de Dios a los hombres, para su iluminación y salvación. Una segunda revelación
de parte de Dios no habrá y más allá del Cristo no puede ser esperado otro
Mesías hasta el fin del mundo.
¿Qué debemos entonces pensar de algunos
tentativos contemporáneos de poner la fe cristiana sobre el mismo plano de
todas las otras religiones?
Se trata de tentativos equivocados y de un experimento
peligroso. Ya que “nadie se burla de Dios” (Gal 6,7) y la sangre del
Hijo de Dios no puede ser puesta sobre el mismo plano de la tinta de los
hombres de letras. Si bien nosotros, en cuanto miembros de la antigua Iglesia
oriental, somos condescendientes de frente a todo ser humano, sin embargo, está
severamente prohibido comparar la verdad revelada por Dios con las religiones y
con las filosofías que son frutos de mentes humanas.
¿Con cuáles medios podemos luchar contra
los tentativos de nivelación?
En primer lugar, profundizando nuestros conocimientos
de la fe ortodoxa, poniéndola en práctica en la vida cotidiana, penetrando en
ella como el estudioso profundiza sus descubrimientos. Además, contribuyendo
con esfuerzos nobles y prudentes - sin hacer jamás uso de la violencia - para
que los hombres se eleven de los niveles más bajos de la religión a la altura
de nuestra fe contemporánea, en vez de permitir, por motivos de conveniencia,
que lo que es perfecto se rebaje y se confunda con cuanto no lo es.
¿Por qué llamamos viva a nuestra fe?
Porque la fe y la vida están inseparablemente unidas
en cuanto causa y efecto. El Señor Jesús ha dicho: “El que cree en el Hijo
(de Dios) tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la
Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él” (Jn 3, 36). Así también se
lee: “El justo vivirá por la fe” (Heb 10, 38).
La Fe de Los Santos.
Catecismo de San Nikolaj Velimirovic
P. 1-5
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